El espíritu de las leyes (82 page)

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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

BOOK: El espíritu de las leyes
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CAPÍTULO V
De la conquista de los Francos

No es cierto que los Francos al entrar en las Galías se apoderasen de todas las tierras y las hicieran feudos. Algunos lo han pensado al ver convertidas en feudos, retrofeudos y dependencias de unos u otros, al fin de la segunda línea, muchas tierras de las Galías; pero esto fue por causas particulares, como luego se verá.

La consecuencia que podría deducirse de ello, es decir, que los bárbaros hicieran un reglamento general para establecer la servidumbre del terruño, no es menos falsa que el principio. Si en aquella época en la que los feudos eran amovibles, todas las tierras hubieran sido feudos o subfeudos y todos los hombres siervos o vasallos, como el que tiene los bienes es el que tiene la potestad, el rey hubiera dispuesto siempre de los feudos, única propiedad existente, de suerte que habría tenido un poder tan arbitrario como el sultán de Turquía, lo que está desmentido por la historia.

CAPÍTULO VI
De los Godos, de los Borgoñones y de los Francos

Invadidas las Galias por las naciones germánicas, los Godos ocuparon la Galia Narbonense y casi todo el Mediodía, los Borgoñones la parte del Oriente y los Francos todo lo demás.

Es indudable que los invasores conservaron en el país conquistado las costumbres y usos que tenían en su país, porque una nación no cambia de repente su manera de vivir y de pensar. En Germania labraban poco la tierra, apenas la cultivaban; se desprende de lo dicho por César y por Tácito que se inclinaban más al pastoreo; y en efecto, las disposiciones de los códigos legislativos de los bárbaros, se refieren casi todas a la ganadería. Roricón, que escribía la historia de los reyes Francos, era pastor
[8]
.

CAPÍTULO VII
Diferentes modos de repartir las tierras

Cuando los Godos y los Borgoñones hubieron penetrado en lo interior del imperio, los Romanos, para contener sus devastaciones, tuvieron necesidad de proveer a su manutención. Al principio les daban trigo
[9]
, pero al cabo les entregaron tierras. Los emperadores o en su nombre los magistrados romanos hicieron tratos con ellos sobre la repartición del territorio, como se ve en las crónicas y en los códigos de aquellos tiempos
[10]
.

Los Francos no hicieron lo mismo que los Godos y los Borgoñones; era otro su sistema: ni en las leyes sálicas ni en las leyes ripuarias se encuentra la menor huella de semejante división de tierras. Eran conquistadores, tomaron lo que quisieron y sus reglamentos los hicieron para sí.

Distingamos pues la conducta de los Borgoñones y los Visigodos en las Galias, de la de los Visigodos en España, de la de los guerreros auxiliares de Augústulo y Odoacro en Italia
[11]
, de la de los Francos en las Galias y de los Vándalos en África
[12]
. Los primeros pactaron con los Romanos y se repartieron con ellos las tierras; los demás no hicieron semejante cosa.

CAPÍTULO VIII
Continuación de la misma materia

Al leer en las leyes de los Visigodos y de los Borgoñones que unos y otros se quedaron con dos terceras partes de las tierras de los Romanos, se comprende que hubo por parte de los bárbaros una verdadera usurpación de tierras; pero no poseyeron aquellas dos terceras partes sino en ciertos distritos que se les señalaron.

Gondebaldo dice en la ley de los Borgoñones que su pueblo, al establecerse, recibió dos tercios de las tierras
[13]
; y se añade en el segundo suplemento de la misma ley que no se dará más que la mitad a los que vengan posteriormente al país
[14]
. Esto quiere decir que no todas las tierras habían sido repartidas al principio entre los Romanos y los Borgoñones.

En los textos de ambos reglamentos se hallan las mismas expresiones; por consiguiente, el uno se explica por el otro; y como no se puede suponer que el segundo se refiera a un reparto general, tampoco se daba al primero semejante significación.

Los Francos, procediendo con la misma templanza que los Borgoñones, se guardaron de despojar a los Romanos en todos los territorios. ¿Qué habrían hecho de tantas tierras en toda la extensión de sus conquistas? Se quedaron con las que les convinieron y dejaron las otras.

CAPÍTULO IX
Justa aplicación de la ley de los Borgoñones y de la ley de los Visigodos sobre el reparto de tierras

Es preciso considerar que estos repartos no se hicieron por tiranía, sino con la intención de satisfacer las necesidades de ambos pueblos, que habían de vivir juntos en el mismo terrritorio.

La ley de los Borgoñones dispone que cada uno de éstos se aloje en la vivienda de un Romano. Esto se amolda a las costumbres de los Germanos, que eran, al decir de Tácito
[15]
, el pueblo más hospitalario del mundo.

La ley manda que el Borgoñón posea las dos terceras partes de la tierra y la tercera parte de los siervos. Esto se acomodaba al carácter de los pueblos y a la manera que cada uno tenía de buscar la subsistencia. El Borgoñón, dedicado al pastoreo, necesitaba mucho campo; siervos, pocos. El Romano, cultivador del suelo, necesitaba menos tierra y más siervos para los duros trabajos de la agricultura. Los bosques se dividieron por mitad, porque las necesidades eran las mismas en este punto.

Se ve en el código de los Borgoñones
[16]
que cada bárbaro se alojó en la casa de un Romano; la partición en esto no fue general; pero el número de Romanos que dió hospitalidad fue igual al de Borgoñones que la recibieron. El Romano recibió la menor lesión posible; como el Borgoñón era guerrero, cazador y pastor, no le importaba que se le dieran las tierras más incultas; el Romano, que era labrador, se quedaba con las mejores tierras de labranza; y los rebaños del Borgoñón servían para abonar el campo del Romano.

CAPÍTULO X
De la servidumbre

Según dice la ley de los Borgoñones
[17]
, cuando estos pueblos se establecieron en las Galias recibieron las dos terceras partes de la tierra y la tercera parte de los siervos. Existía, pues, la servidumbre del terruño en esta parte de las Galias antes de ser ocupada por los Borgoñones
[18]
. La ley de los Borgoñones, al estatuír sobre las dos naciones, distingue formalmente, en la una y en la otra, los nobles, los ingenuos y los siervos
[19]
. La servidumbre, pues, no era cosa exclusiva de los Romanos, como la libertad y la nobleza no era peculiar de los bárbaros.

Dice la ley citada que si un liberto borgoñón no hubiese entregado cierta suma a su señor ni recibido el tercio de la porción de un Romano, se le tuviera como de la familia de un señor
[20]
. El Romano propietario, pues, era libre, porque no estaba en la familia de otro; y era libre, porque el tercio recibido era signo de libertad.

Basta abrir las leyes sálicas y ripuarias para ver que los Romanos no vivían con los Francos en más ni en menos servidumbre que con los demás conquistadores de la Galia.

El conde de Boulainvilliers dejó en el aire la base de su sistema, no probando que los Francos hiciesen un reglamento general en que se sometiera a los Romanos a ninguna clase de servidumbre.

Como escribió su obra sin el menor arte y habla en ella con la sencillez, la franqueza y la ingenuidad de la antigua nobleza a que pertenecía, cualquiera puede apreciar las cosas buenas que dice y las equivocaciones en que incurre. Por eso no voy a examinar su libro. Sólo diré que el autor estaba mejor dotado de ingenio que de luces, y de luces más que de saber; sin que el suyo fuera despreciable, porque conocía muy bien lo más interesante de nuestras leyes y de nuestra historia.

El citado conde de Boulainvilliers y el abate Dubos han creado sendos sistemas, de los cuales uno parecía conjuración contra el tercer estado y otro lo parecía contra la nobleza. Cuando el Sol entregó las riendas de su carro, le dijo a Faetón: Si subes demasiado, quemarás el cielo; si bajas mucho, incendiarás la tierra. No tuerzas a la derecha, porque caerás en la constelación del Dragón; no te inclines a la izquierda, porque irás a caer en la del Aramtente equidistante de las dos
[21]
.

CAPÍTULO XI
Continuación de la misma materia

Lo que ha hecho creer que hubo un reglamento general del tiempo de la conquista, es el gran número de servidumbres que había en Francia al comienzo de la tercera línea; y como no se advertía la progresión continua de estas servidumbres, se imaginó la existencia de una ley general que no existió.

En los comienzos de la primera línea observo que hay hombres libres en infinito número, ya entre los Francos, ya entre los Romanos; pero luego crece tanto el número de siervos, que al empezar la tercera ya eran siervos casi la totalidad de los labradores y casi todos los que vivían en las ciudades
[22]
; y así como al empezar la primera había en las ciudades la misma administración que entre los Romanos, con pocas diferencias, puesto que tenían un ayuntamiento, un senado y tribunales de justicia, al principiar la tercera ya no había en las mismas ciudades más que un señor y siervos.

Cuando los Francos, los Borgoñones y los Godos invadían un territorio, se apoderaban del oro, de la plata, de los muebles, de los vestidos, de las personas, incluso las mujeres y los muchachos que podían seguirlos; todo se ponía en común y el ejército se lo repartía
[23]
. El cuerpo de la historia, todo él, prueba que después del primer establecimiento, mejor dicho, de los primeros estragos, los invasores se entendieron con los habitantes y les dejaron todos sus derechos civiles y políticos. Tal era el derecho de gentes en aquellas edades: se arrebataba todo en la guerra y todo se concedía en la paz. Si no hubiera sido así ¿cómo encontraríamos en las leyes sálicas y borgoñonas tantas disposiciones contradictorias referentes a la servidumbre general?

Pero lo que no hizo la conquista lo hizo el derecho de gentes, que subsistió después de la conquista: la resistencia, las rebeliones, la toma de ciudades, llevaban consigo la servidumbre de los habitantes. Y como además de las guerras que las naciones invasoras tuvieron entre sí, hubo guerras civiles entre los Francos, resultó que las servidumbres fueron más generales en Francia que en los demás países. Esta es, a mi juicio, una de las causas principales de las diferencias que se observan entre las leyes francesas y las de Italia y España en lo relativo a los derechos de los señores.

La conquista fue rápida, y el derecho de gentes que se observó en ella trajo consigo pocas servidumbres. Pero la práctica del mismo derecho de gentes durante algunos siglos, hizo que las servidumbres se extendieran de una manera prodigiosa.

Teodorico
[24]
, suponiendo que los pueblos de Auvernia no le eran fieles, dijo a los Francos: Seguidme; yo os llevaré a un país donde tendréis oro, plata, vestidos, rebaños y cautivos numerosos. Después de la paz que se ajustó entre Gontrán y Chilperico
[25]
, al darse la orden de que volvieran los que asediaban a Burges, se les vió volver trayendo tanto botín que no dejaron apenas en aquel país ni hombres ni ganados.

Teodorico, rey de Italia, cuya política era de distinguirse de los otros reyes bárbaros, al enviar su ejército a la Galia le escribió al caudillo:
[26]
: Quiero que se mantengan las leyes romanas y que devolváis los esclavos fugitivos a sus dueños: el defensor de la libertad no debe favorecer el abandono de la servidumbre. Que otros reyes se complazcan en el saqueo y la ruina de las ciudades; nosotros queremos vencer de manera tal, que nuestros súbditos se lamenten de no haber sido sometidos antes. Es claro que deseaba hacer odiosos a los reyes de los Francos y de los Borgoñones y que aludía a su derecho de gentes.

Este derecho subsistió durante la segunda línea: dicen los anales de Metz
[27]
que, habiendo entrado en Aquitania el ejército de Pipino, volvió a Francia cargado de despojos y de siervos.

Podría citar innumerables autoridades
[28]
. Y como tantas desdichas conmovieron las entrañas de la caridad, como hubo santos obispos que al ver a los cautivos amarrados por parejas emplearon la plata de los templos y aun los vasos sagrados para redimir a todos los que pudieron; como en esto se ocuparon caritativos monjes, las mayores luces las encontraremos, sobre este particular, en las vidas de los santos
[29]
. Aunque pueda reprocharse a los autores de estas vidas un exceso de credulidad en cosas que Dios haría ciertamente, si fue su voluntad, no dejan de suministrar noticias útiles acerca de los usos y costumbres de aquellos tiempos.

Cuando se echa una ojeada a los monumentos de nuestra legislación y nuestra historia, todo nos parece un mar, y hasta un mar sin orillas. Hay que leer esos escritos fríos, secos, duros, insípidos; hay que devorarlos, como la fábula dice que Saturno devoraba hasta las piedras.

Una infinidad de tierras que hacía productivas el trabajo de los hombres libres, quedaron convertidas en eriales
[30]
. Cuando se extinguían en una región los hombres libres que antes la habitaban, los que tenían muchos siervos se apoderaban, por fuerza o por cesión, de amplios terrenos en los cuales edificaron pueblos, como vemos en diversas cartas
[31]
. Por otra parte, los hombres libres que cultivaban las artes se encontraron siendo siervos y ejerciéndolas por obligación: las servidumbres devolvían a las artes y a la labranza lo que se les había quitado.

También se introdujo la costumbre de que los propietarios de las tierras las dieran a las iglesias, reteniéndolas a censo, porque imaginaban que así participaban, gracias a su servidumbre, de la santidad de las iglesias.

CAPÍTULO XII
Las tierras de la repartición de los Bárbaros no pagaban tributos

Pueblos sencillos, pobres, libres, guerreros y pastores, que vivían sin industria y no tenían más que chozas
[32]
, acompañaban a sus caudillos para hacer botín, no para pagar tributos ni para imponerlos. El arte de las gabelas es cosa que sólo se inventa cuando los hombres empiezan a gozar de la ventura de las otras artes.

El tributo pasajero de una cántara de vino por una fanegada de terreno, que fue una de las vejaciones de Chilperico y Fredegunda, recayó solamente sobre los Romanos. En efecto, no fueron los Francos los que hicieron pedazos los registros de dicha contribución, sino los clérigos, que todos eran Romanos en aquellos tiempos
[33]
. Era un tributo que pesaba particularmente sobre los que vivían en las ciudades, en las que apenas había más que Romanos.

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