El Cortejo de la Princesa Leia (29 page)

BOOK: El Cortejo de la Princesa Leia
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Durante un momento que pareció hacerse muy largo, Teneniel sintió el vacío de la sala y el vacío que había dentro de su ser. «Engullida, he sido engullida...» Teneniel cerró los ojos e intentó olvidar el cuerpo envarado y purpúreo de su madre, y los dedos rígidos que se habían curvado hasta parecer garras. Pero el horror del vacío no podía ser mantenido a raya ni olvidado, y Teneniel pudo oír el alarido de terror de una niña en la lejanía. Teneniel echó a correr, y allí donde iba apartaba de un tirón las cortinas que colgaban del techo para revelar habitaciones y nuevas salas. Las brujas comían en las habitaciones, reclinadas sobre blandos cojines de cuero. Las brujas conversaban educadamente en voz baja y suave, reían y lanzaban hechizos. Y mientras corría de un lado a otro Teneniel seguía oyendo el llanto de la niña, pero nadie parecía prestarle atención.

Cuando despertó habían transcurrido varias horas. Había anochecido, y Luke había dejado una lucecita mecánica sobre una roca al lado de Teneniel. El Jedi le había quitado la túnica y la había tapado con una manta sacada de su mochila. Teneniel ya no sentía ningún dolor, sólo una gran sensación de calma que no se parecía a nada que hubiese experimentado hasta aquel momento.

Se tocó el pecho y la cara. Las cicatrices estaban calientes, pero Teneniel podía ver con su ojo y oír con su oído. Recorrió la caverna con la mirada. Sus paredes estaban adornadas con toscas pinturas de mujeres en varias posturas que había sido trazadas con círculos y líneas rectas: algunas apoyaban las manos en la cabeza de otras, una mujer flotaba sobre una multitud, y otra estaba caminando por entre las llamas. La caverna sólo tenía veinte metros de longitud, y el suelo del extremo estaba cubierto de huesos humanos. Encima del montón de huesos humanos había otro esqueleto mucho más grande, con unos dientes espeluznantes y un húmero más largo que un hombre. Era el esqueleto de un rancor.

Pero el Jedi se había marchado dejando su mochila. Teneniel se levantó y bebió un poco de agua de su odre. Tenía los pies fríos, por lo que se metió algunos puñados de paja en las botas y luego se tumbó para descansar un rato. Aún se sentía débil, y la cabeza le daba vueltas por algo más que la mera fatiga. El Jedi había curado sus heridas sin cantar ni un solo hechizo. Entre las hermanas que poseían el don de la curación no había ninguna capaz de hacer algo semejante. Los hechizos curativos siempre eran los que resultaban más difíciles de aprender y controlar, y eran cantados de una manera tan aparatosa y melodramática que Teneniel solía pensar que las hermanas los exageraban un poco más de lo que era realmente necesario. Aun así, todas estaban de acuerdo en que los hechizos curativos debían ser cantados en voz alta. Si el Jedi había utilizado esos hechizos sobre ella sin pronunciar ni una sola palabra, eso quería decir que debía ser realmente muy poderoso.

Cuando acampaba bajo las estrellas Teneniel solía preguntarse cómo debía ser la vida en otros mundos. Había escuchado cómo sus hermanas hablaban de los soldados de la prisión, que se sentían tan seguros de sí mismos gracias a su armadura y sus armas; pero aquellos débiles hombres de las tropas de asalto no comprendían el arte de lanzar hechizos, y habían caído de rodillas ante las malvadas y traicioneras Hermanas de la Noche. Y, sin embargo, Teneniel había soñado en más de una ocasión que en otro mundo había hombres como Luke...

Teneniel metió una mano debajo de la manta y se tocó el pecho sobre el que Luke había puesto los dedos. «Algún día alguien llenará este vacío que hay dentro de mí», pensó.

Oyó leves ruidos delante de la caverna, y un instante después vio entrar a Luke seguido por Isolder y Erredós. Luke se sentó junto a ella y le acarició la mejilla con la palma de la mano.

—¿Te encuentras mejor? —le preguntó.

Teneniel le cogió la mano y asintió, no sabiendo qué decir. Clavó la mirada en sus ojos azul claro y comprendió que le había perdido. Luke le había salvado la vida, y ya no podía reclamarle como propiedad.

—Las Hermanas de la Noche se reunieron allí donde combatimos, pero luego se fueron —siguió diciendo Luke—. No estoy seguro de si se han ido a buscar refuerzos o por algún otro motivo.

—Saben que somos dos —dijo Teneniel—, y tú mataste a Ocheron, una de sus guerreras más poderosas. Quizá teman que podamos derrotarlas.

—¿Y qué hay de las tropas de asalto? —preguntó Isolder—. Deben tener más de cien soldados con ellas.

Isolder era meramente humano, y no podía comprenderlo.

—No cuentan —dijo Teneniel, y de repente pensó que aquellos hombres de otro mundo quizá no comprendían la situación tan bien como ella había creído en un principio, y decidió darles una explicación—. Los soldados son muy fáciles de matar.

—Esto no me gusta nada —dijo Isolder—. No me gusta la idea de estar atrapado en esta cueva.

—Las Hermanas de la Noche no se enfrentarán a nosotros aquí —dijo Teneniel—. Este lugar ha sido santificado por la sangre derramada en el pasado.

Se irguió y movió la cabeza, señalando los cráneos humanos esparcidos sobre el suelo debajo del esqueleto de rancor.

—¿Realmente crees que se mantendrán alejadas de este lugar? —preguntó Isolder.

—Incluso los muertos tienen algún poder —dijo Teneniel y volvió a señalar los montones de cráneos con la cabeza—. Las Hermanas de la Noche no harán nada que pueda provocar su ira.

Luke asintió. Al menos el Jedi lo comprendía.

—¿Qué hacían tus antepasadas en este lugar? ¿Cómo llegaron hasta aquí?

Teneniel se rodeó los brazos con las piernas y le miró a los ojos.

—Los antiguos llegaron hace mucho tiempo de las estrellas —dijo—. Eran guerreros, amos y señores de máquinas que construyeron armas prohibidas..., máquinas de guerra que parecían hombres. Los antiguos se las vendían a otros, y las vendían muy baratas.

»Tu pueblo los expulsó del cielo debido a sus crímenes, y los enviaron aquí. No les habían entregado armas, y los guerreros no tenían metal ni desintegradores y se convirtieron en presa fácil de los rancors.

Teneniel entrecerró los ojos. Había oído contar la historia tantas veces que podía imaginarse con toda claridad aquel pasado lejano, y podía ver cómo los prisioneros eran enviados a Dathomir. Eran personas duras y violentas que habían cometido crímenes terribles contra la civilización, y que en consecuencia sólo merecían una vida fuera de la civilización. Muchos de los prisioneros se consideraban por encima de la ley, y se comportaban como si sus armas no fuesen más que juguetes; y por eso los sabios de aquellos tiempos habían considerado justo dejarlos abandonados en un mundo carente de tecnología.

—Vivieron como bestias durante muchas generaciones, y fueron acosados y perseguidos hasta que casi se extinguieron, y así siguió todo..., hasta que la gente de las estrellas expulsó a Allya.

La mirada de Luke se había vuelto distante, y absorta, como le ocurría a la anciana Rell cuando tenía visiones.

—Allya era una Jedi renegada —dijo Luke con firme certeza, y se inclinó hacia adelante—. La Vieja República no quiso ejecutarla, y los Jedi la exiliaron con la esperanza de que si se le daba algo de tiempo acabaría renunciando al lado oscuro.

—Allya utilizó sus hechizos para domesticar a los rancors salvajes y encontrar comida —dijo Teneniel—. Enseñó toda su sabiduría a sus hijas, y les enseñó a capturar a sus compañeros tal y como yo te capturé. Mientras los rancors se alimentaban con los cuerpos de otros exilados, las hijas de Allya fueron prosperando de generación en generación y enseñaron los hechizos a sus hijas. Nos dividimos en clanes, y durante largo tiempo los clanes buscaron hombres en amistosa competencia y las mujeres obtenían compañeros robándolos de esa manera. Nos gobernábamos a nosotras mismas, y castigábamos a cualquier hermana que fuera sorprendida utilizando los hechizos de la noche. En los tiempos de mi abuela expulsamos a los rancors salvajes de estas montañas, y mi abuela cazó a los últimos que quedaban. Teníamos la esperanza de que por fin habría paz.

»Pero las Hermanas de la Noche que habían sido exiliadas se fueron uniendo poco a poco en los tiempos de mi madre hasta formar un grupo. Al principio no eran muchas, pero...

—Algunas de vosotras intentasteis enfrentaros a ellas utilizando sus propias tácticas —sugirió Luke—, y las que lo hicieron se convirtieron en Hermanas de la Noche.

Teneniel alzó la mirada hacia Luke.

—¿Acaso esto ocurre también en otros mundos? Algunas de las hermanas dicen que no es más que una enfermedad, una dolencia que contraemos y que nos convierte en Hermanas de la Noche. Otras dicen que es una consecuencia de utilizar los hechizos, pero no sé de qué hechizos están hablando. Nuestros hechizos han sido puestos a prueba y utilizados una y otra vez a lo largo de generaciones.

—No es ninguno de vuestros hechizos y son todos vuestros hechizos —dijo Luke—. Dime qué edad tenían las hijas de Allya cuando murió su madre.

—La mayor tenía dieciséis estaciones —dijo Teneniel.

Luke meneó la cabeza.

—Una niña..., demasiado joven para aprender los caminos de la Fuerza. Escucha, Teneniel, lo que os da poder no son los hechizos en sí mismos: lo que hacéis es utilizar la Fuerza, una inmensa energía que es creada por todos los seres vivos que hay a nuestro alrededor. Las hijas de Allya tenían una parte muy grande de la Fuerza dentro de ellas, y eso permitió que llegaran a obtener un cierto control sobre ella. Pero no son las palabras que pronunciáis las que os dan poder, y tampoco es ningún hechizo lo que os corrompe, sino la intención con la que lanzáis los hechizos y la naturaleza de vuestros deseos. Si vuestro corazón está corrompido, entonces vuestras obras también lo estarán. Si hubieras escuchado a tu corazón, ya sabrías todo esto... —Teneniel se removió nerviosamente—. De hecho, creo que ya lo sabes —siguió diciendo Luke—. Hace unas horas podrías haber matado a esa Hermana de la Noche y a los soldados, pero te limitaste a tratar de cubrir tu huida y quisiste pasar junto a ellos sin ser detectada. Tu... generosidad me sorprendió.

—Por supuesto. Si hubiera matado a las Hermanas de la Noche, sería tan malvada como ellas —dijo Teneniel con despreocupación, intentando ocultar su temor a terminar volviéndose como ellas.

—Escuchaste a la Fuerza y permitiste que te guiara —dijo Luke—. Pero en otros aspectos eres cruel. Intentaste secuestrarme, y también querías secuestrar a Isolder. ¿Realmente crees que puedes hacer esclavo tuyo a un hombre o golpearme con un diluvio de rocas, y seguir albergando la esperanza de que conservarás tu inocencia a pesar de todo eso?

—Cuando te golpeé no estaba intentando matarte —dijo Teneniel—. ¡Sólo quería capturarte! ¡Ni tan siquiera te hubiese hecho mucho daño!

—Pero sabes que tomar como cautiva a otra persona no está bien, ¿verdad?

Teneniel le miró fijamente y volvió a removerse.

—Yo... Tenía la esperanza de llegar a amarte. Y si no te amaba, entonces podría haberte vendido a alguien que te deseara más que yo. Eso no tiene nada que ver con el obligarte a hacer nada malo... Las hijas de Allya siempre han buscado a sus compañeros de esta manera.

Luke dejó escapar un largo suspiro, como si estuviera empezando a perder la paciencia con ella.

—¿Y todas las hijas de Allya hacen esto, o sólo algunas de ellas?

—Si una mujer es lo suficientemente rica, entonces puede comprar el hombre que le guste —respondió Teneniel—. Yo no soy rica.

Isolder se inclinó hacia adelante.

—¿Y qué tienen que ver esas Hermanas de la Noche con los soldados? —preguntó.

—Hace ocho estaciones un líder de las estrellas envió soldados para construir una nueva prisión. Una exiliada de nuestros clanes, una Hermana de la Noche llamada Gethzerion, empezó a trabajar para los soldados ayudándoles a capturar a los esclavos que huían. Al principio los imperiales se llevaban muy bien con ella y prometieron adiestrarla en las artes de la guerra asegurándole que se cubriría de gloria en los combates, pero no tardaron en ir viendo lo poderosa que era y empezaron a tener miedo de Gethzerion, y decidieron que no debía salir nunca de Dathomir. Los imperiales volaron las naves de la prisión, con lo que dejaron abandonados a sus soldados en el planeta. Se rumorea que Gethzerion mató a los jefes de la prisión, y que los soldados le tienen tal terror que obedecen hasta el más pequeño de sus caprichos. Les ha prometido la libertad si la ayudan a escapar de Dathomir y llegar a las estrellas, pues ahora que ha visto lo débiles que son los imperiales y hasta qué punto la temen, cree que algún día gobernará todos los mundos. Pero de momento Gethzerion se conforma con hacer la guerra a los clanes, matar a algunas de nuestras hermanas y esclavizar a otras. Muchas de las hermanas de clan se han unido a ella.

—¿Y qué hace con los infortunados cautivos de su prisión? —preguntó Luke

—Los mantiene como esclavos, con la esperanza de que algún día podrá cambiarlos por cosas que le resulten útiles —respondió Teneniel.

Luke entrecerró los ojos.

—Gethzerion sabe muy bien lo que se trae entre manos... Espera atraer a todas tus hermanas hacia el lado oscuro, y con un ejército de hermanas para apoyarla podría llegar a convertirse en un auténtico gran poder de la galaxia. —Miró a Teneniel—. ¿Cuántas Hermanas de la Noche hay en total?

—No más de cien —respondió Teneniel.

Durante unos momentos se atrevió a albergar la esperanza de que Luke supiera cómo acabar con ellas.., pero su respuesta hizo palidecer a Luke.

—¿Y cuántas mujeres capaces de lanzar hechizos hay en tu clan?

Teneniel rara vez visitaba a su clan, y llevaba tres meses sin volver a casa. En los últimos tiempos Gethzerion había matado a un gran número de sus hermanas y había capturado a otras muchas, y Teneniel apenas se atrevía a responder, pero quizá el Jedi creyera que serían suficientes.

—Veinticinco o treinta.

Capítulo 16

Aquel anochecer las llamas saltaban y destellaban en la hoguera encendida para cocinar, y las gotas de grasa que salían despedidas chisporroteaban y chasqueaban sobre las ascuas mientras los hombres iban cortando el animal en trozos que colocaban sobre platos de barro cocido con tubérculos, nueces y brotes crudos. Han estaba sentado sobre unos almohadones de cuero en el suelo junto con Chewbacca, Leia y Cetrespeó en la fortaleza del clan de la Montaña del Cántico. Han había descubierto que su cansancio, la llegada de la oscuridad y un estómago lleno hacían que le resultara muy difícil mantener abiertos los ojos; pero Chewie se estaba alimentando con mucho apetito a pesar de los vendajes que cubrían sus costillas. Los maravillosos poderes regenerativos del wookie permitían que su curación avanzara más en un día de lo que habría sido posible para un ser humano en dos semanas.

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