Read El Cortejo de la Princesa Leia Online
Authors: Dave Wolverton
—Como desee, señor —dijo poniéndose en pie para salir del bar.
Chewbacca se despidió del espía con un gruñido. Cetrespeó salió a la calle y fue bajando nivel tras nivel hasta llegar a uno de los ordenadores centrales de Coruscant, que al parecer tenía una considerable reputación como chismoso. Un ordenador con ese pequeño defecto estaría encantado de que un androide le pidiera información, y le revelaría secretos que nunca hubiese revelado a una forma de vida biológica. Bien, así que Han necesitaba un asesor diplomático... ¡Iba a ser una oportunidad maravillosa para que Cetrespeó demostrara su valía! ¡Oh, sí, no cabía duda de que era una oportunidad realmente maravillosa!
Threkin Horm ofrecía un aspecto magnífico. Llevaba un sobretodo verde oscuro y pantalones blancos, y su ya no muy abundante cabellera había sido meticulosamente rizada de tal forma que los pequeños tirabuzones danzaban sobre sus orejas. Leia se dio cuenta de que cuando se mantenía en pie por sus propios medios no parecía tan gordo, y en aquellos momentos estaba en pie sobre el estrado.
—Como ya saben todos, he convocado esta reunión del Consejo de Alderaan para poder discutir los preparativos del matrimonio entre la princesa Leia y el príncipe Isolder, el Chume'da de Hapes.
La multitud prorrumpió en vigorosos aplausos. La sala del consejo era un recinto espacioso y de hermosas líneas con las paredes ocultas por cortinajes y sillones color cereza, y podía acoger a casi dos mil personas, pero sólo había presente un centenar de miembros del consejo. El resto de los sillones estaban ocupados por curiosos, y los cuerpos metálicos de los androides de los medios de comunicación habían convertido toda la parte de atrás de la sala en un bosque reluciente. Leia estaba sentada en su sillón de la primera fila, a sólo un par de metros del estrado detrás del que se encontraba Threkin. Han estaba sentado en una de las filas de atrás. Había escogido un atuendo informal de chaleco y camisa blanca, y tenía un aspecto muy parecido a cuando Leia le había visto por primera vez años antes. Chewbacca estaba sentado junto a él.
Leia había acudido con la intención de hablar abiertamente de sus planes, pero no estaba preparada para enfrentarse a semejante atención por parte de los medios de comunicación. Durante el día anterior se había encontrado repentinamente con que toda su vida se hallaba expuesta bajo los focos: el intento de asesinato de aquella mañana había sido filmado desde ocho ángulos distintos, y la filmación estaba siendo repetida una y otra vez por todas las emisoras. Los agentes de inteligencia de la Nueva República habían registrado la embajada buscando sensores ocultos aquella mañana, y habían descubierto micrófonos con canales abiertos a quince cadenas de emisoras. Al parecer sólo había una cosa que fascinara más al público que una boda entre miembros de la realeza, y era el que alguien intentara matar a un miembro de la realeza. Los sabuesos de los medios de comunicación habían enloquecido, y el único consuelo que le quedaba a Leia era que si otro asesino o asesina intentaba eliminarla, antes tendría que abrirse paso a tiros por entre los cámaras para poder llegar hasta ella.
Ah, bueno... Cuanto más pronto terminara con aquello, mejor.
—Threkin, miembros del consejo —dijo Leia poniéndose en pie—, me gustaría agradecerles a todos que hayan venido aquí, pero... Bueno, ¿no creen que todo esto resulta un poquito prematuro? Estoy de acuerdo en que la oferta parece maravillosa, pero aún no he accedido a casarme con el príncipe Isolder.
Leia volvió a sentarse.
—Oh, Leia... —dijo Threkin con una sonrisa condescendiente—. En el pasado tu cautela y tu buen juicio te han sido muy útiles, pero en este caso determinado... —Se encogió de hombros—. He visto cómo os miráis el uno al otro, y has accedido a acompañar a Isolder en un recorrido por los mundos de Hapes que durará seis meses. ¡Bien, creo que es una gran idea! Ese recorrido os proporcionará un poco de tiempo para iros conociendo mejor, ¡y además así la casa real de Hapes tendrá la oportunidad de ver qué bien le sienta una corona a esa hermosa cabecita tuya! —La broma hizo que la multitud soltara risitas nerviosas—. Expongamos el asunto ante el consejo. —Threkin movió una mano en un gesto que abarcó todas las filas de sillones—. ¿Acaso no opinan todos que Isolder y Leia hacen una pareja maravillosa?
Muchos de los políticos profesionales mantuvieron expresiones un tanto sombrías, pero casi todos los comerciantes se rieron, y los representantes de los medios de comunicación y los curiosos aplaudieron y lanzaron vítores. Leia pensó que aquello no parecía una reunión normal del consejo, sino más bien un carnaval improvisado.
—¡No podéis planear mi boda sin mí! —gritó mientras se levantaba de su sillón, asombrada ante la audacia de Threkin—. Isolder comprende que no estamos comprometidos ni formal ni informalmente, y estoy segura de que todos deben comprenderlo también. Voy a Hapes únicamente para...
Y sólo entonces percibió la verdad. Isolder quería llevarla a Hapes para que los dignatarios de los planetas a los que algún día quizá gobernara pudieran observarla y averiguar si era digna de llevar la corona, y Leia había accedido a ir con él para disponer de un período de tiempo a solas con Isolder e irse enamorando de él. Threkin tenía razón. Fuera cual fuese la forma en que Leia intentara negarlo, en toda la galaxia no había nadie que no pudiera ver lo que estaba ocurriendo. Se volvió hacia Han, y vio que parecía terriblemente abatido. Leia se sentó intentando no ruborizarse, intensamente consciente de que aquella reunión del consejo estaba siendo transmitida en directo por docenas de cadenas informativas. Sabía que debería tratar de rebatir los argumentos de Threkin y enfrentarse a él aunque sólo fuese para no quedar en ridículo y conservar algo de su dignidad, pero en aquellos momentos se sentía sencillamente incapaz de pensar. Por primera vez en su vida, Leia se había quedado sin palabras.
—Desde luego, desde luego... No podemos celebrar tu boda sin ti —le aseguró Threkin desde el estrado—. Te aseguro que esa idea jamás se nos ha pasado por la cabeza y que nunca llegará a ocurrirsenos. Nos estamos limitando a hacer planes para la eventualidad de que acabes casándote con Isolder...
—Consejero Horm... —La voz de Cetrespeó resonó en la sala del consejo. Leia se dio la vuelta y vio al androide dorado. Cetrespeó se había puesto de puntillas y estaba agitando nerviosamente la mano al fondo de la sala—. Oh, consejero Horm, ¿puedo dirigirme al consejo?
—¿Cómo? —exclamó Threkin con voz desdeñosa—. ¿Permitir que un androide se dirija al consejo?
Leia sonrió para sus adentros. Los grupos de defensa de los derechos de los androides se lanzarían sobre el comentario de Threkin y le sacarían el máximo provecho posible. De hecho, había muchas probabilidades de que aquellas palabras acabaran siendo el primer clavo en el ataúd donde se enterraría la carrera política de Horm. Leia se apresuró a levantarse.
—¡Puede que sólo sea un androide asesor, pero creo que deberíamos dejarle hablar!
Hubo un gruñido de asentimiento general, que fue acompañado por vítores ensordecedores del bosque de androides de los medios de comunicación que ocupaba todo el fondo de la sala.
—Yo... Yo... ¡Bueno, no veo que haya nada de malo en ello! —balbuceó Horm moviendo frenéticamente los brazos de un lado a otro—. Cedo el estrado a ese..., a ese..., ¡a ese androide!
Los androides de los medios de comunicación prorrumpieron en un nuevo estallido de vítores, y Cetrespeó fue hacia el estrado volviendo la cabeza a derecha e izquierda para observar a la multitud mientras caminaba. Leia nunca había visto a un androide tomando semejante iniciativa, y se preguntó qué podía querer. Cetrespeó llegó al estrado y se volvió para dirigirse a la multitud.
—Bien —dijo—, me gustaría presentar la propuesta de que el consejo debería empezar a planear la boda de Leia... ¡con el general Han Solo!
—¡Qué! —gritó Horm—. Pero... Pero esto... ¡Pero esto es ridículo! ¡El general Solo ni tan siquiera pertenece a la realeza! No es más que un..., un...
Horm debió darse cuenta de que más le valía no decir nada que pudiera considerarse insultante o difamatorio, pero se encogió de hombros con evidente disgusto. Una oleada de gruñidos y murmullos ahogados empezó a recorrer la multitud, y Leia se preguntó si no habría cometido un grave error de juicio permitiendo que el pobre Cetrespeó se dirigiera al consejo.
—¡Con todo el respeto debido, he de declarar que no estoy de acuerdo! —respondió Cetrespeó—. He pasado toda la mañana comunicándome con diversos ordenadores de la red de Coruscant, y he descubierto algunos hechos asombrosos que todos ustedes parecen haber pasado por alto..., posiblemente porque el general Solo ha hecho cuanto estaba en sus manos para ocultarlos. Corellia se convirtió en república hace casi tres siglos, ¡pero Han Solo es rey de Corellia por derecho de nacimiento!
Un rugido ahogado resonó en toda la sala, y los androides de los medios de comunicación empezaron a enfocar sus reflectores sobre Han Solo. La voz nasal de Threkin Horm se abrió paso a través del parloteo generalizado con un chorro de «¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?». Leia estaba perpleja. Giró sobre sí misma y volvió la mirada hacia el fondo de la sala. Las últimas filas de sillones del auditorio formaban una pendiente gradual, y pudo ver con toda claridad a Han ruborizándose e intentando desaparecer en su asiento. La expresión de su cara le indicó que Han realmente estaba intentando esconder algo, y Leia sabía que la programación como androide asesor que había recibido Cetrespeó hacía que fuese incapaz de mentir. Han se tapó los ojos con la mano y bajó la mirada hacia el suelo. «Hace años que nos conocemos... ¿Por qué no me lo ha dicho?», se preguntó Leia.
Luke estaba contemplando el holovídeo con gran interés. Se encontraba a bordo de la nave consejera bith
Thpffffft,
y le sorprendía que incluso en un planeta tan remoto y poco desarrollado como Toóla resultase evidente que los actos de Isolder y Leia —y parecía que en lo sucesivo también ocurría lo mismo con los de Han— despertaban el interés suficiente como para justificar el enorme coste de enviar los programas informativos a través del hiperespacio. Bueno, Leia era la fantasía de toda mujer convertida en realidad, desde luego, ya que había conseguido atraer el interés de un príncipe apuesto e increíblemente rico; y además la aureola de misterio que envolvía al intento de asesinato había hecho aumentar el valor de la noticia de tal manera que Luke podía ver a su hermana en una transmisión en directo, a pesar de que se encontraba a casi trescientos años luz de ella.
El plan de vuelo de la nave bith había fijado su entrada en el hiperespacio para dentro de unos momentos, y Luke siguió viendo el holovídeo con creciente interés. Las cámaras de holovisión habían vuelto sus objetivos hacia Han, y Solo estaba inmóvil y encogido en su sillón con una mano sobre el rostro. Incluso Chewbacca, que estaba sentado al lado de Han, tenía los ojos muy abiertos a causa de la sorpresa y un rugido gutural de asombro escapaba de entre sus caninos.
Luke sonrió para sus adentros. «Han es un rey, naturalmente —pensó—. Tendría que haberme dado cuenta antes... Pero ¿por qué lo ha ocultado?» A pesar de la sonrisa, Luke se sentía un poco inquieto y preocupado. Captaba la existencia de algo extraño, algo lejano y oscuro que había empezado a removerse lentamente. En la galaxia había demasiada gente que se opondría a la unión entre Isolder y Leia. Luke podía sentir la fuerza de sus intenciones malévolas, y deseó en silencio que los técnicos biths se apresurasen al máximo y terminaran sus comprobaciones de equipo y sus pruebas de sistemas antes de dar el salto hiperespacial. Luke tenía que llegar al sistema de Roche lo más pronto posible, y toda la prisa que se diera sería poca.
—¡Sí, Han es el heredero real! —siguió diciendo Cetrespeó—. Los archivos de nacimientos indican que el linaje paterno de Han se remonta hasta Berethron e Solo, quien introdujo la democracia en el Imperio de Corellia. La genealogía se puede seguir sin ninguna dificultad durante las seis generaciones siguientes hasta llegar a Korol Solo, pero los archivos del período de Korol fueron destruidos durante las Guerras Clónicas y el linaje se perdió a partir de entonces.
»Pero Korol Solo se casó y engendró a su primer hijo en Duro hace casi sesenta años, y las guerras y la agitación generalizada de esa época hicieron que el hijo no volviera nunca a casa. Se llamaba Dalla Solo, pero cambió su nombre por el de Dalla Suul para ocultar su identidad durante las Guerras Clónicas. Su primogénito se llamó Jonash Suul, y el primer hijo de Jonash Suul recibió el nombre de Han Suul..., y cambió su nombre por el de Han Solo. Resulta obvio que Han estaba enterado de que pertenecía a un linaje real, pero por razones que se encuentran más allá de mi comprensión, ¡también manipuló los registros de Corellia en un esfuerzo para ocultar ese linaje!
La multitud emitió un jadeo ahogado de sorpresa, y Threkin Horm empezó a gritar pidiendo orden. Han se levantó moviéndose muy despacio y salió del auditorio. Leia estaba medio incorporada en su asiento y vio salir a Han, y en aquel momento el estrépito de la multitud se calmó lo suficiente para que Threkin pudiera hacerse oír.
—Pero Dalla Suul también era conocido como Dalla el Negro, ¿verdad? —gritó—. Estamos hablando del famoso asesino, ¿no?
—Bueno, sí, supongo que sí —admitió Cetrespeó—, aunque los textos de historia dan una descripción mucho más exacta de él al decir que era un secuestrador y un pirata.
—Ya —dijo Threkin Horm—. Y... En fin, ¿qué clase de linaje es ése? Lo que quiero decir es que... ¡Bueno, Dalla Suul fue uno de los jefes del crimen organizado más conocidos y temidos de su época! No se puede esperar que las personas respetables den ningún crédito a la pretensión de Han de que tiene un linaje real.
—Bueno, yo no soy más que un androide ignorante, y confieso que en realidad no comprendo qué efecto de aumento o disminución de la respetabilidad de una persona pueden tener las acciones de un antepasado —se disculpó Cetrespeó—. Esos conceptos se encuentran más allá de la capacidad de procesado de un Verbocerebro modelo AA-Uno, pero dado que su madre era hija ilegítima de Dalla Suul, supongo que usted está infinitamente más familiarizado con la lógica de ese tipo de argumentos que yo. ¿No es así, consejero Horm?
El rostro de Threkin Horm palideció y todo su inmenso cuerpo empezó a temblar.