—Es como la colección porno del Vaticano —le contó Zeb—. Está a salvo en tus manos.
Guardaban el portátil en un compartimento escondido en la pared de la salita que había detrás de las cubas de vinagre, que también era donde celebraban las reuniones quincenales de Adanes y Evas. Había una puerta que daba a esta sala, pero antes de ser una Eva, a Toby le habían dicho que sólo había un armario detrás, que usaban para almacenar botellas. Había sin duda varios estantes para botellas vacías, pero la estantería completa se abría para revelar la puerta real de la sala. Ambas puertas se mantenían cerradas: sólo los Adanes y las Evas tenían llaves. Ahora Toby también tenía llave.
Debería haberse dado cuenta de que los Adanes y las Evas se reunían de un modo u otro. Daban la sensación de moverse y pensar como uno, y no usaban teléfonos ni ordenadores, así que, ¿cómo tomaban las decisiones de grupo excepto cara a cara? Tal vez había supuesto que intercambiaban información químicamente, como los árboles. Pero no, no era nada tan vegetal: se sentaban en torno a una mesa como en cualquier otro cónclave y alisaban a martillazos sus posiciones —tanto teológicas como prácticas— con la misma falta de misericordia que los monjes medievales. Y, como les ocurría a los monjes, cada vez había más en juego. Eso preocupaba a Toby, porque las corporaciones no toleraban oposición, y la posición Jardinera contra las actividades comerciales en el sentido más amplio bien podría interpretarse como tal. De manera que Toby no estaba atrapada en ninguna cápsula sobrenatural, como había supuesto, sino que estaba caminando por el borde de un poder real y potencialmente explosivo.
Al parecer, los Jardineros ya no eran un minúsculo culto localizado. Estaban creciendo en influencia: lejos de confinarse al Jardín del Edén en el Tejado del Sumidero y a los tejados vecinos y a los otros edificios que controlaban, tenían ramificaciones en diferentes plebillas, e incluso en otras ciudades. Incluso contaban con células secretas de simpatizantes exfernales incrustados en cada nivel, hasta dentro de las mismas corporaciones. La información que proporcionaban estos simpatizantes era indispensable, según Adán Uno: por medio de ella podían monitorizar las intenciones y movimientos de sus enemigos, al menos en parte.
Se referían a las células como trufas porque estaban escondidas, y eran raras y valiosas, y porque nunca podías saber dónde aparecería la siguiente, y porque se empleaban cerdos y perros para localizarlas. No es que los Jardineros tuvieran nada contra los cerdos y los perros en sí. Adán Uno siempre insistía en que sólo estaban en contra de su esclavitud por parte de las fuerzas de las tinieblas.
Aunque habían ocultado su inquietud a la masa de los Jardineros, los Adanes y las Evas estaban preocupados por la detención de Burt. Algunos aseguraban que Corpsegur le ofrecería un trato que era viejo como el diablo: información a cambio de tu vida. Aunque Corpsegur no necesitaba hacer tratos, dijo sombríamente Zeb, porque cuando empezaban con sus procedimientos de Rendición Interna, una persona diría cualquier cosa. A saber cuántos cubos de mentiras incriminatorias le estarían extrayendo al pobre Burt junto con su sangre, su mierda y su vómito.
Así pues, los Adanes y las Evas esperaban una redada de Corpsegur en el Jardín en cualquier momento. Pusieron en marcha los planes de evacuación rápida, y alertaron a las células trufa, con las que podían contar para que los escondieran. Luego habían encontrado a Burt en un solar detrás del Scales and Tails, con quemaduras de congelación en la piel y sin sus órganos vitales.
—Quieren que parezca un crimen de la mafia —dijo Zeb en el consejo, detrás del Salón del Vinagre—. Pero no convence. La mafia haría más mutilaciones gratuitas. Por diversión.
Nuala se quejó de que era irrespetuoso por parte de Zeb usar el término «diversión» en ese contexto. Zeb dijo que estaba hablando irónicamente. Marushka
,
que rara vez decía nada, manifestó que la ironía estaba sobrevalorada. Zeb dijo que no había percibido esa sobrevaloración entre los Jardineros. Rebecca, que ya era una poderosa nueva Eva, Eva Once de Combinación de Nutrientes, dijo que todo el mundo debería contenerse un poco y morderse la lengua. Adán Uno manifestó que una casa con divisiones internas no podía sostenerse.
Entonces se organizó un animado debate sobre cómo deshacerse del cadáver de Burt. Burt había sido un Adán, dijo Rebecca: merecía ser compostado ilegalmente en Heritage Park, como cualquier otro Adán o Eva. Eso sería justo. Philo
el Niebla
—que era menos neblinoso dentro del consejo que fuera— opinó que resultaría demasiado peligroso. ¿Y si Corpsegur había dejado el cadáver de Burt para ver quién iba a recogerlo? Stuart
el Escoplo
dijo que Corpsegur ya sabía que Burt era Jardinero; por tanto ¿qué podían averiguar con eso? Zeb opinó que quizás el cadáver de Burt era un mensaje de Corpsegur a las mafias de las plebillas, para decirles que controlaran mejor sus operaciones y acabaran con los inconformistas que iban por libre.
Nuala dijo que, bueno, si no podían compostar a Burt quizá podrían salir de noche y rociar una palada de tierra por encima de él como acto simbólico: ella personalmente se sentiría mucho mejor espiritualmente si podía hacerlo. Mugi comentó que Burt era un aliento de carne comecerdos que los había traicionado y que ni siquiera sabía por qué estaban hablando de eso. Adán Uno opinó que deberían guardar un momento de silencio y echar luz en torno a Burt en sus corazones, y Zeb soltó que ya habían puesto tanta luz que probablemente el tipo estaba ardiendo como un terrorista suicida en una franquicia de pollo frito. Nuala insistió en que Zeb se estaba comportando con frivolidad. Adán Uno manifestó que deberían meditar toda la noche y quizá la solución llegaría en forma de inspiración visionaria. Philo manifestó que en ese caso daría unas caladas.
Sin embargo, el cadáver de Burt ya no estaba en el solar al día siguiente; se lo habían llevado los recogedores de basuróleo madrugadores, según informó Zeb, y sin duda estaba dando energía a la furgoneta de algún empleado de corporación. Toby preguntó cómo estaba seguro de eso, y Zeb sonrió y dijo que tenía conexiones en las bandas de las plebillas que delatarían a cualquiera siempre que les pagaran.
Adán Uno dio un discurso a los miembros de los Jardineros en general en el cual subrayó el destino de Burt, lo llamó víctima seducida por el espíritu de codicia materialista por quien deberían sentir pena más que condenarlo, y les pidió a todos que reforzaran la vigilancia e informaran de turistas excesivamente curiosos y sobre todo de cualquier actividad inusual.
Sin embargo, nadie informó de actividades inusuales. Pasaron meses, luego más meses. Las tareas diarias y las horas de enseñanza continuaron como de costumbre, y los días de santos y festividades mantenían sus rondas asignadas. Toby empezó a hacer macramé, con la esperanza de que eso la curaría de las ensoñaciones diurnas y los deseos infructuosos, e incrementaría su concentración en el presente. Las abejas se multiplicaron, y Toby les daba las noticias cada mañana. La luna emergió de la oscuridad, luego creció, luego menguó. Hubo nacimientos, y una infestación de escarabajos verdes brillantes, y algunos nuevos Jardineros convertidos. Las arenas del tiempo son arenas movedizas, decía Adán Uno. Muchas cosas podían hundirse en él sin dejar rastro. Y qué bendición cuando las cosas que se hunden son preocupaciones innecesarias.
De la estupidez en todas las religiones.
Narrado por Adán Uno
Queridos amigos, queridos compañeros animales y queridos mortales:
Qué Día del Pez de Abril lleno de alegría tuvimos aquí en nuestro Jardín del Edén en el Tejado. Las linternas pez de este año, inspiradas en el pez fosforescente que adorna las profundidades del océano, son más eficaces que nunca, y los pasteles con forma de pez ¡tienen una pinta exquisita! Hemos de agradecer a Rebecca y a sus ayudantes especiales, Amanda y Ren, por estos apetitosos dulces.
Nuestros niños siempre disfrutan de este día, porque les permite reírse de sus mayores; y siempre y cuando esas risas no se pasen de la raya, a nosotros los mayores nos gusta, porque nos acordamos de nuestra propia infancia. Nunca viene mal que nos recuerden lo pequeños que nos sentíamos entonces, y lo mucho que dependemos de la fuerza, el conocimiento y la sabiduría de nuestros mayores para protegernos. Enseñemos tolerancia a nuestros hijos, y amabilidad, y pongámosles límites correctos, y hagámoslo sin olvidar las risas de alegría. Como Dios contiene todas las cosas buenas, también ha de contener el carácter juguetón: un don que ha compartido con criaturas distintas a nosotros, como atestiguan las jugarretas del cuervo, o la deportividad de la ardilla y el retozar del gatito.
El Día del Pez de Abril, que se originó en Francia, nos reímos los unos de los otros colgando un pez de papel, o, en nuestro caso, un pez de tela reciclada, a la espalda de otra persona y gritándole: «¡Pez de abril!» O, en el francés original,
«Poisson d'avril!»
En los países anglófonos, esta jornada se conoce como April's Fool Day. Pero no cabe duda de que el Pez de Abril fue en primer lugar una festividad cristiana, porque los primeros cristianos usaban la imagen de un pez como señal secreta de su fe en tiempos de opresión.
El pez era un símbolo adecuado, porque los primeros apóstoles que recabó Jesús eran dos pescadores, a los que seguramente eligió para que le ayudaran a conservar la población de peces. Les pidió que fueran pescadores de hombres en lugar de pescadores de peces, y de esta forma ¡neutralizó a dos destructores de peces! Que Jesús era considerado con las aves, los animales y las plantas queda claro por sus observaciones sobre gorriones, gallinas, corderos y lirios; pero comprendía que la mayor parte del Jardín de Dios estaba bajo el agua y que esa parte también había que cuidarla. San Francisco de Asís hizo un sermón para los peces, sin darse cuenta de que los peces comulgan directamente con Dios. Aun así, el santo estaba afirmando el respeto que les debemos. ¡Qué profético parece ahora que los océanos del mundo están quedando despoblados!
Otros adoptan el punto de vista especista según el cual nosotros los humanos somos más listos que el pez y por consiguiente un Pez de Abril nos señala como mudos y estúpidos. Pero la vida del espíritu siempre parece estúpida a quienes no la comparten: por consiguiente debemos aceptar y llevar la etiqueta de tontos de Dios con alegría, porque en una relación con Dios todos somos necios, no importa lo sabios que creamos ser. Ser un Pez de Abril significa aceptar con humildad nuestra propia estupidez, y admitir de buen grado lo absurdo —desde un punto de vista materialista— de toda la verdad espiritual que profesamos.
Os ruego que ahora os unáis a mí en una meditación sobre nuestros hermanos peces.
Querido Dios, Tú que creaste el grande y ancho mar, con sus innumerables criaturas: rezamos para que contemples a aquellos que moran en tu jardín submarino, donde se originó la vida; y rezamos para que nada pueda desvanecerse del planeta por mano del hombre. Que el amor y la ayuda sean llevados a las criaturas del mar en su actual estado de peligro y enorme sufrimiento; propiciado por el calentamiento del mar y las redes de arrastre, y con la matanza de todo lo que el mar contiene, desde las criaturas de las aguas bajas hasta las criaturas de las profundidades, incluido el calamar gigante; y recuerda tus ballenas, que creaste en el quinto día, y pusiste en el mar para que jugaran allí; y ayuda especialmente a los tiburones, esa especie incomprendida y perseguida.
Tenemos en nuestras mentes de Muerte en el golfo de México; y de Muerte en el lago Erie; y de Muerte en el mar Negro, y el desolado Gran Banco de Terranova, donde en tiempos abundó el bacalao; y de Coral, que ahora agoniza perdiendo color y partiéndose.
Que cobren vida otra vez; que el amor brille sobre ellos y los restaure; y que se nos perdone por nuestros crímenes oceánicos; y por nuestra estupidez, cuando se trata de la estupidez equivocada: la actitud arrogante y destructiva.
Y ayúdanos a aceptar con toda humildad nuestro parentesco con los peces, que nos parecen silenciosos y estúpidos; porque en Tu sagacidad, todos somos silenciosos y estúpidos.
Cantemos.
37Conoces, Señor, nuestra locura
Conoces, Señor, nuestra locura,
y nuestro obrar insensato;
aquí y allá nos ves agitarnos
en pos de afanes inútiles.
Se nos olvida que eres amor,
y omitimos darte gracias;
pensamos que el cielo es un vacío,
y que el universo es nada.
Caemos en el abatimiento,
nuestra hora maldecimos;
decimos incluso que no existes
o que no nos haces caso.
Perdona nuestro humor tornadizo,
nuestro hablar triste y arisco;
reconocemos hoy ser Tus tontos,
lo celebramos jugando.
Por eso admitimos sin ambages
que en nosotros todo es vano:
nuestras ruines luchas y aflicciones,
el dolor que nos causamos.
Por el pez burlamos y cantamos
y reímos como niños;
pinchamos la pompa y el orgullo,
vemos todo con sonrisas.
No podemos concebir Tu Mundo
lleno de estrellas y asombro;
te rogamos que, entre Tus Tesoros,
tengas también a Tus Tontos.
Del Libro Oral de Himnos
de los Jardineros de Dios
Año 25
Debo de haberme quedado dormida —estar en el Cuarto Pringoso te agota—, porque estaba soñando con Amanda. Caminaba hacia mí con su vestido caqui a través de un ancho campo de hierba seca salpicado de huesos blancos. Había buitres sobrevolando su cabeza, pero ella me vio soñando con ella, y sonrió y me saludó, y yo me desperté.
Era demasiado temprano para irse a dormir, así que me hice la pedicura. A Starlite le gustaba el efecto garra con refuerzo de seda de araña, pero yo nunca lo usaba porque Mordis decía que me daría una imagen desquiciante, como una conejita con espinas. Así que me ceñía a los tonos pastel. El esmalte de uñas te hacía sentir fresca y destellante: si alguien quería chuparte los pies, los pies tenían que merecer la pena. Mientras el esmalte se secaba, conecté la cámara del intercomunicador de la habitación que compartía con Starlite. Me alegró conectarme con mis propias cosas: mi tocador, mi Roboperro, mis trajes colgados en las perchas. Me moría de ganas de volver a mi vida normal. Tampoco es que fuera muy normal, pero me había acostumbrado a ella.