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Authors: Alejandro Riveiro

Tags: #Ciencia ficción

Ecos de un futuro distante: Rebelión (33 page)

BOOK: Ecos de un futuro distante: Rebelión
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—Los gobernantes actuales de Ilstram son la emperatriz Namadiel y el emperador Nurandón. Su ascensión al poder fue celebrada en la capital de su mundo, Antaria, hace algo menos de tres meses.

—Entonces no podemos identificarnos —dijo Hans— nuestros nombres de pila no están registrados en ninguna base de datos. Pero, con el debido respeto, soy el emperador Brandhal, quizá ya no como gobernante actual de Ilstram, pero aseguro que soy quien digo ser.

—Espera… —dijo Khanam— ¿ha dicho seis meses? Hace seis meses que desaparecimos en Kharnassos. Magnánimo —continuó, dirigiéndose a aquella inteligencia artificial— ¿hay constancia de mi desaparición y de la de mi hija en Kharnassos junto a Hans y Alha? Quiero decir, los emperadores.

—No hay constancia, el único informe transmitido por el Imperio de Ilstram indicaba que el emperador había desaparecido junto a su mujer y otros dos ciudadanos, nombres no especificados.

—Eso quiere decir varias cosas —continuó el científico dirigiéndose al resto del grupo—. Primero, hemos pasado mucho más tiempo en animación suspendida del que creíamos. Han pasado seis meses de lo de Kharnassos. Segundo, tenemos que volver a Ilstram cuanto antes, el embarazo de tu mujer está mucho más avanzado de lo que parece. Y tercero, ¿qué está pasando en el Imperio, Hans?

—No tengo ni la más remota idea. —Contestó.

—El Magnánimo puede garantizar que la mujer, denominada Alha, y su vástago se encuentran en buen estado, basándonos en nuestras bases de datos sobre fisionomía y desarrollo humano.

—¿Puedes ver cómo se encuentra? —preguntó ella.

—Sí, podemos ver muchas cosas. ¿Qué os ha traído aquí, Hans, Alha, Khanam y Nahia de Ilstram?

—Estamos siendo perseguidos, creemos que por el Imperio Tarshtan. Fuimos apresados en una cárcel a ocho días de viaje de este planeta y fuimos puestos en estado de animación suspendida. Esperábamos que el Imperio Grodey pudiera prestarnos ayuda para volver a Ilstram y garantizar la estabilidad de nuestro reino. —Respondió Hans.

—Vuestro imperio tiene nuevos mandatarios, y su población es estable —replicó aquella gigantesca máquina.

—¿Quienes son Namadiel y Nurandón? —preguntó Alha— ¿tienes imágenes de ellos?

—Buscando… —respondió El Magnánimo.

A los pocos segundos, se proyectó una imagen delante de ellos de los nuevos emperadores de Ilstram:

—Esa mujer… —dijo Alha— no es… ¿Miyana? Y ese hombre… ¿el coronel?

—No la recuerdo a ella, pero definitivamente ese hombre sí es el coronel Magdrot. —Dijo su esposo.

—¿Cómo han llegado a ocupar vuestros puestos? —preguntó Nahia.

—Hay una ley en nuestro imperio —respondió Hans, muy pensativo— que establece que en caso de muerte o desaparición prolongada del emperador sin familiares directos que continúen la línea de regencia, el cargo militar de mayor rango podrá nombrar a un nuevo mandatario. Restableciendo así el orden imperial del reino y garantizando la continuación de la línea de emperadores.

—¿Había ocurrido antes? —preguntó la joven.

—Sí, hace muchos años. Un antepasado mio, muy lejano, fue nombrado emperador de Ilstram cuando el anterior murió en combate siendo muy joven, apenas un niño. Pero al margen de eso, es una ley que muy pocos conocen.

—El Magnánimo —les interrumpió Tanarum— ha dicho que los nuevos emperadores fueron nombrados hace tres meses. ¿Quién gobernó mientras tanto?

—Mariscal Ghrast, veterano de guerra, sirvió bajo el mando del emperador Borghent, el emperador Brandhal, y ahora bajo el mando de la emperatriz Namadiel —respondió la inteligencia artificial.

—El mariscal… Nunca le caí bien a ese hombre. Aborrecía mi forma de gobernar, prefería, de lejos, el estilo de mi padre, mucho más beligerante y desconsiderado con los habitantes de Ilstram. Anteponía los beneficios de la gente a cambio de un mayor avance militar… —dijo Hans.

—¿Eso no te hace pensar nada? —preguntó Khanam.

—¿Qué quieres decir?

—¿Y si todo estuviese conectado? —siguió el científico.—. ¿Y si no fuimos capturados por un grupo de mercenarios al azar? ¿Y si el Imperio Tarshtan y el mariscal están detrás de todo esto?

—El mariscal ha estado durante toda su vida en Ilstram. ¿Cómo iba a estar en contacto con los tarshtanos?

—Esa información es incorrecta —respondió de nuevo el gobernante grodiano—. El mariscal Ghrast pasó gran parte de su juventud en Darnae. Allí se formó y creció bajo las enseñanzas del Imperio Tarshtan, apadrinado por el emperador Gruschal, que le acogió como hijastro tras la pérdida de sus progenitores.

—¿De dónde has sacado esa información? —dijo Hans.—. No hay nada así en su historia en Antaria.

—Esta información fue dada a conocer a El Magnánimo hace más de ochenta años. Fue comunicada por un mercader grodiano en aquella época.

—¿Y la compartes con nosotros aun sabiendo que ya no somos los gobernantes de Ilstram? —dijo Alha.

—El Magnánimo sabe —prosiguió la entidad— que no hay tecnología de clonación en el Universo. Y que por tanto, la información sobre la muerte de los emperadores de Ilstram es incorrecta. El Magnánimo está dispuesto a ofrecer la información que sea necesaria. Sin embargo, el Imperio Grodey no participará de ninguna otra manera.

—¿En qué situación nos deja todo esto? —preguntó Khanam.

—Gruschal… no le conozco, pero recuerdo las enseñanzas de mi padre —dijo Hans.—. Ha sido el dictador de los tarshtanos durante cientos de años. Si el Imperio Tarshtan nos persigue, sin duda ha sido bajo sus órdenes. Y seguramente el primer ataque en Antaria fue orden suya…

—Súmale a todo eso una operación para derrocar al emperador… —dijo Nahia—. Magnánimo, ¿existen datos sobre el tipo de gobierno de los emperadores actuales de Ilstram?

—Las primeras políticas de la emperatriz Namadiel han sido claramente bélicas. El Imperio de Ilstram está considerando conquistar el planeta de Nelder, bastión lomariano, tras haber perdido cientos de reclutas allí hace cuatro meses.

—Es decir, tenemos otra vez un emperador, una emperatriz mejor dicho, que es beligerante, y está casada con un coronel… —dijo el científico.

—Ex-coronel —le corrigió el ex-gobernante— el emperador no puede ocupar un puesto de poder en el ejército al mismo tiempo. Pero para el caso, eso es poco importante. Creo que sé a dónde quiere llegar Nahia.

—Todo esto, desde el primer ataque en Antaria, ha sido una operación para expulsaros del poder y colocar a alguien afín a la ideología del mariscal —dijo la joven.

—Quizá es mejor así…

—¿Hans…? —dijo Alha, visiblemente extrañada— ¿de qué estás hablando?

—Sabes que nunca me he sentido cómodo con mi función de emperador. Que hubiera sido feliz siendo un habitante más de la ciudad. Ahora, tengo esa oportunidad ante mí… la de ser un hombre normal y corriente. La de vivir una vida en la que los números y las políticas no sean las que gobiernen mis decisiones…

—Estás diciendo tonterías —dijo Nahia— si intentaseis volver al Imperio, ¿crees que os dejarían entrar? El Magnánimo ha dicho que la versión oficial es que estamos los cuatro muertos. Es decir, si nos acercamos allí, podrían acabar con nosotros sin levantar ningún tipo de revuelo, porque para ellos ya estamos muertos… Piensa en todos esos habitantes, toda esa gente, ¿no te preocupa lo que pueda pasarles? Ya lo has oído, esa Namadiel, o como se llame, va a conquistar Nelder. ¿Cuántos años hace desde la última vez que nuestro Imperio intentó conquistar otro planeta?

—Muchos… ninguno de mis antepasados intentó adquirir nuevos dominios para Ilstram.

—¿Aun así te vas a quedar de brazos cruzados? —dijo ella.

—Quizá las cosas tienen que ser así —respondió Hans— quizá, después de todo, yo no debía haber ascendido al poder en primer lugar. Mi padre, mi abuelo, todos mis antepasados han tendido siempre más al desarrollo bélico que al de la sociedad. Yo he sido la excepción, y aun así, el pueblo no ha llegado a conocerme. Tu padre mismo, todavía recuerdo las cosas que pensaba cuando nos subimos a aquella nave rumbo a Ghadea.

—Ha pasado mucho tiempo de aquello… No tengo la misma opinión —dijo Khanam.

—Pero aquella opinión, amigo mío —respondió el antiguo gobernante— es la de mucha gente en el Imperio de Ilstram.

—También tenías tus apoyos —dijo Nahia.—. Que seguramente serían los mismos que criticaban a tu padre por no haber sido como tú.

—Quizá… pero llegados a este punto, lo que me pregunto es… ¿tiene sentido seguir adelante? Tú misma lo has dicho, si fuésemos a Ilstram, seguramente nos matarían. No tengo un ejército con el que apoyarme y conseguir acceder al Imperio. Y aunque lo consiguiese. Una vez allí, ¿qué? Si el Imperio Tarshtan está metido en todo esto, me niego a creer que vayan a dejar esa posibilidad abierta. Tendrían algo preparado para atraparnos de nuevo…

—El Magnánimo cree que Hans y sus acompañantes deben descansar. Su juicio está claramente nublado por el cansancio y la fatiga del viaje de huida que han hecho hasta aquí —dijo la inteligencia artificial.

Los androides se habían retirado hacía largo rato. Hans pudo ver que, aunque el cielo seguía teniendo aquel inamovible tono rojizo, todo era más oscuro, habían debido transcurrir varias horas desde que habían comenzado su charla con aquel extravagante gobernador y se avecinaba la noche sobre aquella enorme urbe.

—Creo que estoy de acuerdo con él —dijo Khanam— deberíamos descansar. Quizá mañana todos veamos las cosas de otra manera.

—El Magnánimo necesita hablar con Nogg Tanarum —les dijo de nuevo.

El diminuto ser, que había permanecido atento durante todo el tiempo, dirigió su voz de nuevo a la entidad que le gobernaba a él y a sus conciudadanos.

—Estoy a su disposición, Emperador.

—El Magnánimo desea saber por qué huyó de la cárcel en la que fue recluido originariamente, y cómo ha terminado regresando de vuelta acompañado de estos cuatro humanos.

El fugitivo explicó la historia a la inteligencia artificial. Había escapado ayudado por un amigo. En su intento por encontrar un nuevo hogar al que dirigirse, su nave fue capturada por un grupo de mercenarios que vagaban por el espacio. Fue entregado a los tarshtanos, que decidieron encerrarle en aquella cárcel tras escuchar sus palabras. Se había comportado como un vulgar ladrón. Y aunque les había ayudado indirectamente, ya que gracias a él se habían hecho con los desarrollos iniciales de la tecnología de salto cuántico, fue encerrado como tal. Una vez allí, consiguió escapar gracias a su reducida estatura y un poco de ingenio. En su escapada, tropezó con la sala en la que estaban encerrados en animación suspendida los cuatro humanos. Decidió ayudarles dando por hecho que su situación era especial, porque el resto de presos estaban en celdas normales y conscientes.

Tras narrar los pormenores de aquella historia según le eran solicitados por el Magnánimo, Tanarum pasó a explicar el acuerdo al que esperaba llegar con él y con Hans para poder evitar terminar de nuevo en la cárcel. Pero, tal y como ya les había revelado su líder unas horas antes, el hombre al que había ofrecido un cargo de consejero estaba desprovisto de ningún poder político en aquellos momentos.

—Sin embargo —dijo el Magnánimo— estamos dispuestos a permitir que parta con ellos si finalmente deciden intentar regresar a Ilstram. Si fracasasen en su misión, moriría junto a ellos, si triunfasen, podría quedarse allí, siempre y cuando el humano Hans acepte tenerle como consejero si regresase al poder.

Había estado escuchando aquella conversación atentamente. Aunque su ánimo y su cuerpo le pedían mandar todo al diablo y olvidarse de aquella estrafalaria situación, su sentido del honor le pudo:

—Si decidiese regresar a Ilstram y fuese emperador de nuevo, que es algo que no he decidido, aceptaré gustosamente a Tanarum como uno de mis consejeros.

—Sea así, entonces. —Respondió la inteligencia artificial.—. Mañana le serán devueltos los implantes cibernéticos y se le añadirá el sistema de control vital. Respecto a vosotros —dijo, refiriéndose a los humanos—. El Magnánimo os ha preparado un alojamiento en el corazón de la ciudad.

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó Nahia inocentemente.—. Si has estado hablando todo el rato con nosotros…

—Esta entidad —respondió de nuevo el gobernante— está compuesta por una amplia multitud de programas y plataformas. Esta entidad está conformada por distintas personalidades únicas que se encargan de diversos aspectos del día a día grodiano.

—¿Y todo eso lo haces desde esta sala? —preguntó de nuevo.

—No, El Magnánimo se extiende a lo largo y ancho de gran parte de la ciudad. Éste es sólo el lugar en el que poder comunicarse directamente con nosotros.

—Es decir, que si os atacasen, y destruyesen este lugar, vuestro líder seguiría intacto, ¿cierto? —preguntó Khanam.

—Esa observación es correcta.

—El Magnánimo recomienda a los humanos que se retiren a descansar. Queremos hacer de ésta, la primera asignación del ex-convicto Tanarum. Deseamos que nuestros huéspedes sean conducidos a su nuevo alojamiento. Y que sea él quien les conduzca allí.

—Así lo haré, Magnánimo —respondió el grodiano en tono solemne.

El grupo salió de la sala. De una manera u otra, todos habían cambiado. Hans parecía haber perdido aquella capa de impermeabilidad que le hacía parecer un emperador de carácter frágil. Había dejado entrever que en realidad, y tal y como sospechaba Alha desde hacía tiempo, su marido había sido gobernante de Ilstram durante todos aquellos años por imposición. Nahia, aunque seguía maravillada con todo lo que se había abierto ante sus ojos desde la llegada al rojizo planeta, había comenzado a entender la dimensión del mal al que se enfrentaban. Aquel viaje había dejado de ser una divertida aventura de placer junto a su padre hacía largo tiempo. Era evidente que ahora se trataba de mucho más. Estaba convirtiéndose en una batalla por su propia supervivencia. Para Khanam, el ver por primera vez un imperio enteramente gobernado por máquinas había supuesto un serio golpe de efecto. Aunque lo entendía, le parecía una temeridad dejar todas las decisiones en manos de aquellos programas. Al mismo tiempo, aunque no estaba muy seguro del auténtico potencial del Imperio Tarshtan, era consciente de que, sin quererlo, se había involucrado en algo mucho mayor de lo que jamás hubiera imaginado. Alha, aquella mujer siempre segura de sí misma, había comenzado a sentir una gran inseguridad. Primero fue el saber que su hermano Aruán parecía tener una implicación directa con la tecnología del salto cuántico, y por otro lado, el tener conocimiento de que su embarazo estaba mucho más avanzado de lo que ella misma pensaba. Tanarum, por su parte, simplemente estaba agradecido de haber conseguido una segunda oportunidad. Aunque era, por todos los estándares grodianos, casi un anciano, se sentía más revitalizado que nunca; no veía llegar el momento de partir a Ilstram y ayudar a sus recién encontrados amigos a recuperar el control de su reino. Sólo esperaba que Hans decidiese no echarse atrás.

BOOK: Ecos de un futuro distante: Rebelión
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