Cyrano de Bergerac (17 page)

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Authors: Edmond Rostand

Tags: #Drama, #Teatro

BOOK: Cyrano de Bergerac
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(Roxana se acerca a Cyrano. Cristián sale de escena.)

ESCENA X

R
OXANA
, C
YRANO
; después L
E
B
RET
, C
ARBON
D
E
C
ASTEL
-J
ALOUX
, los cadetes, R
AGUENEAU
, D
E
G
UICHE
, etc.

R
OXANA
.— ¿Algo importante?

C
YRANO
.—
(Desconcertado.)
¡Se ha ido!
(A Roxana.)
¡Nada! ¡Deberíais conocerle!… Da demasiada importancia a todas las cosas.

R
OXANA
.—
(Con calor.)
¿Duda quizá de lo que acabo de decirle? Me ha parecido ver eso…

C
YRANO
.—
(Cogiéndole las manos.)
Pero, ¿le habéis dicho la verdad?

R
OXANA
.— ¡Claro! Le amaría incluso siendo…
(Duda un momento.)

C
YRANO
.—
(Sonriendo tristemente.)
¿Os molesta decir esa palabra delante de mí?

R
OXANA
.— ¡Oh!

C
YRANO
.— No os preocupéis, ¡no me hará daño! ¿Incluso siendo feo?

R
OXANA
.— ¡Incluso siendo feo!
(Disparos de mosquete fuera.)
¡Vaya!… ¡han empezado a disparar!

C
YRANO
.—
(Ardientemente.)
¿Aunque fuese horrible?

R
OXANA
.— ¡Aunque fuese horrible!

C
YRANO
.— ¿Aunque su rostro estuviese desfigurado?

R
OXANA
.— ¡Aunque resultara grotesco! ¡Nada podría hacer que me lo pareciese!

C
YRANO
.— ¿Le amaríais aún?

R
OXANA
.— ¡Más si cabe!

C
YRANO
.—
(Perdiendo la cabeza, aparte.)
¡Dios mío!… ¡es cierto! ¡Aquí está mi felicidad!
(A Roxana.)
¡Roxana, escuchadme! Yo…

L
E
B
RET
.—
(Entrando con rapidez y llamando a media voz.)
¡Cyrano!

C
YRANO
.—
(Volviéndose.)
¿Qué?

L
E
B
RET
.— ¡Calla!
(Le dice algo al oído.)

C
YRANO
.—
(Soltando la mano de Roxana, con un grito.)
¡Ay!

R
OXANA
.— ¿Qué sucede?

C
YRANO
.—
(A sí mismo, con estupor.)
¡Todo se acabó!
(Nuevos disparos.)

R
OXANA
.— ¿Qué pasa ahora?… ¿Quién dispara?…
(Sube al foro y mira afuera.)

C
YRANO
.— ¡Ya nunca se lo podré decir! ¡Todo se acabó!

R
OXANA
.—
(Queriendo salir.)
¿Que ha sucedido?

C
YRANO
.—
(Deteniéndola.)
¡Nada!

(Los cadetes han entrado ocultando algo que traen. Algunos forman un grupo para impedir que Roxana se aproxime.)

R
OXANA
.— Y… ¿esos hombres?

C
YRANO
.—
(Alejándola.)
¡Dejadlos!

R
OXANA
.— ¿Qué ibais a decirme?

C
YRANO
.— ¿Qué iba a deciros?… ¡nada! Nada, os lo juro.
(Con solemnidad.)
¡Juro que el espíritu y el alma de Cristián eran…!
(Corrigiéndose con terror.)
¡Son los más grandes!

R
OXANA
.— ¿Eran?…
(Grita.)
¡Ay!
(Se lanza hacia el grupo y se abre paso entre los cadetes.)

C
YRANO
.— ¡Todo se acabó!

R
OXANA
.—
(Al ver a Cristián envuelto en su capote.)
¡Cristián!

L
E
B
RET
.—
(A Cyrano.)
¡Fue el primer disparo del enemigo!

(Roxana se arroja sobre el cuerpo de Cristián. Nuevos disparos. Ruidos. Rumores. Los tambores baten.)

C
ARBON
.—
(Empuñando la espada.)
¡Nos atacan! ¡Todos a los mosquetes!
(Seguido por sus hombres se dirige hacia la otra parte del talud.)

R
OXANA
.— ¡Cristián!

V
OZ
D
E
C
ARBON
.—
(Detrás del talud.)
¡Apresuraos!

R
OXANA
.— ¡Cristián!

C
ARBON
.— ¡En línea!

R
OXANA
.— ¡Cristián!

C
ARBON
.— ¡Colocad las mechas!

(Ragueneau acude trayendo agua en un casco.)

C
RISTIÁN
.—
(Con voz de moribundo.)
¡Roxana!

C
YRANO
.—
(Deprisa y en voz baja, al oído de Cristián, mientras Roxana, enloquecida, moja en el agua un trozo de tela que se arranca del pecho.)
¡Se lo he dicho todo!… ¡es a ti a quien ama!

(Cristián cierra los ojos.)

R
OXANA
.— ¡Amor mío!

C
ARBON
.—
(Siempre desde fuera.)
¡Baquetas altas!

R
OXANA
.—
(A Cyrano.)
¿Está muerto?

C
ARBON
.— ¡Abrid las cargas con los dientes!

R
OXANA
.— ¡Sus mejillas están frías!

C
ARBON
.— ¡Apunten!

R
OXANA
.— ¡Una carta!
(La abre.)
¡Es para mí!

C
YRANO
.—
(Aparte.)
¡Mi carta!

C
ARBON
.— ¡Fuego!

(Disparos de mosquetes; gritos, ruido de lucha.)

C
YRANO
.—
(Intentando desasir su mano de las de Roxana que está arrodillada.)
¡Roxana, déjame!… ¡el combate ha empezado!

R
OXANA
.—
(Reteniéndole.)
¡Quedaos un poco más! Está muerto y únicamente vos le conocíais bien.
(Llora dulcemente.)
¿Verdad que era un ser exquisito y maravilloso?

C
YRANO
.—
(De pie y con la cabeza descubierta.)
¡Sí, Roxana!

R
OXANA
.— ¿Un poeta sublime y adorable?

C
YRANO
.— ¡Sí, Roxana!

R
OXANA
.— ¿Un ingenio inaudito?

C
YRANO
.— ¡Sí, Roxana!

R
OXANA
.— ¿Un corazón profundo, desconocido por los profanos y un alma grande y seductora?

C
YRANO
.—
(Firmemente.)
¡Sí, Roxana!

R
OXANA
.—
(Arrojándose sobre el cuerpo de Cristián.)
¡Está muerto!

C
YRANO
.—
(Aparte, sacando su espada.)
¡Sólo morir me resta, porque sin saberlo, al que llora es a mí!

(Trompetas a lo lejos.)

D
E
G
UICHE
.—
(Apareciendo sobre el talud, sin casco, herido en la frente; dice con voz tonante:)
¡La señal convenida! ¡Las trompas de metal! ¡Los franceses vuelven con víveres! ¡Resistid, resistid un poco más!

R
OXANA
.— ¡En su carta, manchada de sangre, hay señales de llanto!

U
NA
V
OZ
.—
(Desde fuera.)
¡Rendíos!

V
OZ
D
E
L
OS
C
ADETES
.— ¡No!

R
AGUENEAU
.—
(Que subido en la carroza contempla la batalla por encima del talud.)
¡El peligro va creciendo!

C
YRANO
.—
(A De Guiche, señalando a Roxana.)
¡Lleváosla de aquí! ¡Voy a lanzarme contra ellos!

R
OXANA
.—
(Besando la carta, con voz moribunda.)
¡Su sangre!… ¡Sus lágrimas!…

R
AGUENEAU
.—
(Saltando de la carroza y corriendo hacia Roxana.)
¡Se va a desmayar!

D
E
G
UICHE
.—
(Sobe el talud, a los cadetes, con rabia.)
¡Resistid!

U
NA
V
OZ
.—
(Desde fuera.)
¡Rendid las armas!

V
OZ
D
E
L
OS
C
ADETES
.— ¡No!

C
YRANO
.—
(A De Guiche.)
Señor, ya habéis demostrado vuestro valor en el combate.
(Señalando a Roxana.)
¡Huid y salvadla!

D
E
G
UICHE
.—
(Corre hacia Roxana y la levanta en brazos.)
¡Sea! ¡Nuestra única posibilidad de victoria está en que ganéis tiempo!

C
YRANO
.— ¡Lo ganaremos!
(Grita hacia Roxana a la que De Guiche, ayudado por Ragueneau, lleva desvanecida.)
¡Adiós, Roxana!

(Tumulto, gritos. Algunos cadetes reaparecen heridos y vienen al escenario a caer. Cyrano, que se lanzaba al combate, es detenido en la cima del talud por Carbon de Castel-Jaloux, cubierto de sangre.)

C
ARBON
.— ¡Nos replegamos! ¡Me han herido dos veces!

C
YRANO
.—
(A los gascones, gritándoles en gascón.)
¡«Hardin»! ¡«Recules pas, drollos» !
(A Carbon, al que sostiene.)
¡No temáis! ¡Tengo dos muertes que vengar: la de Cristián y la de mi ilusión!
(Bajan. Cyrano empuña la lanza a la que está atado el pañuelo de Roxana.)
¡Que esta bandera de encaje flote al viento!
(La clava en el suelo y grita a los cadetes.)
¡«Toumbé dessus»! ¡«Escrasas lous»!
(Al flautista.)
¡Qué suene el pífano!

(El flautista toca. Los heridos se levantan. Los cadetes bajan atropellándose por el talud y se agrupan alrededor de Cyrano y de la bandera de encaje. La carroza se cubre y se llena de hombres, transformándose al instante en un reducto erizado de arcabuces.)

U
N
C
ADETE
.—
(Aparece de espaldas, en lo alto del talud, batiéndose y gritando.)
¡Están escalando el talud!
(Cae muerto.)

C
YRANO
.— ¡Les recibiremos como se merecen!

(En un momento el talud se corona de una terrible hilera de enemigos. Los estandartes de los Imperiales ondean por encima de sus cabezas.)

C
YRANO
.— ¡Fuego!

(Descarga general.)

G
RITO
.—
(En las filas enemigas.)
¡Fuego!

(Respuesta mortífera. Los cadetes caen por todas partes.)

U
N
O
FICIAL
E
SPAÑOL
.—.
(Descubriéndose.)
¿Quienes son estos hombres que se hacen matar?

C
YRANO
.—
(Recitando en pie, en medio de las balas.)
¡Estos son los cadetes de Gascuña con Carbon, su capitán! ¡Luchadores, mentirosos!
(Se lanza contra los españoles seguido por algunos supervivientes.)
Nobles, firmes…

(Lo demás se pierde en el fragor de la batalla.)

TELÓN

ACTO QUINTO

La gaceta de Cyrano

Quince años después, en 1655. Parque del convento que las Damas de la Cruz ocupaban en París.

Magníficas alamedas. A la izquierda, la casa. Gran escalinata sobre la cual se abren numerosas puertas. En medio del escenario, un árbol, aislado en el centro de una plazuela ovalada. A la derecha, en primer término y entre enormes matorrales, un banco de piedra semicircular.

El fondo del teatro se halla atravesado por una avenida de castaños que termina en la parte derecha, en cuarto plano, junto a la puerta de la capilla, que se vislumbra entre las ramas. A través de la doble cortina de árboles de esta avenida, se percibe el suelo cubierto de césped, otras avenidas, bosques, la última porción del parque, y el bosque.

En la capilla se abre un puerta lateral sobre una columna de guirnaldas de vid roja que se pierde por la derecha y en primer plano detrás de los matorrales.

Otoño. El ramaje cobra un color rojo por encima de la hierba fresca. Manchas sombrías de los matorrales y los tejos que permanecen verdes. Hojas amarillentas amontonadas al pie de los árboles, cubriendo casi todo el escenario, la escalinata y los bancos, y que crujen cuando alguien las pisa.

Entre el banco de la derecha y el árbol, un gran bastidor de bordar ante el que han colocado una sillita. Cestos de costura llenos de madejas y ovillos. El tapiz está empezado. Al levantarse el telón, monjas que pasean por el parque; otras, sentadas en el banco, en torno a una de mayor edad. Las hojas caen.

ESCENA I

L
A
M
ADRE
M
ARGARITA
, S
OR
M
ARTA
, S
OR
C
LARA
y las monjas.

S
OR
M
ARTA
.—
(A la madre Margarita.)
¡Sor Clara se ha mirado dos veces al espejo para ver cómo le sentaba la toca!

M
ADRE
M
ARGARITA
.—
(A Sor Clara.)
¡Eso está muy mal!

S
OR
C
LARA
.— Y sor Marta ha cogido una ciruela de la tarta de esta mañana: yo la vi.

M
ADRE
M
ARGARITA
.—
(A sor Marta.)
¡Eso también está muy mal!

S
OR
C
LARA
.— ¡Oh!… ¡por una miradita!

S
OR
M
ARTA
.— ¡Y por una ciruelilla de nada!

M
ADRE
M
ARGARITA
.—
(Con severidad.)
Se lo diré esta tarde al Señor Cyrano.

S
OR
C
LARA
.—
(Atemorizada.)
¡No!… ¡Se burlará de nosotras!

S
OR
M
ARTA
.— ¡Dirá que las monjas somos muy coquetas!

S
OR
C
LARA
.— ¡Y muy golosas!

M
ADRE
M
ARGARITA
.—
(Sonriendo.)
¡Y muy buenas!

S
OR
C
LARA
.— ¿Es verdad, madre Margarita de Jesús, que el señor Cyrano viene todos los sábados desde hace lo menos diez años?

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡Desde más! Desde que su prima mezcló a nuestras tocas el duelo mundano de su velo; desde que, hace catorce años, se abatió como un pájaro negro entre pájaros blancos, su primo no ha faltado ni un solo sábado.

S
OR
M
ARTA
.— ¡Desde que se encerró en este claustro sólo él sabe mitigar su pena, que no decrece con el tiempo!

T
ODAS
L
AS
M
ONJAS
.— ¡Es tan extraño!… ¡Qué divertido cuando viene!… ¡Nos molesta con sus bromas!… ¡Es muy galante!… ¡Le queremos mucho!… ¡Tenemos que prepararle un día pasteles de ángel!…

S
OR
M
ARTA
.— ¡Pero no es buen cristiano!

S
OR
C
LARA
.— ¡Nosotras le convertiremos!

L
AS
M
ONJAS
.— ¡Eso!… ¡Eso!… ¡Nosotras le convertiremos!…

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡Os prohíbo intentar cualquier cosa en ese sentido, hijas mías! No le atormentéis, porque podría dejar de venir.

S
OR
M
ARTA
.— Pero Dios…

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡Tranquilizaos, hermana!… ¡Dios le conoce bien!

S
OR
M
ARTA
.— ¡Todos los sábados, cuando llega, me dice con orgullo: «Hermana, ayer comí carne de cerdo»!

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡Ah!… ¿con que eso os dice?… ¡Pues la última semana no había comido desde hacía dos días!

S
OR
M
ARTA
.— ¡No puede ser!

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡Es muy pobre!

S
OR
M
ARTA
.— ¿Quién os lo ha dicho?

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡El señor Le Bret!

S
OR
M
ARTA
.— ¿Y nadie le ayuda?

M
ADRE
M
ARGARITA
.— ¡No, porque se molestaría!

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