Congo (11 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Aventuras

BOOK: Congo
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Y Karen Ross encontró la ciudad.

En mayo de 1979 Ross tenía una imagen de computadora que mostraba una estructura muy antigua de jungla secundaria dispuesta formando cuadrículas. La estructura estaba situada dos grados al norte del ecuador, longitud treinta grados, en las laderas occidentales del volcán activo Mukenko. El ordenador estimaba que la edad de la jungla secundaria era de unos quinientos u ochocientos años.

—¿De modo que envió una expedición? —preguntó Elliot.

Ross asintió.

—Hace tres semanas, dirigida por un sudafricano llamado Kruger. La expedición confirmó los depósitos de placeres diamantíferos, fue en busca de un origen, y encontró las ruinas de la ciudad.

—¿Y qué sucedió luego? —preguntó Elliot.

Ross puso el vídeo por segunda vez.

En la pantalla vio las imágenes en blanco y negro del campamento destruido, humeando. Se veían varios cadáveres con el cráneo destrozado. Mientras observaba, una sombra se movió sobre los cuerpos muertos, y la cámara se acercó rápidamente, mostrando el contorno de la pesada sombra. Elliot estuvo de acuerdo en que parecía la sombra de un gorila, pero insistió:

—Los gorilas no harían una cosa así. Los gorilas son animales pacíficos, vegetarianos.

Observaron hasta que el vídeo hubo terminado. Luego contemplaron la imagen final, reconstituida por ella en el ordenador, que claramente mostraba la cabeza de un gorila macho.

—Eso es lo que llamamos verdad sobre el terreno —dijo Ross.

Elliot no estaba seguro. Volvió a pasar los tres segundos finales del vídeo por última vez, mirando detenidamente la cabeza del gorila. La imagen era fugaz, y dejaba un rastro espectral, pero algo andaba mal. No podía identificarlo. Ciertamente se trataba de un comportamiento atípico en un gorila, pero había algo más… Apretó la tecla para fijar el cuadro y miró detenidamente la imagen inmóvil. La cara y el pelo eran grises, incuestionablemente grises.

—¿Podemos aumentar el contraste? —preguntó a Ross—. La imagen es muy tenue.

—No sé —dijo Ross, tocando los controles—. A mí me parece una imagen bastante buena.

No pudo oscurecerla.

—Es muy gris —dijo él—. Los gorilas son mucho más oscuros.

—Bueno, esta amplitud de contraste es correcta para vídeos.

Elliot estaba seguro de que esa criatura era demasiado clara para tratarse de un gorila de montaña. O estaban viendo una nueva raza animal, o una nueva especie. Una nueva especie de simio grande, de color gris, comportamiento agresivo, descubierta en el Congo Oriental… Se había unido a la expedición para verificar los sueños de Amy.

—Una fascinante percepción psicológica. —Pero de repente el premio era mucho mayor.

—¿Acaso no cree que sea un gorila? —preguntó Karen.

—Hay una forma de comprobarlo —respondió él. Miró la pantalla, frunciendo el entrecejo, mientras el avión avanzaba en la oscuridad.

2
Problemas B-8

—¿Que quieres que haga
qué
? —preguntó Tom Seamans, apoyando el auricular en el hombro y torciendo la cabeza para mirar el reloj sobre la mesa de noche. Eran las tres de la madrugada.

—Que vayas al zoológico —repitió Elliot. Su voz sonaba rara, como si viniera de debajo del agua.

—Peter, ¿de dónde llamas?

—Ahora estamos volando sobre el Atlántico —dijo Elliot—. Camino de África.

—¿Va todo bien?

—Todo va muy bien —dijo Elliot—. Pero quiero que por la mañana vayas al zoológico.

—¿Para hacer qué?

—Para filmar un vídeo de los gorilas. Trata de sacarlos en movimiento. Eso es muy importante para la función discriminante. Que se muevan.

—Es mejor que lo escriba —dijo Seamans. Era el encargado de los programas de computación para el personal del Proyecto Amy, y estaba acostumbrado a peticiones extrañas, pero no en la mitad de la noche—. ¿Qué función discriminante?

—Ya que estás en eso, pasa todas las películas que tenemos de gorilas en la biblioteca, de cualquier gorila, salvaje o en cautiverio. Siempre que estén en movimiento, cuantos más especímenes consigas, mejor. Y para referencia, filma unos chimpancés. Cualquier cosa que tengamos sobre chimpancés. Transfiere todo un vídeo y ponlo en la función.

—¿Qué función? —preguntó Seamans, bostezando.

—La función que vas a formular —dijo Elliot—. Quiero una función discriminante múltiple y variable basada en imágenes totales…

—¿Te refieres a una función de reconocimiento de estructuras? —Seamans había escrito funciones de reconocimiento de estructura para el uso del lenguaje de Amy, que les permitieron observarla haciendo señas constantemente. Seamans estaba orgulloso de ese programa. A su manera, era muy inventivo.

—Estructúralo de cualquier forma —dijo Elliot—. Yo sólo necesito una función que discrimine a los gorilas de otros primates, como los chimpancés. Una función que diferencie las especies.

—¿Estás bromeando? —dijo Seamans—. Ése es un problema B-8.

En el nuevo campo de los programas de ordenador de reconocimiento de estructuras, los llamados problemas B-8 eran los más difíciles. Equipos enteros de investigadores habían dedicado años tratando de enseñar a los ordenadores a distinguir entre «B» y «8», precisamente porque la diferencia era obvia. Pero lo que era obvio para el ojo humano no lo era tanto para el analizador de la computadora. Al analizador había que enseñarle, y la instrucción específica resultó más difícil que lo que se suponía, particularmente para caracteres escritos a mano.

Elliot quería un programa capaz de distinguir entre imágenes visuales similares de gorilas y chimpancés. Seamans no pudo por menos de preguntar:

—¿Por qué? Es bastante obvio. Un gorila es un gorila, y un chimpancé un chimpancé.

—Tú hazlo, eso es todo —dijo Elliot.

—¿Puedo usar el tamaño?

Sobre la base del tamaño era posible distinguir perfectamente entre gorilas y chimpancés. Pero las funciones visuales no podían determinar el tamaño a menos que la distancia entre el instrumento de grabación y la imagen del sujeto fuera conocida, igual que la longitud focal de la lente.

—No, no puedes usar tamaño —respondió Elliot—. Sólo morfología de elementos.

Seamans suspiró.

—Muchas gracias. ¿Qué resolución?

—Necesito límites de seguridad de 95% sobre asignación de especie, basados en menos de tres segundos de imagen en blanco y negro.

Seamans frunció el entrecejo. Evidentemente, Elliot tenía una imagen de vídeo de tres segundos de algún animal y no estaba seguro de si se trataba de un gorila o no. Elliot había visto suficientes gorilas en su vida para conocer la diferencia: los gorilas y los chimpancés eran animales completamente diferentes en tamaño, apariencia, movimiento y comportamiento. Eran tan diferentes como mamíferos oceánicos inteligentes, como ballenas y delfines. Para hacer discriminaciones de este tipo, el ojo humano era superior a cualquier programa de computación que pudiera inventarse. Sin embargo, al parecer, Elliot no confiaba en sus ojos. ¿En qué estaría pensando?

—Lo intentaré —dijo Seamans—, pero me llevará algún tiempo. No se puede hacer un programa así de la noche a la mañana.

—Lo necesito de la noche a la mañana, Tom —dijo Elliot—. Te llamaré en veinticuatro horas.

3
Dentro del féretro

En un rincón del módulo habitable del «747» había una cabina de fibra de vidrio a prueba de sonido, con una pequeña pantalla de tubos de rayos catódicos. La llamaban «el féretro» debido a la sensación de claustrofobia que se producía cuando se trabajaba dentro de ella. Mientras el avión volaba sobre el Atlántico, Karen Ross se metió en el féretro. Echó un vistazo a Elliot y Amy —ambos dormían, roncando fuerte— y a Jensen y Levine, que jugaban a «caza submarina» en la consola del ordenador y bajó la tapa.

Karen estaba cansada, pero no esperaba dormir mucho durante las próximas dos semanas, tiempo que estimaba duraría la expedición. En el lapso de catorce días —trescientas treinta y seis horas— el equipo de Ross habría batido al consorcio euro-japonés o habría sido vencido, en cuyo caso los derechos de explotación de los minerales de Virunga, en el Zaire, se habrían perdido para siempre.

La carrera ya había empezado, y Karen Ross no pensaba perder.

Marcó las coordenadas de Houston, incluyendo su propia designación de transmisor, y esperó a que el demodulador actuara. Se produciría una demora de señal de cinco segundos en ambos extremos, porque tanto ella como Houston enviarían transmisiones interrumpidas, en código, para eludir oyentes pasivos.

La pantalla se iluminó: TRAVIS.

Ella marcó, como respuesta: ROSS. Levantó el receptor del teléfono.

—Es un lío —dijo Travis, aunque no era la voz de Travis, sino una señal de audio generada por la computadora, sin matices de ningún tipo.

—Cuénteme —dijo Ross.

—Los oblicuos se están moviendo —dijo la voz sustituía de Travis.

Ella conocía sus expresiones. Travis se refería a sus competidores como «los oblicuos». Durante estos últimos cuatro años, en la mayor parte de los casos la competencia había sido japonesa. (Travis siempre decía: «En la década de 1980, son los japoneses. En 1990, serán los chinos. De cualquier modo, siempre son los de los ojos oblicuos; todos trabajan hasta los domingos, y al diablo con el fútbol. No tenemos que cejar»).

—Detalles —pidió Ross, y esperó la demora de cinco segundos. Podía imaginar a Travis en Houston, oyendo la voz de ella, también generada por la computadora. Esa voz insípida necesitaba que se cambiaran las estructuras lingüísticas. Lo que comúnmente se transmitía por medio de fraseología y énfasis, debía explicitarse.

—Saben que usted está en camino —contestó la voz de Travis—. Ellos están adelantando sus planes. Los alemanes están detrás de todo; su amigo Richter. Yo planeo una alimentación de datos para dentro de unos minutos. Ésa es la buena noticia.

—¿Y la mala noticia?

—El Congo se ha ido al diablo en estas últimas diez horas —contestó Travis.

—Escriba los detalles —pidió ella.

Vio que en la pantalla aparecía
PUESTA AL DÍA GEOPOLÍTICA
, seguido por un párrafo denso. Decía:

WASHINGTON INFORMA EMBAJADA DE ZAIRE AVISA QUE FRONTERAS ORIENTALES POR RUANDA CERRADAS / NO DAN EXPLICACIONES / SE SUPONE TROPAS DE IDI AMIN HUYEN DE INVASIÓN DE TANZANIA A UGANDA HACIA ZAIRE ORIENTAL / CONSIGUIENTE CAOS / PERO HECHOS DIFIEREN / TRIBUS LOCALES (KIGANl) ALBOROTADAS INFORMES DE ATROCIDADES, CANIBALISMO, ETC / PIGMEOS HABITANTES DEL BOSQUE NO CONFIABLES / MATAN TODOS VISITANTES SELVA ECUATORIAL CONGO / GOBIERNO ZAIRE DESPACHÓ GENERAL MUGURU (CARNICERO AKA DE STANLEYVILLE) / SOFOCAR REBELIÓN KIGANI «A TODA COSTA» / SITUACIÓN SUMAMENTE INESTABLE / AHORA SOLAMENTE ENTRADA LEGAL EN EL ZAIRE POR OESTE KINSHASA / HAN QUEDADO POR PROPIA CUENTA DE USTEDES / CONSEGUIR CAZADOR BLANCO MUNRO DE IMPORTANCIA ESENCIAL A CUALQUIER PRECIO / MANTENERLO ALEJADO DE CONSORCIO A CUALQUIER PRECIO / SU SITUACIÓN EXTREMADAMENTE PELIGROSA / DEBEN CONSEGUIR MUNRO PARA SOBREVIVIR

Ella miró la pantalla. Era la peor noticia posible.

—¿Tiene un horario? —preguntó.

CONSORCIO EURO-JAPONÉS COMPRENDE AHORA HAKAMICHI (JAPÓN) GERLICH (ALEMANIA) VOORSTER (HOLANDA) / DESGRACIADAMENTE HAN RESUELTO DIFERENCIAS Y ESTÁN EN PERFECTO ACUERDO / COMUNICARSE CON NOSOTROS DE AHORA EN ADELANTE NO SERÁ ANTICIPO DE TRANSMISIÓN SEGURA / ANTICIPAMOS CONTRAMEDIDAS ELECTRÓNICAS Y TÁCTICAS BÉLICAS EN POS DEL OBJETIVO DOS-B / ENTRARÁN EN CONGO (FUENTE FIDEDIGNA) DENTRO DE 48 HORAS / AHORA BUSCAN A MUNRO

—¿Cuándo llegarán a Tánger? —preguntó ella.

—En seis horas. ¿Y ustedes?

—En siete horas. ¿Y Munro?

—No sabemos nada de Munro —dijo Travis—. ¿Pueden sorprenderlo?

—Decididamente —contestó Ross—. Prepararé la trampa ahora. Si Munro no colabora con nosotros, le prometo que en setenta y dos horas se verá obligado a salir del país.

—¿Qué tienen ustedes? —preguntó Travis.

—Metralletas checas. Halladas en el terreno, con huellas dactilares cuidadosamente aplicadas. Eso bastará.

—Eso bastará —acordó Travis—. ¿Qué hay de sus pasajeros? —Se refería a Elliot y Amy.

—Están bien —dijo Ross—. No saben nada.

—Que siga así —dijo Travis, y colgó.

4
Hora de alimentar

—Es hora de alimentar —dijo Travis alegremente—. ¿A quién tenemos?

—Cinco bailarines en la línea de referencia Beta —respondió Rogers. Rogers era el experto en vigilancia electrónica, el que pescaba a los que escuchaban clandestinamente.

—¿Conocidos nuestros?

—Los conocemos a todos —dijo Rogers, levemente enfadado—. La línea Beta es nuestra principal línea interna, de manera que quien quiera enterarse de nuestro sistema naturalmente se conectará a ella. De ese modo se enterarán de más cosas. Por supuesto, no estamos usando Beta, excepto para casos de rutina, sin código, como impuestos y salarios, ese tipo de cosas.

—Tenemos que preparar una alimentación —dijo Travis. Se refería a poner datos falsos en la línea que era escuchada clandestinamente, para que los recogieran. Era una operación delicada.

—¿Están los oblicuos en la línea?

—Seguro. ¿Con qué quiere alimentarlos?

—Con coordenadas de la ciudad perdida —dijo Travis.

Rogers asintió, enjugándose la frente. Era un hombre corpulento, que sudaba profusamente.

—¿Cómo de buenas?

—Lo mejor posible —dijo Travis—. No vamos a engañar a los oblicuos con estática.

—¿No querrá darles las coordenadas exactas?

—Dios, no. Pero razonablemente cerca. Digamos, a unos doscientos kilómetros.

—Es posible —dijo Rogers.

—¿En código? —preguntó Travis.

—Por supuesto.

—¿Tiene un código que puedan descifrar en doce o quince horas? Rogers asintió.

—Tenemos una joya. Parece dificilísimo, pero cuando se empieza a trabajar, salta la solución. Tiene una debilidad interna en la frecuencia oculta de las letras. Del otro lado, parece como si hubiéramos cometido un error, pero es descifrable.

—No debe ser demasiado fácil —advirtió Travis.

—Oh, no, se ganarán bien sus yenes. Nunca sospecharán que los hemos alimentado a nuestra conveniencia. Le pasamos el código al ejército y ellos quedaron encantados de poder enseñarnos una lección. Nunca sospecharon que el error era deliberado.

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