Read Colmillos Plateados Online

Authors: Carl Bowen

Tags: #Fantástico

Colmillos Plateados (5 page)

BOOK: Colmillos Plateados
10.57Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Sí —dijo Mephi—. Ellos y una mujer de la que no te hablé. Era una antigua y buena amiga mía que murió con el último de los Pioneros en Hungría. Yo estaba allí cuando ocurrió, así que pensé que era mi obligación llevar la noticia a su hogar.

—Estoy seguro de que todos a los que dejó atrás apreciaron el gesto.

—Confío en que sí.

—Y ahora estás de vuelta —dijo Albrecht—. ¿Sabes?, si hubieras venido mañana, ya no me habrías visto.

—Ya me lo imaginaba —respondió Mephi—. Cuando hablamos en el Túmulo de Finger Lakes, ya me di cuenta de que estabas empezando a inquietarte. Saltaba a la vista que estabas impaciente por participar en lo que está ocurriendo.

—Es cierto —dijo Albrecht.

—Por eso he vuelto a toda prisa. Pensé que podría ir contigo.

—¿Ah, sí? —dijo Albrecht.

—Si quieres que te acompañe, claro —dijo Mephi—. El Guardián de la Puerta me dijo que ibas a ir solo pero de veras creo que podría serte de ayuda.

—Eliphas habla demasiado —murmuró Albrecht. A continuación le dijo a Mephi—. ¿No te parece que es un poco presuntuoso por tu parte?

—Puede que sí —dijo Mephi—. Pero también creo que eso no te importa demasiado. Yo poseo habilidades que necesitas y no tienes. También creo que te vendría bien tener compañía en tierra extraña ahora que tus dos amigos han tenido que quedarse atrás.

—Crees que me conoces muy bien, ¿no es así?

—Sé muchas cosas
sobre
ti —dijo Mephi—. Cuando nos conocimos te dije que
La Saga de la Corona Plateada
era mi cuento más popular. La utilizo muy a menudo. Ofrece una imagen bastante clara de la clase de persona que eres. Sé, por ejemplo, que eres lo bastante inteligente como para no rechazar la ayuda que se te ofrece cuando la necesitas.

—¿Y cómo podrías ayudarme tú? —preguntó Albrecht.

—Para empezar, yo ya he estado en esa parte del mundo. Sé cómo están las cosas por allí. Ya conozco Cielo Nocturno, que es donde supongo que iríamos primero. Allí está asentado el poder y allí es donde más probabilidades tienes de encontrar guerreros dispuestos a ayudarte. Además de eso, soy un lingüista más que aceptable y un guerrero no exento de habilidad que estaría orgulloso de combatir a tu lado.

Albrecht suspiró pero tuvo que admitir que a Mephi no le faltaba parte de razón. Puede que algo de experiencia de primera mano sobre el área a la que se dirigía le fuera de utilidad y desde luego contar con alguien que hablase el idioma aceleraría enormemente las cosas. Además, era posible que algunos de los guerreros de Cielo Nocturno estuvieran más dispuestos a seguir a alguien a quien ya considerasen un héroe que a un Colmillo Plateado al que sólo conocían por algunas historias.

—Muy bien —dijo—. No te falta parte de razón. Necesitaré ayuda cuando esté allí y ya has demostrado que posees las habilidades necesarias al traer a Mari hasta aquí sana y salva en medio de todo este lío. Pero ¿sabes qué es lo más curioso?

—¿El qué?

—No has mencionado una sola vez lo de Mari. Como si no te debiera nada —dijo Albrecht.

—No me debes nada —dijo Mephi—. Sólo estaba haciendo lo que tenía que hacer.

—Lo sé —dijo Albrecht—. Y a causa de eso me encantaría tenerte a mi lado durante esto viaje.

—Me siento honrado, rey Albrecht —dijo Mephi con una nueva reverencia—. No te fallaré.

Los dos hombres permanecieron en silencio un momento, contemplando lo que tenían delante. Albrecht no conocía a Mephi demasiado bien y sólo en los últimos tiempos había empezado a recibir noticias sobre él desde otros clanes pero todas ellas lo pintaban como un tipo duro y un aliado fiable. Por descontado, hubiera podido elegir compañeros mucho peores para aquella misión. Por supuesto, cuando Evan se enterase de que Albrecht no iba a ir solo, se sentiría muy decepcionado. Bueno, el muchacho tendría que aprender a soportarlo. Mari aún lo necesitaba a su lado.

—De acuerdo —dijo Albrecht en medio del silencio, mientras se volvía con una mirada vaga hacia el este, más allá de los pastos—. Dices que sabes cómo andan las cosas por allí.

—Sí —dijo Mephi—. Bastante mal.

—¿Qué posibilidades crees que tenemos tú y yo de convencer a Konietzko para que nos permita siquiera participar en sus planes de enfrentarse a esa maldita cosa?

—Pocas —dijo Mephi—, pero todo es posible. El hecho de que consiguieras esa corona lo demuestra.

—Supongo que sí —dijo Albrecht—. Bien visto. Ahora vuelve dentro y descansa. Te veré mañana. Partiremos a la salida del sol.

Mephi asintió y empezó a dirigirse a la mansión.

—Eh, Mephi —dijo Albrecht antes de que el Caminante se hubiera alejado demasiado—. Una cosa más —Mephi se detuvo y se volvió.

—¿Sí?

—Gracias por anticipado. Tengo la sensación de que voy a necesitar tu ayuda.

Mephi bajó la mirada, se encogió de hombros y esbozó una sonrisa triste.

—No te preocupes. Además, no tengo asuntos urgentes que atender en casa.

Y con esas palabras, se volvió de nuevo hacia la mansión y reanudó su camino. Cuando por fin desapareció en su interior, Albrecht se dio la vuelta y se dejó caer sobre el trono. Apoyó las manos en los brazos del sitial y descansó la cabeza sobre el guardapolvos, que seguía donde lo había dejado. Levantó la mirada hacia el cielo y trató de ordenar sus ideas sobre lo que pretendía hacer. Estaba a punto de atravesar el océano para adentrarse en una guarida de políticos expertos y endurecidos veteranos de guerra para pedirles que lo acompañaran en una misión para encontrar y destruir a un espíritu de milenios de edad del que nadie había oído hablar hasta hacía muy poco. Y su reputación y la notoriedad de la Corona de Plata eran sus únicos argumentos para convencerlos.

—Maldición —dijo en voz baja mientras le sonreía al cielo—. Ojalá Mari y Evan pudiesen estar presentes cuando lo intente.

Capítulo cuatro

—Es precioso, ¿verdad? —dijo Arastha con voz melosa mientras tiraba del brazo de Tajavientres—. Ven. Mira.

Tajavientres avanzó a trompicones. Garramarga, ella y él se encontraban en una antecámara semicircular conectada a una bóveda subterránea aún más grande situada al otro lado del enrevesado túnel que habían seguido para llegar hasta allí. Una luz azul sin fuente precisa inundaba la sala y ahuyentaba todas las sombras.

Tajavientres siguió sin rechistar a Arastha hasta la siguiente sala y Garramarga hizo lo mismo tras adoptar su forma Homínida. Nadie más había llegado tan lejos hasta entonces. Los demás seguían aún en una cámara próxima a la superficie, preparando una posición defensiva en los valles y cañones que conducían a la entrada de aquel sistema de cavernas.

La sala en la que entraron los tres era una bóveda de paredes lisas con un gran pilar en el centro que parecía brotar de un agujero negro situado en el suelo. Al otro lado del pilar había una antecámara idéntica y por toda la estancia se veían pictogramas tallados de todas las formas y tamaños imaginables, unidos en patrones enmarañados que resultaban imposibles de aprehender para el ojo. Cubrían toda la bóveda, desde el suelo hasta el techo, y a continuación volvían a descender por el pilar central. Tajavientres distinguió símbolos que parecían glifos Garou, runas nórdicas, signos cuneiformes, letras angélicas, jeroglíficos egipcios y marcas aún más antiguas y extrañas, pero no pudo encontrarles significado.

En el centro de la cámara, una fosa ancha y envuelta en sombras ocupaba gran parte del suelo. Desde tres puntos equidistantes situados a lo largo de su borde, tres vigas de piedra se extendían sobre el vacío hasta encontrarse en una plataforma circular de piedra dispuesta en el centro. Y desde el techo el pilar central de la sala atravesaba esta plataforma y se hundía en la oscuridad que se extendía más allá. Las palabras, imágenes y símbolos que lo cubrían por entero se adentraban en la tintórea negrura del olvido. Tajavientres miró abajo y no pudo encontrar el final del pilar ni el fondo del agujero. Por lo que él sabía, se extendía hasta las mismas profundidades del Abismo.

—Es impresionante —dijo Garramarga mirando a su alrededor con lo que Tajavientres asumió que sería asombro—. Es antiquísimo y lleva mucho tiempo perdido, pero no está aletargado del todo. Aún hay poder de la tierra en este lugar.

—¿
Él
está aquí? —preguntó Arastha. Soltó a Tajavientres y tomó a Garramarga de las manos. Tajavientres exhaló un suspiro de alivio y se apartó de ella para acercarse al borde del agujero—. ¿Puedes sentir al Hijo Olvidado?

—Sí —replicó Garramarga—. Pero está enterrado a gran profundidad y sujeto por fuertes barreras.

—¿Y él puede sentirnos? —preguntó Arastha.

—Él sólo sabe que quiere ser libre —respondió Garramarga mientras sacudía la cabeza.

—¿Y cómo podemos liberarlo? —preguntó Tajavientres.

—Aún no está preparado para ser libre —respondió Garramarga—. El ritual de Alarido Espino en el Tisza lo despertó pero no limpió su mente de hambre y cólera. Además, está demasiado débil. Apenas ha tenido sustento en estos eones.

—¿Qué es lo que necesita? —preguntó Tajavientres. Al oírlo. Arastha esbozó una sonrisa de complicidad y lo miró pero dejó que Garramarga contestara.

—Esencia de pensamientos —dijo el Theurge—. Que sus servidores espirituales le arrebatan a sus víctimas.

—¿Te refieres a las Perdiciones de las tormentas? —preguntó Tajavientres.

—Sí —intervino Arastha con entusiasmo—. Las mismas que viste nacer en el Tisza.

—Recolectan recuerdos para que su amo y señor pueda devorarlos —dijo Garramarga—. Y al hacerlo, se hace más fuerte.

—¿El Hijo Olvidado come recuerdos? —preguntó Tajavientres—. ¿Qué clase de espíritu es?

—Es un servidor de Comealmas —dijo Garramarga—, quien precedió a Lethargg, el Impulso de la Apatía, en los Tiempos del Alba, antes de que la zorra Tejedora lo estropeara todo. Lo crearon cuando nuestro Padre fue liberado, para ayudarnos a olvidar las cosas que Él destruía llegado su momento. Pero cuando Él nos fue arrebatado, el Hijo Olvidado no supo ya qué recuerdos debía arrebatar y cuáles debía respetar.

—Así que trató de devorarlos todos —dijo Arastha con voz queda—. Devoraba cualquier recuerdo que sus servidores pudieran llevarle. Y por el sencillo crimen de no saber cómo cumplir con su cometido fue golpeado, torturado y sepultado en las profundidades de la Tierra. Perdido durante eones, sobreviviendo con los pocos recuerdos que el mundo de la superficie repudiaba.

—Si ha estado tanto tiempo perdido, ¿cómo habéis podido encontrarlo?

—Porque parte de la prisión del Hijo Olvidado está en contacto con la Zona Onírica —dijo Garramarga— y de tanto en cuanto sus sueños han tocado los de otros a través de ella. En el pasado era demasiado débil para ponerse en contacto con nadie por este medio pero su fuerza ha ido en aumento a medida que la disposición de la humanidad a ignorar y olvidar sus problemas iba creciendo. En especial en lugares como éste, donde el racismo, el genocidio y la crueldad han sido moneda de cambio durante siglos. La gente de todo el mundo sabe la clase de horrores que suceden aquí pero prefiere no pensar en ello. Los propios actos y el sufrimiento que provocan alimentan a las Perdiciones que merodean por la zona, pero la voluntaria ignorancia con que otros reciben estos actos y el sufrimiento que
esto
provoca alimentan al Hijo Olvidado. No basta para darle la fuerza que necesita para liberarse pero le ha permitido ponerse en contacto con aquellos que pueden ayudarlo. Yo soy uno de ellos. Tu compañero de manada, Alarido Espino, era otro.

—Nunca me contó nada de esto —dijo Tajavientres.

—Bien —dijo Arastha—. Le ordené que no se lo dijera a nadie hasta que estuviéramos seguros de haber encontrado la prisión, no fuera a ser que nuestros enemigos descubrieran nuestros propósitos y se decidieran a actuar.

—Pero ahora estamos aquí —dijo Garramarga—. Tan cerca de conseguirlo… Sólo tenemos que alimentarlo y darle fuerzas.

—Pues yo tengo muchísimos recuerdos que sacrificar —dijo Tajavientres— si él quiere devorarlos.

—Oh, no, nada de eso mi buen Tajavientres —dijo Arastha. Se acercó a él y lo alejó del borde del agujero. Al sentir el leve contacto de la mujer en su hombro, se puso muy tenso—. Aún te necesito. Tanto a ti como a Eric Roba-Fuegos.

Tajavientres le dirigió una mirada malhumorada pero no dijo nada.

—Debes encargarte de la defensa de nuestro tesoro recién hallado —continuó Arastha—. Te encomiendo que apuestes centinelas y fortifiques el terreno que rodea estas cavernas. Hasta que no las hayas utilizado para asegurar la seguridad de este lugar, no debes sacrificar las experiencias de tu antigua vida.

—Sí, señora Arastha —murmuró Tajavientres mientras la esperanza se esfumaba de su mirada.

—Bien. Y ahora, Garramarga, hablemos de la profanación de los túmulos.

—Nuestros túneles están ya funcionando, señora Arastha —dijo Garramarga—. Pero podemos acelerar el proceso por medio de puentes lunares. Sígueme —cruzaron la caverna y penetraron en la pequeña estancia situada al otro lado de la que habían utilizado para entrar. En ella había un pequeño estanque de piedra de forma cóncava, lleno de agua transparente y con un guijarro blanco en el fondo.

»Ésta es la piedra de la senda del túmulo —dijo—. Aún siento su energía. Podemos utilizarla para abrir puentes que comuniquen con los fosos más poderosos de la región. A medida que la energía de nuestro Padre converja en este lugar, lo pervertirá y profanará y contribuirá aún más a revivir al Hijo Olvidado. También conozco un ritual que me permitirá dirigir la energía contra los barrotes de su prisión. Puedo utilizarlo para romper determinados barrotes y así permitir que sus servidores lo alcancen. Cuando haya recobrado todas sus fuerzas, podré liberarlo.

Los ojos de Arastha destellaron, señal de un deleite orgásmico.

—Entonces regresaré al instante a las demás colmenas y lo organizaré todo. ¿Qué necesitas para hacer que este maravilloso sueño se haga realidad?

—Más Theurge para invocar a los servidores del Hijo Olvidado —dijo Garramarga—. Y para ayudarme en mi ritual.

—A mí también me serán útiles —dijo Tajavientres—. En la Penumbra hay Perdiciones suficientes para asegurar nuestra defensa si pueden ser controladas. Por supuesto, otro contingente de guerreros nacidos bajo la Luna Llena no nos haría ningún daño.

—Entonces lo tendrás —dijo Arastha—. Y cuando nuestra obra haya concluido, las recompensas que recibirás serán muy dulces. Las del Padre, las del Hijo Olvidado y las mías.

BOOK: Colmillos Plateados
10.57Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

A Changed Man by Francine Prose
A Kind Of Magic by Grant, Donna
Concrete Desert by Jon Talton
Heart in the Field by Dagg, Jillian
Three Wishes by Deborah Kreiser
Journey to the End of the Night by LOUIS-FERDINAND CÉLINE
A Man to Die for by Eileen Dreyer