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Authors: Carl Bowen

Tags: #Fantástico

Colmillos Plateados

BOOK: Colmillos Plateados
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Durante semanas, los Garou, salvajes hombres lobo que luchan por salvar la naturaleza, han estado librando una batalla desesperada contra los sicarios del malvado engendro del Wyrm, Jo’cllath’mattric. Ahora, por fin, ha llegado el momento de llevar la batalla al cubil de la bestia. En la Novela de Tribu: Colmillos Plateados, el rey guerrero Albrecht viaja a Europa para unir a las fuerzas de los Garou, pero sus hermanos del viejo continente le dispensan una fría bienvenida.

Carl Bowen

Colmillos Plateados

Novelas de tribu - 11

ePUB v1.0

Ukyo
27.06.12

Título original:
Tribe Novel: Silver Fangs

Carl Bowen, agosto de 2002.

Traducción: Manuel Mata Álvarez-Santullano

Ilustraciones: Steve Prescott

Diseño/retoque portada: Ukyo

Editor original: Ukyo (v1.0)

ePub base v2.0

Ningún visitante de tierras lejanas es mejor

recibido que un guerrero fuerte y noble

—Beowulf

Prólogo

Nadie molestó a Tajavientres ni a Garramarga mientras se alejaban de la ruidosa fosa tóxica alrededor de la cual había crecido la colmena y se dirigían a los aposentos de Arastha. Dejaron atrás la humeante forja, en la que se producían los preciados fetiches y otras armas de guerra. Pasaron junto a la cámara de fertilidad de la colmena y cambiaron de dirección un pasillo antes de llegar a la fosa de engendrado. Tajavientres escuchó apenas el coro de hermanos y hermanas que, con gran placer, estaban cumpliendo con sus biológicos deberes para con el Padre Wyrm. Por supuesto, los cachorros no estarían maduros para cuando llegara la Batalla Final pero no había nada de malo en someterse a los ritos.

Tajavientres se aproximó a la última esquina que precedía a la cámara de Arastha, seguido muy de cerca por Garramarga en su forma Lupus negra como la pez. Sin embargo, al doblar esa esquina, se vio sorprendido por la aparición de un cachorro con aire bravucón que, vestido tan solo con unos pantalones de cuero, caminaba hacia ellos desde el cuarto de Arastha. El cachorro levantó la mirada hacia Tajavientres, lo reconoció y plantó ambos pies en mitad del pasillo.

—¿Adónde crees que vas? —preguntó con los brazos cruzados—. Ni siquiera deberías haber regresado ya.

Tajavientres levantó la mirada, sobresaltado. Tras él, Garramarga siguió andando.

—¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí?

—La señora Arastha me mandó a buscar cuando te fuiste —dijo con una sonrisa lasciva mientras Tajavientres se le acercaba—. Dice que prefiere a los guerreros jóvenes y fuertes de su colmena a ti, viejo.

El cachorro debía de ser nuevo, pensó Tajavientres, si creía que así iba a provocarlo. Todos los moradores de la colmena conocían los apetitos de Arastha y cualquier macho sano podía albergar la esperanza de visitar sus aposentos al menos en una ocasión. Sólo los más jóvenes o estúpidos creían que eso los convertía en especiales. No obstante, el desafío de un estúpido novato seguía siendo un desafío.

Sin dejar que su paso variara un ápice, Tajavientres lanzó hacia delante la mano abierta y golpeó al cachorro en el pecho. El impacto hizo que el joven cayera de espaldas y su cabeza chocó contra la piedra del suelo con un crujido húmedo.

—Ni siquiera estás sudando, mascota —dijo Tajavientres con un resoplido de desprecio, volviendo la cabeza hacia él—. Arastha no ha debido ni de enterarse de que has estado dentro de ella.

—Cuánta razón tienes —dijo una voz sedosa y sensual. Tajavientres distinguió la conocida forma de su dama a través del enrejado de huesos de la puerta a sus aposentos. Vestía un traje hecho de cuero y hebillas de hierro, que le hacía mucho mejor servicio a su cuerpo que el paso de los años y el parto de numerosas carnadas—. Es demasiado joven y está demasiado ansioso. No como tú. Tu sentido del ritmo y tu coordinación, solícito Tajavientres, son siempre impecables. Te esperaba. Ven aquí.

Arastha apartó el enrejado de huesos y Tajavientres hizo lo que se le ordenaba. Garramarga lo siguió, sin dedicar siquiera una mirada al idiota que seguía tendido en el suelo. Cuando los dos estuvieron dentro, Arastha volvió a cerrar la puerta.

—Me alegro de que hayas regresado —ronroneó Arastha mientras precedía a los dos visitantes al interior de sus aposentos—. Empezaba a sentirme sola.

—Ya lo he visto —gruñó Tajavientres—. ¿Quién era ése?

—No sé cómo se llama —dijo Arastha con una sonrisa maliciosa—. No me ha dado una sola razón para gritarlo en voz alta.

—Has mandado a buscarlo mientras yo estaba fuera —dijo Tajavientres, incapaz de contener el mismo ataque de celos que acababa de desdeñar delante del cachorro.

La sonrisa de Arastha trocó su malicia por burla.

—No es más que un niño, celoso Tajavientres —se mofó—. Un cachorro. Por lo que yo sé, hasta podría ser uno de los míos.

—Estupendo —repuso Tajavientres mientras pasaba junto a ella—. No he venido a jugar. Estamos aquí para informar sobre lo que hemos averiguado.

Caminó a grandes zancadas hasta el otro lado de la habitación y se volvió para mirar a Arastha, dando la espalda a G'louogh, el Wyrm Profanador, y Mashstrac, el Impulso de Poder, que decoraban la pared. Garramarga se irguió en su forma Homínida. De aquella guisa era un hombre alto y delgado, vestido con una túnica negra con capucha. Su rostro estaba oculto entre las sombras pero sus brillantes ojos ambarinos reflejaban el parpadeo de la antorcha que iluminaba la habitación.

—Vaya —murmuró Arastha con tono sardónico. Acarició a Tajavientres con las yemas de los dedos al tiempo que se alejaba de él—. Informa entonces. ¿Qué habéis descubierto mi leal Theurge y tú?

Tajavientres se estremeció al sentir su contacto pero contuvo el deseo de abrazarla. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la tuviera entre sus brazos… Había sido poco después de regresar de la cloaca del río Tisza, donde Astillahuesos y Alarido Espino —sus antiguos compañeros de manada— habían muerto. Estaban realizando un ritual para descubrir la verdadera naturaleza del enorme sortilegio que mantenía encadenado a un ancestral espíritu del Wyrm conocido como El Hijo Olvidado. El ritual había tenido éxito pero los demás habían pagado la victoria con sus vidas. Y sin embargo Arastha había considerado la misión como un éxito. Había pasado los tres días siguientes recompensando a Tajavientres antes de encomendarle junto con Garramarga una nueva misión, esta vez de exploración y reconocimiento. Tajavientres no había estado con ella desde entonces y le costaba un gran esfuerzo no arrojarla al suelo y poseerla allí mismo.

Sin embargo, lo único que hizo fue observarla con ojos ávidos mientras ella cruzaba la habitación hasta una mesa de obsidiana que dominaba la otra mitad de la sala. Garramarga había abierto sobre ella un mapa de la Europa sudoriental que guardaba bajo la túnica. Le había estado añadiendo nuevas anotaciones durante todo el viaje y había terminado por ser extremadamente detallado. Aparte de los contornos físicos de la región, había marcado en él las fronteras de los protectorados de los hombres lobo y había señalado el emplazamiento de los túmulos, tanto del Wyrm como de Gaia, así como las ciudades humanas y las fronteras políticas. Algunos de los glifos indicaban túmulos que Tajavientres jamás había visto ni de los que había oído hablar y había otros que habían sido abandonados y permanecían en estado latente desde hacía mucho tiempo. Y una gran parte del mapa estaba cubierta por el resultado de sus exploraciones, una matriz de líneas formadas por puntos que representaba cadenas de patrón iguales a la que había cruzado el Tisza.

—Tal como nos ordenaste, señora Arastha —empezó a decir Tajavientres—, Garramarga y yo hemos estado recorriendo la campiña en busca de más cadenas de patrón como la que el ritual de Alarido Espino sacó a la luz en la cloaca del río Tisza. Hemos recorrido Hungría, Rumania, Bulgaria, Macedonia, Albania y Serbia y hemos encontrado al menos diecisiete cadenas diferentes por toda la región.

—Sí —dijo Garramarga—. Como sospechábamos desde el principio, el ritual del caído Alarido Espino estaba concebido para revelar los límites de la prisión del Hijo Olvidado haciendo que resonaran por todo el mundo espiritual. Por desgracia, tal como ya sabes, esa resonancia agravó la condición del espíritu envenenado del Tisza y éste partió de una dentellada la cadena por la mitad antes de que nadie supiera lo que estaba pasando.

—Sí —jadeó Arastha, mientras se retorcía de modo tan acusado que Tajavientres no pudo evitar apartarse un paso de ella—. Ojalá hubiera podido verlo.

Garramarga ignoró su comentario y continuó con su relato.

—Cuando la cadena se partió, generó una sobrecarga espiritual fortísima, que provocó las tormentas que ahora azotan gran parte de la Penumbra local. Por fortuna, aunque este incidente alteró la resonancia con la que las demás cadenas estaban vibrando, no logró sofocarla del todo. Tajavientres y yo hemos podido detectarla por medio de su efecto sobre las tormentas de la Umbra y así hemos logrado extrapolar los emplazamientos de muchas de las cadenas en cuestión.

—Ya veo —dijo Arastha con voz complacida mientras se inclinaba sobre el mapa para verlo mejor. Su mano derecha acarició con aire frívolo la espalda a Garramarga mientras él iba señalando los puntos que marcaban las localizaciones de las cadenas. Tajavientres entornó la mirada.

—Tras seguir la pista a las cadenas, tal como habíamos decidido —continuó Garramarga, sin reaccionar en modo alguno al contacto de Arastha—, descubrimos que todas ellas se extendían hacia los túmulos marcados aquí.

—Desde entonces, cada uno de ellos se ha adormecido o ha sido capturado por el Padre —dijo Tajavientres, mientras se acercaba a la mesa para distraer a Arastha y apartarla así de Garramarga. El Theurge llevaba mucho más tiempo que él sirviendo a Arastha y a la colmena, lo que significaba que tendría que esforzarse al máximo si quería llamar la atención de Arastha—. Algunos de ellos son tan antiguos que nadie los recordaba. Garramarga sólo logró encontrarlos tras meditar en Descanso del Buho.

Sin dejar de acariciar la espalda de Garramarga y aún inclinada sobre el mapa, Arastha volvió el rostro hacia Tajavientres… sin mostrarle el cuerpo.

—Ya veo, útil Tajavientres —sus dedos tamborilearon sobre la mesa y añadió—. ¿Por qué no te unes a nosotros?

Tajavientres lo hizo y se colocó tan cerca de Arastha como le fue posible sin llegar a tocarla.

—Sí —dijo Garramarga, aparentemente sin darse cuenta de ello—. Pudimos seguirle la pista a estas cadenas hasta los túmulos, muchos de los cuales están aún por despertar. Pero en la otra dirección, todas las cadenas convergen en esta región —mientras lo decía, indicó con una mano enguantada la porción inferior derecha del mapa, hacia donde, en efecto, parecían dirigirse todas las líneas—. Para los hombres, este lugar se encuentra entre Kosovo y Serbia. En lo que ellos llaman «la zona de amortiguación».

—Pero para nosotros —intervino Tajavientres—, este territorio está maduro para la conquista en el nombre del Padre. La miseria y el miedo que reinan allí llevan años alimentando Perdiciones y cuajando en la Penumbra. Garramarga y yo lo hemos visto con nuestros propios ojos.

—Es tierra fértil, impaciente Tajavientres —asintió Arastha mientras le acariciaba el muslo con la mano como por accidente y se volvía para mirarlo—. ¿Pero dónde exactamente está el Hijo Olvidado? Estas líneas no convergen en un solo punto. ¿No deberían hacerlo si en verdad fueran una prisión?

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