Cincuenta sombras más oscuras (53 page)

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Authors: E. L. James

Tags: #Erótico, #Romántico

BOOK: Cincuenta sombras más oscuras
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¡Oh, no… Mia! Con tantas emociones me había olvidado de nuestro almuerzo. Busco mi BlackBerry y trato de encontrar a toda prisa su número.

Suena mi teléfono.

—Es él, está en recepción —dice Claire en voz baja.

—¿Quién?

Por un segundo, pienso que puede ser Christian.

—El dios rubio.

—¿Ethan?

Oh, ¿qué querrá? Inmediatamente me siento culpable por no haberle llamado.

Ethan, vestido con una camisa azul de cuadros, camiseta blanca y vaqueros, sonríe de oreja a oreja en cuanto aparezco.

—¡Uau! Estás muy sexy, Steele —dice, asintiendo con admiración, y me da un abrazo rápido.

—¿Va todo bien? —pregunto.

Él frunce el ceño.

—Toda va bien, Ana. Quería verte, eso es todo. Hacía unos días que no sabía nada de ti y quería averiguar cómo te trata el magnate.

Me ruborizo y no puedo evitar sonreír.

—¡Vale! —exclama Ethan y levanta las manos—. Con esa sonrisa velada me basta. No quiero saber nada más. He venido con la esperanza de que pudieras salir a comer. Voy a matricularme en un curso de psicología en septiembre, aquí en Seattle. Para mi máster.

—Oh, Ethan. Han pasado muchas cosas. Tengo mucho que contarte, pero ahora mismo no puedo. Tengo una reunión. —Y de repente se me ocurre una idea—. ¿Podrías hacerme un gran favor, un favor enorme? —le pregunto, entrelazando las manos en gesto de súplica.

—Claro —dice, perplejo ante mi petición.

—Había quedado para comer con la hermana de Christian y Elliot, pero no puedo localizarla, y me acaba de surgir esta reunión. ¿Podrías llevarla a comer? ¿Por favor?

—¡Uf, Ana! No quiero hacer de canguro de una mocosa.

—Por favor, Ethan.

Le dedico la mejor caída de las largas pestañas de mis ojos azules. Él alza la mirada con expresión resignada y sé que le he pillado.

—¿Me cocinarás algo? —refunfuña.

—Claro, lo que sea, cuando quieras.

—¿Y dónde está ella?

—Está a punto de llegar.

Y, justo en ese momento, oigo su voz.

—¡Ana! —grita desde la puerta.

Ambos nos damos la vuelta, y ahí está ella: tan alta y curvilínea, con su negra melenita corta, lacia y brillante, y un minivestido verde menta, a juego con unos zapatos de tacón alto con tiras alrededor de sus esbeltos tobillos. Está espectacular.

—¿La mocosa? —susurra él, mirándola boquiabierto.

—Sí. La mocosa que necesita un canguro —le respondo también en un susurro—. Hola, Mia.

Le doy un rápido abrazo y ella se queda mirando a Ethan con bastante descaro.

—Mia… este es Ethan, el hermano de Kate.

Él asiente arqueando las cejas, sorprendido. Mia pestañea repetidamente y le da la mano.

—Encantado de conocerte —murmura Ethan con delicadeza, y Mia, sin palabras por una vez, vuelve a pestañear y se sonroja.

Oh vaya. Me parece que es la primera vez que la veo ruborizarse.

—Yo no puedo salir a comer —digo débilmente—. Pero Ethan ha aceptado acompañarte, si te parece bien. ¿Podríamos quedar nosotras otro día?

—Claro —dice Mia en voz baja.

Mia hablando en voz baja, vaya una novedad.

—Sí. Ya me ocupo yo de ella. Hasta luego, Ana —dice Ethan, y le ofrece el brazo a Mia.

Ella acepta con una sonrisa tímida.

—Adiós, Ana. —Mia se vuelve hacia mí y dice sin palabras, con un guiño exagerado—: ¡Oh, Dios mío!

¡Le gusta! Les despido con la mano mientras salen del edificio. Me pregunto cuál será la actitud de Christian con respecto a las citas de su hermana. Pensar en eso me inquieta. Ella tiene mi edad, de manera que no puede oponerse, ¿verdad?

Pero es que estamos hablando de Christian. Mi fastidiosa subconsciente ha vuelto, con su expresión severa, su rebeca de punto y el bolso colgado del brazo. Sacudo la cabeza para deshacerme de esa imagen. Mia es una mujer adulta y Christian puede ser una persona razonable, ¿o no? Desecho esa idea y vuelvo al despacho de Jack… esto… a mi despacho, para preparar la reunión.

A las tres y media ya estoy de vuelta. La reunión ha ido bien. Incluso he conseguido que me aprueben los dos manuscritos que he propuesto. Estoy emocionada.

Sobre mi escritorio hay una enorme cesta de mimbre llena de unas maravillosas rosas de color blanco y rosa pálido. Uau… solo ya el aroma resulta cautivador. Cojo la tarjeta y sonrío. Sé quién las envía.

Felicidades, señorita Steele

¡Y lo has hecho todo tú sola!

Sin ayuda de tu muy amigo, compañero y megalómano presidente

Te quiero

Christian

Saco la BlackBerry para escribirle.

De: Anastasia Steele

Fecha: 16 de junio de 2011 15:43

Para: Christian Grey

Asunto: El megalómano…

… es mi tipo de maníaco favorito. Gracias por las preciosas flores. Han llegado en una enorme cesta de mimbre que me hace pensar en picnics y mantitas.

x

De: Christian Grey

Fecha: 16 de junio de 2011 15:55

Para: Anastasia Steele

Asunto: Aire libre

¿Maníaco, eh? Puede que el doctor Flynn tenga algo que decir sobre esto.

¿Quieres ir de picnic?

Podemos divertirnos mucho al aire libre, Anastasia…

¿Cómo va el día, nena?

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Oh, Dios. Me ruborizo leyendo su respuesta.

De: Anastasia Steele

Fecha: 16 de junio de 2011 16:00

Para: Christian Grey

Asunto: Intenso

El día ha pasado volando. Apenas he tenido un momento para mí, para pensar en nada que no fuera trabajo. ¡Creo que soy capaz de hacer esto! Te contaré más en casa.

Eso del aire libre suena… interesante.

Te quiero.

A x

P.D.: No te preocupes por el doctor Flynn.

Suena el teléfono de mi mesa. Es Claire desde recepción, desesperada por saber quién ha enviado las flores y qué ha pasado con Jack. Enclaustrada en el despacho todo el día, me he perdido los cotilleos. Le cuento apresuradamente que las flores son de mi novio y que sé muy poco sobre la marcha de Jack. Vibra mi BlackBerry: es un nuevo e-mail de Christian.

De: Christian Grey

Fecha: 16 de junio de 2011 16:09

Para: Anastasia Steele

Asunto: Intentaré…

… no preocuparme.

Hasta luego, nena. x

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

A las cinco y media, despejo mi mesa. Es increíble lo rápido que ha pasado el día. Tengo que volver al Escala para preparar la entrevista con el doctor Flynn. No he tenido tiempo siquiera de pensar en las preguntas. Puede que hoy tengamos una reunión inicial, y quizá Christian me deje quedar con él más adelante. Me olvido de eso, salgo a toda prisa del despacho y me despido de Claire con un presuroso gesto de la mano.

También he de pensar en el cumpleaños de Christian. Sé qué voy a regalarle. Me gustaría que lo tuviera hoy antes de vernos con el doctor Flynn, pero ¿cómo? Al lado del aparcamiento hay una tiendecita que vende baratijas para turistas. De repente tengo una inspiración y entro.

* * *

Media hora más tarde entro en el salón y Christian está de pie, hablando por la BlackBerry y mirando por el gran ventanal. Se da la vuelta, me sonríe radiante y decide poner fin a la llamada.

—Magnífico, Ros. Dile a Barney que partiremos de ahí… Adiós.

Se me acerca con paso decidido y yo le espero tímidamente en el umbral. Se ha cambiado de ropa, lleva una camiseta blanca y vaqueros, y tiene un aspecto de chico malo muy provocativo… Uau.

—Buenas tardes, señorita Steele —murmura, y se inclina para besarme—. Felicidades por su ascenso.

Me rodea entre sus brazos. Huele maravillosamente.

—Te has duchado.

—Acabo de entrenar con Claude.

—Ah.

—He logrado patearle el culo dos veces.

Christian sonríe de oreja a oreja como un chaval satisfecho de sí mismo. Es una sonrisa contagiosa.

—¿Y eso no ocurre muy a menudo?

—No, y cuando pasa es muy satisfactorio. ¿Tienes hambre?

Niego con la cabeza.

—¿Qué? —exclama ceñudo.

—Estoy nerviosa. Por lo del doctor Flynn.

—Yo también. ¿Qué tal el día?

Me suelta de su abrazo y le hago un breve resumen. Me escucha con atención.

—Ah… tengo que decirte otra cosa —añado—. Había quedado para comer con Mia.

Él arquea las cejas, sorprendido.

—No me lo habías dicho.

—Ya lo sé. Me olvidé. No he podido ir por culpa de la reunión. Ethan ha ido en mi lugar y ha comido con ella.

Se le oscurece el semblante.

—Ya. Deja de morderte el labio.

—Voy a refrescarme un poco —digo para cambiar de tema, y me doy la vuelta para marcharme antes de que pueda reaccionar.

* * *

La consulta del doctor Flynn queda bastante cerca del apartamento de Christian. Muy a mano, pienso, para visitas de emergencia.

—Normalmente vengo corriendo desde casa —me dice Christian cuando aparca mi Saab—. Este coche es estupendo —comenta sonriéndome.

—Yo pienso lo mismo. —Le sonrío a mi vez—. Christian… Yo…

Le miro con ansiedad.

—¿Qué pasa, Ana?

—Toma. —Saco la cajita de regalo de mi bolso—. Esto es para ti, por tu cumpleaños. Quería dártelo ahora… pero solo si prometes no abrirlo hasta el sábado, ¿vale?

Me mira sorprendido, parpadea y traga saliva.

—Vale —murmura cauteloso.

Suspiro profundamente y se lo entrego, sin hacer caso de su perplejidad. Sacude la cajita, que hace un ruidito muy sugerente. Frunce el ceño. Sé lo desesperado que está por ver qué contiene. Entonces sonríe, y en sus ojos aparece una chispa de emoción juvenil y espontánea. Oh, Dios… aparenta la edad que tiene… y está guapísimo.

—No puedes abrirlo hasta el sábado —le advierto.

—Ya lo sé —dice—. ¿Por qué me lo das ahora?

Mete la cajita en el bolsillo interior de su americana azul de raya diplomática, cerca de su corazón.

Qué apropiado, pienso. Sonrío con complicidad.

—Porque puedo, señor Grey.

En sus labios aparece una mueca teñida de ironía.

—Vaya, señorita Steele, me ha copiado la frase.

Una recepcionista amable y de aire eficiente nos hace pasar a la palaciega consulta del doctor Flynn. Saluda a Christian muy afectuosa, un poco demasiado afectuosa para mi gusto —tiene edad para ser su madre—, y él la llama por su nombre.

La sala es sobria: de color verde claro, con dos sofás verde oscuro frente a dos sillones orejeros de piel, y con una atmósfera propia de un club inglés. El doctor Flynn está sentado en su escritorio, al fondo.

Cuando entramos, se pone de pie y se acerca a nosotros en la zona destinada a las visitas. Lleva pantalones negros y una camisa abierta de color azul claro, sin corbata. Sus brillantes ojos azules parecen no perder detalle.

—Christian.

Sonríe amigablemente.

—John. —Christian le estrecha la mano—. ¿Te acuerdas de Anastasia?

—¿Cómo iba a olvidarme? Bienvenida, Anastasia.

—Ana, por favor —balbuceo, y él me da la mano con energía.

Me encanta su acento inglés.

—Ana —dice afablemente, y nos acompaña hasta los sofás.

Christian me señala uno de ellos. Me siento, apoyando la mano en el brazo intentando parecer relajada, y él se acomoda en el otro en el extremo más próximo a mí, de manera que estamos sentados en ángulo recto. En medio tenemos una mesita con una sencilla lámpara. Me llama la atención la caja de pañuelos que hay junto a la lámpara.

Esto no es lo que esperaba. Tenía en mente una estancia austera, blanca con un diván negro de piel.

Con actitud eficiente y relajada, el doctor Flynn se sienta en uno de los sillones orejeros y coge un cuaderno de notas. Christian cruza las piernas, apoyando un tobillo en la rodilla, y extiende el brazo sobre el respaldo del sofá. Acerca la otra mano a la que tengo sobre el apoyabrazos y me la aprieta para darme ánimos.

—Christian ha solicitado que estuvieras presente en una de nuestras sesiones —dice el doctor Flynn amablemente—. Para tu información, consideramos estas conversaciones como algo estrictamente confidencial…

Arqueo una ceja e interrumpo a Flynn.

—Esto… eh… he firmado un acuerdo de confidencialidad —murmuro, avergonzada por haberle cortado.

Los dos se me quedan mirando, y Christian me suelta la mano.

—¿Un acuerdo de confidencialidad?

El doctor Flynn frunce el ceño y mira a Christian, intrigado.

Él se encoge de hombros.

—¿Empiezas todas tus relaciones con mujeres firmando un acuerdo de ese tipo? —le pregunta el doctor Flynn.

—Con las contractuales, sí.

El doctor Flynn esboza una mueca.

—¿Has tenido otro tipo de relaciones con mujeres? —pregunta, y parece divertido.

—No —contesta Christian al cabo de un momento, y él también parece divertido.

—Eso pensaba. —El doctor Flynn vuelve a dirigirse a mí—. Bien, supongo que no tenemos que preocuparnos por el tema de la confidencialidad, pero ¿puedo sugerir que habléis entre vosotros sobre eso en algún momento? Según tengo entendido, no estáis sujetos a una relación contractual.

—Yo espero llegar a otro tipo de contrato —dice Christian en voz baja, mirándome.

Me ruborizo y el doctor Flynn entorna los ojos.

—Ana. Tendrás que perdonarme, pero probablemente sepa más de ti de lo que crees. Christian se ha mostrado muy comunicativo.

Nerviosa, miro de reojo a Christian. ¿Qué le ha dicho?

—¿Un acuerdo de confidencialidad? —prosigue—. Eso debió de impactarte mucho.

Le miro algo desconcertada.

—Bueno, eso me parece una nimiedad comparado con lo que Christian me ha revelado últimamente —contesto con un hilo de voz, sonando bastante nerviosa.

—De eso estoy seguro. —El doctor Flynn me sonríe afectuosamente—. Bueno, Christian, ¿de qué querías hablar?

Christian se encoge de hombros como un adolescente hosco.

—Era Anastasia la que quería verte. Tal vez deberías preguntárselo a ella.

El doctor Flynn vuelve a mostrarse sorprendido y me observa con perspicacia.

Dios. Esto es una tortura. Yo me miro las manos.

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