Cállame con un beso (25 page)

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Authors: Blue Jeans

Tags: #Relato, Romántico

BOOK: Cállame con un beso
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Noviembre, hace aproximadamente algo más de un año, en un lugar de la ciudad

Está nerviosa. Muy nerviosa. Ha mirado el reloj unas cincuenta veces en los últimos treinta minutos. Prueba una vez más. Nada. ¿Por qué no le coge el teléfono?

Ha estado tentada varias veces en marcharse. Pero es que tiene muchas ganas de verlo. Escucha pisadas; ¿será él?

—¿Abril? ¿Qué haces ahí sentada?

¡Sí, es él! ¡Álex! ¡Por fin!

Se siente como una quinceañera esperando en la escalera de su casa a su primer amor. ¡Y eso que ya ha pasado la treintena!

La mujer se levanta del escalón en el que lleva sentada más de media hora y lo abraza. Un abrazo que continúa con un largo beso en los labios.

—¿Dónde te habías metido? —le pregunta haciendo como que se enfada—. Ni has contestado mis llamadas.

—¿Me has llamado?

—Siete u ocho veces.

El chico se extraña y saca el teléfono de su mochila. Diez llamadas perdidas. Todas de ella.

—Mierda, está en modo silencio… No sé como ha podido activarse solo. Lo siento.

—Seguro que lo has hecho a propósito para no hablar conmigo —bromea ella—. Que no se repita.

—Tendré que tener más cuidado.

—Sí. Conmigo.

La mujer se agarra al cuello de su abrigo y vuelve a besarle intensamente. Mientras lo hace, mete la mano en sus bolsillos. Busca hasta encontrar las llaves de la casa y abre la puerta sin soltarse de él. A trompicones entran en el piso. Abril lo arrastra hasta el dormitorio y lo empuja sobre la cama. Uno desnuda al otro. Y una vez más, como en los últimos siete días, se entregan al deseo dejándose llevar.

Desde el día que se liaron en el baño de aquel local, Abril y Álex han quedado todos los días y en todos han terminado de la misma manera.

—¿Dónde has estado hoy? —le pregunta la mujer unos minutos más tarde, abrochándose el sujetador—. Fui al Manhattan y uno de los camareros me contó que habías ido allí con una chica muy guapa.

—¿Sergio te dijo eso?

—Sí.

—Esa chica es Paula. La que conociste la semana pasada en la firma de libros y se quedó hablando un rato conmigo al final.

Abril masculla algo ininteligible entre dientes.

—Ah. Paula.

—Se me ocurrió algo, una de esas ideas que se me pasan por la cabeza de vez en cuando; necesitaba ayuda y se la pedí a ella.

—Ya.

—No te lo dije a ti porque siempre estás muy ocupada. Además, a esa hora, trabajabas.

—¿Y qué? ¿Te has divertido mucho?

El chico sonríe y se acerca hasta ella gateando por la cama. Se abraza a su cintura y le da pequeños besos alrededor del ombligo. Alza la mirada y se encuentra con sus ojos, que están fijos en los de él.

—¿Celosa?

—¿Yo?

—Sí, tú.

—Para nada. ¿Por qué iba a estarlo?

—No lo sé. Pero es la actitud que demuestras.

Más besos en el ombligo. Hasta que Abril se aparta y camina hasta donde lanzó su pantalón. Se agacha para recogerlo y se lo pone.

—No estoy celosa —insiste—. Es solo que me habría gustado que me hubieras avisado.

—Tienes razón. Perdona.

—No pasa nada. De todas formas, es normal. No tienes por qué darme explicaciones.

—¿No?

—No. ¿No?

—No lo sé.

El joven se levanta de la cama y se pone una camiseta y un pantalón mientras Abril entra en el cuarto de baño. Está algo confuso. Aquella relación, ¿adónde va? ¿Son pareja? Le gusta, pero no sabe hasta qué punto. Tampoco sabe qué es lo que ella piensa al respecto. Llevan una semana acostándose juntos. ¿Solo se trata de eso? ¿Sexo? No es su estilo. Pero las cosas han venido así y no ha sabido decir que no.

En ese instante suena un móvil. No es el suyo. ¿Quién podrá llamarla a esa hora de la noche? Álex camina hasta la mesa donde Abril ha dejado su teléfono y lo examina. El nombre que aparece es el de Saúl. No conoce a nadie de la editorial que se llame así. Está tentado en responder pero no lo hace.

Se sienta en la cama y enciende su portátil.

La mujer sale del baño diez minutos después. Se ha vestido y maquillado. No demasiado, un poco de rímel, de colorete y de lápiz de labios. Álex la observa. Está preciosa, como en la foto de su Facebook. El escritor ha entrado en su perfil. Uno de sus amigos se llama Saúl Miranda. No ha podido resistirse a curiosear, pero no ha obtenido más información que una foto de un treintañero con gafas, muy elegante, con el pelo corto.

—Te han llamado al móvil —le comenta como si nada.

—¿Sí?

—Sí. Un tal Saúl.

El rostro de Abril cambia por completo. Corre hasta el teléfono y comprueba que tiene una llamada perdida. Luego, la hora.

—Se me ha hecho muy tarde. Tengo que irme.

—¿No te quedas a cenar?

—No puedo.

—Vaya —se lamenta el chico contemplando cómo coge su bolso y se da prisa por marcharse—. ¿Es por ese Saúl? ¿Quién es?

La mujer se detiene un instante y lo mira a los ojos con aires de culpabilidad.

—Mi marido.

—¿Tu marido? —pregunta sorprendido.

—Sí. Mi marido —indica resoplando—. Y el padre de David, mi hijo.

Capítulo 36

Esa noche de diciembre, en un lugar de la ciudad

Termina el capítulo y se tumba boca arriba en la cama. No tiene sueño.

«Todo gira y gira, todo da mil vueltas». Pandora tararea la banda sonora de School Rumble, su última adquisición a
nime
. Chica enamorada de chico que no le hace ni caso. A Tenma, la protagonista, le pasa como a ella con Álex: busca cómo acercarse a él de mil maneras diferentes, por todos los medios a su alcance, pero a la hora de la verdad es incapaz de confesar sus sentimientos.

El mundo es injusto.

Hoy ha sido un día muy especial, solo comparable al día en el que lo conoció y habló por primera vez con él. Lo ha pasado genial. Pasear a su lado, comer, conversar… y hacer juntos aquello tan original de los globos. Increíble. ¡Qué emocionante!

Pero al mismo tiempo, qué triste… Lo malo de los buenos momentos es que se terminan. Y a personas como ella no se le suelen brindar nuevas oportunidades. Esa sensación que ha experimentado esa tarde jamás volverá. Y es muy difícil que se repita algo parecido.

—¿Dónde has estado? ¡Llegas muy tarde!

¿Muy tarde? ¡Ni los Lunnis se habían ido todavía a la cama!

Para su madre cualquier cosa que haga está mal hecha. No la soporta. Y cada vez menos. ¡No es una niña! ¿Cuándo se va a dar cuenta?

Después de la bronca, decidió no hablarle más. La cena en silencio fue incómoda aunque se le hizo un poquito más llevadera al recordar cada uno de los segundos vividos con su escritor preferido.

—Todo lo que hago es por tu bien.

Ya. Todo lo que hace o dice es porque es una pesada. No la tiene en cuenta para nada. Si no se comportara de aquella forma con ella, no tendría que mentirle ni enfadarse tanto.

No se le va de la cabeza la cancioncita de la serie. Pobre Tenma, comprende perfectamente cómo se siente. Es solo un dibujo animado, pero seguro que en el universo de los dibujos animados, esa realidad paralela, que está convencida de que existe, esa chica lo está pasando mal. Sí, el mundo de los dibujos animados es tan injusto como el mundo en el que ella vive.

Ha escuchado muchas veces que una de las mejores cosas que existen en la vida es amar a alguien y ser correspondido. Ella aún no ha podido comprobarlo.

También ha oído que cada persona en el mundo tiene a su media naranja esperando en algún lugar. A la suya la han debido exprimir. O quizá está tan lejos que nunca podrá encontrarla. En Japón o así…

Mira hacia la ventana. Vuelve a nevar. Suspira.

Desde ahora, cada vez que vea nevar pensará en él.

El único problema es que no hace falta que nieve para que Alejandro no abandone ni uno solo de sus pensamientos. Ojalá fuera su media naranja, pero mucho se teme que eso sí que es de dibujos animados.

Esa noche de diciembre, a muchos kilómetros de distancia, en un lugar de Londres

—¿Querías verme?

—Sí, pasa.

El chico entra en la habitación del señor Hanson y se sienta en una de las sillas. No es habitual que su tío cite allí a Luca. Concretamente es la segunda vez que eso ocurre. Y en la primera fue para amenazarle con su expulsión.

—¿Qué pasa?

—No sé, dímelo tú.

—A mí no me sucede nada.

Robert Hanson ya no lleva ni chaqueta ni corbata. Parece otra persona diferente con aquella camiseta de manga larga que usa para dormir y aquellos pantalones anchos. Desde hace un año y tres meses vive en la residencia de estudiantes de lunes a viernes. El fin de semana lo pasa con su familia. El motivo: tener más controlado a su sobrino.

—¿Por qué no intentas ser una persona respetuosa y amable alguna vez?

—Lo intento, pero me cuesta.

—No lo intentas.

—Lo que tú digas.

El hombre coge otra de las sillas de la habitación y la coloca delante de Luca, pero con el respaldo hacia delante. A continuación se sienta en ella y se frota la nariz. Algunas veces, la mayoría, la actitud de su sobrino le enerva.

—Esta tarde ha venido a verme Paula García al despacho.

—¿Y qué?

—¿Cómo que «y qué»? —pregunta, molesto—. Se ha vuelto a quejar de tu comportamiento hacia ella.

El chico se inclina y se aparta el parche para enseñarle el ojo a su tío.

—¿Crees que puedo olvidarme fácilmente de esto?

—No. Pero… ¡deja ya de lamentarte! Lo hizo sin querer. Esa chica es incapaz de matar a una mosca.

—Pues…

—No tienes excusa. La fastidias continuamente. ¿Qué pasa? ¿Te gusta?

—¿A mí? ¿Qué estás diciendo?

Es la segunda persona que le suelta hoy lo mismo. Hace un rato fue la
italianini.
¿De verdad piensan que él podría sentir algo por la españolita? No saben lo equivocados que están.

—Pues da esa impresión.

El chico se pone de pie y se dirige hacia la puerta.

—¿Me has llamado solo para esto?

—Te he llamado para decirte que, por favor, te comportes bien de una vez. Que madures. Y que trates mejor a esa chica.

—Bah.

Y sin decir nada más, Luca sale de la habitación, pensativo.

Se mete las manos en los bolsillos y camina hasta su habitación lleno de dudas. Algo está haciendo mal. Sí, definitivamente hay cosas en las que se está equivocando.

Esa noche de diciembre, bastante más tarde, en un lugar alejado de la ciudad

Abre los ojos. ¿Dónde está?

Uff. Le duele la cabeza muchísimo. Todo le da vueltas. Miriam mira a su alrededor y se da cuenta de que no está en la habitación de su casa. Aquella es la nave de Fabián. ¿Dónde está él?

La chica se incorpora para buscarlo y lo encuentra acostado en una enorme cama de matrimonio. No está solo. ¿Qué hace esa ahí? Una joven morena de pelo corto duerme a su lado. Es la que vino con Ricky y con quien compartieron la cachimba. No recuerda su nombre. ¡Será…!

Indignada, se levanta del colchón en el que estaba y se dirige hacia la cama. Le sacude el brazo hasta que la joven abre los ojos.

—Tú, ¿qué haces?

—¿Cómo?

—¿Por qué estás en la cama con mi novio?

—¡Tía, yo qué sé! ¡Déjame dormir!

—Levanta de ahí.

La chica no le hace caso, se gira y le da la espalda. Incluso se abraza a Fabián, que no se inmuta. Esto enfada todavía más a Miriam, que la agarra de una pierna y la arrastra por la cama hasta que cae al suelo.

—¡Estúpida! ¡Me has hecho daño!

El grito de la morena despierta a Ricky, que estaba durmiendo en un sofá, y al propio Fabián.

—¿Qué pasa? —pregunta este, malhumorado.

—La niñata esta, que me ha tirado de la cama.

—No sé qué hacías ahí con mi novio.

—¡Dormir! ¡Tú te has quedado con el colchón! No querrías que durmiera en el suelo, ¿no?

Miriam no se acuerda de nada. ¿Cuándo se ha quedado dormida? Lo último que recuerda es que fumaba de la cachimba y que se reía muchísimo. Después hay una gran laguna en su mente, hasta que se ha despertado.

—Tiene razón Laura —comenta Fabián, invitándola a que se meta con él en la cama.

La chica accede y besa a su novio en la boca. Sin embargo, en ese instante, tiene una especie de flash en el que escucha la voz de Diana gritando su nombre. Es muy extraño. Siente como si hubiera pasado de verdad.

Lo que Miriam no sabe es que aquello ocurrió hace unas horas y que, mientras ella dormía, recibió un SMS en su móvil de su amiga explicando lo que había sucedido. Un SMS que nunca leerá.

Esa madrugada de diciembre, en un lugar de la ciudad

No puede mover bien el brazo herido. Casi todo el tiempo lo tiene en cabestrillo para que le moleste menos. Tampoco puede dormir a pesar del cansancio. Aunque la conversación con ella es la principal causa por la que Mario sigue despierto.

A pesar de que le ha explicado que ha ido a aquella nave en busca de su hermana, no le ha contado nada del brazo ni de la navaja con la que le han atacado. No quiere preocuparla. A sus padres tampoco se lo ha dicho. No ha hecho falta. Cuando llegó a casa, disimuló que no le dolía nada y se tapó con el abrigo. Así que la excusa del cristal de la ventana rota de momento sigue en la recámara.

—Por lo menos sabes que tu hermana está bien.

—Sí. Algo es algo.

—Ya verás que Miriam os llama por teléfono pronto.

—Habrá que esperar a mañana ya.

De momento no ha contestado al SMS que Diana le envió. Su novia quedó en avisarle si había cualquier novedad, aunque fueran las tres de la mañana. No ha tenido más noticias de ella desde la última llamada de buenas noches.

El chico sube la
cam
un poco para que ella no vea los movimientos que tiene que hacer con el brazo cuando le molesta. Además se ha puesto una camiseta de manga larga para esconder el vendaje.

Cuanto más la mira, más guapa le parece. Y también se siente más culpable por hacer lo que está haciendo.

—Mario, me tengo que ir ya a dormir.

—Sí. Se ha hecho muy tarde.

La joven sonríe. Cada vez le gusta más. ¿Por qué no lo conoció antes? Sería todo mucho más sencillo.

—¿Nos vemos mañana?

—Claro. Ya sabes que yo nunca falto a clase.

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