Betibú (11 page)

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Authors: Claudia Piñeiro

Tags: #Humor, Policíaco

BOOK: Betibú
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Unos minutos después el pibe llega con el informe de Nurit Iscar impreso y se lo entrega a Jaime Brena que, de inmediato, lee:

«Todo es calma en La Maravillosa. Uno camina por este lugar, a la sombra que dan sus árboles, oliendo el perfume de las flores y del pasto recién cortado, y puede soñar que nada malo le podría pasar estando aquí, detrás del muro. Los chicos van solos por la calle, en bicicletas, carros a batería y hasta en triciclos. La gente todavía deja las llaves puestas en los autos y las casas abiertas. No hay ruido de frenadas ni de colectivos, no hay escapes de autos que contaminen el ambiente, es muy difícil escuchar una bocina que suena si no es porque un vecino saludó a otro. Sin embargo, así como en la película Carrie, de Brian De Palma (basada en la novela de Stephen King), cuando la serenidad gana la escena y el espectador desprevenido al fin comienza a relajarse, la mano de Carrie atraviesa la tierra y sale de su tumba para agarrar a su amiga que le lleva flores, así también, en medio de una escena bucólica, la muerte irrumpe, inesperada, y esta vez termina con la vida de Pedro Chazarreta en su casa de La Maravillosa. El escenario dice una cosa y la realidad otra. La realidad ya habló hace tres años cuando apareció muerta Gloria Echagüe. Aunque por un tiempo nos quisieron hacer creer que sólo fue un lamentable accidente, la muerte de la mujer de Chazarreta no fue sino un asesinato. Como cualquier otro. Un asesino, un móvil y un muerto. Así de simple. Así de tremendo. Sólo que en un lugar donde no podía pasar. Allí no. Allí, en el mismo lugar donde tres años después, sin que todavía la justicia haya encontrado al culpable de aquel crimen, se comete otro. También una persona muere degollada. Y para agregar coincidencias y detalles que llaman la atención, digamos que esas dos personas fueron marido y mujer. Y que ese hombre fue acusado de matar a su esposa. Y que ese hombre fue sobreseído por falta de pruebas. Tal vez por eso, y por la sorpresa, y por el shock, lo primero que se escuchó en La Maravillosa, apenas se descubrió el cadáver de Pedro Chazarreta ayer por la mañana, fue que el viudo de Gloria Echagüe se había suicidado. El rumor tomaba como indicio una prueba absolutamente débil: el cuchillo que se utilizó en el degüello estaba en su mano derecha, como si él lo hubiera empuñado. Como si. Pero ese rumor sólo podía correr de boca en boca hasta que se enfrentara conalgunos de los que más lo conocían. Amigos y relaciones aseguran que si el cuchillo estaba en su mano es porque alguien lo puso ahí. En la proveeduría de La Maravillosa, yo misma escuché a dos vecinos que mientras elegían yogures frente a la góndola de productos frescos decían uno al otro contotal convicción que la muerte de Pedro Chazarreta no fue un suicidio. Y daban sus razones. Las mismas razones que oí después en el quiosco y en el bar del house. Que no puede de ninguna manera haber sido un suicidio. Que sólo quien no lo conocía lo suficiente a Chazarreta puede creer esa versión. Ellos, quienes sí lo conocían, no necesitan esperar los resultados de la autopsia ni que se levante el secreto de sumario para confirmarlo. ¿Por qué? Lo saben, simplemente porque Pedro Chazarreta jamás habría dejado a medio jugar la copa del club, un torneo four ball de golf que se realiza en dos fines de semana consecutivos. Menos si en el primer fin de semana, tal como sucedió, él y su compañero habían hecho el mejor puntaje registrado en La Maravillosa en los diez años que tiene su cancha de golf. A nadie en este sitio repleto de árboles y que huele a flores y pasto recién cortado le importa si había un cuchillo en la mano de Chazarreta. Lo único que les importa es la certeza de que él jamás habría abandonado un four ball. Menos el más importante del club. Menos si estaba jugando como nunca. Nadie lo haría. Y él, Pedro Chazarreta, menos que nadie. Hace tres años el four ball del club coincidió con el entierro de Gloria Echagüe. Lo suspendieron una semana, y Chazarreta estuvo ahí, la semana siguiente.

Yo también, como los vecinos, descarto la hipótesis del suicidio. No sé de golf, pero sí de perfil de personajes. Si Pedro Chazarreta hubiera sido un personaje de una de mis novelas no habría pensado en Y dejó muy en claro con sus actitudes que tampoco creía que nadie merecía que él les diera una explicación. Si era así, entonces, ¿por qué suicidarse? Menos ahora que la justicia lo sobreseyó definitivamente en la causa por falta de pruebas. Menos ahora que va a ganar otra vez el torneo de golf del club. No, definitivamente, si Pedro Chazarreta fuera el personaje de una de mis novelas, no se habría suicidado. Pero entonces por qué querer hacernos creer que sí, por qué dejar el arma homicida en su mano. ¿Una broma? ¿Un error? ¿Subestimación de todos nosotros?

Dos son las hipótesis que corren en La Maravillosa en cuanto al móvil: venganza o el mismo motivo, aún oscuro, que se llevó a Echagüe. Entonces:

1) Quién lo mató quiso que Chazarreta pasara por lo mismo que pasó su mujer, o sea que el asesino lo consideró culpable o responsable o encubridor del asesinato de Gloria Echagüe y, por lo tanto, quiso

2) El asesino es el mismo que mató a su mujer y por eso aplicó el mismo modus operandi.

¿El cuchillo en la mano? Sólo para distraer un poco más a los distraídos.

Todavía es muy pronto para inclinarse por alguna de esas dos alternativas. Es más, me atrevo a sospechar que cuando tengamos los datos de la autopsia y la investigación avance, aparecerán otras hipótesis. Mientras nosotros caminamos bajo los árboles de La Maravillosa, respiramos el aire puro y disfrutamos de su silencio, esas hipótesis saldrán, inevitablemente, a la luz.

Como la mano de Carrie que sale de su tumba.

Es cuestión de ser pacientes y esperar.»

Estás en problemas, pibe. ¿Por qué? Porque Iscar sabe más que vos. Cambiá tu nota, tocala un poco, y decí algo así como que algunos siguen barajando la hipótesis del suicidio, pero que «fuentes oficiosas» y distintas versiones que circulan por La Maravillosa lo descartan. Y ahí, le mandás una referencia cruzada al informe de Iscar y todos contentos. ¿Okey? Okey. Vas a tener que hacerte amigo de ella, tenés que ser entrador, acordate, y tirar para el mismo lado o Rinaldi te va a pasar a mejor vida. El pibe se queda un momento en silencio. Quiere decir algo, pero no se atreve. Andá, andá a laburar que no vas a llegar al cierre, le dice Brena. Gracias, dice el pibe con dificultad. Jaime Brena sólo repite: Andá. Lo adoptaste, concluye Karina Vives cuando al final del día pasa junto a su escritorio lista para irse. Huérfano y medio pelotudo, qué otra cosa podía hacer. Es tu naturaleza, Brena, sos generoso y te gusta que la gente trabaje bien. Y soy medio pelotudo, yo también. Sí, eso también, dice Karina y se ríen. Acordate, le dice él, quiero que me chequees entre tus amigas con hijos si es cierto que los varones cuando son bebés lloran más que las mujeres, nosotros dos no tenemos experiencia al respecto, le dice Brena. Es cierto, nosotros dos no tenemos experiencia, dice ella y Brena no llega a notar que el tema la conmueve porque Karina Vives hace un esfuerzo por disimularlo. ¿Será por eso, para compensar, que de grandes lloran tanto las mujeres y nosotros no?, le dice él. ¿Vos no llorás?, le pregunta ella, ¿qué hacen los hombres cuando están mal? Zapping, nos tiramos en la cama y hacemos zapping. Karina se acerca y lo abraza más fuerte que de costumbre. Brena se sorprende pero se deja abrazar. Hasta mañana, Brena. Hasta mañana, linda.

Jaime Brena ordena su escritorio, junta sus papeles, apaga la computadora, y cuando se está por ir se da cuenta de que la regla que le dio al pibe de Policiales para que simulara su propio degüello está en el piso, debajo de su silla. Jaime Brena conserva esa regla desde que entró a trabajar en
El Tribuno
. Él es así, se encariña con las cosas y tiene algo de fetichista. La agarra y la guarda en el cajón. Levanta la vista y ve que el pibe de Policiales sigue escribiendo en su escritorio. Se acerca. ¿Y, cómo vamos? Bien, le dice el pibe, ya termino. Okey, nos vemos mañana. Nos vemos mañana. Jaime Brena se va, pero a poco de andar por el pasillo, vuelve. ¿Te puedo preguntar algo? Sí, claro, le dice el pibe. Vos, ¿a quién te querés parecer? ¿Cómo?, pregunta el pibe. A quién te querés parecer, cuál es tu modelo, qué periodista te gusta. Ah, ¿de acá o de afuera? De acá, pibe, de acá, y de Policiales, si te vas a dedicar a las noticias policiales tenés que buscar ahí tu modelo. No, no sé, nunca me puse a pensarlo demasiado, llegué al periodismo policial medio de casualidad, mis modelos vienen de otro lado. Se nota, pibe, no es por joderte, pero se nota. ¿Sabés quién fue GGG en Crítica?, pregunta Brena. No, contesta el pibe. Averigualo, Gustavo Germán González, investigá quién era, cómo trabajaba, a ver si encontrás en Internet cómo hizo para meterse en la morgue cuando tenía que investigar el asesinato del concejal radical Carlos Rey, le indica Jaime Brena. Y sigue: «No hay cianuro», se llamó la nota que escribió al día siguiente, leela. Qué buen título, pibe. Y leé también la novela de Osvaldo Aguirre Los indeseables, una ficción donde lo pone a GGG de protagonista. Haceme caso, con Internet solo no vas a poder, no alcanza. Entonces, lección número uno: leé todo lo que encuentres acerca de Gustavo Germán González, es una orden, ¿oka? Oka, contesta el pibe de Policiales. Jaime Brena hace el gesto de saludo que le gusta, mover la mano sobre su cabeza como si tuviera un sombrero que levanta y vuelve a dejar en su lugar. Y se va.

El pibe de Policiales lo mira irse. Termina su nota y la manda justo para el cierre. Antes de apagar la computadora escribe «GGG+diario critica» en el buscador de Google y espera las respuestas. Sospecha que lo que acaba de decirle Jaime Brena debe ser un buen consejo. Más que sospecharlo, lo sabe. Lo que no sabe es cómo averiguar quién fue Gustavo Germán González si no es metiéndose en Internet.

CAPÍTULO 10

En los días siguientes quedó claro que la muerte de Chazarreta, tal como Nurit le escuchó decir por primera vez a dos vecinos de La Maravillosa frente a la góndola de productos frescos, no había sido un suicidio. El resultado de la autopsia estableció —con palabras más técnicas— lo mismo que el comisario Venturini le había adelantado a Jaime Brena escrito de su puño y letra: Sección del músculo esternocleidomastoideo, sección de la arteria carótida primitiva a unos 2 cm de su bifurcación, sección de vena yugular y sección completa de laringe a nivel de membrana cricotiroidea, con apertura de vestíbulo laríngeo, quedando el asta inferior de tiroides también seccionada. No había cortes de defensa en las manos pero sí un pequeño tajo en el mentón, de poca profundidad, seguramente producto de la reacción instintiva de Chazarreta de bajar la cabeza al sentir que un cuchillo intentaba degollarlo. Y, en efecto, había un alto grado de alcohol en sangre. También se indicaba, y esto era lo importante, que el corte había sido levemente hacia arriba y que la mano que empuñaba el cuchillo cuando fue descubierto el cadáver estaba limpia de sangre. Te lo dije, señala Jaime Brena cuando el pibe de Policiales se lo confirma. ¿Qué hipótesis andan dando vueltas? Ajuste de cuentas o la venganza de la muerte de su esposa, le contesta el pibe. El ajuste de cuentas ya salió como móvil de la muerte de su mujer. Cuando vendió el banco, Chazarreta se metió en el negocio de las cobranzas, cuenta Brena. Eso le debe haber hecho ganar muchos enemigos, dice el pibe. Sí, sobre todo por cómo se manejaba, aclara Brena y sigue, le cobraba a quien fuera pero con métodos muy poco elegantes. Tenía un grupo de cobradores muy entrenados, densos, seguidores, perros de presa que le caían a un deudor, por ejemplo, en la fiesta de quince de la nena, agarraban el micrófono y le contaban a todos los invitados que el señor que pagaba esa fiesta, si es que la había pagado, les debía dinero. Los invitados se ponían nerviosos, los mozos empezaban a escamotear el vino, el disc-jockey exigía el pago en efectivo o no seguía poniendo música, y la nena que cumplía quince terminaba el cumpleaños llorando. Algunos dicen que hasta te apretaban duro si era necesario, pero nadie los denunció. ¿Qué querés decir con «apretar duro»? Romperte una rodilla, hacerte un tajito en la cara, quebrarte un par de huesos, los dedos, por ejemplo. Chazarreta no podía hacerles juicio a sus deudores porque le prestaba a gente que estaba metida en negocios non santos, incluso ilegales: compra de inmuebles con problemas de papeles, pornografía, turismo sexual, lavado de dinero. Le pregunté en la entrevista, él me dijo que su negocio era prestar y cobrar dinero, que lo que el otro hiciera con la plata a él no le interesaba. Pero no era cierto, podía no interesarle desde el punto de vista ético, pero le interesaba sin duda desde el punto de vista económico, para evaluar si el negocio podía o no pagar el crédito que le pedían. Yo hubiera buscado más por ese lado. Si se hubiera aclarado esa cuestión, a lo mejor se habría empezado a desenmarañar la madeja y se habría conseguido una pista para llegar al asesino de Gloria Echagüe. Si es que no fue él. Corría una versión de que el tipo necesitaba hacerla callar, de que la mina no estaba de acuerdo con alguna de estas actividades y que se había puesto muy densa, que había amenazado dejarlo y hasta denunciarlo. Pero no sé, a veces creo que todo fue pescado podrido. En fin, concluye Brena, el ajuste de cuentas es figurita repetida, y si hay que ir por ahí en pocos días vamos a estar empantanados otra vez. Y la otra hipótesis, la venganza de la muerte de la mujer por alguien que quiso hacer justicia por mano propia me suena demasiado heroico para el elenco de esta película que estamos viendo, ¿no? ¿Entonces?, pregunta el pibe. Hay que seguir pensando, a veces nos aferramos a hipótesis que no hacen más que anclarnos ahí, le responde Brena casi en el mismo momento en que Rinaldi entra en la redacción hecho una furia y tira el diario La Primera de la Mañana sobre el escritorio del pibe de Policiales. Jaime Brena se hace a un lado, sabe que el enojo no va dirigido a él pero, desde hace tiempo, verlo a Rinaldi furioso con quien sea le contractura los músculos de la espalda. ¿Por qué Zippo tiene información del caso que nosotros no manejamos, me querés explicar? El pibe mira el diario que acaba de arrojar Rinaldi sobre su escritorio, lo toma y lee a toda velocidad la nota de Zippo. No sé, yo metí todo lo que me dieron en la comisaría y en la fiscalía. A él le dieron más, evidentemente; menos mal que tenemos los informes de Nurit Iscar, dice Rinaldi y se va hecho una furia tal como vino. Al pibe le sale espuma por la boca. Recién cuando Lorenzo Rinaldi desaparece detrás de la puerta de su oficina, Jaime Brena se acerca otra vez, toma el ejemplar de La Primera que su jefe tiró sobre el escritorio del pibe y busca la nota. Lección número dos, pibe: ¿De dónde sacó Zippo la información clasificada? No sé, te juro que hago lo mejor que puedo. Mirá la nota y decime de dónde sacó la información. Ya la leí hace un rato y no sé. Yo no te dije «leé la nota y decime», te dije «mirá la nota y decime». Mirala, pibe. ¿Nada te llama la atención? No. Desconfiá, mimetizate, ponete en la piel del otro, ponete en la piel de Zippo. Te juro que no sé. Foto del fiscal del mismo tamaño que el texto, con importante epígrafe, le marca Brena. Y luego se acerca el diario a la cara y lee por debajo de los anteojos que levanta apenas sobre sus cejas: El fiscal Atilio Pueyrredón avanza en la causa gracias a su meticuloso trabajo y al de su equipo. Repito, pibe: ¿Quién le dio la información a Zippo? El fiscal Pueyrredón. Exacto, Zippo le está haciendo la gacetilla de prensa, ¿lo ves? Sí. Raro, Zippo no es gacetillero. Los tiempos están duros para todos, para los mejores también, dice Brena, tendrá que devolver algún favor, yo siempre preferí pagar un asado. Las gacetillas a la policía, a los jueces y a los fiscales no me caen bien, pibe. A los presos es otra cosa, porque no tienen voz. Pero estos otros, si quieren fama, que laburen en serio.

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