Ash, La historia secreta (19 page)

Read Ash, La historia secreta Online

Authors: Mary Gentle

Tags: #Fantasía

BOOK: Ash, La historia secreta
13.57Mb size Format: txt, pdf, ePub

Ash quería decir algo a favor de Asturio Lebrija, cuyo rostro enrojeció al intentar quitarse de encima a los dos caballeros alemanes; pero no se le ocurrió nada útil en aquel momento.

El Emperador, malhumorado, soltó:

—¡Os permitiré conservar la cabeza a los dos! Se os devuelve a casa. ¡Decidle a la Ciudadela que me envíe embajadores educados en el futuro!

Ash echó una mirada de lado sin darse cuenta de que cambiaba toda su postura: alerta, equilibrada, no la habitual para alguien que lucía una túnica nupcial. El gólem permanecía silencioso e inmóvil detrás de los dos embajadores. Si eso se moviese... Los dedos de la mercenaria se cerraron de forma automática, buscando la empuñadura de una espada.

Fernando del Guiz se irguió, había estado apoyado en una columna de la catedral. Sorprendida por el movimiento, Ash lo contempló impotente.
No es muy diferente de otros cien jóvenes caballeros alemanes que hay aquí
, protestó ante sí misma; y luego,
¡pero está hecho de oro!

La luz dorada de las ventanas le cae sobre la cara cuando se gira, riéndose de algo que ha dicho uno de los escuderos que se apiñan a su alrededor. La joven ve una instantánea de luz que pinta el borde de un ceño masculino bronceado por el sol, la nariz, los labios; cálido bajo las tinieblas frías de la catedral. Y sus ojos, que están llenos de alegría. Lo ve joven, fuerte, vistiendo una armadura estriada con completa a naturalidad; piensa lo bien que él conoce los meses de campañas pasados en el exterior, tan bien como ella, la comodidad soleada de la vida en el campamento y las cosquillas de júbilo de la batalla.

¿Por qué me desdeña, cuando somos iguales? Podrías comprenderme mejor que a cualquier otra mujer con la que te hubieras casado
...

La voz de Fernando del Guiz dijo:

—Permitidme ser la escolta de los embajadores, Su Majestad Imperial. Tengo unas tropas nuevas que necesito poner en forma sin tardanza. Confiadme este favor.

Pasaron diez latidos al menos antes de que Ash volviera a oír «tropas nuevas» en su cabeza.

—¡Se refiere a mi compañía! —Intercambió una mirada con Robert Anselm y Godfrey Maximillian, los dos hombres habían fruncido el ceño.

—Será tu regalo de bodas, del Guiz —aceptó Federico de Habsburgo, había algo sardónico en su expresión—. Y una luna de miel para tu novia y tú. —Se recogió la túnica de terciopelo de nueve metros de largo con la ayuda de dos pequeños pajes y sin mirar atrás dijo—. Obispo Stephen.

—¿Su Majestad Imperial?

—Exorcizad eso. —Un dedo delgado como una rama señaló con un gesto brusco el gólem visigodo—. Y cuando hayáis terminado, poneos al mando de unos canteros con martillos, ¡y que lo rompan en mil pedazos!

—¡Sí, Su Majestad Imperial!

—¡Bárbaro! —El embajador visigodo más anciano, Daniel de Quesada, escupió con tono incrédulo—. ¡Bárbaro!

Asturio Lebrija levantó la vista con dificultad desde el lugar donde lo sujetaban de rodillas.

—No he dicho ninguna mentira, Daniel: estos malditos francos
[34]
son niños jugando entre ruinas, ¡destrozan todo lo que cae en sus manos! Habsburgo, no tenéis ni idea del valor de...

Los caballeros de Federico estrellaron el rostro de Lebrija contra las losas. El sonido de los golpes resonó por las alturas abovedadas de la catedral. Ash dio medio paso, solo para estar más cerca, se le enredó el tacón en el dobladillo de brocado y dio un tropezón, con lo que tuvo que agarrarse al brazo de Godfrey.

—Mi señor del Guiz —dijo el Emperador Federico con suavidad—, escoltaréis a estos hombres a nuestro puerto más cercano, encadenados, y os asegurareis de que se los deporta en barco a Cartago. Deseo que vivan para que se lleven su desgracia a casa.

—Su Majestad. —Fernando se inclinó. Todavía había algo infantil en él, a pesar de la anchura de sus hombros.

—Tendréis que haceros con el mando de vuestras nuevas tropas. No de todos, no de todos. Estos hombres... —Federico de Habsburgo levantó los dedos muy poco, para señalar los líderes de lanza de Ash y los hombres de armas, apiñados en la parte posterior de la catedral— son ahora por derecho feudal vuestros, mi señor. Y como señor feudal que somos, son también nuestros. Os llevaréis a algunos con vos en este deber, y conservaremos al resto: tenemos tareas que puede hacer, el orden aún no está restablecido en Neuss.

Ash abrió la boca.

Robert Anselm, sin cambiar la rígida mirada al frente, le clavó los codos en las costillas.

—¡No puede hacer eso!

—Sí. Sí que puede. Y ahora cierra el pico, niña.

Ash permanecía entre Godfrey y Anselm. La pesada túnica de brocado la asfixiaba. El sudor le humedecía las axilas. Los caballeros, los señores, los mercaderes, los obispos y sacerdotes de la corte imperial empezaron a desaparecer al paso de Federico, hablando entre sí, un gran tropel de hombres ricamente ataviados cuyas voces irrumpían en el silencio de las bóvedas y de los santos en sus hornacinas.

—¡No pueden dividirnos así!

La mano de Godfrey se cerró con un doloroso apretón alrededor del codo femenino.

—Si no puedes hacer nada, no hagas nada. ¡Escúchame, niña! Si protestas ahora, todo el mundo verá que careces del poder de alterarlo. Espera. Espera. Hasta que puedas hacer algo.

La corte imperial que abandonaba la catedral le hacía tanto caso a una mujer y un grupúsculo de soldados como a los santos que tenían encima.

—¡No puedo dejarlo así! —Ash habló de modo que solo el sacerdote y Anselm pudieran oírla—. Yo construí esta compañía de la nada. Si espero ahora, ¡o bien empezarán a desertar o van a acostumbrarse a que sea del Guiz el que esté al mando!

—Podrías dejarlos marchar. Están en su derecho —dijo Godfrey con suavidad—. Quizá, si ya no desean ser hombres de guerra...

Tanto Ash como Robert Anselm sacudieron la cabeza.

—Son hombres que conozco. —Ash se pasó la mano por las cicatrices de la mejilla—. Estos son hombres que están a cientos de leguas de la maldita granja o aldea en la que nacieron, y luchar es el único oficio que tienen. Godfrey, son mi gente.

—Y ahora son los hombres de armas de del Guiz. ¿Te has planteado, niña, que quizá sea mejor para ellos?

Esta vez fue Robert Anselm el que bufó.

—¡Conozco a los caballeros jóvenes que ponen el culo en su primer caballo de guerra! Ese joven meón sería incapaz de dominarse a sí mismo en el campo de batalla, ¡por no hablar ya de dominar a sus hombres! Es un inútil buscando un sitio en el que asentarse. Capitán, tenemos tiempo. Si abandonamos Colonia, eso es bueno. —Anselm se quedó mirando a Fernando del Guiz, que bajaba por la nave con Joscelyn van Mander, sin dirigirle ni una mirada a su novia—. A ver si te gusta la vida en los caminos, muchachito de ciudad.

Ash pensó,
mierda
.

Van a dividir mi compañía. Mi compañía ya no es mía. Estoy casada con alguien que es mi dueño... y no hay forma de que me pueda dedicar a la política cortesana para hacer cambiar de opinión al Emperador, ¡porque no voy a estar aquí! Me van a arrastrar con unos embajadores visigodos caídos en desgracia a solo Cristo sabe dónde
...

Echó un vistazo al exterior, más allá de las puertas abiertas de la catedral, bajo la fachada occidental inacabada
[35]
, a la luz del sol.

—¿Cuál es el puerto que está más cercano, en territorio imperial?

Godfrey Maximillian dijo:

—Génova.

[Correos electrónicos incluidos entre la correspondencia intercalada en este ejemplar de la 3ª edición.]

Mensaje: #5 [Pierce Ratcliff / misc.]

Asunto: Ash, documentos históricos

Fecha: 2/11/00 a las 8:55 p.m.

De: Longman@

Formato y otros detalles borrados e irrecuperables

Pierce:

Siento ponerme en contacto contigo fuera de horas de oficina pera «debo» hablar contigo sobre la traducción de estos documentos.

Recuerdo con mucho cariño haber «estudiado» a Ash en la escuela. Una de las cosas que me gustaban de ella y que queda muy bien reflejada en estos textos, es que era un marimacho. Básicamente. No sabe leer, no sabe escribir, pero tío, sabe pegar de verdad. Y tiene un carácter muy complejo a pesar de eso. ¡Me encanta esta mujer! Todavía pienso que una traducción moderna de ASH, con los nuevos documentos que has descubierto, es una de las mejores ideas y de las más comerciales que han pasado por mis manos desde hace mucho tiempo. Sabes que yo aquí te apoyo, en las reuniones editoriales, a pesar de que aún no tengo un informe completo.

Sin embargo. Estas fuentes...

Puedo enfrentarme a algún que otro error en las fechas y a las leyendas medievales. Después de todo, esa es la forma que tenía esta gente de «percibir» sus experiencias. Y lo que tenemos aquí, con la que va a ser tu nueva teoría sobre la historia europea, ¡es brillante! Pero por esa misma razón, cada desviación de la historia se debe documentar de forma muy cuidadosa. Dado que las leyendas se apuntan claramente como tales, tenemos un libro de historia estupendo que puede vender el departamento de publicidad.

«Pero»...

¿¿¿¡¡¡«GÓLEMS»!!!???

¡¿En la Europa medieval?!

¿Y luego, qué? ¡¡Zombis y muertos vivientes!! ¡Eso es una fantasía!

¡SOCORRO!

Anna

Mensaje: #1 [Anna Longman / misc.]

Asunto: Ash, documentos históricos

Fecha: 3/11/00 a las 6:30 p.m.

De: Ratcliff@

Formato y otros detalles borrados e irrecuperables

Anna:

Esto es lo que pasa cuando te conectas al correo electrónico y luego ¡te olvidas de mirarlo! Siento «mucho» no haberte respondido ayer.

En cuanto a los «gólems». En eso estoy siguiendo la traducción de Charles Mallory Maximillian (con un poco de FRAXINUS). Se refiere a ellos en 1890 como «caminantes de arcilla», algo muy parecido al legendario sirviente mágico cabalístico que se describe en la leyenda del rabino de Praga. (Deberíamos recordar que cuando Maximillian hizo su traducción, la era victoriana estaba atrapada en esa locura de fin de siglo que era el renacimiento del ocultismo).

Vaughan Davies, en su traducción posterior, los llama «robots», un término no demasiado afortunado que en los últimos años de la década de los años 30 no estaba tan trillado como ahora parece.

Mi intención es utilizar el término «gólem» en esta tercera edición, a menos que creas que es demasiado indigno de un erudito. Soy consciente de que te gustaría que este libro tuviera un número de lectores amplio.

En cuanto a lo que estos «gólems» o «caminantes» podrían haber sido en realidad, históricamente hablando, yo creo que son una mezcla medieval de algo sin lugar a dudas real con algo legendario. La realidad histórica es la ingeniería árabe medieval.

Sabrás seguro que, junto con su ingeniería civil, las civilizaciones árabes practicaron una especie de ingeniería más vistosa: fabricaban fuentes, relojes, autómatas y muchos otros mecanismos. Es bastante seguro que, ya en la época de al-Jazari, existían trenes de engranajes complejos, así como engranajes segmentados y epicíclicos, mecanismos de transmisión por pesos, escapes y bombas de agua. Los maniquíes biológicos y celestiales de los árabes estaban en su mayor parte impulsados por agua y eran invariablemente (como es obvio) mecanismos fijos. Sin embargo, el viajero europeo hablaba con frecuencia de que estos maniquíes eran figuras «móviles» de hombres, caballos, pájaros cantores, etc.

Mis investigaciones indican que la VIDA de del Guiz ha fusionado los relatos de estos viajeros con los cuentos medievales judíos sobre el gólem, el hombre de arcilla. El cual era un ser mágico que, por supuesto, no tiene ninguna base de realidad.

Si «hubiera» habido un «caminante» o «sirviente» de algún tipo, imagino que posiblemente sería un «vehículo», impulsado por el viento como los sofisticados molino de varas de la época, claro que, en ese caso, necesitaría ruedas, sofisticadas carreteras y un conductor humano para funcionar como una especie de mecanismo transportador de mensajes y no podría realizar ningún tipo de tarea en interiores. Y podrías decir, con toda la razón, que eso es tirar demasiado de la especulación histórica y además sin motivo. Jamás se ha descubierto un mecanismo así. Es licencia de cronista.

Como parte legendaria del ciclo Ash, me gustan mis gólems y espero que me permitas conservarlos. Sin embargo, si demasiado énfasis en el aspecto «legendario» de los textos va a debilitar las «pruebas» históricas, que estoy sacando del texto de del Guiz, ¡entonces eliminemos sin duda a los gólems de la versión definitiva!

Pierce Ratcliff.

Mensaje: #6 [Pierce Ratcliff / misc.]

Asunto: Ash, antecedentes históricos

Fecha: 3/11/00 a las 11:55 p.m.

De: Longman@

Formato y otros detalles borrados e irrecuperables

Pierce:

¡No sabría lo que es un engranaje segmentado aunque me mordiera! Pero estoy preparada para admitir que estos «gólems» son una leyenda medieval basada en una especie de realidad. Cualquier estudio de la historia de las mujeres, de los negros o de la clase trabajadora te hace darte cuenta de inmediato de que se han dejado de contar muchas cosas en la historia convencional, así que ¿por qué iba a ser diferente la historia de la ingeniería?

Pero supongo que es más seguro no incluirlos. No vayamos a confundir la leyenda medieval con la realidad medieval.

Una de mis ayudantes ha planteado hoy otro interrogante sobre los «visigodos». Le preocupa que, dado que eran una tribu germánica que se extinguió después del Imperio Romano, ¿cómo es que todavía pueden andar por ahí en 1476?

Otro interrogante, este mío; no soy clasicista, no es mi época, pero si no recuerdo mal, ¿no se «borró» a Cartago «del mapa» durante la época de los romanos? Tu manuscrito habla de ella como si aún existiera. Pero no menciona las culturas ÁRABES del norte de África.

¿Va a quedar todo esto claro? ¿Pronto? ¡POR FAVOR!

Anna

Mensaje: #3 [Anna Longman / misc.]

Asunto: Ash, teoría

Fecha: 4/11/00 a las 9:02 a.m.

De: Ratcliff@

Formato y otros detalles borrados e irrecuperables

Anna:

No me había dado cuenta de que los editores de las editoriales trabajaban a unas horas tan antinaturales. Espero que no estés trabajando demasiado.

Other books

Torn From the Shadows by Yolanda Sfetsos
Stuck in Neutral by Terry Trueman
Market Street by Anita Hughes
Death and Taxes by Susan Dunlap
Veniss Underground by Jeff VanderMeer
77 Rue Paradis by Gil Brewer
Reprisal by Colin T. Nelson
Eight Pieces of Empire by Lawrence Scott Sheets
Not As We Know It by Tom Avery
Photographic by K. D. Lovgren