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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Antes bruja que muerta (58 page)

BOOK: Antes bruja que muerta
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—¿Qué? —dije mientras dejaba el plato en la mesa—. Tú no ibas a servirte más.

Trent cortó con mucho cuidado otro cuadradito de gofre.

—¿Así que has estado en contacto con Takata?

Me encogí de hombros.

—Ivy y yo nos vamos a ocupar de la seguridad de su concierto del próximo viernes.

Me metí un trocito en la boca y cerré los ojos al masticar.

—Esto está buenísimo —Trent no dijo nada y abrí los ojos—. ¿Vas a,
eh
, ir?

—No.

Regresé a mi plato y lo miré entre un par de mechones de pelo.

—Me alegro. —Tomé otro bocado—. Ese tío es tremendo. Cuando hablamos llevaba unos pantalones de color naranja. Y lleva el pelo hasta aquí. —Hice un gesto para mostrárselo a Trent—. Pero seguramente ya lo conoces. En persona.

Trent seguía dedicado a su gofre con el ritmo constante de un caracol.

—Nos vimos una vez.

Satisfecha, deslicé todas las fresas por los restos de gofre que me quedaban y me concentré en ellas.

—Me recogió en la calle, me dio un paseo y me soltó en la autopista. —Sonreí—. Al menos hizo que alguien me trajera el coche. ¿Has oído su última canción? —Música. Siempre podía mantener la conversación viva si iba de música. Y a Trent le gustaba Takata. Por lo menos eso sí que lo sabía.

—¿
Lazos Rojos
? —preguntó Trent, había una extraña intensidad en su voz.

Asentí, tragué lo que me quedaba y aparté el plato. Ya no quedaban más fresas y yo estaba llena.

—¿La has oído? —pregunté mientras me acomodaba en la silla con mi café.

—La he oído. —Trent dejó una pequeña cuña sin comer, colocó el tenedor en el plato y lo apartó con gesto simbólico. Posó las manos en la taza de té y se reclinó en la silla. Fui a tomar un sorbo de café y me quedé de piedra cuando me di cuenta que Trent había imitado tanto mi postura como mis movimientos.

Oh, mierda. Le gusto
. Imitar los movimientos era un clásico en el lenguaje corporal de la atracción. Me sentí como si hubiera tropezado con algo en lo que no quería meterme y con toda intención me incliné hacia delante, apoyé el brazo en la mesa y rodeé con los dedos la taza caliente de café. No iba a jugar a ese juego, ¡de eso nada!

—«Eres mía, aún completamente mía» —dijo Trent con sequedad, era obvio que no era consciente de mis pensamientos.
Este tío no tiene ningún sentido de la discreción. Un día va a meterlo en un problema
.

Con una expresión lejana e inconsciente en los ojos, apoyó el brazo en la mesa. Me entró un escalofrío y me atraganté, pero no por lo que había hecho, sino por lo que había dicho.

—¡Joder! —maldije—. ¡Pero si eres el sucesor de un vampiro!

Los ojos de Trent se encontraron con los míos con una sacudida.

—¿Cómo dices?

—¡La letra! —balbuceé—. No fue eso lo que emitió. Eso está en el tema vampírico que solo pueden oír los vampiros no muertos y sus sucesores. ¡Oh, Dios mío! ¡Te han mordido!

Trent cogió el tenedor con los labios apretados y cortó un triángulo de gofre que utilizó para empapar los restos de jarabe que le quedaban en el plato.

—No soy el sucesor de ningún vampiro y no me han mordido jamás.

El corazón me iba a mil y me lo quedé mirando.

—¿Entonces cómo sabes la letra? Te he oído. La has recitado. Salida directamente del tema vampírico.

Trent arqueó las finas cejas y me miró.

—¿Cómo sabes lo del tema vampírico?

—Ivy.

Se levantó, se limpió los dedos y se ató mejor la bata antes de cruzar la habitación hacia la salita informal donde tenía una televisión del tamaño de una pared y el equipo de música. Lo vi coger un CD de un estante y ponerlo en el equipo. Mientras giraba, eligió un tema y comenzó a sonar
Lazos Rojos
por unos altavoces ocultos. Aunque no estaba muy alta, sentí el ritmo del bajo golpeándome.

Trent mostraba una resignación cansada cuando regresó con unos auriculares inalámbricos. Tenían aspecto profesional, de los que se adaptan a tus oídos en lugar de cubrirlos.

—Escucha —dijo al tiempo que me los tendía. Yo me aparté con gesto suspicaz y él me los colocó en la cabeza.

Me quedé con la boca abierta y mis ojos volaron a encontrarse con los suyos. Era
Lazos Rojos
pero no era la misma canción. Era tan cálida que era increíble, parecía penetrarme directamente en el cerebro, saltándose los oídos. Resonaba en mi interior y giraba entre mis pensamientos. Había unas notas altas imposibles y unas notas bajas y sordas que me hacían cosquillear la lengua. Era la misma canción pero había muchísimo más en ella.

Me di cuenta que estaba mirando el plato. Lo que me había perdido era precioso. Aspiré una bocanada de aire y levanté la cabeza. Trent se había sentado otra vez y me miraba. Asombrada, levanté la mano para tocar los auriculares y asegurarme de que estaban allí de verdad. El tema vampírico era indescriptible.

Y entonces empezó a cantar la mujer. Miré a Trent, aterrada de lo preciosa que era aquella voz. Él asintió con una sonrisa de oreja a oreja. La voz de aquella mujer era lírica, tosca y trágica a la vez. Me arrancaba emociones de las que yo ni siquiera era consciente. Un pesar profundo y doloroso. Una necesidad no correspondida.

—No lo sabía —susurré.

Mientras yo escuchaba el final, incapaz de quitarme los auriculares, Trent se llevó nuestros platos a la cocina, volvió con una tetera térmica y se volvió a llenar la taza antes de sentarse. Terminó el tema y dejó solo el silencio. Aturdida, me quité los auriculares y los dejé junto al café.

—No lo sabía —dije otra vez, tuve la sensación de que había una expresión embrujada en mis ojos—. ¿Ivy puede oír todo eso? ¿Por qué no lo publica Takata con un sonido así?

Trent cambió de postura en la silla.

—Ya lo hace, pero solo lo pueden oír los no muertos.

Toqué los auriculares.

—Pero tú…

—Los hice después de averiguar lo del tema vampírico. No estaba seguro de que fueran a funcionar con brujas. ¿He de entender por tu expresión que así es?

Asentí con la cabeza con gesto atónito.

—¿Magia de líneas luminosas? —le pregunté.

Se le escapó una sonrisa casi tímida.

—Mi especialidad es la distorsión. Quen cree que es una pérdida de tiempo pero te sorprendería lo que puede hacer una persona por un par de esos. Aparté los ojos de los auriculares.

—Me lo imagino.

Trent tomó un sorbo de té y se echó hacia atrás con expresión especulativa.

—Tú no… querrás un par, ¿verdad?

Respiré hondo y fruncí el ceño al oír el desafío leve de su voz.

—No por lo que estás pidiendo, no. —Dejé la taza de café a una buena distancia y me levanté. Su anterior comportamiento al imitar mis movimientos quedó de repente totalmente claro. Era un experto en manipulación. Tenía que saber qué señales estaba enviando. La mayor parte de las personas no lo sabían (al menos de forma consciente) y que hubiera intentado conseguir mi ayuda poniéndose romántico conmigo cuando no había podido comprarla con dinero era despreciable.

—Gracias por la cena —dije—. Ha sido fabulosa.

La sorpresa hizo erguirse a Trent.

—Le diré a Maggie que te ha gustado —dijo apretando los labios. Había cometido un error y lo sabía.

Me limpié las manos en la sudadera.

—Te lo agradecería. Voy a recoger mis cosas.

—Le diré a Quen que estás lista para irte. —Su voz era neutra.

Lo dejé sentado a la mesa y me fui. Lo vislumbré un momento al girar y entrar en las habitaciones de Ellasbeth. Estaba tocando los auriculares y su postura no podía ocultar su irritación. El vendaje de la cabeza y los pies desnudos lo hacían parecer solo y vulnerable.

Estúpido hombre solitario
, pensé.

Y estúpida e ignorante de mí por compadecerlo
.

28.

Recogí el bolso del suelo del baño e hice un lento circuito para asegurarme de que no se me olvidaba nada. Me acordé de la bolsa de la ropa y fui a recogerla del vestidor junto con la cazadora. Me quedé con la boca abierta cuando vi la guía de teléfonos abierta en la mesa baja y se me encendió la cara. Aquella tipa la tenía abierta por la página de señoritas de compañía, no de cazarrecompensas independientes.

—Cree que soy una fulana —murmuré al tiempo que arrancaba la página y me la metía en el bolsillo de los vaqueros. Maldita fuera, me daba igual que las dos hiciéramos algún servicio legítimo de acompañante de vez en cuando, Ivy iba a quitar el anuncio de aquella página. Enfadada, me puse mi horrenda cazadora con la piel falsa alrededor del cuello, cogí de malos modos el conjunto que no me había puesto y me fui, y estuve a punto de chocar con Trent en la balconada abierta.

—¡Ay! Perdona —tartamudeé al tiempo que daba dos pasos atrás.

El elfo se apretó el cinturón de la bata con los ojos inexpresivos.

—¿Qué vas a hacer con Lee?

Los acontecimientos de la noche se precipitaron sobre mí y me hicieron fruncir el ceño.

—Nada.

Trent se echó hacia atrás, la sorpresa lo hacía parecer mucho más joven.

—¿Nada?

Se me nubló la vista cuando recordé a las personas que se habían caído redondas y que yo no había podido salvar. Lee era un auténtico carnicero. Podría haberlos sacado de allí pero los había dejado para que pareciera un golpe de Piscary. Cosa que era, pero no podía creer que Kisten fuera capaz de hacer eso. Seguro que los había advertido. No podía haber sido de otra manera. Pero tenía a Trent plantado delante de mí y sus ojos verdes me miraban interrogantes.

—No es problema mío —dije y lo empujé para pasar.

Trent estaba justo detrás de mí, sus pies desnudos no hacían ningún ruido.

—Intentó matarte.

Sin cambiar de paso le contesté por encima del hombro.

—Intentó matarte a ti. Yo solo estaba en medio. —
Dos veces
.

—¿Y no vas a hacer nada?

Mi mirada se posó en el enorme ventanal. Era difícil distinguirlo en la oscuridad pero me pareció que volvía a ser transparente.

—Yo no diría eso. Voy a irme a casa y echarme una siesta. Estoy cansada.

Me dirigí a la puerta de quince centímetros de grosor del final de la balconada. Trent seguía detrás de mí.

—¿Te da igual si inunda Cincinnati con azufre nocivo y mata a cientos de personas?

Apreté la mandíbula cuando pensé en la hermana de Ivy. El ritmo discordante de mis pasos me recorrió la columna entera.

—Ya te ocuparás tú de él —dije con sequedad—. Dado que se interpone en tus «intereses comerciales».

—No tienes ningún deseo de vengarte. Ninguno en absoluto.

Su voz iba cargada de incredulidad y me detuve en seco.

—Oye, resulta que yo solo me metí en medio y resulta que es más fuerte que yo. Tú, por otro lado… Prefiero ver cómo te fríen a ti, elfito. Quizá Cincinnati estaría mejor sin ti.

De la cara impecable de Trent se borró toda expresión.

—No creerás eso de verdad.

Cambié de mano la bolsa de la ropa y exhalé.

—Ya no sé lo que creer. No eres sincero conmigo así que perdona, pero tengo que irme a casa a darle de comer a mi pez. —Me fui directa a la puerta. Sabía el camino y seguramente Quen terminaría por alcanzarme antes de llegar a la calle.

—Espera.

Me detuvo el tono suplicante de su voz cuando ya tenía la mano en la manilla. Me di la vuelta, Quen había aparecido al final de la escalera con una expresión preocupada y amenazadora en la cara. Por alguna razón, no me pareció que fuera porque yo estuviera a punto de ir a darme un paseo sola por el complejo Kalamack sino por lo que podría decir Trent. Quité la mano del pomo.
Quizá merezca la pena quedarse
.

—Si te cuento lo que sé de tu padre, ¿me ayudarás con Lee?

En el piso bajo, Quen cambió de postura.

—Sa'han…

Trent frunció el ceño con gesto desafiante.


Exitus acta probat
.

Se me aceleró el pulso y me coloqué mejor el cuello de imitación de piel de mi cazadora.

—¡Eh! En cristiano, chicos —solté—. Y la última vez que dijiste que podías hablarme de mi padre, lo único que saqué fue cuál era su color favorito y qué le gustaba poner en sus perritos calientes.

La atención de Trent se clavó en el suelo del gran salón y en Quen. Su jefe de seguridad sacudió la cabeza.

—¿Quieres sentarte? —dijo Trent y Quen hizo una mueca.

—Claro. —Lo miré con recelo, regresé sobre mis pasos y lo seguí al piso bajo. Trent se acomodó en un sillón metido entre el ventanal y la pared trasera y adoptó una postura cómoda que me indicó que era allí donde se sentaba cuando estaba en esa habitación. Tenía una buena vista de la catarata oscura y había varios libros, las cintas de los marcapáginas daban fe de tardes pasadas bajo el sol. Tras él, en la pared, había cuatro cartas del tarot, cuatro Viscontis
[3]
harapientas, cada una protegida tras un cristal. Me quedé fría cuando me di cuenta que la dama cautiva de la carta del diablo se parecía a Ceri.

—Sa'han —dijo Quen en voz baja—. Esto no es una buena idea.

Trent no le hizo caso y Quen se retiró un poco hasta colocarse detrás de él, desde donde podía mirarme furioso.

Dejé la bolsa de la ropa encima de una silla cercana y me senté, con las piernas cruzadas por las rodillas y moviendo el pie con impaciencia. Ayudar a Trent con Lee sería
pecata minuta
si me contaba algo importante. Joder, pero si iba a acabar con aquel cabrón yo misma en cuanto llegara a casa y preparara unos cuantos hechizos. Pues sí, era una mentirosa, pero siempre he sido honesta conmigo misma en cuanto a eso.

Trent se sentó al borde del sillón, con los codos en las rodillas y la mirada perdida en la noche.

—Hace dos milenios empezaron a cambiar las cosas en nuestro esfuerzo por recuperar siempre jamás de manos de los demonios.

Abrí mucho los ojos. Dejé de mover el pie y me quité la cazadora. Podríamos tardar un rato en llegar a mi padre. Trent me miró a los ojos y al ver que aceptaba el rodeo que estaba dando, se recostó con un chirrido del cuero. Quen lanzó un gemido lastimero con lo más profundo de la garganta.

—Los demonios vieron llegar su final —dijo Trent en voz baja—. En un esfuerzo muy poco habitual de cooperación, decidieron dejar a un lado sus riñas internas por la supremacía y trabajaron juntos para lanzarnos una maldición a todos. Ni siquiera nos dimos cuenta de lo que había pasado hasta casi tres generaciones después; no vimos a qué se debía el crecimiento del índice de mortalidad entre nuestros recién nacidos.

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