Albert Speer (98 page)

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Authors: Memorias

Tags: #Biografía, Historia

BOOK: Albert Speer
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El camino que debían recorrer los diplomáticos en la Cancillería del Reich edificada en 1938 tenía 220 m, y en la nueva serían 504 m. Tendrían que cruzar una sala de recepción de 34 x 36 m, una sala abovedada de 180 x 67 m, una sala cuadrada de 28 x 28 m, la galería de 220 m y una antesala de 28 x 28 m. La diferencia respecto a la longitud total corresponde al espesor de las paredes.

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Incluidas las dependencias de trabajo (200.000 m
3
) de la Cancillería, situadas en el lado sudeste de la plaza e integradas en el edificio, se habría alcanzado una capacidad total de 1.400.000 m
3
, mientras que la construcción de Siedler sólo tenía 20.000 m
3
.

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El 2 de agosto de 1938, en la celebración de la cobertura de aguas de la nueva Cancillería del Reich, Hitler dijo: «No soy sólo el canciller del Reich, sino también un ciudadano. Como ciudadano, en Munich sigo viviendo en la misma casa que antes de alcanzar el poder. Sin embargo, como canciller del Reich y
Führer
de la nación alemana, es mi deseo que Alemania sea tan bien representada como cualquier otro Estado, incluso mejor. Así, comprenderán ustedes que mi orgullo no me permita residir en antiguos palacios. No haré tal cosa. El nuevo Reich levantará sus propios edificios. No viviré en esos palacios. En el resto de Estados, todo el mundo está metido en algún sitio: en Moscú, en el Kremlin; en Varsovia, en el Belvedere; en Budapest, en el Palacio Real; en Praga, en Hradschin. Sólo tengo una ambición: dotar al nuevo Reich del pueblo alemán unas obras que no lo avergüencen al compararlas con esas antiguas mansiones palaciegas. Además, esta nueva República alemana no ocupará los antiguos aposentos reales. Si otros se alojan en el Kremlin, en Hradschin o en un castillo, nosotros aseguraremos la representación del Reich por medio de unas obras propias de nuestro tiempo… No sé quién habitará en estos nuevos edificios. Dios quiera que sean siempre los mejores hijos de nuestro pueblo, no importa cuál sea su origen. Pero sí sé una cosa: que en el resto del mundo no habrá nadie que mire por encima del hombro a los hijos de nuestro pueblo porque procedan de las capas más humildes. Desde el momento en que alguien ha sido llamado a representar a la nación alemana, está al mismo nivel que cualquier rey o emperador extranjero». En la inauguración, el 9 de enero de 1939, insistía: «He rehusado vivir en el que se conoce como Palacio del Presidente del Reich. ¿Por qué, compatriotas? Ahí vivió antiguamente el mayordomo mayor de la Corte y, ¿sabéis qué?, el
Führer
de la nación alemana no residirá en una casa en la que antes haya vivido el mayordomo mayor de la Corte. Preferiría irme a una azotea antes que vivir en ese palacio. Desde luego, nunca he comprendido a los de la antigua República. ¡Los caballeros proclamaron una república, acabaron con el antiguo Imperio y luego se fueron a vivir a casa del antiguo mayordomo mayor de la Corte! ¡Eso es una indignidad, obreros alemanes! No tuvieron la fuerza de darle enseguida un rostro propio al Estado que crearon. Ha sido y es mi decisión inquebrantable que el nuevo Estado disponga de unos símbolos propios». Así pues, era evidente que el asunto de su representación personal preocupaba a Hitler, cosa nada extraña dado el volumen de sus proyectos de futuro, que sólo conocíamos él y yo.

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He calculado un coste por metro cúbico de unos 200 DM para la Sala y de 300 DM para las obras restantes.

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El solar del cuartel de las SS se situaba junto a la estación del sur, a siete kilómetros del centro hitleriano; el del regimiento berlinés Gran Alemania se dispondría a ochocientos metros, al norte de la Gran Sala.

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El 8 de mayo de 1943, Goebbels anotó en su Diario: «El
Führer
expresa su certeza inquebrantable de que el Reich llegará un día a dominar Europa entera. Aún nos quedan muchos combates para conseguirlo, pero no hay duda de que nos conducirán a los éxitos más gloriosos. Entonces quedará abierto el camino hacia el dominio del mundo. Quien sea dueño de Europa podrá reclamar el gobierno del mundo entero».

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El
Vólkischer Beobachter
publicó, el 23 de agosto de 1939, la siguiente noticia: «A las 2.45 horas de la madrugada del martes día 22, pudo contemplarse en el observatorio astronómico de Sonneberg una gran aurora boreal que se extendía por la zona norte y noroeste del cielo».

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Von Below, asistente de Hitler, me informó de esta observación.

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De hecho, en la Cancillería del Reich construida nueve meses antes hice poner bajorrelieves con escenas de la leyenda de Hércules.

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Citado de memoria. Hitler se expresó en términos similares respecto a aquel momento después de 1942, cuando yo era ya su ministro de Armamentos.

{82}
El 23 de noviembre de 1937, durante la inauguración de la Escuela de Mandos de Sonthofen, se desató un júbilo inenarrable cuando Hitler, en un discurso que los jefes comarcales del partido acogieron con calma, exclamó de pronto, sin ninguna preparación retórica: «¡Inglaterra es nuestro enemigo número uno!». Entonces me dejaron perplejo tanto la unánime espontaneidad de aquella demostración de júbilo como el inesperado giro de Hitler contra Inglaterra, pues yo había supuesto que esta nación continuaba teniendo un papel privilegiado en su mundo ideal.

{83}
El 26 de junio de 1944, Hitler, en un discurso pronunciado ante los industriales en el Obersalzberg, dijo estas palabras: «No era mi intención repetir los errores de 1899, 1905 y 1912, es decir, confiar en que ocurriría un milagro y que no habría necesidad de lucha».

{84}
Hermann Rauschning reproduce una observación de Hitler diciendo que, si la guerra no pudiera ganarse, la jefatura nacionalsocialista preferiría arrastrar consigo al abismo a todo el continente. (Rauschning,
Gesprache mit Hitler
, Zurich-Viena, 1945)

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«En mi opinión, la masa del pueblo alemán, la otra Alemania, estaba aterrorizada ante la idea de esta guerra, que le había sido impuesta por la fuerza. Sólo puedo decir que el ambiente general de Berlín era extraordinariamente sombrío y deprimido». (Sir Nevile Henderson,
Failure of a mission
, 1940)

{86}
Crónica de 1941: «El 12 de mayo, en presencia del coronel Schmundt, Speer mantuvo una conversación con Hitler en el Obersalzberg sobre los futuros desfiles que habrían de celebrarse en la gran avenida. Para presidir el desfile, el
Führer
ya había elegido un punto situado en el centro de la avenida, cerca de los Ministerios. Las tropas deberían venir del sur».

{87}
Según la carta que dirigí al tesorero del Reich del NSDAP el 19 de febrero de 1941: Augsburgo, Bayreuth, Bremen, Breslau, Danzig, Dresde, Dusseldorf, Graz, Hamburgo, Hannover, Heidelberg, Innsbruck, Colonia, Memel, Münster, Oldenburg, Poznari, Praga, Sarrebruck, Salzburg, Stettin, Waldbröl, Weimar, Wolfsburg, Wurzburg, Wuppertal.

{88}
Del acta de mi conversación con Hitler del 17 de enero de 1941. Mediante una carta dirigida a Bormann el 20 de enero de 1941, renuncié al cargo de «Delegado de Edificación» de su Estado Mayor. El 30 del mismo mes y año dirigí otra carta al doctor Ley para renunciar a mi cargo en «Belleza del Trabajo» y a la alta inspección de las obras del Frente Alemán del Trabajo. Según la Crónica, se devolvió la alta inspección del levantamiento de casas comunales del Partido al tesorero nacional, M. X. Schwarz, y renuncié a mi facultad de «dictaminar sobre escritos de índole arquitectónica» y de designar a los arquitectos de confianza del departamento nacionalsocialista de bienestar social. También comuniqué al jefe nacional Rosenberg que, en lo sucesivo, no debía acompañar a mi nombre el título de «delegado para las obras del NSDAP» en la revista
Baukunst im Deutschen Reich
que editábamos conjuntamente.

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Sin embargo, me limité a cumplir nuestra promesa de ofrecer terrenos a las iglesias para reemplazar los que habían ocupado los edificios que serían derribados en el interior de la ciudad.

{90}
Hitler había elegido para cada campaña una marcha distinta con la que anunciar por la radio las victorias obtenidas.

{91}
Mi sugerencia de que el doctor Todt paralizara las obras y su correspondiente respuesta están registradas en la Crónica.

{92}
Estos datos están tomados del informe final de la Crónica de 1941. Según otro informe, entre fines de marzo y comienzos de septiembre de 1941 Noruega proporcionó 2.400.000 m
3
de granito sin labrar y 9.270.000 m
3
de granito pulido; Suecia, que entregó 4.210.000 m
3
de un tipo y 5.300.000 m
3
del otro, obtuvo un contrato de suministro de granito por valor de dos millones de marcos anuales, garantizado durante diez años.

{93}
Esta declaración de Hitler aparece consignada en la Crónica del 29 de noviembre de 1941. También se ha citado literalmente a partir de la Crónica la misión encargada al almirante Lorey.

{94}
Los detalles se han extraído de la Crónica del 1 de mayo y del 21 de junio y del acta de reuniones del
Führer
del 13 de mayo de 1942, punto 7. Recientemente se ha hallado un intercambio epistolar mío con la Marina de Guerra, del que se infiere que en Trondheim, en una superficie de 700 ha, iban a levantarse 55.000 viviendas para «el personal de la Marina».

{95}
De la Crónica del 24 de noviembre de 1941 y del 27 de enero de 1942.

{96}
Crónica de otoño de 1941 y del 1 de enero de 1942.

{97}
La orden de Hitler seguía en vigor en diciembre de 1941, a pesar de que las circunstancias habían cambiado visiblemente. Hitler se mostraba vacilante cuando se trataba de revocar sus órdenes, en parte porque tenía una tendencia natural a la vacilación y en parte por razones de «prestigio». La orden que, en vista de la situación bélica, volvía a dar prioridad al armamento del Ejército de Tierra no se emitió hasta el 10 de enero de 1942.

{98}
De la Crónica del 11 de noviembre de 1941.

{99}
De la Crónica del 5 de mayo de 1941.

{100}
Según la Crónica, a partir del 28 de enero de 1942 salió cada día de Berlín un tren con obreros y maquinaria hacia Ucrania. Con anterioridad ya habían llegado a Dniepropetrovsk algunos cientos de trabajadores para las tareas preparatorias.

{101}
Todt se dirigía a Munich; probablemente se había previsto una escala en Berlín.

{102}
Carta del doctor Todt del 24 de enero de 1941.

{103}
En la Crónica del 10 de mayo de 1944 se citan las siguientes palabras de mi discurso: «En 1940, cuando se nombró al doctor Todt titular del Ministerio de Armamentos y Munición, el
Führer
me citó oficialmente y me dijo que la misión que se le había encomendado —fabricar todo el armamento del Ejército de Tierra— era enorme, por lo que no podría ocuparse al mismo tiempo de dirigir la construcción. Rogué al
Führer
que desistiera de su propósito de encargarme aquella tarea, pues sabía que al doctor Todt le gustaba y que aquella decisión comportaría muchas dificultades. Le dije que la idea no sería de su agrado y el
Führer
desistió».

{104}
El despegue se efectuó normalmente, pero muy poco después, mientras el aparato todavía era visible, el piloto dio un giro brusco y empezó a descender hacia la pista de aterrizaje; al parecer, tenía una emergencia y no le dio tiempo de poner el avión de cara al viento. Entonces sucedió la desgracia, no lejos del campo de aviación y a poca altura. El avión era un Heinkel ni, adaptado para el transporte de pasajeros, que había puesto a disposición del doctor Todt el mariscal Sperrle, amigo suyo, porque el aparato de Todt necesitaba algunas reparaciones. Hitler supuso que, al igual que todos los correos que volaban hacia el frente, este avión tenía un dispositivo que, al accionarse por medio de una palanca situada entre los asientos del piloto y el acompañante, hacía que el avión estallara al cabo de unos minutos. El dictamen del tribunal militar, pronunciado el 8 de marzo de 1943 (K 1 T. L. 11/42) por el general en jefe Königsberg, establece lo siguiente: «Al parecer, a unos 700 metros de distancia del campo de aviación, el piloto cortó gas para volver a darlo dos o tres segundos después. En ese momento, en la parte delantera del aparato, al parecer a causa de una explosión, se encendió una violenta llamarada. Acto seguido el aparato se precipitó a tierra desde una altura de unos veinte metros, cayó sobre el plano de sustentación derecho y golpeó casi verticalmente contra el suelo. El aparato resultó destruido por el incendio que se inició brevísimos instantes después del golpe y que fue seguido de varias detonaciones».

{105}
A los tres meses de mi nombramiento, el 8 de mayo de 1942, Hitler tranquilizó a Rosenberg: «A este respecto el
Führer
manifestó repetidas veces que el Ministerio del Reich de Speer sería disuelto el día en que se firmara la paz y que sus ocupaciones serían distribuidas». (Anotado por Rosenberg, documento de Nuremberg, 1520 PS)

En el mismo sentido escribí a Hitler desde mi lecho de enfermo en el hospital de Hohenlychen el 25 de enero de 1944: «No necesito recalcarle,
mein Führer
, que jamás he tenido la intención de ejercer actividades políticas, ni durante la guerra ni después de ella. Considero mi tarea actual pura y simplemente como un servicio de guerra y disfruto de antemano pensando en la época en que podré desarrollar de nuevo mi labor profesional como artista, que para mí tiene más importancia que cualquier actividad ministerial o política».

{106}
Hasta el verano de 1943, cuando nos trasladamos a los «barracones del Knie», no pude cambiar sin llamar la atención aquellos muebles por los de mi antiguo despacho, diseñados por mí. De aquel modo logré deshacerme también de un cuadro que estuvo hasta entonces detrás de mi mesa. Mostraba a Hitler, que en realidad no sabía cabalgar, como caballero medieval, lanza en ristre, a lomos de un corcel y con el rostro severo. Los técnicos de fina sensibilidad no siempre tienen gusto artístico al decorar sus interiores.

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