Vinieron del espacio exterior (4 page)

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Authors: Jim Wynorski

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Vinieron del espacio exterior
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El director Stanley Kubrick (
izquierda
) conferencia con el autor Arthur C. Clarke antes de filmar las escenas del aterrizaje lunar. (© 1968 Metro-Goldwyn-Mayer Inc.)

Científicos de la Tierra echan su primera mirada al misterioso monolito descubierto en el cráter lunar de Tycho. (© 1968 Metro-Goldwyn-Mayer Inc.)

El notable trabajo de maquetación en
2001
inició la carrera del mago de los efectos especiales Douglas Trumbull, que luego sería aclamado por
Naves misteriosas
,
Encuentros en la tercera fase
y
Star Trek, el film
. (© 1968 Metro-Goldwyn-Mayer Inc.)

EL AMO HA MUERTO

Harry Bates

Introducción: El Amo ha Muerto

Filmada Como
ULTIMÁTUM A LA TIERRA
(Twentieth Century-Fox, 1951).

Indudablemente, una de las diez mejores películas de ciencia ficción que Hollywood haya producido nunca,
Ultimátum a la Tierra
, ha gozado de una tremenda popularidad a cada nueva generación que la veía.

Parte de la razón de su enorme aceptación procede ciertamente de las novedosas ideas presentadas en la historia original. En vez de instilar en su relato de un viajero alienígena horror y amenaza, el autor Harry Bates eligió darle la vuelta al asunto y crear un nuevo tipo de visitante de otros mundos. En vez de lanzar a su alrededor los habituales rayos de la muerte y planear la conquista del mundo, el benévolo hombre del espacio Klaatu llega a la Tierra para promocionar únicamente la paz y la buena voluntad Sin embargo, sus rectas intenciones son acogidas con miedo, suspicacia, y finalmente ciega violencia.

Del mismo modo, en la película, Klaatu, soberbiamente interpretado por el malogrado Michael Rennie, descubre que los terrestres no son tan civilizados como él creía. En un valeroso intento de salvar a la humanidad de destruirse a sí misma mediante armas atómicas, el hombre del espacio cae víctima de la traición, la injusticia, y finalmente una lluvia de mortíferas balas. Sólo más tarde, con la ayuda de su compañero robot, Gort (Gnut en la historia), es vuelto Klaatu a la vida.

El guionista Edmund H. North, que ha sido coguionista de
Patton
y más recientemente de
Meteoro
, admite que su adaptación libre de la historia de Bates contiene varias referencias religiosas especificas…, incluso más allá de la obvia secuencia de la «resurrección». Por ejemplo, cuando Klaatu escapa del hospital se identifica con el hombre cuyo traje ha tomado. El nombre es Carpenter, carpintero, y lo adopta como suyo. Esto forma parte también del paralelismo con Cristo, un aspecto que la novela original jamás había explorado.

Pero aunque la historia y el guión difieren en muchos puntos, es curioso señalar que ambas sitúan la mayor parte del interés dramático en la idea de un OVNI aterrizando entre nosotros. En 1940, cuando
El amo ha muerto
apareció en
Astounding Stories
, la primera oleada de observaciones de platillos volantes procedentes de pilotos de vuelos intercontinentales estaba en pleno apogeo. En 1951, cuando la versión fílmica llegó a las pantallas, toda América estaba registrando los cielos en busca de las aeronaves en forma de disco.

El director cinematográfico Robert Wise, genio creativo de
Ultimátum a la Tierra
, además de otros films fantásticos tales como
La amenaza de Andrómeda
y
Star Trek
:
el film
, cree firmemente en los OVNIS y en las cosas que están más allá de la comprensión humana. Quizá fue debido a esto que no le costó esfuerzo filmar lo que se ha convertido en uno de los hitos del cine de ciencia ficción.

J
IM
W
YNORSKI

1

Desde su posición en lo alto de la escalera, sobre el piso del museo, Cliff Sutherland estudió con cuidado cada línea y sombra del gran robot, y luego se volvió y miró pensativamente a la masa de visitantes llegados de todas partes del Sistema Solar para ver a Gnut y la nave, y oír, una vez más, su asombrosa y trágica historia.

Sutherland había acabado por sentir un interés casi de propietario en la exhibición, y no sin motivo. Había sido el único fotógrafo de prensa que se hallaba en los terrenos del Capitolio cuando habían llegado los visitantes de lo Desconocido, y había obtenido las primeras fotografías profesionales de la nave. Había contemplado de cerca cada acontecimiento de los siguientes y locos días. Después, había fotografiado muchas veces al robot de dos metros y medio de alto, la nave, y al apuesto embajador muerto, Klaatu, y su imponente tumba Y, dado que aquel acontecimiento seguía teniendo una enorme importancia como noticia para miles de millones de personas de todo el espacio habitable, allí estaba de nuevo, para conseguir más fotos y, si era posible, un nuevo «ángulo».

Esta vez quería conseguir una foto que mostrase a Gnut como extraño y amenazador. Las fotos que había tomado el día anterior no habían producido el efecto que deseaba, y esperaba lograrlo hoy; pero la luz aún no era la adecuada y tenía que esperar a que se hiciera más tarde.

Los últimos componentes de la muchedumbre admitida en aquel grupo se apresuraron a entrar, lanzando exclamaciones ante las amplias y nítidas curvas verdes del misterioso vehículo espacio-temporal, olvidando luego completamente la nave al ver la asombrosa figura y la gran cabeza del gigantesco Gnut. Los robots articulados de una burda apariencia humanoide eran bastante corrientes, pero los ojos de los terrestres jamás habían visto nada como aquello. Pues Gnut casi tenía la forma exacta de un hombre… de un gigante, pero humano, de metal verdoso. Estaba desnudo, a excepción de un taparrabos. Se alzaba como el poderoso dios de las máquinas de alguna civilización científica jamás imaginada, y en su rostro se veía una expresión hosca y pensativa. Aquellos que lo miraban ni bromeaban ni hacían comentarios tontos, y los que estaban más cerca de él acostumbraban a no decir ni palabra. Sus extraños ojos rojos, iluminados desde el interior, estaban colocados de tal manera que cada observador creía que estaban fijos en él, y daba la sensación de que en cualquier momento podía adelantarse airado y realizar acciones inimaginables.

Se oyó un ligero sonido crujiente, que provenía de los altavoces ocultos en el techo, e inmediatamente disminuyeron los sonidos de la multitud. Iba a empezar la explicación grabada. Cliff suspiró. Se sabía aquello de memoria; incluso había estado presente cuando se había efectuado la grabación y conocido al locutor, un joven llamado Stillwell.

—Damas y caballeros —comenzó a decir una voz clara y bien modulada… pero Cliff ya no la escuchaba.

Las sombras en el rostro y figura de Gnut se habían hecho más marcadas; casi había llegado el momento de hacer la foto. Tomó y examinó las copias de las fotografías que había obtenido el día anterior y las comparó, con aire critico, con su modelo.

Mientras miraba, arrugó el entrecejo. No se había dado cuenta antes, pero ahora, de repente, tuvo la sensación de que, desde ayer, algo había cambiado en Gnut. La pose era idéntica a la que se veía en las fotografías, y todos los detalles parecían exactos, pero, sin embargo, seguía notando aquella sensación. Cogió su lupa y comparó con más cuidado el sujeto y la fotografía, línea a línea. Y entonces vio que había una diferencia.

Con repentina excitación, Cliff hizo dos fotografías con distintas exposiciones. Sabía que debía esperar un poco y tomar otras, pero estaba tan seguro de que se había tropezado con un misterio importante, que no pudo resistir seguir allí, y recogiendo con rapidez sus equipos accesorios, descendió por la escalera y salió del edificio. Veinte minutos más tarde, consumido por la curiosidad, estaba revelando las nuevas fotos en la habitación de su hotel.

Lo que Cliff vio cuando comparó los negativos tomados ayer y hoy hizo que se le erizara el cabello. ¡Desde luego, había un cambio de inclinación! ¡Y, aparentemente, era el único que lo sabía! No obstante, creía que, a pesar de que lo que había descubierto hubiera aparecido en todas las primeras planas de cada uno de los periódicos del Sistema Solar, sólo era un inicio. Como los demás, no sabía qué había tras aquella historia, ni lo que en realidad había sucedido. Debía ocuparse de averiguarlo.

Y aquello significaba que debía ocultarse en el edificio y permanecer allí toda la noche. Aquella misma noche; y le quedaba poco tiempo para regresar antes de que cerrasen. Tomaría una pequeña cámara de infrarrojos con la que poder trabajar en la oscuridad, y conseguiría la verdadera foto y la historia que había tras ella.

Tomó la pequeña cámara, llamó a un taxi aéreo y se apresuró a regresar al museo. El lugar estaba lleno con otra parte de la omnipresente cola, y la grabación estaba terminando. Dio gracias al cielo de que su convenio con el museo le permitiese entrar y salir a su libre albedrío.

Ya había decidido lo que iba a hacer. Primero fue hasta el guarda y le hizo una única pregunta, y su rostro se iluminó por la expectación cuando oyó la respuesta que esperaba. La segunda cosa era hallar un punto en el que estuviese oculto de los ojos de quienes fueran a cerrar el local para la noche. Sólo había un lugar posible: el laboratorio montado detrás de la nave. Resueltamente, enseñó sus credenciales de prensa al segundo guarda, que estaba en el pasadizo que llevaba al laboratorio, afirmando que iba a entrevistar a los científicos; y un momento después se hallaba en la puerta del laboratorio. Había estado allí varias veces y conocía bien la sala. Era una gran área burdamente dividida para el trabajo de los científicos dedicados a abrirse camino hacia el interior de la nave, y repleto de una confusión de objetos grandes y pesados: hornos eléctricos y de aire caliente, garrafones de productos químicos, aislamientos de asbesto, compresores, cubetas, crisoles, un microscopio y muchísimo equipo más pequeño, común en un laboratorio metalúrgico. Tres hombres con batas blancas estaban absortos por completo en un experimento que se realizaba en el extremo más lejano. Cliff, tras esperar un buen rato, entró y se ocultó bajo una mesa medio enterrada en un montón de suministros. Se creía razonablemente a salvo de ser descubierto allá abajo. Pronto los científicos se irían a casa.

Podía oír a otro grupo de gente que entraba a ver la nave… Suponía que serían los últimos de aquel día. Se acomodó tan confortablemente como le fue posible. Dentro de un momento empezaría la explicación grabada. Tuvo que sonreír cuando pensó en una de las cosas que diría la grabación.

Luego, la oyó de nuevo: la clara y profesional voz de aquel tipo, Stillwell. Los movimientos y susurros de la multitud murieron, y Cliff pudo oír cada una de las palabras, a pesar de que eran pronunciadas al otro lado de la gran masa de la nave.

—Damas y caballeros —comenzaron las familiares palabras—, el Instituto Smithsoniano les da la bienvenida a su nueva Sección Interplanetaria y a la maravillosa exposición que tienen delante.

Una breve pausa.

—Todos ustedes deben de saber ya lo que pasó aquí hace tres meses, si es que no lo vieron personalmente en la telepantalla —prosiguió la voz—. Se pueden resumir los pocos hechos: algo después de las cinco de la tarde del dieciséis de septiembre, los turistas de visita en Washington llenaban los terrenos que hay fuera de este edificio en su número habitual, y, sin duda alguna, con sus pensamientos de siempre. El día era cálido y hermoso. Un torrente de gente estaba abandonando la entrada principal del museo, que se halla en la dirección en la que ustedes miran en este momento. Como pueden suponer, este pabellón no había sido edificado entonces. Todo el mundo iba hacia sus casas, sin duda cansados tras pasar muchas horas de pie en las que habían visto los objetos exhibidos en el museo y visitado los muchos edificios que se extienden por los terrenos contiguos. Y, entonces, sucedió.

»En el área que tienen a su derecha, tal como está ahora, apareció la nave espaciotemporal. Surgió en un abrir y cerrar de ojos. No había bajado del cielo; docenas de testigos lo juraron; se limitó a aparecer. No estaba aquí, y al siguiente momento estaba. Se materializó en el mismo punto en que ahora descansa.

»La gente que se hallaba más cerca de la nave fue presa de pánico y huyó con gritos y alaridos. Todo Washington fue inundado por una oleada de excitación. La radio, la televisión y los periódicos vinieron a la carrera. La policía formó un amplio cordón alrededor de la nave, y llegaron unidades del ejercito que apuntaron cañones y proyectores de rayos contra ella. Se temía que se fuera a producir la más horrible de las catástrofes.

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