Read Un talento para la guerra Online
Authors: Jack McDevitt
Ocasionalmente, llegaban algunas líneas de Olander.
Él se sentaba al borde de un camino, en algún lugar, sobre una embarcadero de madera con velas y redes detrás, o se quedaba de pie junto a una pradera donde hubiera algún árbol. Siempre con una botella en la mano y una mujer al lado. «Nunca la misma», observaba Tanner, con cierto pesar. (Las transmisiones de Olander no eran, desde luego, los modernos sponders. Simplemente hablaba y los demás escuchaban.)
Lamenté que ella no hubiera conservado algunos holos de Olander. Supe por entonces que a Walford Candles (que veinte años antes había peleado contra Toxicón y, por lo tanto, conocía de primera mano lo que eran las condiciones de combate) lo habían conmovido tanto que, a partir del contraste entre las alegres costumbres de Olander, como ir al teatro, beber licor y sus hábitos sexuales, comenzó a escribir la gran poesía de su período maduro. Esa primera colección se llamó, a causa de los despachos de Olander,
Noticias del frente.
Tanner informa:
«Sus referencias a la larga lucha eran siempre vagas. "No se preocupen por mí", solía decir. "Estamos bien." O: "Perdimos algunos soldados el otro día"
.
A veces hablaba de las naves, del
Straczynski
, del
Morimar
, del
Povis y
los otros: ágiles, letales, despiadados. El cariño en su voz y su mirada nos partía el corazón. A veces pienso que no queda esperanza alguna para nosotros».
Mientras la guerra se hacía más cruda y las tempranas esperanzas de que el Ashiyyur se inclinara ante la fuerza de la Resistencia se desvanecían, un atisbo de realidad se filtró por la férrea muralla del guerrero en que se había convertido y comenzó a referirse a los hombres y mujeres junto a quienes peleaba. Tanner recoge sus palabras: «Cuando nos vayamos, ¿quién va a ocupar nuestro lugar?».
Una pregunta a la que ella respondía en un espasmo de furia destructiva y angustia: «¡Nadie, nadie! Porque es una guerra estúpida que ningún bando quiere y que el Ashiyyur sigue porque nosotros los hemos provocado».
—Puede que tuviera razón —observó Jacob—. Después de todo, nosotros nos establecimos en Imarios con su permiso, y la revuelta de la colonia fue, en verdad, injustificada. Debemos preguntarnos cuál habría sido el curso de la historia si Cormoral no hubiese intervenido.
No hay registro de que ninguno de los testigos de Khaja Luan respondiera a Matt Olander. Se supone que debieron hacerlo, pero no hay evidencia directa. Esto me hace preguntarme si Leisha Tanner habría comentado con él aquellas ideas que tanto la enfurecían…
Candles, que por esa época estaba produciendo sus obras maestras, comienza a escaparse a menudo a una taberna llamada Lugar Interior. Tanner es presionada por parte de los intervencionistas para que reestructure sus cursos relativos a la filosofía y literatura ashiyyurense. Los estudiantes y miembros de la facultad organizan marchas silenciosas frente a su clase para protestar por el contenido de sus programas.
Recibe amenazas de muerte.
Mientras, el Consejo de Notables, cuyas finanzas dependen de un gobierno cada vez más desesperado, desea demostrar su lealtad adviniéndose a la política oficial de neutralidad. Lo hace insistiendo en que los programas de estudio ashiyyurenses no solo deben mantenerse, sino también expandirse.
La tensión aumenta: Randin'hal es ocupada cuando sus defensores, reforzados por cuatro fragatas dellacondanas, son superados después de una defensa breve y desesperada. El Gobierno actúa para prohibir a los ciudadanos particulares que se comprometan en la guerra y un intervencionista prominente es asesinado a mitad de un discurso en el edificio del Consejo. Tres días después llegan noticias de la caída de Randin'hal. Se hace pública una transmisión no autorizada de una grabación de radiotransmisiones entre las naves que la estaban defendiendo. Tanner la describe como «que parte el corazón». ¡Un encuentro convocado para demandar la intervención se convierte en un caos y una dudosa votación conciliar fracasa por un voto de diferencia!
¡Entonces aparece Sim por sorpresa con un puñado de dellacondanos y derrota a una enorme flota enemiga en Eschalet!
En medio de todo esto, llegan noticias de la muerte de Matt Olander.
«No hay palabras que basten para expresarlo»
, escribe Tanner.
«"Muerto en tiempos de la acción de Randin'hal, mientras servía a bordo de la fragata confederada
Straczynski"
, dice el despacho oficial. Vimos la frase en el proyector de Candles, que no andaba muy bien. El locutor tenía el rostro descompuesto y de color verdoso. "Actuó valerosamente en defensa de gente que no conocía y de acuerdo con las más altas tradiciones del servicio. Por favor, sepan que no están solos al lamentar su pérdida. No olvidaremos su sacrificio." Estaba dirigida al departamento de Física.
De modo que Matt no volvería. Recuerdo las últimas charlas, cuando sacudía la cabeza mientras yo sostenía la inutilidad de todo eso.
"Estás equivocada, Leisha", había dicho. "Esto no es una guerra en el sentido humano tradicional. Es un punto de inflexión. Una encrucijada revolucionaria. Dos culturas tecnológicas, en verdad las únicas en el Brazo, posiblemente en la Vía Láctea. Si yo tuviese inclinaciones religiosas, te diría que hemos sido específicamente dotados por naturaleza…" Y bla, bla, bla.
Por Dios.
Ha llovido la mayor parte del día. El campus está inundado o por lo menos pantanoso. Pero esta noche los árboles y los obeliscos y los arbustos sin hojas son sombras provenientes de otro mundo, un lugar sin Matt y sin orden. Las pocas personas que puedo ver se agitan en el frío envueltas en gruesos abrigos.
La muerte a distancia.»
Pocos días más tarde los dellacondanos vencieron a una flota ashiyyurense en La Ranura. Era la segunda victoria en una semana y la mayor en términos de logros: dos cruceros importantes y media docena de auxiliares, mientras que la pequeña fuerza de Sim había perdido solo una fragata.
Entonces surgió el enigma.
Comenzó inocente y dolorosamente. Los holos personales que llegaban de la guerra tenían relativamente menos prioridad en los sistemas de comunicación, de modo que nadie se sorprendió cuando llegó otra transmisión de Olander. Se reunieron a verlo en el Lugar Interior Leisha, Candles y los demás. No eran demasiados, pero estaban unidos por un problema en común.
«Estaban en una fiesta, un puñado de oficiales, todos jóvenes (excepto Matt), de ambos sexos, vestidos con los uniformes azules de los dellacondanos. Bailarines borrosos giraban a través del escenario de fondo. Todos lo estaban pasando muy bien. Matt insistió en hablarnos, a pesar del ruido y la algarabía, para decirnos que pronto estarían todos de vuelta en casa. Hasta que pronunció la frase que me mantuvo despierta toda la noche: "Probablemente", dijo hablando sobre un vaso de vino burbujeante, "ya sabréis lo de Eschalet y La Ranura. Por fin le hemos dado la vuelta a esta mierda. ¡Dile a Leisha que esos hijos de puta huyen!".
»Unos pocos minutos después, cuando el holo había terminado, Candles levantó la vista y me miró con expresión de espanto. "La Ranura", dijo. "Matt murió durante la defensa de Randin'hal. ¡La Ranura todavía no había tenido lugar!"»
En efecto, ahí termina. Las
Notas
se restringen después a lo meramente mundano: un colapso nervioso por parte de un jardinero empleado de la universidad, una entrevista con Candles, que podría tener cierto interés literario, y varios apuntes que indican los inciertos resultados de la falta de paciencia de Tanner con un estudiante difícil:
«Dios mío, el mundo se viene abajo y este chico se lamenta porque alguien trata de hacerle entender de qué modo concibe un telépata la vida y la muerte. Pero ¿cómo si no se supone que va a entender la literatura ashiyyurense?»
Unas pocas semanas después, ella registró su resignación y concentró sus sentimientos en una simple palabra: «¡Milenio!».
Milenio. Fue el primer aliado de Sim. El mundo que envió sus naves a Chippewa, Grand Salinas y Rigel. El arsenal de la Confederación durante los días de gloria de los dellacondanos. Fue a Milenio adonde Sim llevó los refugios después de su celebrada evacuación de Uyanda.
Tan grande es el afecto que ese mundo sintió por Christopher Sim que todavía aparece el
Corsario
en las listas militares como un crucero de guerra activo. Todos los sistemas de comunicaciones de la flota ostentan su señal de llamada.
Pregunté en la biblioteca si tenían una lista de las personas que hubieran consultado las
Notas.
La información estaba en la pantalla de Jacob antes del atardecer. Seis personas en los últimos cinco años. Pensé que encontraría el nombre de Hugh Scott, pero no estaba.
Sí aparecía el de Gabe.
«En cierto sentido, el avance (sobre Hrinwhar) constituyó una victoria desproporcionada en cuanto a su valor militar directo. El mito de la invulnerabilidad del enemigo fue demolido y el Ashiyyur supo que no podría continuar su avance sostenido sin hacer, por lo menos algunas veces, una pausa para controlar su retaguardia.»
Revista Machesney,
LXIV, N. °7
La Asamblea del Pueblo es el centro del gobierno de la humanidad. Allí se reúne el Consejo. Las oficinas ejecutivas están localizadas simbólicamente en los niveles inferiores. La Corte se reúne en el ala oeste. Esta domina todas las estructuras circundantes, incluso la Torre de Plata de la Confederación en el polo opuesto a la Fuente Blanca.
Adyacente a la Corte y físicamente accesible solo a pie, el Archivo Confederado se extiende por una superficie de alrededor de un kilómetro cuadrado. Tiene estructura románica y está custodiado por la famosa estatua de bronce de Sharpley, que representa a Tarien Sim con la Declaración desplegada (que en verdad no vio completada en vida) en su mano extendida.
La nieve se había evaporado, el tiempo era cálido pese a la época del año y las banderas alineadas de los mundos ondeaban en la brisa, dominadas por el estandarte verde y blanco del hombre. Era un día muy hermoso, ideal para estar al aire libre, de modo que abandoné mi estancia y me uní a la considerable cantidad de gente que ya estaba disfrutando del sol.
Los turistas se alineaban en los paseos y rondaban los monumentos. Uno de los guías se hablaba sin descanso del Archivo, el edificio gubernamental más viejo de Andiquar, que databa de los Tiempos Difíciles. Había sido restaurado en varias ocasiones; la última vez hacía cuatro años, durante el verano de 1410. Era una pieza de anticuario. La gente siempre encontraba allí algo valioso, como documentos perdidos hace tiempo en lugares oscuros.
Dentro, la galería principal estaba relativamente vacía. Un grupito de colegiales con su maestra recorría el gabinete que contenía la Declaración de la Confederación y documentos relativos al tema. Algunos de los niños observaban la Declaración de Intenciones: la decisión conjunta de Rimway y la Tierra de declarar la guerra al Ashiyyur. Pasé junto a la Compañía, uniformada y estacionada en al arco sur, y descendí hacia la biblioteca.
Allí estaban a disposición del público varias simulaciones de las acciones bélicas más importantes de la Resistencia: Las Hilanderas, Vendicari, Black Adrian, Grand Salinas, La Ranura, Rigel, Tippimaru y, finalmente, Triflis, donde por primera vez se reunió la raza humana.
Después de dos siglos, esos nombres todavía poseen la fuerza de un conjuro. El poder de la leyenda.
Examiné cinco: Eschaton, Sanusar, La Ranura, Rigel y Las Hilanderas. Esta última, desde luego, es la clásica incursión de la que se dice que cambió el curso de la guerra.
De vuelta a casa, deslizándome perezosamente sobre la capital, me preguntaba cómo habría sido vivir en un mundo en continuo caos. Había tensión todavía y disparos ocasionales, pero en lugares remotos, lejos. Era difícil imaginar una existencia que tuviera incorporada la masacre a diario.
Y me obsesionaba la idea de que el último combate entre humanos exclusivamente hubiese ocurrido durante el punto álgido de la Resistencia. Mientras una serie de batallas críticas tenían lugar en La Ranura y Toxicón, cuyas poderosas flotas Sim necesitaba y trataba de captar desesperadamente, había encontrado la oportunidad de atacar al aliado dellacondano, Muri. Más tarde, Sim lo llamaría «la hora más negra de la guerra».
Hoy, quizá por primera vez en la historia, no hay hombre vivo que sepa por experiencia personal lo que significa estar en guerra con sus hermanos.
Y este hecho feliz es el legado real de Tarien y Christopher Sim. Aunque nadie se diera cuenta en ese momento, el ataque a Muri podría haber sido lo mejor que pudo haber sucedido, porque afectó tanto a la opinión pública de Toxicón que, en un año, el gobierno autocrático de ese mundo cayó. Los intervencionistas, afanosamente apoyados por una rara alianza entre la población y los militares, juntaron fuerzas, iniciaron el asalto contra sus víctimas y anunciaron de pronto la intención de apoyar a los dellacondanos. Para mayor tragedia, a la declaración fulminante de guerra suscrita por Toxicón le sucedió la noticia de la muerte de Sim fuera de Rigel.
Volví a casa a cenar tranquilamente y bebí un poco más de lo habitual. Jacob estaba tranquilo. Hacía frío afuera, y el viento sacudía los árboles y las ventanas.
Me paseaba de cuarto en cuarto, hojeando los libros de Gabe; viejas historias y textos arqueológicos en su mayoría, relatos de excavaciones de los veinticinco o treinta mundos cuyos orígenes remitían a un remoto pasado que dio lugar al florecimiento y a la caída de diversas civilizaciones.
Había algunas biografías, algunos manuales de ciencias planetarias, varios textos mitológicos y algunos libros de consulta.
Gabe nunca mostró mucho interés por la literatura en sí misma. Había leído a Homero antes de que visitásemos Hissarlik, a Kachimonda antes de Battle Key. Consecuentemente, cuando encontré más volúmenes de Walford Candles en un remoto rincón de la casa, me di perfecta cuenta de su importancia, de modo que, junto con el material que había traído del Archivo y el volumen de
Rumores de la Tierra
que había encontrado en el cuarto de Gabe, los llevé al piso superior para estudiarlos.
No sabía mucho entonces de la reputación literaria de Candles. Pero aprendí rápido. Estaba impregnado de fragilidad y trascendencia: pasiones disipadas con demasiada facilidad, juventud trágicamente perdida en el trauma de la guerra. Los más afortunados, según su punto de vista, son los que mueren de manera heroica por una causa. El resto de nosotros quedamos como supervivientes de nuestros amigos para ver como el amor se enfría y el invierno va cubriendo paulatinamente nuestras vidas. Como si agregara más oscuridad a la noche. De forma casual, volví atrás y releí el poema de Leisha: