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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (16 page)

BOOK: Romance Extremo
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-Tranquila, princesa. También he hablado con Román para ver si él sabe algo. Me llamara si se entera.

-Y ya que tienes que ir protegida...- murmura el jefe de seguridad.- Hemos pensado que debería ser con alguien con quien te sientas cómoda.

Frunzo el ceño sin entender y le miro. Él me indica que mire hacia la entrada de la cocina y al girarme, no me caigo al suelo porque estoy sentada sino...

-¡¿Tomás?!- exclamo alucinada.

Él sonríe, pero no se acerca. Lleva puestos el pantalón vaquero blanco y la camiseta verde que le compré.

-Papá, ¡¿le has contratado en seguridad?!- exclamo perpleja.

-Ayer salvo a mi hija sin pensar en el peligro que corría. Creo que se lo ha ganado y él ha aceptado.

¡Esto es increíble, mierda!

Miro a los tres y parecen orgullosos de la decisión que han tomado sin consultarme nada.

-¡Yo no quiero que Tomás sea mi escolta!- grito.

Me levanto de la silla tirando los hielos sobre la mesa y me voy. Estoy tan cabreada que ni siquiera me termino el café.

-Victoria.- me llama papá.

Lo ignoro y sigo andando. Tomás intenta retenerme, pero le aparto la mano de malas maneras y salgo de la cocina, dirección a mi cuarto.

Subo corriendo las escaleras seguida por mi nuevo escolta y entro en la habitación, cerrando de un portazo.

Salto sobre mi cama al tiempo que Tomás llama en la puerta. No espera a que le conteste y entra.

-Victoria.

-Déjame, no quiero hablar.- contesto sin mirarle.

Él resopla y escucho sus pasos acercarse.

-¿Es que no te alegra que vayamos a pasar el día juntos?

-No tienes ni puta idea de lo que hablas.- espeto indignada y malhablada.

Y yo que pensaba que era inteligente. Éste dice sí sin saber en qué se mete, sin saber que mi padre es un narco vigilado por la policía, sin saber el peligro que corre por meterse en esto. ¡Es imbécil!

-Hablo de protegerte.- contesta ofendido.

-¡¿De protegerme?!

Me levanto airada de la cama y le empujo.

-¡No es la protección lo que quiero de ti!- alzo la voz.

-¡Pues te guste o no, ya le he dicho que sí a tu padre!gruñe inclinándose hacia mí.

-Entonces, ¿vas a seguir con esto? ¿Y qué hay del trabajo como camarero?

-Quiero protegerte por encima de todas las cosas.

Levanta la mano para acariciar mi mejilla y se la aparto de un golpe.

-Muy bien.- digo controlando las lágrimas que quieren brotar de mis ojos.- Si eso es lo que eliges, ya estás saliendo de mi habitación. La seguridad tenéis prohibida la entrada.

Tomás sonríe.

-Venga, Victoria.

-¡Qué te vayas!- grito.

Él me observa durante unos segundos y después retrocede y se marcha.

Camino hasta el tocador y me dejo caer sobre el taburete acolchado con los lagrimones corriendo por las mejillas. ¡¿Por qué?! ¿Por qué los chicos que me gustan son o se meten en asuntos turbios? ¿Seré gafe?

Sorbo por la nariz, resoplo, me retiro las lágrimas y cojo el cepillo para peinarme.

-Victoria.

Doy un bote y miro el reflejo del espejo.

-Graciela.- musito.- Qué susto, no sabía que estabas ahí.

La mujer me observa desde el corto pasillo que lleva a mi vestidor y baño.

-Estaba
acicalando
el baño. ¿Te encuentras bien?

Asiento y retiro de un manotazo una lágrima traicionera que resbala por mi mejilla.

La asistenta dominicana, de tez morena, se acerca con más garbo de lo esperado en una persona de sesenta años. Viste el típico uniforme negro con mandil blanco y su pelo corto rizado sigue negro como el carbón, como sus diminutos y bellos ojos. Apoya las manos sobre mis hombros desnudos y me da un apretón afectuoso.

-No llores
mijita
, todo problema tiene solución.

-Éste no.- musito negando con la cabeza.

-A ese
muchachote
parece que le importas mucho.

-Por lo visto no en el sentido que yo quiero.

La buena y dulce mujer me sonríe desde el espejo.

-¿Quieres que te peine como cuando eras niña?

Sonrío, asiento y le paso el cepillo.

-Ten cuidado porque aquí en el cogote...- digo señalándome la zona.-...tengo un chichón.

-Debes ponerte hielo.

Me recoge la larga cabellera negra entra las manos y empieza a cepillármelo lentamente, sin tirones. Igual que cuando era cría, ya lo creo que sí.

-¿Te recojo en
coletero
o suelto?

-Coletero, sí.- respondo sonriente.

Busco una goma en los cajones del tocador y se la paso. Cuando termina la coleta alta, me da un cariñoso beso en la sien.

-
Preciosa mijita
.

-Gracias, Graciela.

Me levanto y le doy un fuerte abrazo. Después inspiro y me dirijo al vestidor. Nada como salir con Júpiter para relajarme y pensar.

Vestida para montar a caballo, salgo del cuarto y veo a Tomás apoyado en la pared junto a la puerta. No digo nada y sigo mi camino.

-Victoria, ¿adónde vas?- pregunta detrás mía.

Bajo corriendo las escaleras con mi perfecta coleta alta botando de un lado a otro y lo ignoro.

En la planta baja, papá y Mylo charlan y nos ven bajar. No dicen nada porque me conocen y saben que no estoy de humor. Más les vale.

Salgo a la calle y cierro la puerta de golpe, en las narices de Tomás. Éste sale segundos después.

-¡Muy madura!- alza la voz.

Continúo mi camino hacia los establos, con él pegado a mis talones. ¿Madura? Pues todavía no has visto nada, guapito.

Según me acerco al establo, Mario, marido de Graciela y encargado del mantenimiento de la Villa, sale de él con una carretilla cargada de las heces del animal y otros desperdicios para tirar.

Es dominicano como ella, diez años más joven, rudo y fornido, de tez morenita y cabello oscuro. Sus risueños ojos son en color miel y siempre viste vaqueros, camisas de cuadros y botas.

-Buenos días, Mario. ¿Cómo está mi chico, hoy?

-Buenos días, cielo. Está mejor que nunca. ¿Vas a salir? Le acabo de cepillar.

-Muchas gracias.

Le doy un abrazo y entro.

Me acerco a su cuadra y Júpiter saca la cabeza por encima del portón de madera.

-¡Hola, cariño!- le digo emocionada.

Acaricio su morro y le doy besitos. Que suave es.

Abro el portón y empiezo con la preparación para la salida.

-¿Vas a montar a caballo?- pregunta Tomás desde la entrada con un tono escéptico.

Tiro de las cinchas de cuero y lo saco al exterior. Coloco el pie en el estribo izquierdo y subo de un salto.

-Sí, ¿algún problema?

-Sí, que tengo que ir contigo.- responde con el ceño fruncido.

-En ese caso espero que corras rápido y tengas aguante.

Azuzo a Júpiter con los talones y marchamos hacia la entrada de la Villa.

-¡Victoria, no puedes salir sola!- grita corriendo al lado del caballo.

-¿No dices que vas a venir conmigo?- replico burlona.

-¡Muy graciosa!

Se acerca veloz e intenta quitarme las riendas de las manos. Grito de la sorpresa, Júpiter se asusta, se levanta sobre sus patas traseras y me tira de espaldas sin darme tiempo a sujetarme en la silla.

Dos fuertes brazos evitan que impacte contra el suelo mientras que Júpiter sale corriendo sin jinete.

-Cuidado, preciosa.- murmura Tomás.

Me revuelvo hasta que me deja en el suelo.

-¡Ha sido culpa tuya!- espeto cabreada.- No vuelvas a tocar a mi caballo.

Y dicho esto, salgo corriendo detrás de Júpiter.

Me cuesta más de media hora calmar al animal porque los idiotas de seguridad se empeñan en intentar retenerlo y lo que único que hacen es ponerlo más nervioso. Mi cabreo aumenta por su incompetencia y mucho más cuando escucho las risas de Tomás unos metros por detrás.

-¡Que os alejéis digo!- grito a los escoltas mientras tiro de las riendas de Júpiter. Decido llevarlo al establo para que se tranquilice. No hay nada más peligroso que montar a un caballo alterado.

Tomás aguarda en el exterior del establo, apoyado en el muro de cemento cual modelo en una sesión fotográfica. Es tan guapo que me quita el cabreo, por suerte, pensar eso me cabrea más.

-Bueno, vaquero.- digo acercándome a él.- Tu jornada laboral ha terminado. Me voy a casa. Que disfrutes del resto de día.

Y a paso ligero me voy dejándolo allí.

-¡¿Por qué no vas a salir?!- exclama Maca al otro lado de la línea telefónica.- Llevas días encerrada en casa. ¿Ha pasado algo? ¿Con Tomás?

-Ni me lo mentes.- contesto saliendo al balcón de mi cuarto.- No estoy de humor para hablar del tema.

-Es viernes, tía, tienes que venir de fiesta. Eso anima hasta a un muerto.

Sonrío y observo el sol anaranjado del atardecer.

-No sé.

Si salgo, Tomás tendrá que venir conmigo y se puede liar gorda con mis amigas y el sexy escolta.

-Vamooosss.- suplica mi amiga.- Las chicas no saben nada de él y yo te prometo no mencionarlo.

Estoy segura que no dirá nada. Nada, hasta que lo vea detrás mía.

-¿Te recojo en casa?- pregunta.

-¡No!- contesto veloz.- De acuerdo iré, ¿dónde quedamos?

-En el bar de Manu. Me alegro que vengas porque Raquel y Marisa van a traer a sus chicos y necesito solteras a mi alrededor.

Sonrío y regreso a mi habitación.

-Muy bien, nos vemos allí a la hora de siempre.

-¡Síííí!- chilla eufórica.- Hasta luego, guapa.

-Hasta luego.

Cuelgo y me siento en la cama. ¿Y ahora qué me pongo? Meneo la cabeza y bajo a cenar.

Tras una buena ducha de agua caliente y la hidratación de cuerpo entero, recorro el vestidor en braga brasileña y sujetador sin tirantes de chantilly gris perla, en busca de qué ponerme. Es lo que suele pasar en estos casos, tienes tanta ropa que no sabes que elegir.

Me decanto por una minifalda de lentejuelas negras, aunque claro, llamarla minifalda es ser generosa, es más un cinturón ancho. Para la parte de arriba, elijo un top brillante que se anuda al cuello y deja gran parte del abdomen al descubierto. Y para rematar el look zorrón, me calzo las botas altas nuevas.

Me miro en uno de los espejos de cuerpo entero y sonrío porque Tomás se va a caer de culos.

-¿De qué película porno he salido?- me digo.

Riendo marcho al baño a pasarme las planchas por el pelo y después al tocador a maquillarme.

No necesito mucho ya que estos días el sol ha bronceado un poco mi piel, por lo que tras el ligero maquillaje base, me pinto la sombra de ojos y la raya negras para resaltar el azul de mis iris, y los labios rojo putón... Unas gotitas de Pink Diamond y ¡
vualá
!

Recojo mi bolso negro de mano Tous y salgo de la habitación.

CAPÍTULO 13

 

 

Bajo las escaleras agarrada al pasamanos, ya que estas botas altas de cuero tienen un gran tacón aparte de los centímetros de plataforma que llevan en la punta. Solo me faltaba caer rodando.

Imagino que Tomás estará esperando abajo, no le dije nada, tan solo informé a mi padre de mis planes durante la cena. Él se habrá encargado de avisar a Mylo y éste a su vez, de instruir a Tomás en lo pertinente. Como por ejemplo: que nadie se acerque a ella.

Cuando llego a la planta baja, la comitiva mayor del reino se encuentra allí charlando. A Mylo y Tomás casi se les salen los ojos de órbita, pero a mi padre... a papá creo que incluso se le para el corazón.

-¿Adónde te crees que vas así vestida?- espeta cuando se recompone.

-De fiesta.

Me acerco a ellos y miro a Tomás.

-Vete a por el coche.

-¡¿De ninguna manera vas a salir así?!- gruñe papá.

-¿Por qué?

El gran Bruno Pomeró resopla, gruñe, se pasa las manos por el pelo y se mueve nervioso con su traje negro que rebasa los mil euros fácilmente.

-¡Casi se te ven las bragas! ¡Así vestida no vas a salir!finiquita.

-Sí que lo haré.- respondo tranquila.- Soy mayor de edad y me visto como quiero.

-Victoria, no me cabrees.- bufa.

-Vicky, que te cuesta ponerte algo más discreto.- comenta Mylo.- Así vestida los chicos pensarán lo que no es y...

-Y no harán nada porque ya os habéis encargado de que tenga un escolta pegado al culo.- añado cabreada.- Te espero fuera.- digo a Tomás que sigue mirándome con el ceño fruncido.

¡Ole! Empiezo bien la noche. De mala leche.

Subo al asiento de copiloto del BMW X6 negro metalizado, que seguramente le habrá impuesto Mylo. Él y su seguridad con los coches.

Partimos hacia Valencia capital y yo me dedico a mensajearme con las chicas o mirar por la ventanilla mientras escucho la radio.

-Yo solo quería pasar el mayor tiempo posible contigo.- murmura Tomás sin dejar de mirar la carretera.

Lo ha dejado caer, como si no hubiera dicho nada, como si en vez de escucharlo de su boca le hubiese leído la mente. No busca ni espera contestación por mi parte.

Miro de reojo su manera de conducir, es tan varonil: con el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla y la mano derecha tamborileando al ritmo de Bruno Mars en la parte baja del volante.

Viste los vaqueros negros que le compré, camiseta negra Tommy Hilfiger, y unos zapatos de cuero que le han debido prestar. Es la moda “escolta” verano 2013.

Silencio el resto de trayecto y solo abro la boca para indicarle el camino hacia el bar “Bitúrico” o bar de Manu como todo el mundo lo conoce. Manu es el dueño, junto con su mujer Carlota, y ambos son encantadores.

-Puedes esperar en el coche o entrar.- le digo mientras estaciona el vehículo.

-Por supuesto que voy a entrar.- contesta serio.

-De acuerdo, pero mantente a unos metros de mí. Me quito el cinturón y abro la puerta.

-Tranquila, sé cómo trabajan los escoltas.- espeta con retintín.

-Que profesional.- musito irónica conforme bajo.

-Mucho. He visto demasiadas veces El Guardaespaldas y al igual que Kevin Costner, yo también me pondría delante de una bala por ti.

Exhalo y tras mirarnos fijamente varios segundos, cierro la puerta y marcho al bar.

Tomás camina unos pasos por detrás, pero le escucho perfectamente.

-Acabamos de llegar. Bien.

Pongo los ojos en blanco y sigo caminando por la acera. Informando a Mylo, ¡qué novedad!

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