Read Rito de Cortejo Online

Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

Rito de Cortejo (48 page)

BOOK: Rito de Cortejo
7.93Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Joesai no confiaba por completo en la eficiente Consuelo, que había preparado un plan interesante al que él no se pudo oponer. O bien era muy viable o era una trampa. En este último caso, él había ideado una táctica de contingencia. Nadie esperaría que emprendiesen la huida por la imponente pared del norte. Las cargas explosivas, colocadas por la noche con la destreza de un picapedrero, se hallaban en su puesto para permitir una fuga sacrílega. En caso de ser necesaria esta retirada de emergencia, habría varios hombres apostados con rifles para cubrirlos.

Al amanecer del siguiente día pleno, en medio de la niebla rosácea que surgía del mar por la boca roja de un enorme Getasol, cuatro impostores subieron por la escalinata de la Ascensión de Dios. Iban vestidos con las túnicas ocre y púrpura de los Magos del Tiempo Mnankrei. A su lado pasaban los sacerdotes haciendo ruido con sus zapatos de madera. Joesai incluso tuvo el descaro de detener a un muchacho que transportaba néctar por la escalera para comprarle una medida. Detrás venían un mercader cargado con un saco de miel y un impaciente Cantor con su tocado y el rostro lleno de pinturas.

Las puertas de bronce estaban decoradas con una escena de una tormenta de lluvia que se descargaba sobre el Dios de los Cielos. Todos los mitos getaneses reflejaban la lucha del kalothi contra las fuerzas niveladoras. Cuando traspuso las puertas, Joesai se detuvo unos momentos para admirar la sencilla belleza de un amplio salón que databa de los tiempos anteriores a los Kaiel. Después de una rápida mirada logró orientarse, relacionando la estructura con los mapas que había memorizado la noche anterior.

Un funcionario los esperaba. Los papeles, siempre necesarios en la vida de los Mnankrei, habían sido preparados por un excelente falsificador que tenía acceso a los códigos secretos del Viento Rápido, y los cuatro fueron conducidos a una pequeña habitación de los niveles inferiores. Muy pronto comenzaron a llegar los desprevenidos acólitos de los Magos del Tiempo, que fueron sometidos mediante unas pociones que producían una parálisis total proporcionadas por Consuelo.

Joesai y Eiemeni se vistieron con las ropas oscuras de los Altos Sacerdotes de la Inquisición, y luego descendieron más abajo aún, donde volvieron a enseñar sus papeles. Uno a uno, los prisioneros Kaiel fueron sacados de sus celdas para ser sometidos a un interrogatorio «exhaustivo», y luego los devolvieron en camillas ya que se encontraban inconscientes. Un rato después, los «acólitos» abandonaron el Templo con sus Amos Magos del Tiempo. Al verlos aparecer, el primer hombre armado se relajó en su escondite, y pasó el mensaje a los demás.

Con unos cambios de vestuario y bastante destreza el grupo se disolvió uno por uno, para luego volver a reunirse en un almacén que se hallaba frente al canal. Una vez dentro del edificio, la tensión disminuyó tanto entre los liberadores como entre aquellos que ya se habían visto realizando su Contribución bajo la forma de huesos para la sopa. Los hombres se abrazaron, sonrieron triunfalmente en silencio, y estrecharon a Joesai. Lo amaban. Las lágrimas humedecían sus ojos. Besaron las paredes y se balancearon colgados de las vigas del edificio.

Discretamente, Consuelo les sirvió aguamiel de un pequeño tonel. Untó unos panecillos de trigo con salsa a la misma velocidad que éstos eran devorados, pero sus ojos prácticamente no se apartaron de Joesai. Estaba vestida con abrigadas ropas de viaje, y llevaba un morral con su saco de dormir y algunas otras pertenencias.

Sin quitarse su túnica Mnankrei por puro sentido del humor, Joesai comenzó a dar instrucciones a sus hombres, aprovechando su euforia y su lealtad incondicional. Ahora tenía claro su plan de ataque sobre Soebo. De forma apasionada, les explicó la estrategia del plan, planteó los grupos de acción y asignó los distintos papeles.

—¿Cuál es el origen de tanta resistencia contra nosotros aquí en Soebo? ¡El miedo a la crueldad de los Kaiel! —Adoptó la Postura de la Muerte al Acecho, y luego volvió a hablar—. ¡Son los antiguos recuerdos sobre el destino de los Arant! —Movió una mano y los demonios brincaron de su palma—. ¡Es el recuerdo del destino de los clanes que sirvieron a los Arant! —Acercó la mano a la muñeca mostrando el símbolo de la ejecución.

Joesai continuó con su discurso ante una audiencia muy atenta.

—La principal estrategia de la Comitiva de Avanzada debe ser lograr la confianza de los clanes inferiores. No será suficiente con intentar convencerlos de que los Mnankrei son las feroces flores marinas fei, y que nosotros somos las abejas que fabricamos miel con nuestra política de negociación. ¿Creerían a unos forasteros?

—No —rugieron los hombres al unísono, ante su pregunta retórica.

Durante unos momentos, Joesai caminó por el almacén imitando los modos de un forastero: una ligera inseguridad, ojos que observaban las cosas más comunes, una forma extraña de caminar.

—A un hombre nunca le resulta feroz aquello con lo que convive día a día. Es
lo extraño
lo que parece feroz. No lograremos convencer a estas personas de que si los Kaiel se apoderan del gobierno, no habrá modificaciones bruscas en la legislación, confusión o Contribuciones retroactivas según nuevas leyes. Pensarán que mentimos para ganarnos su confianza, y de ese modo conseguir sus pellejos. La lógica nos lleva a una sola conclusión: sin confianza, ningún argumento resulta efectivo. La confianza es la palabra clave de nuestra estrategia.

»¿Pero qué es la confianza? Es el residuo emocional de los pactos que han sido cumplidos. No disponemos de tiempo para elaborar contratos muy complejos, pero hay una cosa que sí podemos hacer. Los seres humanos comprenden de forma instintiva la naturaleza de la negociación, y confían en el
proceso
dondequiera que éste se presente. Todos vosotros sabéis cómo negociar. Es una tradición entre los Kaiel. Por lo tanto, eso es lo que haremos.

»Ya nos hemos comunicado con portavoces de algunos clanes inferiores. Os encontraréis con ellos de forma clandestina. Comenzad a negociar de inmediato. Estableced las necesidades del clan asignado
en detalle,
utilizando el Ritual de Negociación Tae:

»"¿Qué evento deseable no se ha producido?"

»"¿Qué evento indeseable se ha producido?"

»El simple acto de delinear las diferencias entre su mundo ideal y su mundo real generará la importante confianza preliminar. Entonces conoceréis sus necesidades más apremiantes. Comparad las posibilidades de los Kaiel con esas necesidades, y entonces realizad vuestra oferta. Hacedlo de un modo formal. La primera propuesta no debe contener ninguna mentira, ninguna fantasía, ninguna promesa imposible de cumplir. Ponedla por escrito. Luego, comenzad el regateo.

Joesai sonrió.

—En seis amaneceres, quiero que los principales clanes de Soebo sientan respeto ante la capacidad de los Kaiel para negociar. Quedarán impresionados. Los Mnankrei no realizan pactos sociales a través de la negociación. Haced todo lo que podáis antes de mi regreso. ¡No dejéis de hablar! ¡Cread un distrito electoral!

Por primera vez, Joesai introdujo la extraña frase «voluntad del pueblo» en sus exhortaciones. La había adoptado de
La Fragua de la Guerra,
considerando que expresaba perfectamente el concepto Kaiel de ganarse la lealtad de los clanes inferiores. Siendo un clan gobernante hereditario, ¿no era su cometido comprender las miles de voluntades conflictivas de la gente, modelando esas energías en una sola Voluntad?

Joesai había quedado perplejo por el contexto en el cual las Personas del Cielo habían empleado la frase. Pero ellos nunca expresaban sus palabras en forma simple. Los Norteamericanos escribían «voluntad del pueblo» en su constitución para justificar la esclavitud, como si el propio clan Negro hubiese inventado la opresión para promover una Voluntad más Grande.

Y aún más peculiar era la utilización de la frase por parte del zar ruso, Lenin el Terrible. Joesai había quedado intrigado por ciertos pasajes que Teenae le señalara en
La Fragua de la Guerra.
Los zaristas habían perdido sus propiedades a manos del clan capitalista, en permanente expansión, y los socialistas exigían reformas agrarias donde los esclavos del Estado recibiesen las tierras que habían labrado durante generaciones. Desanimado, inmediatamente después de su coronación, Lenin inició el exterminio de los capitalistas implantando el terror al mismo tiempo que conspiraba con el clan socialista para restituir las propiedades del zar mediante un aniquilamiento sistemático de cada socialista que había en su reino. Al recuperar la tierra para el Estado, Lenin justificaba la matanza de campesinos como la «voluntad del pueblo», porque eran ellos mismos los que lo habían designado zar.

Joesai lo dijo de otra manera.

—Que las negociaciones con los clanes fragüen la «voluntad del pueblo». Si esto se produce, cuando regrese a Soebo me encontraré con una ciudad completamente nueva.

La mujer Liethe lo acompañó en su partida de la vieja Soebo. Era una sombra oscura, indistinguible de cualquier otro viajero. Durante un rato caminaron a cielo abierto por el camino, en una dirección que viraba demasiado al oeste para tener alguna conexión con el Concilio. Joesai estaba impresionado por la fortaleza de Consuelo. A pesar de ser una mujer tan pequeña, cada vez que él aminoraba la marcha para no fatigarla, ella se le adelantaba y le señalaba el camino apartando las ramas caídas.

No obstante, fue la primera en cansarse. Con afecto, él cogió su morral y le ofreció su brazo como apoyo. Ella no emitió ninguna queja. Joesai no sabía si estaba realmente cansada o si lo que quería era pasar una noche a solas con él. Aunque él hubiese continuado andando, la excusa no le resultó desagradable y buscó un lugar donde acampar.

—Tendremos a Luna Adusta para nosotros solos —dijo Consuelo mientras encendía una pequeña fogata. Había traído agua de un arroyo y estaba preparando caldo.

Él la dejó —¿por qué oponerse a su necesidad de servir a un hombre?—pero para mantenerse ocupado comenzó a desenrollar los sacos de dormir y sonrió al ver las pertenencias de la joven. Un peine; un frasco azul, probablemente de perfume; sombra para párpados; las hojas del olinar, un poderoso anticonceptivo.

—Tu clan conoce a los Mnankrei como nadie. Para mí casi no son reales, con excepción de un sacerdote que en cierta ocasión colgó a mi esposa más pequeña de un penol. Estuve furioso durante un tiempo.

—¿Ella sobrevivió?

—Sí, ¡pero
él
no lo hará! Ella nunca perdona. Hasta el día de hoy me reprocha cosas que no recuerdo haber hecho.

—¿La echas de menos?

—Sí. Es pequeña como tú.

—Esta noche con la media luna me tendrás. La olvidarás por un momento. ¿Qué recibiré a cambio?

—¡Vaya! ¡Veo que he hablado demasiado de negociación! —Trató de distinguir su sonrisa en la oscuridad—. Cargaré tu morral —le ofreció.

—Quiero tu nariz como amuleto —le respondió ella para indicarle que no tenía precio.

Lentamente, Joesai cogió una piedra roja con manchas verdes de cobre.

—¿No aceptarías una joya a cambio?

Consuelo le acercó un cuenco con caldo y le besó la nariz.

—¿Qué te parece el Palacio de la Mañana de Soebo? Al amanecer, su cúpula es suficiente para romper el corazón de una joven.

—¡Y el bolsillo de un hombre!

—Si me prometes el Palacio de la Mañana, te masajearé la espalda.

—Haz una prueba para saber si vale la pena.

—Primero abrázame. Tendrás que ser tierno, o no te dejaremos entrar en la ciudad con tu ridícula Comitiva.

Él se sintió invadido por el deseo. Le desató las cintas, halló los botones y alzó su cuerpo para poder quitarle la ropa. Entonces la tendió sobre el jergón y colocó la piedra sobre su Ojo de Dios, el llamado ombligo por los getaneses. Por un momento sólo la miró.

—Estoy más tranquilo —le dijo—. Ya no me parece necesaria tanta prisa.

—Así es mejor.

—¿Estás cansada? —le preguntó.

—Dormiré mejor cuando haya cabalgado sobre un hombre que me ama. Tú has sido bueno conmigo. Cuando lleguemos al campamento bailaré para ti.

Él sacudió la cabeza y alzó su cuerpo para que estuvieran unidos en una posición erguida.

—Nada de bailes. Cuando lleguemos al campamento, lo levantaremos y partiremos rápidamente hacia Soebo.


Siempre
hay tiempo para las celebraciones —respondió ella de malhumor—. El mundo parece menos cruel cuando uno ha estado riendo y bailando.

Joesai retuvo sus embates... recordó las pacientes lecciones de Noé sobre el modo de excitar a una mujer. Quería ser mejor que cualquier amante Mnankrei que ella hubiese tenido. Escuchó su respiración.

—¿El matrimonio es así? —preguntó ella—. ¿Tener una piedra en el Ojo de Dios, abrazada a un hombre que nunca quieres dejar?

—¡Debes de estar loca! El matrimonio se parece más a una esposa que te roba una moneda para pagar una deuda, mientras jode con tu coesposo.

Joesai percibió su aliento en la mejilla, un sagrado perfume humano, distinto a cualquier otro aroma bajo el rojo sol. Lentamente el ritmo comenzó a crecer en ella, y su mano se cerró sobre el amuleto Liethe que él llevaba colgando del cuello.

Hubo
una celebración cuando llegaron al campamento con la noticia de su incursión sobre Soebo. Los jóvenes Kaiel parecían inquietos. No estaban habituados al ocio sino a las Pruebas, a vencer, a escapar de la muerte, y por lo tanto la celebración surgió espontáneamente. La Liethe enseñó a las muchachas Kaiel una danza simple que sus cuerpos ágiles ejecutaron a la perfección, mientras los varones contribuyeron a la fiesta con su música vocal y batiendo las palmas.

Aquellos jóvenes habían dejado los asilos hacía muy poco, y Joesai todavía no podía considerarlos hombres y mujeres. Observó su alboroto con afecto. Aunque fuesen ineptos en el mar, en tierra eran letales. Estaba orgulloso de ellos. Se consideraban a sí mismos jueces. En otros tiempos, entre las estrellas, se hubiesen llamado guerreros. Joesai se encontró batiendo palmas al ritmo de las voces del coro.

Consuelo insistió en preparar el banquete de la celebración. El campamento estaba siendo desmontado a su alrededor, pero comer era una constante de la vida. La Liethe fue de una carreta a otra para servir a los Kaiel, asegurándose de que nadie se quedase sin su porción. Joesai se hallaba en la vieja granja, organizando la partida, y ella tuvo que sentarse a su lado para darle de comer en la boca.

BOOK: Rito de Cortejo
7.93Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Unbound by Jim C. Hines
Tj and the Rockets by Hazel Hutchins
In the Air by Serowka, Crystal
Emma Chase by Khan, Jen
It's All Relative by Wade Rouse