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Authors: Diane Duane

Tags: #Ciencia ficción

Por prescripción facultativa (19 page)

BOOK: Por prescripción facultativa
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Kirk profirió una imprecación y se encontró con que volvía a estar en la luz del día, con el ;at a su lado, contemplando una flor.

Volvió la cabeza hacia la brillante luz del sol, mientras respiraba con dificultad a causa de la impresión. A su lado, el ;at se erguía silencioso e impasible, como si hubiera estado arraigado en aquel lugar desde el amanecer del mundo; ya no proyectaba sombra alguna.

—¿Sabe qué nave era ésa? —le preguntó el ;at al capitán de la
Enterprise
.

—Por lo poco que he visto —respondió Kirk—, parecía una nave pirata de desembarco, de Orión. La nave madre habría estado en órbita, en alguna parte.

—Sí —dijo el ;at.

Kirk sacudió la cabeza.

—¿Cómo ha conseguido usted hacer eso? —le preguntó al ;at.

Por primera vez, percibió en el ;at una sensación parecida a la incertidumbre. Resultaba extraño para provenir de algo que hasta aquel momento había parecido más sólido que algunas montañas que Kirk había escalado.

—Me resultaría difícil explicárselo —le respondió—. Dígame: ¿dónde estará mañana?

Kirk se encogió de hombros.

—A bordo de mi nave, supongo. Puede que consiga bajar nuevamente, si acabo a tiempo con el trabajo que tengo allí. —Se volvió a mirar hacia el bosque bañado por el sol—. Me gustaría hacerlo, si pudiera —agregó—. Este lugar es bonito.

—Sí —comentó el ;at, pero había algo ligeramente inquieto en su voz—. ¿No puede hacerme una imagen de dónde estará mañana, como lo ha hecho con los lugares en los que ha estado antes?

—¿Una imagen…?

«Oh, Dios —pensó Kirk—. Esta criatura es de naturaleza telepática. Ha estado dentro de mi cabeza durante todo este tiempo, viendo todas las imágenes que pasaban por ella. ¡Sólo el cielo sabe lo que le he mostrado! Esta cosa podría destruirnos con un pensamiento, si quisiera…»

Luego sacudió la cabeza, perplejo. Podía oír a McCoy que decía, muy irritado: «¿Por qué siempre ha de ser una «cosa»? La criatura no da señal alguna de destruir nada…ya ha tenido bastante destrucción procedente del exterior».

—Señor —le dijo—, no puedo hacer lo que me pide. Usted me reclama que prediga el futuro. Visualizarlo, sí que puedo. Puedo aproximarme mentalmente a los acontecimientos futuros; pero ninguno de los nuestros puede saber verdaderamente, de forma fiable, como un acto de voluntad, qué sucederá mañana. O dentro de cinco minutos.

El ;at guardó silencio durante un momento.

—Ésa va a ser nuestra dificultad —dijo, más para sí mismo, pensó Kirk, que para su interlocutor—. Capitán, ahora debo procurar que usted nos entienda un poco…

—Considérense mis invitados —le dijo Kirk:

—Lo seremos. Creo que ustedes perciben el pasado… y el ahora… pero no el futuro. ¿Estoy en lo cierto?

Kirk volvió a sentarse sobre la hierba, agradecido porque sentía que las rodillas le fallaban un poco tras el repentino episodio de la oscuridad.

—¿Quiere decirme que ustedes sí pueden percibir el futuro? —le preguntó a su interlocutor.

—Existe en sí mismo. Sí. Podemos percibirlo hasta un cierto punto.

—Demonios —exclamó Kirk en voz baja.

—¿Cómo? —preguntó el ;at.

Kirk se echó a reír.

—Lo siento, la imagen ha debido parecerle extraña. ¿Y qué sucede con el pasado?

—Usted lo vio por sí mismo —replicó el ;at.

—Así que era eso. —Kirk volvió a sacudir la cabeza—. Esto debería ser imposible —dijo, aturdido—. Spock pasaría un gran día con usted. El futuro no debería ser accesible, según las reglas que nosotros conocemos. Ni siquiera el Guardián de la Eternidad puede llegar a él.

El ;at guardó silencio durante un momento; quizá contemplaba la imagen en la mente de Kirk.

—Ese agente opera sobre unos principios muy diferentes —le dijo al capitán de la
Enterprise
—. Sólo es capaz de funcionar sobre una pista temporal en cada ocasión; su programación le prohibe hacerlo con más, si he leído correctamente la forma en que se ha descrito a sí mismo ante ustedes. Nosotros vivimos en una forma completamente distinta a la del Guardián. Todas las pistas temporales son accesibles, aunque las del pasado son de acceso más sencillo.

—Oh, cielos, el tiempo —dijo Kirk, porque en medio de toda la emoción había olvidado comprobarlo con la nave—. Señor, ¿podría perdonarme un momento? No me iré a ninguna parte. Sólo necesito hablar con mi gente.

—Por supuesto, capitán.

Sacó su comunicador y lo abrió.

—Kirk a la
Enterprise
.

—Aquí
Enterprise
—le respondió la alegre voz de Uhura

¿Qué tal van las cosas por ahí abajo, capitán? —Sin problemas. ¿Qué tal la nave? —Tampoco hay problemas por aquí, señor.

—Bien. Kirk fuera.

Guardó el comunicador y se reclinó un poco sobre la hierba para mirar al ;at.

—Bueno, pues… ¿dónde estábamos? —Se frotó la cabeza—. Usted me decía que su pueblo puede visitar el futuro.

—Nosotros vivimos en él —le respondió el ;at—. Hasta cierto punto, como ya he dicho. También en el pasado y en el presente, como los perciben ustedes.

—Estuvimos allí de verdad, en aquel preciso instante, ¿verdad? Ésa fue la última vez en que los piratas de Orión atacaron su planeta.

—Sí.

—¿Con qué frecuencia ha estado sucediendo?

—A intervalos irregulares desde hace unas seis revoluciones de nuestro sol.

—Eso es más o menos ocho de nuestros años. Señor… —Kirk hizo una pausa momentánea—. Realmente me gustaría que tuviese usted un nombre —le dijo—. Puede que no lo utilizara mucho, pero me ayudaría a tener algo con lo que pensar en usted.

El ;at le miró y de pronto volvió a tener una sombra que cayó sobre el capitán.

—A nosotros no nos hacen mucha falta los nombres —le explicó—. Los otros, los ornae y los lahit, a veces me llaman con palabras que significan el que dirige las cosas una vez que las ha comprendido.

—Director —dijo Kirk. No, demasiado específico—. Jefe. —No, demasiado informal—. Hmmmm… Maestro. —Como un enseñante, o una autoridad en algún tipo de arte. Aquello sonaba más adecuado.

—Maestro —repitió el ;at—. Suena bien.

—Perfecto. Así pues, esa gente ha hecho incursiones en este planeta desde hace ya ocho años, aproximadamente… —Kirk intentó complementar aquello con los informes que había oído referentes a otros actos depredadores de los piratas en otras zonas del espacio—. Si han viajado hasta aquí, se han alejado mucho de sus habituales territorios de caza. Pero en ese caso —agregó—, probablemente sea nuestra presencia más activa, así como la de los klingon, lo que los ha alejado de las zonas más pobladas de la galaxia. — Meditó durante un momento—. ¿Qué es lo que buscan? ¿Lo sabe usted?

—Cada vez que vienen aquí, excavan —respondió Maestro. Parecía bastante perplejo por ello—. Por qué lo hacen, no lo sé.

—No es por los minerales extraíbles —le aseguró Kirk—. Vuestro mundo es pobre en esas sustancias. Pero, por otra parte, McCoy hace un rato estaba bastante emocionado con la tierra. Y Spock mencionó que la vida vegetal de aquí parecía rica en alcaloides medicinales. —Aquello hizo sonar un timbre premonitorio—. Podrían venir a buscar drogas —dijo—. En algunos mundos existen sustancias que son bastante inocentes en su propio medio ambiente, pero cuando las consumen especies alienígenas resultan psicoactivos de muy variado poder. Ese tipo de cosas tiene un precio muy elevado… y los que las obtienen y venden no vacilan en matar por ellas. —Sacudió la cabeza—. Pero no es más que una conjetura.

—Lo que no entiendo —dijo Maestro—, es por qué esos seres de Orión creen necesario matar a los nuestros como lo han hecho. Indudablemente, podrían tomar lo que quisieran y marcharse sin que nadie les hiciera nada. En este mundo hay muchos lugares con las mismas plantas, la misma tierra, pero en las que no vive ninguno de nosotros.

—Señor, algunas gentes de ese tipo simplemente disfrutan matando. Es un juego para ellos. O quizá lo vean como una fumigación… como eliminar un infección inconveniente en un planeta para poder explotarlo más fácilmente. —La boca de Kirk se redujo a una línea dura—. Los piratas de Orión han hecho eso con bastante frecuencia antes de ahora. En los principios de su historia, a veces destruían planetas enteros solamente porque no eran viables desde el punto de vista económico… y luego utilizaban los fragmentos para construir esferas de Dyson y poblar las áreas incrementadas con trabajadores esclavos. En un sentido, nos hicieron un favor… el comportamiento de ellos asqueó tanto a tantísimos mundos que el afán de lucro se hizo impopular. Quedan algunos restos, aquí y allá. Pero los piratas… creo que a ellos sencillamente les gusta matar.

Maestro retumbó; un sonido bajo y lento que hubiera puesto a Kirk muy nervioso de haber creído que iba dirigido contra él.

—Tiendo a estar de acuerdo con usted —le dijo.

Kirk se puso de pie y comenzó a pasearse arriba y abajo por encima de las flores.

—Pero usted me ha dicho que pueden existir en otros tiempos. Ésa es una ventaja tremenda, o debería serlo. Si pueden existir en el futuro, ¿por qué no pueden percibir el momento en que vendrán los piratas y mantener a sus pueblos apartados de ellos? ¿O encontrar alguna manera de detenerles?

Kirk recibió una sensación de profunda tristeza de Maestro.

—¿No cree que lo haríamos si pudiésemos? —respondió—. Podemos existir en el futuro, pero no podemos actuar sobre él ni en él sin retirar nuestra presencia del presente y el pasado. Tendríamos que vivir permanentemente en el futuro, nuestro propio futuro, con el fin de advertirnos de cualquier peligro en el presente. Hacer eso sería renunciar a la vida del presente. Para siempre.

Kirk pensó en aquello durante unos instantes.

—Calculo que vivir en el futuro no sería mucho más seguro que hacerlo en el pasado —dijo—. Tiene razón. Ha de haber alguna otra forma.

—Es difícil para nosotros —le dijo Maestro—. Estamos dispuestos a hacer eso si es necesario. Somos, a nuestra manera, los guardianes de los ornae y los lahit. Ellos comparten nuestra percepción del tiempo, pero no la visión más amplia; ellos pueden vivir en el pasado, el presente y el futuro, pero sólo en uno por vez… no en todos a un tiempo. Son inocentes, con sus propias preocupaciones… principalmente de los unos por los otros; se dedican a descubrir sus diferencias y sus parecidos. Hay muchos.

—Ya lo creo que los hay —le aseguró Kirk—. Eso es lo que en parte nos trajo hasta aquí. No conocemos ningún otro planeta en el que hayan evolucionado juntas tres especies tan diferentes.

Maestro pareció ligeramente divertido por aquello.

—Sí —comentó—, a nosotros nos gusta… eso de descubrir lo diferentes que pueden ser los demás, a pesar de ser iguales en la raíz. Hace la vida más placentera.

—Creo que les entiendo —le dijo Kirk—. Aunque es posible que me engañe. —Sacudió la cabeza—. La habilidad de ustedes para coexistir en los diferentes tiempos hará surgir muchísimas preguntas. Especialmente porque parecen capaces de extender los efectos a los demás. Podrían encontrarse con un montón de visitantes… no solamente con los piratas de Orión. —Entrelazó las manos a la espalda mientras se paseaba—. Sin embargo, debe existir alguna forma de terminar con eso.

—Nos encantará oírla —le dijo Maestro.

McCoy estaba sentado en el sillón de mando, aferrado a su mal genio con ambas manos.

—Kaiev —dijo—, volveré a decírselo. Tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo que andar por ahí matando a sus tripulantes. No me importa en lo más mínimo si corretean con sus excavadoras de juguete y qué sé yo qué más. Si han desaparecido, a mí no me sorprende. Ya le advertí que ahí abajo sucedían cosas extrañas, pero no quiso escucharme, ah, no. También a nosotros nos ha desaparecido gente, y no sabemos dónde están.

—¿Cuántos? —preguntó Kaiev con tono imperativo—. ¿Cuándo?

—Información codificada —replicó McCoy—. Debería saber que esas cosas no se preguntan. Y no me importa si ello significa que habrá de fiarse de nuestras palabras. Simplemente deberá aceptarlo. Si no me cree y quiere convertirlo en un incidente, adelante.

McCoy miró a Sulu y Chekov de manera significativa y lanzó una ojeada a Scotty. Podía ver que los escudos ya estaban levantados, y Sulu hizo salir la pequeña mira de disparo de su consola. Kaiev también podía ver todo aquello y le resultaba muy duro mantener inmóvil el rostro.

—Ahora bien, hijo —continuó McCoy—, yo soy un hombre acomodaticio, pero usted tiene un problema de actitud. Si me obliga a ello, se lo arreglaré encantado, de forma permanente. Decídase.

Se alegraba mucho de que Kaiev no pudiera ver cómo le sudaban las manos.

Reinaba un absoluto silencio en el puente de la nave klingon.

—¿Sobre qué? —preguntó finalmente Kaiev. McCoy sonrió.

—Sobre si va a cooperar o no con nosotros. Enviaremos equipos de búsqueda extra para que les ayuden a buscar a los suyos. Tenemos el lugar cartográfico de una forma más completa a la que pueden tener ustedes en este preciso momento; eso podría constituir una ventaja. Además, haremos un análisis de las pistas que dejaron sus tripulantes en los sensores y veremos si se puede averiguar adónde han ido. Todavía no hemos tenido mucha suerte en la búsqueda de nuestros propios desaparecidos, pero compartiremos con ustedes lo que hayamos descubierto. Spock —dijo McCoy por encima del hombro—, haga un paquete de datos referente a esa radiación extraña y asegúrese de que el oficial científico del comandante Kaiev lo reciba, ¿quiere? Gracias.

Volvió a mirar la pantalla y sonrió.

—¿Necesita algo más, Kaiev?

El comandante klingon miró a McCoy con una expresión que resultaba difícil de descifrar completamente, pero en la que había una gran dosis de perplejidad.

—Anteriormente —dijo—, usted mencionó que algunos de sus tripulantes habían sido… comidos por los árboles…

McCoy alzó una ceja.

—Dígales a sus hombres que dejen las sierras sin fin a bordo de la nave, Kaiev —le advirtió al comandante klingon—. McCoy fuera.

Uhura cortó la comunicación. Spock bajó de su puesto, se detuvo junto a McCoy y le dedicó una mirada de ligero fastidio.

—Doctor —comenzó—, ¿tiene usted alguna idea sobre la capacidad armamentística de un acorazado klingon?

—La suficiente como para saber que no pueden vencernos de uno en uno —replicó McCoy—, no con los escudos levantados y con los dedos en el botón. Que es exactamente como vamos a permanecer hasta que esta situación se haya calmado un poco. Puede que tarde. Alerta amarilla hasta que yo diga otra cosa.

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