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Authors: Álvaro Naira

Politeísmos (12 page)

BOOK: Politeísmos
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Ora pro nobis.

Sin miramientos ni juegos previos se la clavó hasta el fondo. Ella sofocó un chillido; no estaba lo bastante dilatada. La penetración de golpe le había dolido a él también, pero sonrió salvajemente, se retiró casi por completo y repitió la jugada. Verónica abrió mucho las piernas, patinando en el suelo con las rodillas. Álex volvió a hundirse con todas sus ganas, apretándole el cuello, y empezó a bombear hacia dentro y hacia fuera al ritmo de su respiración.

Sancta Maria.

Ora pro nobis.

Sancta Dei Genetrix.

Ora pro nobis.

Sancta Virgo virginum.

Ora pro nobis.

Mater Christi.

Ora pro nobis.

Mater Creatoris.

Ora pro nobis.

Mater Salvatoris.

Ora pro nobis.

Mater Ecclesiae.

Ora pro nobis.

Mater boni Consilii.

Ora pro nobis.

Mater castissima —ora pro nobis—
. El paso era estrecho, como un túnel apretado de carne que hubiera que ir abriendo.
Mater divinae gratiae —ora pro nobis—
. La chica retorció las sábanas entre las manos y respiró ahogada, sujeta todavía por el gaznate.
Mater charitatis —ora pro nobis—
. Intentó relajar los músculos para facilitarle la entrada, porque le seguía haciendo daño.
Mater amabilis —ora pro nobis—
. Álex volvía a hundirse profundamente con cierto esfuerzo.
Mater admirabilis —ora pro nobis—
. La sensación era incómoda, dolorosa, como si la estuviera desgarrando, aunque hubiera entrado y siguiera pasando.
Mater inviolata —ora pro nobis—
. Él le soltó el cuello y sonrió; le había marcado en rojo todos los dedos.
Mater puríssima —ora pro nobis—
. Verónica era tan blanca, tan pálida, tan limpia, que no podía evitar desear hacerla trizas, como a una muñeca de porcelana china.
Mater inmaculata —ora pro nobis—
. Dejarle cardenales le producía la misma alegría infantil que la de mancillar algo virgen e intacto: como pisar nieve...
Mater intemerata —ora pro nobis—
. Fue arrastrando las manos, clavando las uñas en su espalda hasta que le ciñó las caderas por los huesos.
Mater pulchritudinis —ora pro nobis—
. La alejó para tomar impulso y penetró, ahora, con facilidad: ya estaba suficientemente húmeda.
Virgo prudentissima —ora pro nobis—
. Resbaló por la madriguera caliente, tibia, hecha a medida como un guante, y se calzó a la chica por completo.
Virgo potens —ora pro nobis—
. Permaneció dentro unos instantes sin moverse, suspirando en el nicho confortable, acuoso y plácido.
Virgo sancta —ora pro nobis—
. Dobló las rodillas y se echó hacia atrás, sentándose sobre sus tobillos, mientras Verónica, atravesada, le usaba de silla.
Thronus Salomonis —ora pro nobis—
. Estrangulándole la cintura, la movió como si no le pesara nada y luego le dejó libertad de movimientos.
Causa nostrae laetitiae —ora pro nobis—
. Ella se puso a escurrirse gozosamente arriba y abajo, en cuclillas, apoyada sobre las plantas.
Inter omnes una —ora pro nobis—
. Cuando él se aburrió de estarse quieto le sujetó los brazos, cruzándoselos a la espalda y la empujó sin contemplaciones.
Gloria Hierusalem —ora pro nobis—
. Se levantó de golpe poniéndola de nuevo de rodillas de una embestida y tumbándose encima de su cuerpo, obligándola a que cayera sobre la frente en la cama.
Valde decora —ora pro nobis—
. Con los dedos pellizcándole las corvas, subió las dos manos por sus muslos.
Pulcra ut luna —ora pro nobis—
. Le amasó las nalgas blancas, surcadas por algunas manchas de apretones y arañazos.
Fructifera planta —ora pro nobis—
. Le cercó las tetas con las manos, oprimiéndolas, y levantó el cuerpo en el aire.
Vitis fructificans —ora pro nobis—
. Mientras la sostenía por el pecho usaba su peso de contrapunto para equilibrarse y entrar con mayor potencia.
Radix gratiarum —ora pro nobis—
. Soltó de pronto y la dejó caer contra el colchón. Se deslizó fuera hasta quedarse sólo con la punta, mojada y tiritando, introducida entre sus pliegues.
Flos virginitatis —ora pro nobis—
. Pasó los dedos por sus labios mayores y menores como si fuera a deshojarla.
Lilium castitatis —ora pro nobis—
. Ella se esponjó, abriéndose, hinchándose y dilatándose.
Levamen molestiarum —ora pro nobis—
. Se enroscó sobre sí misma, echó violentamente hacia atrás su corona de rizos y contorsionó la espalda; gimió y se frotó contra su mano.
Ut sol electa —ora pro nobis—
. Intentó apretar para ensartarse, pero él la mantenía quieta, con los dedos haciendo de tope mientras inspeccionaba su sexo.
Gemma refulgens —ora pro nobis—
. Pulsó largo rato el clítoris con las yemas; friccionó aumentando la intensidad hasta que lo sintió nítido como el botón de una planta. Pulchra velut rosa —ora pro nobis—. Verónica se retorcía blandamente, gimoteando como un cachorro de perro y soltando gritos agudos de zorra en celo.
Rosa sine spina —ora pro nobis—
. Todos los frunces y plisados de la piel lucían un intenso color entre el rojo y el morado; tenía la vulva desplegada como una corola con pétalos.
Rosa puritatis —ora pro nobis—
. Exhaló el aire, volvió a intentar empalarse y de nuevo él se lo impidió.
Rosa recens —ora pro nobis—
. La flor de carne parecía a punto de echar a sangrar con un solo pellizco.
Rosa mystica —ora pro nobis—
. Él mantuvo la mano, torturándola, sin permitirle el alivio, cambiando los ritmos.
Favus Samsonis —ora pro nobis—
. Se derramaba una miel transparente de su vagina; apartó con los dedos los chorros largos de líquido.
Vellus Gedeonis —ora pro nobis—
. Le asió con la derecha el triángulo de vello púbico y tiró de la piel con el pelo en su dirección para volver a calzársela.
Civitas Dei —ora pro nobis—
. Atravesó todo el túnel mientras aferraba el seto de rizos con la mano. La chica empujó contra él y se lo tragó entero.
Speculum iustitiae —ora pro nobis—
. Se separaron y juntaron al tiempo que el choque contra sus testículos producía un ruido jugoso y elástico.
Altare thymiamatis —ora pro nobis—
. Tendido sobre Verónica aspiró el olor de su melena sin detener el movimiento. Olfateó intensamente y arrugó repentinamente el ceño: olía demasiado bien; no olía a cuerpo, a piel y a cabello, sino a colonia.
Cedrus fragrans —ora pro nobis—
. Le disgustó ese perfume tan falso, tan antinatural, tan fabricado; dejó de bombear.
Navis institoris —ora pro nobis—
. Rebuscó el aire entre los bucles del pelo; hundió la nariz junto a su oreja y respiró bajo el lóbulo.
Myrrha conservans —ora pro nobis—
. Tenue, difuminado, oculto bajo el de los cosméticos, distinguió la fragancia agreste de la carne y el vello.
Balsamum distillans —ora pro nobis—
. Era un olor ácido, agridulce y almizclado, algo picante y delicioso; le lamió todo el cuello para recogerlo.
Aegris medicina —ora pro nobis—
. Volvió a abandonarse al compás de las sacudidas, cogiendo más velocidad y apretando con más fuerza.
Filia Patris luminum —ora pro nobis—
. Quiso oírla aullar, humedecerla, retorcerla y encharcarla hasta que la peste del sudor y del sexo eliminara el otro, el artificial, el humano.
Deo dilecta —ora pro nobis—
. Al tiempo que la chica gritaba, la penetraba con rabia furibunda, contemplando fijamente cómo salía y cómo entraba.
Turris Davidica —ora pro nobis—
. Volvió a cogerle el cuello, ahora con las dos manos, para que se callara.
Turris eburnea —ora pro nobis—
. Hincó la polla hasta el fondo y retrocedió paladeando cómo las paredes le exprimían y estrujaban en una estrechez empantanada.
Dulcior favo mellis —ora pro nobis—
. Le metió los dedos en la boca a la vez que se incrustaba.
Terebinthus gloriae —ora pro nobis—
. Estaba duro como un tronco de árbol e igual de rígido; sentía cómo le palpitaban las venas a lo largo del recorrido.
Virga florens —ora pro nobis—
. La extrajo con un ruido chicloso, inundado. Relucía, brillante de líquidos sobre el preservativo; bombeó con furia, mientras la chica ululaba débilmente.
Palma virens gratiae —ora pro nobis—
. Empezaban a dolerle los testículos.
Oliva speciosa —ora pro nobis—
. Resopló, apretó los dientes y aceleró ya para correrse.
Columba formosa —ora pro nobis—
. Se abandonó en el coño de Verónica. Entró una y otra vez y otra; era como regresar a casa.
Foederis arca
. Era tan ceñido, tan húmedo, tan cálido... —
ora pro nobis
—. Le apretaba, le contenía, le encerraba, se lo comía, le deglutía, le tragaba. Ianua caeli. Era la puerta del cielo —
ora pro nobis
—. Era el huerto cerrado.
Hortus conclusus
. Era el barco de riquezas.
Navis abundans
. Era la aurora resplandeciente.
Rutilans aurora
. Era la zarza ardiente.
Rubus incombustus
. Era el recipiente del espíritu.
Vas spirituale
. Era la casa dorada.
Domus aurea
. Era la estrella matutina.
Stella matutina
. Era la luz del mediodía.
Lux meridiana
. Era la fuente del agua.
Fons viventium aquarum
. Era la gloria de los siglos.
Gloria saeculi...


Ora pro nobis
.

Entonces la mordió con todas sus fuerzas.

Mater orphanorum.

Ora pro nobis.

Salus infirmorum.

Ora pro nobis.

Refugium peccatorum.

Ora pro nobis.

Consolatrix afflictorum.

Ora pro nobis.

Auxilium Christianorum.

Ora pro nobis.

Regina Angelorum.

Ora pro nobis.

Regina Patriarcharum.

Ora pro nobis.

Regina Prophetarum.

Ora pro nobis.

Regina Apostolorum.

Ora pro nobis.

Regina Martyrum.

Ora pro nobis.

Regina Confessorum.

Ora pro nobis.

Regina Virginum.

Ora pro nobis.

Regina Sanctorum omnium.

Ora pro nobis.

Regina sine labe originali concepta.

Ora pro nobis.

Regina in caelum assumpta.

Ora pro nobis.

Regina sacratissimi Rosarii.

Ora pro nobis.

Regina familiae.

Ora pro nobis.

Regina pacis.

Álex había echado la cabeza hacia atrás siseando y apretando las muelas. Se había quedado mirando la espalda nacarada por la transpiración, la hilera de vértebras, la montaña de rizos que le tapaba los hombros y el cuello. Había dejado de estrujarle el hueso de la cadera con la mano izquierda y le había ido pasando los dedos, arañando la piel en canales junto a la columna con las uñas y yemas, hasta hundírselos en la nuca. Había abierto la mandíbula y se había lamido el filo de los colmillos. Había recogido los rizos rojos con un movimiento envolvente, enroscándoselos a la muñeca e inclinándole ásperamente la cabeza para desnudarle la garganta. Con la última embestida se había lanzado contra ella y había mordido, con un gruñido bronco, en el cuello. Apretó con todas sus ganas, saboreando primero la colonia, luego el sudor acerbo y por fin la sangre salada recorriendo sus dientes, sin dejar de estirar de la carne como para desgarrarla. Se sacudió con los últimos espasmos de la eyaculación, tenazmente aferrado en la dentellada a la piel de la muchacha, conteniendo el impulso de retorcer la cabeza en un giro seco, como para partirle el pescuezo. Había soltado con reticencia, relamiéndose. Se había agarrado el preservativo y se había retirado. Se dejó caer, resoplando, boca arriba en el suelo. Sudaba copiosamente y jadeaba extenuado.

—Ora pro nobis...


Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo...

—Perdónanos, Señor.


Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo...

—Dios. Joder —articuló Álex, resollando, subiendo y bajando el pecho. Se quedó ahí, respirando, incapaz de mover un músculo. Tardó un rato en volver a acoplar su cabeza con su cuerpo y poder ejecutar otro movimiento que resoplar. Extrajo el condón, le hizo el nudo y lo echó a un lado—. ¿Qué tal, princesa? —le preguntó aún respirando recio—. Lo siento pero no sé si te has corrido. Estaba en mi mundo.


Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo...

—Ten misericordia de nosotros.


Ruega por nosotros, santa Madre de Dios...

—... Para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo, amén.

Verónica jadeaba también. Se giró hasta quedarse tendida a su lado. Él se apoyó sobre un codo y la observó. Ella hizo el gesto evasivo de mover los ojos en otra dirección mientras levantaba las cejas.

—Eh —dijo él, chascándole el dedo corazón e índice contra el pulgar en la cara—. Que si te has corrido o no.

—Joder, claro que me he corrido, Álex. Dos veces. Pero me has asustado. Te lo juro. Por un momento...

Él se rió.

—¿No era eso lo que querías, Verónica?

Ella hizo un gesto de molestia al girar la cabeza.

—Me duele un huevo aquí... —se tocó el cuello—. ¡Joder! Si estoy sangrando.

—Créeme que no me sorprende —respondió él con una risa cruel—. Yo en tu lugar iría a mirármelo.

Álex se puso la ropa interior y los pantalones, se levantó y comenzó a hurgar en el mueble mientras Verónica iba al baño.

—Madre de Dios, qué animalada —dijo la chica levantándose el pelo frente al espejo. El círculo violáceo de los treinta y dos dientes marcados sobre la arteria carótida tenía más de cuatro picos de sangre—. Espero que no tengas la rabia...

Él sacó un par de vasos altos y abrió la botella de absenta, pringándose los dedos del azúcar verde que se caramelizaba en el tapón.

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