Oxford 7

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Authors: Pablo Tusset

Tags: #Ciencia Ficción, Humor

BOOK: Oxford 7
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Primavera de 2089: todo el mundo ha oído hablar de disturbios en las franquicias universitarias exteriores. Manifestaciones en New Berkeley, protestas en Sorbonne Resseau y algaradas estudiantiles por todo el Anillo Académico.

En el campus de
Oxford 7
, el profesor Sirhan Palaiopoulos y sus más comprometidos alumnos de Cinematografía Precomputacional están tramando algo. La rectora Deckard trata de controlar la situación desde su despacho de la torre Huxley mientras las brigadas de antidisturbios se emplean a fondo, pero los chicos conseguirán salir de la estación espacial con destino a Earth gracias a la ayuda de Rick Blaine, un viejo lobo del espacio que trafica con tabaco Burley germinado en tierra de verdad.

Lo que los chicos no imaginan es qué peligros deberán enfrentar al final de su viaje, llegados al corazón de una apocalíptica Barcelona posterior a la Toma de la Boquería.

Pablo Tusset

Oxford 7

ePUB v1.2

GONZALEZ
05.03.12

Corrección de erratas por cgomez

Oxford 7

Pablo Tusset

ISBN edición en papel: 978-84-233-4436-9

© del diseño de la portada, Sabrina Rinaldi / Departamento de Diseño, División Editorial del Grupo Planeta

© de la imagen de la portada, José Ortiz

© Pablo Tusset, 2011

© Ediciones Destino, S. A., 2011

Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)

www.planetadelibros.com

Primera edición en libro electrónico (epub): abril de 2011

ISBN: 978-84-233-4498-7 (epub)

Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.

www.newcomlab.com

Uno

Llueve con furia.

El apartamento es largo y estrecho, con una única ventana que da a la cara diurna de la estación. El profesor Sirhan Palaiopoulos mira fuera a través de la densa cortina de fluido pluvial. Es un evento meteorológico no programado, la junta rectora lo ha solicitado expresamente para disuadir a los manifestantes.

Un taxi se detiene frente al Waldorf-Astoria. El conductor sale, se apresura para no mojarse, abre el maletero. El portero del hotel introduce el equipaje de una pareja centenaria que espera guarecida bajo la marquesina. Parecen visitantes. Una madre de alumno con su acompañante. Muchos visitantes se vuelven precipitadamente a Earth en previsión de que se colapsen los puertos de salida a causa de los disturbios.

El profesor deja de prestar atención al exterior para consultar su iClock. Son las 17.14 en convención de Oxford 7. Cuando hace el gesto de mirar la hora nota que ha empezado a dolerle el codo izquierdo. Es un dolor conocido. Empieza ahí, en el codo, y al poco tiempo irradia hacia el hombro y el pecho. Después llega el ahogo, el sudor frío, la sensación de terror.

Time to die
.

Siempre ha pensado que la muerte se anunciaría en forma de cansancio, de indiferencia hacia todo, no en los prolegómenos de una batalla que necesita ganar.

Vuelve a mirar afuera cuando un grupo de deslizadores policiales pasa en dirección al campus central. La junta rectora ha informado de la llegada a la estación de mil quinientos antidisturbios de refuerzo. Alguien del Southern Cross College hizo el cálculo: toca a un policía por cada cinco estudiantes residentes.

La confusión de vehículos y transeúntes en el eje principal no contribuye a tranquilizarlo. Vuelve a mirar su iClock. Ya son 15 minutos de retraso. Puede que Marcuse y Mam'zelle hayan encontrado tráfico en el campus, pero es extraño que BB tampoco llegue a tiempo.

Por un momento parece que el aroma de la primavera atraviesa el ventanal de plasma y se mezcla con el olor de eucaliptus y medicamentos que domina en el apartamento. Hace días que el servicio de meteorología ha incrementado el nivel de ozono y alergénicos. Debe de ser eso.

El profesor aspira hondo antes de retirarse de la ventana. Se acerca al screener de pared para introducir una semilla musical. Bajo el fragor de la lluvia disuasoria empieza a sonar la trompeta de Dizzy Gillespie, un músico vigésimico. El departamento de Sanidad ha prohibido escuchar música artesanal sin auriculares en los apartamentos compartidos. La explicación es que la música no computerizada puede afectar al rendimiento académico de los estudiantes que la escuchen pasivamente. La comisión de estudiantes propuso que se hiciera excepción en caso de que todos los inquilinos de un mismo apartamento firmaran su conformidad. El departamento de psiquiatría estadística no admitió la excepción. Alegó que podrían darse casos de coacción. La multa por escuchar jazz sin auriculares es de 200 eurodólares, pero a la policía le cuesta detectar la infracción si no hay denuncia previa.

El profesor contempla unos segundos un póster de papel auténtico que hay junto al screener. El plastificado que lo protege es casi tan viejo como el papel. Amarillea. Es una imagen monocromática extraída de una película plana:
Casablanca
, de Michael Curtiz. El profesor la vio por primera vez cuando apenas era un adolescente, hace bastante más de un siglo de eso. Está ambientada en tiempos de la Primera Guerra Nuclear, y habla de amor y de fidelidad a una causa. No es extraño que los chicos la hayan hecho suya, piensa el profesor. La escena del póster representa el interior de un cabaret vigésimico lleno de gente. En primer plano, un músico canta ante su teclado precomputacional decorado con arabescos. En pie junto a él, un actor blanco llamado Humphrey Bogart. Sentados a las mesas, un montón de gente de aspecto envejecido, mujeres y hombres vestidos muy distintamente: ellas con falda, ellos con chaqueta y pantalones. Casi todos tienen la piel blanquísima y un sobrepeso de al menos 20 newtons sobre lo que cualquier aseguradora médica aceptaría cubrir sin sobrecargos.

El profesor encara muy despacio el largo pasillo que avanza hacia la zona del apartamento que da a la cara noche de la estación. Acumula cada pocos pasos pequeños montículos de parafina derretida. El profesor gasta una fortuna en velas de parafina que enciende con fuego auténtico. Ha proliferado un mercado negro de velas muy activo pese a las multas. A los chicos pueden embargarles 700 eurodólares directamente de la cuenta familiar por encenderlas en sus apartamentos. Las velas no hacen saltar los sistemas de seguridad, pero están prohibidas porque contienen hidrocarburos naturales. La policía ha llegado a detectar su uso por la bajada en el consumo de energía electromagnética.

El profesor entra en el baño. Ha de orinar a menudo. Después se lava las manos, sólo para hacer algo aparentemente útil durante la espera. Ha terminado la pieza de Dizzy Gillespie y empieza a sonar
April in Paris
en versión de Ella Fitzgerald, una vocalista famosa en la época de
Casablanca
. Sobre los primeros compases, los mandos del higienizador chirrían como criaturas vivas antes de regurgitar antiséptico a trompicones. El profesor vuelve al pasillo, siempre despacio. Se detiene en el diminuto recibidor ante un mueble de IKEA auténtico. Se agacha un poco para tocarlo con la punta de los dedos. Lo hace a veces. Es una mesita triangular de la legendaria serie Lack. Puro hidrocarburo, todavía puede leerse la etiqueta debajo del sobre. Cualquier coleccionista pagaría una fortuna por ella en Earth, pero el profesor prefirió traérsela a Oxford 7 a riesgo de que le fuera requisada en el puerto.

Lo sobresalta un repiqueteo de nudillos sobre la puerta de entrada. Toc-toctoc, toc-toctoc. Es una secuencia de golpes conocida. Quiere apresurarse, pero los movimientos le salen lentos.

Cuando abre, BB aparece en el quicio. Jadea. Cabello muy rubio, muy corto, empapado de fluido pluvial; ojos azules, mujer. Le caen gotillones por la cara, densos y untuosos. Lleva una mochila colgada en bandolera. Tiene acento norteamericano.

—Los muy hijos de puta —dice—; van a disparar multas indiscriminadas de 10 eurodólares.

—¿Contra qué infracción?, no pueden disparar multas si no hay infracción previa —dice el profesor Palaiopoulos.

Tiene acento griego, chechea un poco a causa de la dentadura biónica.

—Ordenanza de Emisión de Residuos Gaseosos: la concentración no autorizada produce más vapor de agua por vía respiratoria del permitido en ese área. Lo han leído por megafonía en el Corona Australis.

Es probable que realmente exista alguna norma restrictiva al respecto. Hay tantas que es imposible tenerlas todas presentes. En realidad bastaría con las multas de aparcamiento para mantener a raya a los estudiantes. Las más caras son de 450 eurodólares. Se dice que desde el último trimestre hay muchos más deslizadores autorizados que plazas para aparcar, así que ser multado o no depende de las consignas que reciba la policía en cada momento. Es la nueva estrategia de la junta rectora, copiada de New Berkeley. Algunos estudiantes ya han tenido que renunciar a su matrícula para hacer frente a los embargos, entre ellos algunos de los más activos.

—Hijos de puta —dice el profesor Palaiopoulos—. ¿Has traído el instrumental? —dice.

—Sí —dice BB, saca de su mochila un pequeño estuche de cuero natural—. Necesitaremos hervir agua —dice.

Mam'zelle se remueve en el asiento del deslizador. Pelo rojo, alisado japonés, corte asimétrico, pendientes en forma de aros de aluminio. Mujer.

Conduce Marcuse. Cabello moreno, piel tostada, complexión pequeña, delgadez severa. Varón.

El tráfico es más complicado de lo que habían previsto, no sólo por la lluvia no programada. Centenares de estudiantes llegan andando o en deslizador desde todas las direcciones. No es el colapso habitual de las horas punta, se ha juntado gente de los cuatro turnos lectivos, incluidos muchos de los profesores más jóvenes. Los ejes secundarios que llevan al campus central son casi intransitables. Hace rato que la policía ha dejado de disparar multas de aparcamiento. Han recibido orden de formar grupos compactos, alineados sobre las parcelas de césped hidropónico que siguen el eje principal.

En un arrebato inconsciente de rebeldía, Mam'zelle se estira en el asiento para apagar el generador de música. Empieza a canturrear en inglés clásico:


I never knew the charm of spring / I never met it face to face
...

Tiene acento francés. Marcuse se le une terminando la estrofa al estilo de Louis Armstrong, otro músico vigésimico:


Till April in Paris / Whom can I run to / What have you done to my heart
.

Marcuse tiene acento británico, pero no se nota en la imitación. Ambos se miran y sonríen. En lo alto, Sun se ve filtrado por los paneles cenitales en posición de ocaso que crean un efecto anaranjado. Viendo las riadas de estudiantes que avanzan sin importarles la lluvia ni los escuadrones de antidisturbios, les parece que están viviendo un momento mágico, algo que recordarán quizá para siempre.

La euforia les dura hasta que llegan al área residencial norte. Una policía del control de acceso los detiene en la barrera electromagnética. Mam'zelle se mantiene callada mientras Marcuse contesta a sus preguntas. Marcuse es mejor para contestar a una policía.

—Venimos de clase —dice.

—¿A qué college pertenecen?

La policía tiene acento latino. Sabe exactamente a qué colleges pertenecen: Fornax y Hounting Dogs, lo indica la pantalla de su lector de chips subcutáneo. También indica que hace media hora que han pasado por el control de acceso de las facultades de Ingeniería Emocional e Ingeniería Sexual respectivamente, que su apartamento compartido está en ese sector del área residencial, que son alumnos de tercer grado y que ambos disfrutan de becas académicas y de manutención.

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