Olympos (89 page)

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Authors: Dan Simmons

BOOK: Olympos
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Harman se quedó en lo alto de la colina un momento. Tras colocarse la mochila, se cubrió los ojos y miró a través del resplandor de la mañana la torre de la
eiffelbahn
que se alzaba contra el cielo azul. Los cables del vehículo se perdían hacia el este. No podía ver la siguiente torre desde donde estaba.

Dándose media vuelta, miró hacia el oeste. Grandes pájaros blancos y otros pájaros más pequeños (gaviotas y golondrinas de mar, le dijo su memoria proteínica ADN almacenada) revoloteaban y chillaban sobre el perezoso mar azul. La Brecha Atlántica seguía siendo un imposible sorprendente, su grieta de ochenta metros adquiría escala ahora que Moira había bajado la mitad de la cara del acantilado.

Harman suspiró, apretó las correas de la mochila sintiendo ya el sudor que empapaba su túnica allí donde la cubría el algodón de la pequeña mochila, y siguió a Moira hacia la playa y el mar.

67

Estaban sucediendo muchas cosas a la vez.

Los trescientos metros de eslora de la
Reina Mab
iniciaron la maniobra de aerofrenado para el encuentro, la placa impulsora curva de la nave envolviendo su popa, nave y platillo rodeados de llamas y surcos de plasma.

A la altura de la tormenta de iones alrededor de la nave, Suma IV podía soltar la nave de contacto.

Como había sucedido con la que había llevado a Mahnmut y Orphu a Marte, a nadie se le había ocurrido bautizar aquella nave de contacto: era sólo la «nave de contacto» en sus conversaciones por máser y tensorrayo. Pero
La Dama Oscura
estaba segura en la bodega y, en su cubículo de control medioambiental, Mahnmut describía las señales de vídeo (tanto de la cámara propia como de la de la
Reina Mab
) mientras el ovoide camuflado se apartaba de la nave mayor, envuelta en llamas, giraba atravesando la atmósfera superior a cinco veces la velocidad del sonido y, finalmente, desplegaba sus gruesas alas de alta velocidad cuando su velocidad se redujo a un simple Mach 3.

En un principio el general Beh bin Adee tenía planeado bajar en la misión de reconocimiento, pero la amenaza más inminente del encuentro en el asteroide de la Voz hizo que todos los Integrantes Primeros votaran para que el general se quedara a bordo de la
Mab
. El centurión líder Mep Ahoo iba en el asiento eyector del compartimiento de pasajeros/carga tras el cuadro de mandos principal de la parte superior de la nave. Tras él (atados en sus asientos de red, las pesadas armas de energía sujetas entre las rodillas de negros picos aserrados) viajaba su equipo: veinticinco soldados rocavec del Cinturón recién descongelados y puestos al corriente sobre la misión en la
Reina Mab
.

Suma IV era un piloto excelente. Mahnmut admiraba la forma en que el ganimediano guiaba la nave por la atmósfera, usando los impulsores tan brevemente que la nave parecía volar sola, y tuvo que sonreír cuando recordó su propia desastrosa inmersión con Orphu a través de la atmósfera de Marte. Naturalmente, su nave estaba chamuscada y estropeada, pero sabía reconocer el mérito de un piloto de verdad cuando volaba con uno.

Los datos y el perfil de radar son impresionantes
, tensorrayó Orphu de Io desde la bodega.
¿Cómo es la visual?

Azul y blanco
, envió Mahnmut.
Todo azul y blanco. Más hermoso aún que en las fotografías. Toda la Tierra es océano bajo nosotros.

¿Toda?
, preguntó Orphu, y Mahnmut pensó que era una de las pocas ocasiones en que su amigo parecía sorprendido.

Toda. Un mundo acuático: océano azul, un millón de ondas de luz reflejada, nubes blancas: cirros, altos nimbos, una masa de estratocúmulos que viene por el horizonte sobre nosotros... no, espera. Es un huracán, de mil kilómetros de diámetro, como mínimo. Veo el ojo. Blanco, girando, poderoso, sorprendente.

Nuestra ruta es nominal
, envió Orphu.
Salimos por la Antártida y cruzamos el Atlántico Sur hacia el noreste.

La Mab ha salido de la atmósfera y ahora está al otro lado de la Tierra
, envió Mahnmut.
Los satélites de comunicación que plantamos funcionan bien. La velocidad de la Mab es de quince kilómetros por segundo y cayendo. Vuelve a subir a las coordenadas del anillo polar y decelera en un impulso iónico. La trayectoria es buena. Se dirige al punto de encuentro que nos dio la Voz. Nadie le ha disparado todavía.

Aún mejor
, envió Orphu,
es que nadie nos ha disparado a nosotros tampoco.

Suma IV permitió que la resistencia atmosférica redujera su velocidad a algo menos de la del sonido justo cuando cruzaban la masa de África. Su plan de vuelo exigía que volaran sobre el seco mar Mediterráneo, para grabar en vídeo y registrar datos de las extrañas criaturas que había allí, pero los instrumentos les indicaban que había una especie de campo succionador de energía que se extendía en una cúpula a cuarenta mil metros sobre ese mar seco. La nave de contacto podría entrar volando en él y dejar de volar de inmediato. De hecho, según Suma IV, si entraban todos los moravecs que iban a bordo podían dejar de funcionar. El ganimediano hizo virar la nave al este, sobre el desierto del Sáhara, y trazó una amplia curva al sur y el este del Mediterráneo, carente de agua.

Los datos continuaban llegando desde la
Reina Mab
, transmitidos alrededor de la masa bloqueadora del planeta por una docena de satélites repetidores del tamaño de un copo de nieve.

La enorme nave espacial había alcanzado las coordenadas que le había transmitido la Voz, un pequeño espacio vacío justo en el extrarradio del anillo orbital, a unos dos mil kilómetros de la ciudad asteroidal desde donde la Voz emitía sus mensajes. Obviamente la Voz no quería que una nave impulsada por bombas atómicas se acercara demasiado a su hogar orbital.

Además de los datos en tiempo real que recibía la nave de contacto, también le llegaban veinte tensorrayos de banda ancha: información de las muchas cámaras de la
Reina Mab
y sus sensores externos, bandas de comunicación del puente de la
Mab
, datos del terreno de los diversos satélites que habían plantado y múltiples datos de Odiseo. Los moravecs no sólo habían llenado la ropa del humano de nanocámaras y transmisores moleculares, sino que habían sedado levemente a Odiseo durante su último sueño y habían empezado a pintar receptores de imágenes del tamaño de células en la piel de su frente y sus manos, pero se habían llevado una sorpresa porque Odiseo ya tenía nanocámaras en la piel. Sus canales auriculares también habían sido modificados con receptores de nanocitos... mucho antes de su llegada a la
Reina Mab
. Los moravecs lo habían ajustado todo para que imagen y sonido fueran transmitidos a las grabadoras de la nave. Instalaron otros sensores en su cuerpo para que incluso en el caso de que Odiseo muriera durante el inminente encuentro, los datos sobre sus inmediaciones continuaran fluyendo hacia los moravecs.

En ese momento Odiseo se encontraba en el puente con el Integrante Primero Asteague/Che, el Retrógrado Sinopessen, el navegante Cho Li, el general Beh bin Adee y los otros mandos moravecs.

De repente Orphu y Mahnmut se sobresaltaron cuando la
Reina Mab
transmitió datos de radio en tiempo real de los comunicadores de la nave.

—Llega un mensaje máser —dijo Cho Li.

—ENVIAD A ODISEO SOLO —dijo la hosca voz femenina desde la ciudad asteroidal—. USAD UNA LANZADERA DESARMADA. SI DETECTO ARMAS A BORDO DE ESA NAVE O SI ALGUIEN ORGÁNICO O ROBÓTICO ACOMPAÑA A ODISEO, DESTRUIRÉ VUESTRA NAVE.

—La trama se complica —dijo Orphu de Io por la banda común de la nave de contacto.

Los moravecs observaron sólo con un segundo de retraso cómo el Retrógrado Sinopessen escoltaba a Odiseo hasta la bodega de lanzamiento número seis. Como todos los moscardones estaban armados, sólo una de las tres lanzaderas de construcción de Fobos que aún había a bordo de la
Reina Mab
cumplía los requisitos de la Voz.

La lanzadera de construcción era diminuta, un ovoide de mando remoto donde apenas cabía un humano adulto sin otro sistema de mantenimiento que el de aire y temperatura. Mientras el Retrógrado Sinopessen ayudaba al guerrero aqueo a introducirse en el espacio repleto de cables y tableros de circuitos, dijo:

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?

Odiseo miró al arácnido moravec de Amaltea largamente. Finalmente, dijo en griego:

—No encuentro descanso si no viajo: quiero apurar la vida hasta las heces. Siempre he gozado mucho, he sufrido mucho, con quienes me amaban o en soledad; en la costa y cuando con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia irritaban el mar oscuro; he llegado a ser famoso. He visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres y sus costumbres, climas, consejos y gobiernos, no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas. Y he bebido el placer del combate con mis iguales, allá lejos, en las vibrantes llanuras de la lluviosa Troya... ¡Qué fastidio es detenerse, terminar, oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio! Como si respirar fuera la vida. Una vida sobre otra sería del todo insuficiente, y de la única que tengo me queda poco: pero cada hora me rescata del silencio eterno, añade algo, trae algo nuevo, y sería despreciable guardarme y criarme el tiempo de tres soles... cierra la maldita puerta, cosa-araña.

—Pero eso es... —empezó a decir Orphu de Io.

—Ha estado en la biblioteca de la
Mab
—respondió Mahnmut.

—¡Silencio! —ordenó Suma IV.

Vieron cómo la lanzadera se sellaba. El Retrógrado Sinopessen se quedó en la bodega de lanzamiento, agarrado a un cable para no ser lanzado al espacio cuando la bodega se quedara sin atmósfera, y luego la nave en forma de huevo salió al espacio con sus silenciosos impulsores, giró, se estabilizó, apuntó su morro hacia la ciudad asteroide orbital (sólo una chispa brillante entre miles de otras chispas del anillo-p a esa distancia) y se lanzó hacia la Voz.

—Nos acercamos a Jerusalén —dijo Suma IV por el intercomunicador.

Mahnmut devolvió su atención a los diversos monitores de vídeo y sensores de la nave de contacto.

Dime qué ves
, viejo amigo, tensorrayó Orphu.

Todo bien... todavía estamos a más de veinte kilómetros de altura. En la imagen sin amplificar veo el Mediterráneo seco a sesenta u ochenta kilómetros al oeste, una mancha de roca roja de suelo oscuro, y lo que parecen campos verdes. A lo largo de la costa está el enorme cráter de lo que antes era la Franja de Gaza, una especie de cráter de impacto, una cala en forma de media luna incrustada en el mar seco... y luego la tierra se alza con montañas y Jerusalén está ahí, en las alturas, en una colina propia.

¿Cómo es?

Déjame que haga un zoom... sí. Suma IV está haciendo una superposición con las fotografías satélite históricas, y está claro que los suburbios y las partes más nuevas de la ciudad han desaparecido... pero la Ciudad Vieja, la ciudad amurallada, sigue ahí. Veo la Puerta de Damasco... la Muralla Oeste... el Montículo del Templo y la Cúpula de la Roca... y hay una nueva estructura que no aparece en las viejas fotos satélite, alta y de cristal multifacetado y piedra pulida. El rayo azul surge de ahí.

Estoy revisando los datos sobre el rayo azul
, envió Orphu.
Definitivamente, es un rayo de neutrinos envuelto en taquiones. No tengo ni idea de qué función podría tener y apuesto a que nuestros mejores científicos tampoco.

Oh, espera un momento
... envió Mahnmut.
He enfocado la Ciudad Vieja y está... rebosante de vida.

¿Gente? ¿Humanos? No...

¿Esos seres organicorrobóticos sin cabeza y jorobados?

No
, tensorrayó Mahnmut.
¿Quieres dejarme describir estas cosas a mi propia velocidad?

Lo siento.

Hay miles... más de miles, de esos seres anfibios con pies palmípedos y garras que dices que se parecen al Calibán de
La Tempestad
.

¿Qué están haciendo?

Deambulan, más que nada
, tensorrayó Mahnmut.
No, espera, hay cuerpos en la calle de David cerca de la Puerta de Jaffa... más cuerpos en el Tariq el-Wad del viejo barrio judío, cerca de la plaza de la Muralla Oeste...

¿Cuerpos humanos?
, envió Orphu.

No.... de esos seres organicorrobóticos sin cabeza y jorobados. Están bastante destrozados... muchos parecen destripados.

¿Comida para los monstruos Calibán?
, preguntó Orphu.

No tengo ni idea
.

—Vamos a sobrevolar el rayo azul —transmitió Suma IV por el intercomunicador—. Que todo el mundo se sujete bien, voy a tener que introducir algunos de nuestros sensores en el rayo mismo.

¿Es eso sensato?
, le preguntó Mahnmut a Orphu.

Nada en esta expedición a la Tierra es sensato, viejo amigo. No tenemos un maggid a bordo.

¿Un qué?
, tensorrayó Mahnmut.

Maggid. En los viejos tiempos, los antiguos judíos... mucho antes de las guerras del califato y el rubicón, quiero decir, cuando los humanos llevaban pieles de oso y camisetas, los antiguos judíos decían que una persona sabia tenía un maggid, una especie de consejero espiritual de un mundo distinto.

Tal vez nosotros seamos los maggid
, envió Mahnmut.
Todos somos de otro mundo.

Cierto
, envió Orphu.
Pero no muy sabios. Mahnmut, ¿te he dicho alguna vez que soy gnóstico?

Deletrea eso
, envió Mahnmut. Orphu de Io así lo hizo.

¿Qué demonios es un gnóstico?
, preguntó Mahnmut. Se había enterado hacía poco de varias cosas sobre su viejo amigo (incluido el hecho de que Orphu era experto en James Joyce y otros escritores de la Edad Perdida, aparte de Proust), y no estaba seguro de estar preparado para más.

No importa lo que es un gnóstico
, envió Orphu,
pero un centenar de años antes de que los cristianos quemaran a Giordiano Bruno en una hoguera en Venecia, quemaron a un gnóstico, el mago sufí llamado Salomón Molko de Mantua. Salomón Molko enseñaba que cuando ocurriera el cambio, el Dragón sería destruido sin armas y todo en la Tierra y en los cielos cambiaría.

—¿Dragones? ¿Magos? —dijo Mahnmut en voz alta.

—¿Qué? —preguntó Suma IV desde la burbuja de la cabina.

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