En cuanto Saul me transmitió el mensaje de Franz, supe que tenía que acudir tan rápidamente como fuera posible, pero sólo después de que tocáramos el Brandeburgo.
Franz cree que la Quinta de Brandeburgo le salvó de algún modo, junto con la rápida acción de Cal, pero hasta el momento no tiene ninguna teoría. A ese respecto, Cal tan sólo dice:
Creo que es una suerte que Bach tuviera una mente matemática y que Pitágoras fuera musical.
Una vez que se encontraba de humor, especuló:
—Los talentos atribuidos a la joven amante polaca del padre de De Castries (¿y a su dama misteriosa?) corresponderían exactamente con los de un ser hecho por completo de fragmentos de libros de ocultismo en muchas lenguas: un sorprendente dominio de los idiomas, conocimiento sin medida de extrañas y profundas habilidades como secretaria, tendencia a disolverse como una muñeca explosiva, un velo negro moteado y todo lo característico de un despiadado animal nocturno, aunque con una sabiduría que se remonta a Egipto, una experta en erotismo (realmente me siento un poco celosa), gran dominio de la cultura y el arte…
—¡Y una fuerza muy grande! —cortó Franz con un escalofrío.
Pero Cal continuó, un poco maliciosamente:
—Y luego la forma en que la acariciaste de la cabeza a los pies y le hablaste amorosamente antes de quedarte dormido… ¡no me extraña que se excitara!
—Siempre supe que nos encontraríamos algún día —él intentó hacerlo pasar por un chiste, pero su mano tembló un poco al encender un cigarrillo.
Durante una temporada, Franz tuvo mucho cuidado de no volver a dejar un libro o una revista sobre la cama. Pero el otro día Cal encontró tres en fila, en el lado más cercano a la pared. No las tocó, pero se lo dijo a él.
—No sé si podría repelerlo de nuevo —dijo—. Así que ten cuidado. Todo es muy incierto.
FIN