Ahora al otro lado del Bosque también reinaba una viuda, y ella tenía asimismo un hijo para el que guardaba el trono. Meggie sabía que a Violante le esperaba una guerra, pero entonces nadie quería pensar en eso. Ese día pertenecía a los niños recién recuperados. No faltaba ninguno, y los juglares cantaban al fuego de Farid, al árbol de los nidos y al gigante que de un modo tan enigmático llegó de las montañas justo en el momento más oportuno.
—Lo echaré de menos —había musitado Elinor cuando desapareció entre los árboles, y a Meggie le sucedía lo mismo. Nunca olvidaría cómo se había reflejado en su piel el Mundo de Tinta y con cuánta ligereza se había marchado, tanta suavidad en un cuerpo tan grande.
—¡Meggie! —Farid se abrió paso entre las mujeres y los niños—. ¿Dónde está Lengua de Brujo?
—Con mi madre —contestó ella, y percibió, asombrada, que su corazón no latía más deprisa al verle. ¿Cuándo había sucedido eso?
—Ya, ya —dijo Farid frunciendo el ceño—. Dedo Polvoriento también vuelve a estar con su juglaresa. La besa tanto que uno pensaría que sus labios le saben a miel.
¡Oh, Farid, todavía estaba celoso de Roxana!
—Creo que me marcharé por un tiempo —anunció.
—¿Marcharte? ¿Adonde?
Detrás de Meggie comenzaron a discutir Elinor y Fenoglio, por alguna cosa que Elinor había criticado acerca del aspecto del castillo. A los dos les gustaba discutir, y ocasiones para ello no les faltaban, pues se habían convertido en vecinos. La bolsa en la que Elinor había empaquetado todo tipo de cosas útiles para el Mundo de Tinta, incluyendo sus cubiertos de plata, seguía en su casa del otro mundo («¡Caramba, es que estaba nerviosísima, y entonces te olvidas de una cosa así!»), pero por suerte, cuando Darius leyó para trasladarlos a ambos hasta el otro lado, ella llevaba las joyas de la familia Loredan, y Cuarzo Rosa las había vendido por ella con enorme habilidad («Meggie, no te figuras qué experto comerciante es ese hombre de cristal»), de manera que ahora era la orgullosa propietaria de una casa en la misma calle en que vivía Minerva.
—¿Adonde? —Farid hizo crecer una flor de fuego entre sus dedos y se la puso a Meggie en el vestido—. Creo que iré de pueblo en pueblo, como hacía antaño Dedo Polvoriento.
Meggie observó la flor de fuego. Las llamas se marchitaron como si fueran pétalos de verdad, y en su vestido sólo quedó una pequeña mancha de ceniza. Farid. Su nombre había acelerado los latidos de su corazón, pero ahora apenas lo escuchaba mientras él le contaba sus planes, hablándole de las plazas mayores donde pensaba actuar, de los pueblos en las montañas y de las tierras situadas más allá del Bosque Impenetrable. El corazón de Meggie no dio un brinco hasta que de repente divisó a Recio plantado entre las mujeres. Unos niños se habían subido a sus hombros, como solían hacer en la cueva, pero ella no pudo descubrir a su lado el rostro que buscaba. Desilusionada, dejó alejarse su mirada y se ruborizó cuando Doria apareció de pronto justo delante de ella. Farid enmudeció bruscamente y examinó al otro chico del mismo modo que miraba a Roxana.
La cicatriz de la frente de Doria era tan larga como el dedo corazón de Meggie.
—Un golpe con un mangual, asestado con no muy buena puntería —había explicado Roxana—. Como las heridas en la cabeza sangran mucho, ellos debieron de pensar que estaba muerto —Roxana lo había cuidado durante muchas noches, pero Fenoglio seguía pensando que Doria vivía gracias a la historia sobre su futuro que él había escrito hacía mucho tiempo.
—Y aparte de eso, aunque te empeñases en atribuir su curación a Roxana, ¿quién la inventó a ella, eh? —había añadido Fenoglio. Sí, a decir verdad, volvía a ser el de siempre.
—Hola, Doria. ¿Qué tal estás? —Meggie alargó la mano sin querer y le acarició la cicatriz de su frente. Farid le lanzó una extraña mirada.
—Bien. Tengo la cabeza como nueva —Doria sacó algo de detrás de su espalda—. ¿Tienen este aspecto? —Meggie clavó los ojos en el diminuto avión de madera que él había construido—. Así las describiste tú, ¿me equivoco? A las máquinas voladoras.
—¡Pero si estabas inconsciente!
Él sonrió y se llevó la mano a la frente.
—Pero a pesar de eso, todas las palabras están aquí. Todavía puedo oírlas. Aunque no sé cómo funcionará lo de la música. Ya sabes, esa cajita de la que brota música…
—Oh, sí, una radio —dijo Meggie sin poder reprimir una sonrisa—. No, eso no puede funcionar aquí. No sé cómo explicártelo…
Farid seguía mirándola. De repente la tomó de la mano.
—Enseguida volvemos —le dijo a Doria, y arrastró a Meggie hasta la entrada de la casa más próxima—. ¿Sabe Lengua de Brujo cómo le miras?
—¿A quién?
—¿A quién? —él se pasó un dedo por la frente, como si dibujase la cicatriz de Doria—. ¡Escucha! —dijo echándole el pelo hacia atrás—. ¿Qué te parecería venirte conmigo? Podríamos recorrer juntos los pueblos. Igual que entonces, cuando seguimos a tu padre y a tu madre con Dedo Polvoriento. ¿Lo recuerdas todavía?
¿Cómo podía preguntarle eso?
Meggie miró por encima de su hombro. Doria estaba junto a Fenoglio y Elinor. Fenoglio contemplaba el avión.
—Lo siento, Farid —dijo ella, apartando con suavidad de su hombro la mano del joven—. Pero no me apetece irme.
—¿Cómo que no? —él intentó besarla, pero Meggie apartó la cara, aunque notó que al hacerlo se le llenaron los ojos de lágrimas.
¿Lo recuerdas todavía?
—Te deseo suerte —dijo ella, besándolo en la mejilla. Farid seguía teniendo los ojos más bonitos que había visto nunca en un chico. Pero su corazón latía mucho más deprisa por otro.
Casi cinco meses después nacerá un niño en la granja solitaria en la que el Príncipe Negro ocultó un día a Arrendajo. Será un chico, de cabellos oscuros como su padre, pero con los ojos de su madre y de su hermana. Creerá que todos los bosques están llenos de hadas, que encima de cada mesa duerme un hombre de cristal —sólo con que haya encima un poco de pergamino—, que los libros se escriben a mano y que el iluminador de libros más famoso pinta sus dibujos con la mano izquierda porque su diestra es de cuero. Creerá que en cada plaza de mercado hay titiriteros que escupen fuego y hacen bromas pesadas, que las mujeres visten vestidos largos y que delante de cualquier puerta de una ciudad hay soldados.
Y tendrá una tía llamada Elinor que le contará que hay un mundo donde eso no es así. Un mundo en el que no hay ni hadas ni hombres de cristal, pero sí animales que llevan a sus crías en una bolsa delante de la barriga, y pájaros cuyas alas baten tan deprisa que parece el zumbido de un abejorro, carruajes que se mueven sin necesidad de caballos, y cuadros que se mueven. Elinor le contará cómo hace mucho tiempo un hombre terrible llamado Orfeo trajo por arte de magia a sus padres desde allí hasta este mundo, y que el tal Orfeo terminó huyendo de su padre y del Bailarín del Fuego a las montañas del norte, donde ojalá se haya congelado. Ella le contará que en el otro mundo ni siquiera los hombres más poderosos llevan espada, aunque disponen todavía de muchas, de muchísimas armas espantosas (su padre posee una espada preciosa en su taller, envuelta en un paño. La esconde de él, pero a veces el niño la desenvuelve en secreto y acaricia con sus dedos la hoja brillante). Sí, Elinor le contará cosas increíbles de ese otro mundo, afirmará incluso que las personas que viven allí han construido carruajes capaces de volar, aunque él no acaba de creérselo del todo, a pesar de que Doria le ha construido a su hermana unas alas con las que Meggie realmente bajó volando desde las murallas de la ciudad hasta el río.
Pero a pesar de todo él se rió de ella, porque de volar entiende más que Meggie. Porque de noche a veces le crecen alas y sale volando con su madre hasta lo alto de los árboles. Pero a lo mejor es sólo un sueño. Lo sueña casi todas las noches, pero no obstante le encantaría ver carruajes voladores y también esos animales con las bolsas, las imágenes en movimiento y la casa de la que siempre habla Elinor, repleta de libros que no fueron escritos a mano y que están tristes porque la esperan.
—Algún día lo visitaremos juntos —suele decir Elinor, y Darius asiente; Darius, que también sabe contar historias maravillosas de alfombras voladores y genios metidos dentro de botellas—. Algún día volveremos los tres y yo os lo enseñaré todo.
Y el niño corre por el taller en el que su padre corta trajes de cuero para los libros, unos libros para los que tantas veces ha dibujado las ilustraciones el famoso Balbulus en persona, y dice:
—¡Mo! —él siempre llama Mo a su padre, no sabe por qué, quizá porque su hermana lo llama igual—. ¿Cuándo iremos al otro mundo, del que tú viniste?
Y su padre lo sienta en su regazo, y le pasa la mano por el pelo oscuro, y dice, igual que Elinor:
—Algún día, seguro. Pero necesitamos palabras para ello, justo las palabras correctas, porque sólo las palabras correctas abren las puertas entre los mundos, y aquel que podría escribirlas es un hombre viejo y perezoso. Y por desgracia cada día más olvidadizo.
Y después le habla del Príncipe Negro y de su oso, del gigante al que quieren ver, y de las nuevas habilidades que el Bailarín del Fuego ha enseñado a las llamas. Y el niño leerá en los ojos de su padre que es muy feliz y que no siente nostalgia del otro mundo. Menos que su hermana. Y que su madre.
Y pensará que algún día quizá tenga que ir solo, si quiere ver ese otro mundo. O con Elinor. Y que ha de averiguar a qué anciano se refiere su padre, porque en Umbra hay varios. A lo mejor se refiere al que posee dos hombres de cristal y escribe canciones para los juglares y para Violante, a la que todos llaman la Buena y quieren mucho más que a su hijo. Baptista lo llama Tejedor de Tinta, y Meggie acude a veces a visitarlo. A lo mejor la próxima vez la acompaña, para poder preguntarle por las palabras que abren las puertas. Porque ese otro mundo debe de ser emocionante, mucho más emocionante que el suyo…
FIN
QUIÉN ES QUIÉN: Todos los nombres y lugares de la Trilogía del Mundo de Tinta
Anselmo
: guardián de la puerta del castillo de Umbra.
Ardacho
: bandido.
Armario
: ver
Azúcar.
Arrendajo
: bandido legendario, inventado por Fenoglio; nombre y papel de Mo.
Azotacalles
: bandido.
Azúcar
: criado de Mortola; criado de Orfeo.
Bailanubes
: titiritero, antiguo funámbulo; amigo de Dedo Polvoriento.
Bailarín del Fuego
: ver
Dedo Polvoriento.
Balbulus
: iluminador de libros del castillo de Umbra.
Baptista
: juglar, actor y confeccionador de máscaras.
Barbanegra
: bandido.
Basta
: navajero y secuaz de Capricornio.
Bella
: curandera del Hospital de los Incurables de Buho Sanador.
Benedicta
: titiritera.
Birlabolsas
: bandido.
Bosque Impenetrable
: bosque al sur de Umbra, lugar de llegada al Mundo de Tinta de Meggie y Farid.
Brianna
: hija de Dedo Polvoriento y Roxana. Criada de Violante; sirvienta de Orfeo.
Buho Sanador
: curandero, fundador del Hospital de los Incurables a la sombra del Castillo de la Noche y más tarde en Umbra.
Cabeza de Queso
: ver
Orfeo.
Cabeza de Víbora
: el príncipe más cruel del Mundo de Tinta; padre de Violante.
Campamento Secreto
: campamento de los bandidos; allí curan a Mo hasta sanarlo.
Capricornio
: capitán de una banda de incendiarios y chantajistas; aniquilador de todas las ediciones de
Corazón de Tinta.
Cara de Luna
: ver
Orfeo.
Carbonero
: bandido.
Carla
: ayudante del Hospital de los Incurables de Buho Sanador.
Castillo de la Noche
: castillo de Cabeza de Víbora.
Castillo del Lago
: patria de la madre de Violante; escenario de la última gran decisión.
Cementerio de los Juglares
: allí llama Mo a las Mujeres Blancas.
Cerbero
: perro de Orfeo.
Cockerell
: uno de los hombres de Capricornio.
Corazón de Tinta
:
libro de Fenoglio. Los últimos ejemplares son el ansiado botín de Capricornio y Orfeo.
Cósimo
: Cósimo el Guapo, hijo del Príncipe Orondo; esposo de Violante.
Cuarzo Rosa
: hombre de cristal de Fenoglio.
Cuatrojos
: ver
Orfeo.
Darius
: antiguo lector de Capricornio; bibliotecario de Elinor.
Dedo Polvoriento
: titiritero, tragafuego, caminante entre los mundos.
Despina
: hija de Minerva.
Doria
: bandido; hermano menor de Recio; amigo de Luc.
Espantaelfos
: bandido.
Elinor
: Elinor Loredan, tía de Resa, tía abuela de Meggie.
Embaucador
: bandido.
Erizo
: bandido.
Farid
: sacado sin querer leyendo de
Las mil y una noches;
discípulo de Dedo Polvoriento.
Fea
: ver
Violante.
Fenoglio
: inventor del Mundo de Tinta; autor del libro
Corazón de Tinta.
Folchart
: apellido de Mo, Meggie y Resa.
Fortaleza de Capricornio
: guarida de los bandidos e incendiarios de Capricornio en el Bosque Impenetrable; allí entran Mo y Resa en el Mundo de Tinta, y Mortola hiere a Mo.
Fulvio
: ayudante de Capricornio.
Furtivo
: marta con cuernos de Dedo Polvoriento y Farid.
Gusano de Seda
: bandido.
Gwin
: marta con cuernos de Dedo Polvoriento.
Hematites
: hombre de cristal de Orfeo.
Hospital de los Incurables
: hospital y asilo de Buho Sanador a la sombra del Castillo de la Noche; refugio.
Ivo
: hijo de Minerva.
Jacopo
: hijo de Violante y Cósimo; nieto de Cabeza de Víbora.
Jaspe
: hombre de cristal de Orfeo.
Jehan
: hijo de Roxana.
Lázaro
: nombre de Recio.