Misterio del collar desaparecido (2 page)

BOOK: Misterio del collar desaparecido
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Inmediatamente Bets cambió de opinión acerca de no gustarle la nueva voz de Fatty. ¡Más disfraces! Ahora la vida sería emocionante, y ocurrirían cosas inesperadas. Fatty se disfrazaría de toda clase de tipos... y los Cinco Pesquisidores lo pasarían en grande. Miró a Fatty llena de contento.

—¡Oh, Fatty! Hasta ahora sólo podías vestirte de repartidor de telegramas, de pinche, o de recadero. Ahora podrás ser toda clase de cosas... viejos con barba... un cartero... un deshollinador... o un limpiador de ventanas con su escalera, incluso un barrendero. ¡Oh, Fatty, conviértete en todas esas cosas y deja que te veamos pronto disfrazado!

Todos rieron.

—¡Dadme oportunidad! —dijo Fatty—. Pienso practicarme un poco estas vacaciones. No he tenido mucho tiempo hasta ahora porque mamá no dejó que me llevara mucho equipaje... pero no me importa deciros que ahora voy a recolectar algunas cosas. También he crecido, así que casi puedo usar ropa de persona mayor. Cuando se presente nuestro próximo misterio podré solucionarlo con el disfraz que sea preciso.

—Pareces mayor —dijo Bets—. ¿No es verdad?

—Pues a decir verdad —dijo Fatty hinchándose un poco de satisfacción—. Ahora soy el chico más alto de mi clase y debierais ver los músculos de mis brazos.

—¡Siempre el mismo, Fatty! —exclamó Larry—. El mejor en todo, ¿verdad? ¡Nadie te aventaja!

Fatty sonrió subiéndose la manga de la camisa. Dobló el brazo para enseñarles cómo sus músculos se elevaban formando una gran protuberancia. Bets le miraba con admiración, pero Larry y Pip no parecieron muy impresionados.

—¡Cierto! —exclamó Larry—. ¡Nunca los vi mejores en niños de doce años!

—¡Va... estás celoso! —dijo Fatty de buen talante—. Bueno... ahora oigamos las noticias de Peterswood, Pip y Bets. Acabo de pasar por el pueblo y parece estar muy animado.

—¡Demasiada gente para nada! —repuso Pip— ¡Este tiempo atrae a la gente a centenares! No paran de llegar coches durante el día... y junto al río hay toda clase de atracciones para divertir a la gente cuando se cansan del río o llueve.

—¿Qué clase de atracciones? —preguntó Fatty tendiéndose sobre la hierba y rascando a «Buster» en el estómago—. ¿Hay alguna buena?

—No mucho —respondió Pip—. Hay una exposición de Figuras de Cera... bastante aburrida, la verdad... ya sabes cómo son... figuras de cera todas vestidas... y hay también autos-choque... que resultan bastante divertidos la primera y segunda vez que montas en ellos.

—Y un tiro de anillas —continuó Bets—. Compras tres aros de madera por dos pesetas y tú intentas arrojarlos sobre alguno de los objetos preparados en una gran mesa redonda, y si el aro cae encima de alguno puedes quedártelo. A mí me gusta mucho ese juego.

—¡Tenía que gustarte a ti! —exclamó Pip—. Se gastó doce pesetas alquilando los aros de madera... para ganar un brochecito ridículo que no vale ni diez céntimos, y que mamá no quiso ponerse, ni dejó que ella se lo pusiera!

—Bueno, Pip, una vez tú te gastaste diez pesetas y no ganaste nada —comenzó a decir Bets con calor, pero Fatty la interrumpió.

—¡Parece que Peterswood se está volviendo muy animado! —dijo—. Uno de estos días tenemos que ir una tarde a ver todas esas atracciones. ¡«Si» es que llueve otra vez!

—Fatty, ¿querrás ir con uno de tus nuevos disfraces? —le preguntó Bets, excitada—. ¡Oh, sí! ¡Será estupendo verte actuar como si fueras una persona mayor y engañando a todo el mundo!

—Veremos —contestó Fatty—. ¡Debo confesar que me gustaría engañar al viejo Ahuyentador! Ahora ya conoce todos mis disfraces de niño... los reconocería enseguida... ¡pero apuesto a que no me conoce disfrazado de persona mayor!

—¿De qué te disfrazarás? —quiso saber Daisy.

—No lo sé —replicó Fatty—. Escuchad todos... si podéis darme alguna cosa de vuestros padres... ya sabéis, sombreros viejos, que ya no quieran, o botas, o incluso abrigos viejos, a mí me serían muy útiles. Me temo que si cojo demasiadas cosas de mi padre se molestará. Mamá no le deja que guarde ninguna prenda vieja, y las regala todas, así que únicamente tiene ropa bastante nueva.

—Haremos lo que podamos —prometióle Larry, y Pip hizo un gesto de asentimiento.

¡Hubieran hecho cualquier cosa para ayudar al bueno de Fatty a disfrazarse! Bets suspiró de alegría al pensar que Fatty había vuelto. Ahora la vida volvería a ser emocionante. ¡Y qué maravilloso sería el resto del verano si apareciera un misterio!

CAPÍTULO II
EL SEÑOR GOON ES MUY IMPORTANTE

Era estupendo volver a verse todos reunidos y pasar juntos día tras día. Los Cinco se bañaban en el río, daban largos paseos en bicicleta, ganduleaban en el jardín, reñían, bebían refrescos y tomaban cientos de helados. A «Buster» le gustaban los helados y la limonada y también tenía su parte. Se había engordado mucho y Pip se burlaba de él.

—¡Estás demasiado gordo para perseguir conejos, «Buster»! —le decía—. Vaya, ahora se te escaparía incluso un ratón. Ya no puedes andar, te contoneas. ¡No respiras, jadeas! Eres...

—¡Oh!, no te metas con él —dijo Bets, quien estaba convencida de que «Buster» era capaz de entender todo lo que se le decía—. «No» se contonea. ¡Y apuesto a que si viera al viejo Ahuyentador en este mismo momento saldría disparado tras él como un rayo!

—A propósito, ¿qué le ocurre a Goon? —preguntó Fatty— Le vi ayer con mucha prisa y aspecto preocupado.

—Probablemente estará resolviendo algún misterio del que nosotros nada sabemos —replicó Larry con pesar—. Últimamente han habido bastantes robos y tal vez Goon esté a punto de descubrir al culpable.

—Sí... pero los robos no han tenido lugar en su distrito —dijo Fatty—. La mayoría tuvieron lugar a muchos kilómetros de aquí. Lo he leído en los periódicos. La semana pasada robaron las joyas de lady Rexham... y la anterior los famosos diamantes de no sé quién. Es una banda de ladrones muy astutos... pero que yo sepa no han actuado por este distrito.

—¡Ojala lo hicieran! —exclamó Bets—. Entonces podríamos atraparlos. Tú podrías ponerte uno de tus nuevos disfraces, Fatty, y seguirles la pista.

—¡No todo es tan sencillo y tú lo sabes, pequeña Bets! —dijo Fatty riendo—. Recuerda todas las dificultades que encontramos en los otros misterios.

—Aún no te hemos visto disfrazado de persona mayor, Fatty —intervino Daisy—. Ponte uno, para ver si conseguimos reconocerte.

—He estado practicándome en mi dormitorio —dijo Fatty—. Y no quiero probar con vosotros hasta que haya logrado la perfección. Ya lo veréis cuando esté preparado para ello, os lo prometo. Y regalaré mi mejor lápiz automático al primero que me descubra, ¿entendido?

—¡Oh, Fatty!, ¿ese lápiz que puede escribir lo mismo en color azul, rojo o negro? —dijo Bets—. ¿De verdad te vas a desprender de él?

—Desde luego pienso regalarlo al primero de los Pesquisidores que sea lo bastante despierto como para descubrirme bajo mi primer disfraz de persona mayor —replicó Fatty—. ¡Es una ganga!

—Apuesto a que yo seré el primero en descubrirte —dijo Larry—. Estoy seguro de que no será ninguna de las niñas. Pip tal vez, ¡pero yo seré el primero!

—Tendremos que dejar a «Buster» cuando tratemos de descubrirle —dijo Pip—. ¡O se arrojará sobre ti ladrando como un loco para decir a todo el mundo quién eres!

—Sí, «Buster» no entra en este juego —dijo Fatty, y el perro alzó las orejas al oír su nombre—. Lo siento, «Buster», viejo camarada... pero mañana debes quedarte en casa con el gato.

—¡Oh, Fatty!, ¿es que vas a vestirte «mañana»? —preguntó Bets, entusiasmada—. ¿Mañana de verdad? ¡Bueno, a «mí» no me engañarás! ¡Miraré a todo el mundo con ojo de águila!

—Bien —dijo Fatty—. Pero de todas formas... tengo el presentimiento de que mi lápiz automático seguirá en mi bolsillo mañana por la noche. ¡Podéis ser unos Pesquisidores bastante buenos... pero yo soy un poco más listo que vosotros!

—¡Desde luego eres el que mejor te alabas! —exclamó Larry—. Tu trompeta debe estar ya muy gastada.

—¿Qué trompeta? —preguntó Bets, curiosa—. Nunca he visto que Fatty tuviera ninguna.

—No, pero estoy seguro de que le has oído tocar su propia trompeta —replicó Larry—. ¡Algunas veces resulta ensordecedora! Es...

Y entonces Fatty se incorporó abalanzándose sobre Larry y hubo gran algarabía de gritos, gemidos y quejas, amenizados con los ladridos enloquecidos de «Buster».

Apareció la señorita Hilton, madre de Pip.

—¡Niños! ¿Es que no sabéis que hay visitas en el jardín? Si queréis gritar y pelearos, ¿por qué no vais a otro sitio? ¿Y si os fuerais a dar un paseo?

—¡Oh, «mamá»... hace demasiado calor para andar! —gimió Pip.

—Vaya, yo hubiera dicho que hacía demasiado calor para pelear —replicó la señora Hilton en tono de desaprobación—. ¡La verdad, Larry y Frederick, mirad cómo vais de sucios y despeinados!

—Lo siento, señora Hilton —dijo Fatty sumiso, y Larry procuró alisarse los cabellos—. Nos iremos a dar un paseo. Me olvidé de que tenía usted invitados a tomar el té en el jardín. Le ruego me perdone.

Fatty sabía comportarse maravillosamente con las personas mayores, y la señora Hilton comenzó a sonreír de nuevo.

—Id a la lechería y tomaros un helado cada uno —les dijo—. Así me veré libre de vosotros un rato. Aquí tienes el dinero, Pip.

—¡Oh!, gracias, mamá —dijo Pip, y todos se levantaron muy complacidos. Era el cuarto helado que tomaban aquel día, pero no les pareció conveniente mencionarlo delante de la señora Hilton. La mamá de Fatty les había invitado a tomar un helado, y lo mismo la madre de Larry, y Fatty les había invitado generosamente a un tercero. Ahora éste hacía el cuarto. ¡Estupendo!

Caminaron tranquilamente por el jardín en dirección a la verja. Luego fueron a la lechería donde hacían unos helados deliciosos, y tomaron asiento en una mesa junto a la ventana.

Mientras estaban allí pasó el señor Goon en su bicicleta, pedaleando furiosamente y con el rostro enrojecido y sudoroso.

—Es un momento de duro trabajo para Goon —comentó Fatty dejando que una cucharada de helado se deslizara lo más lentamente posible por su garganta—. Parece muy ocupado, ¿no es cierto?

Antes de que hubiesen terminado sus helados volvió a pasar el señor Goon en dirección contraria y pedaleando tan furiosamente como antes. La comisaría de policía estaba precisamente delante de la lechería, y los niños vieron cómo el señor Goon subía los escalones. Luego descubrieron su cabeza tras los cristales de una de las habitaciones de la comisaría mientras hablaba con alguien. Goon era el que más hablaba de los dos y meneaba la cabeza con energía.

—¡Nunca había visto a Goon tan ocupado como ahora! —exclamó Fatty, asombrado—. ¿Creéis que de verdad está trabajando en un caso o tiene algún misterio que resolver del que nosotros no tenemos conocimiento?

—¡Diantre, ahí viene otra vez! —dijo Pip viendo que Goon salía del puesto de policía introduciendo un montón de papeles en el bolsillo interior de su chaqueta que abrochó cuidadosamente—. ¡Está a punto de estallar de importancia!

—Parece muy complacido por algo —dijo Fatty—. ¡Yo me «volvería» loco si hubiera estado ocurriendo algo en Peterswood durante mi ausencia y no supiéramos nada!

Goon se montó de un salto en su bicicleta y volvió a marcharse. Era enloquecedor tener que permanecer allí sentados viéndole tan ocupado e importante y sin saber por qué. Fatty no podía contener su curiosidad.

—¡Va tras algo! —exclamó—. De verdad. Conozco esa expresión de su rostro. ¡«Hemos» de averiguar lo que es!

—Bueno, entonces averígualo tú —replicó Larry—. ¡Y si te lo dice, serás muy afortunado! Es lo que Goon ha estado soñando durante meses... ¡tener un misterio para él solo, y sin que los Cinco Pesquisidores sepan nada!

—¡No puedo soportarlo! —dijo Fatty deslizando por su garganta la última cucharada de helado, y entonces pareció desilusionado—. ¡Oh, vaya...!, ¿sabéis?, estaba tan intrigado por las andanzas del viejo Ahuyentador y su misterio que me he tomado el helado sin paladearlo. Qué lástima. Tendré que tomarme otro.

Los otros le miraron.

—No hay más dinero —le dijo Pip—. Lo hemos gastado todo.

—Yo tengo algo —repuso Fatty introduciendo la mano en su bolsillo. Siempre tenía mucho dinero para envidia de los otros, a quienes les daban dinero para sus gastos los sábados y tenían que procurar que les durase toda la semana, como la mayoría de niños. Pero Fatty tenía muchos parientes ricos, que llenaban sus bolsillos de dinero con gran esplendidez.

—Mamá dice que no te conviene tener tanto dinero —dijo Pip—. Siempre lo está diciendo.

—Es probable que no me convenga —replicó Fatty—, pero no voy a decir a mis parientes que dejen de darme propinas. Vamos, ¿quién quiere otro helado? ¿Tú, Bets?

—¡Oh, Fatty, no podría! —suspiró Bets con pesar—. Me encantaría, pero no puedo. La verdad es que ya me siento un poco mareada.

—Bueno, salte fuera —dijo Pip sin compadecerse—. No, gracias, Fatty. Yo no estoy mareado, pero si tomase otro no cenaría, y entonces mamá me dejaría sin helados una semana entera, o algo igualmente terrible.

Larry y Daisy dijeron que tampoco ellos podían tomar otro helado, así que Fatty se tomó el segundo solo y esta vez dijo que había paladeado cada cucharada, así que no lo había malgastado como el primero.

El señor Goon regresó en su bicicleta en el momento en que los niños abandonaban el establecimiento.

—¡Ahí está otra vez! —dijo Fatty en tono de admiración—. Nunca le había visto moverse tan deprisa. ¡Buenas tardes, señor Goon!

El señor Goon estaba desmontando de su bicicleta para volver a entrar en la comisaría. Miró a Fatty, pero no le hizo el menor caso. Fatty estaba muy contrariado.

—Parece usted muy ocupado, señor Goon —le dijo—. ¿Resolviendo otro misterio, supongo? Es agradable poder hacer trabajar el cerebro, ¿no? A mí también me gustaría hacer otro tanto después de estar ocioso la mayor parte de estas vacaciones.

—¡Oh! ¿Entonces, también tienes cerebro? —le dijo el señor Goon en tono sarcástico—. Es bueno saberlo. Pero ahora estoy ocupado y no puedo detenerme a hablar de tu cerebro, señorito Federico. Están ocurriendo «Grandes Cosas» y tengo mucho que hacer en vez de perder el tiempo hablando contigo.

—¿Grandes cosas? —preguntó Fatty de pronto interesado—. ¿Qué, otro misterio, señor Goon? Escuche.... es...

—Sí, otro misterio —replicó el señor Goon dándose importancia—. Y yo soy el «encargado» de resolverlo, ¿entiendes? Yo soy el que tiene que aclararlo y no una pandilla de niños entrometidos. Y no te diré ni una palabra respecto a él, ni una palabra. ¡Es Secreto Importante y Asunto de Policía!

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