Mis rincones oscuros (12 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

BOOK: Mis rincones oscuros
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Dos agentes vieron a una mujer, una tal Willie Jane Willis, apoyada contra una cabina telefónica; parecía aturdida. El portero del Kit Kat dijo que había visto a Willie Jane bajar de un camión mezclador amarillo. El conductor la había perseguido alrededor del vehículo, había abandonado la persecución y se había marchado.

Los agentes comprobaron que Willie Jane tenía un chichón en la cabeza y decidieron llevarla al centro médico Falk. Allí, un doctor la hizo acostarse en una camilla. La mujer empezó a delirar. «¡Carlos, no la mates! —decía—. Yo lo vi matarla y arrojar el cuerpo al lado de la escuela.»

Uno de los agentes le preguntó si se refería al instituto Arroyo. Willie Jean lo agredió e intentó huir por una puerta trasera. Los agentes se lo impidieron y la metieron en el coche patrulla. El médico de la sala de urgencias creyó que estaba bajo los efectos de algún narcótico.

Willie Jane fue conducida a la comisaría de Temple City. Durante el trayecto no dejó de murmurar, histérica. Los agentes oyeron que decía: «Y vi cómo la mataba. La estranguló y arrojó el cuerpo cerca de la escuela… Tenía el rostro amoratado… Fue horrible.»

Willie Jean intentó saltar del coche. Los agentes la sujetaron. «No me lleven otra vez a esa escuela —gimió—. ¡Por favor, no me obliguen a volver allí!»

Llegaron a la comisaría. Los agentes la escoltaron al interior. Un detective la interrogó y envió un memorándum a Homicidios. Hallinen y Lawton no le dieron ninguna importancia.

Las pistas y los informes sin pies ni cabeza cesaron. El caso Ellroy quedó en el limbo.

El 9 de octubre, Lawton se ocupó de un homicidio por disputas comerciales. El 12 y el 14, Hallinen tomó en sus manos otros casos de esposas que habían matado a tiros a sus maridos. Un maníaco sexual llamado Harvey Glatman fue detenido el 27 de octubre.

La policía del condado de Orange lo arrestó en su jurisdicción mientras se peleaba con una mujer junto a una cuneta, cerca de la autovía de Santa Ana. Los dos cayeron del coche de Glatman y lucharon por el arma con que él la había amenazado. Una patrulla de Tráfico vio el incidente y efectuó la detención.

La mujer se llamaba Lorraine Vigil. Era una modelo fotográfica de Los Ángeles. Glatman la había embaucado con el pretexto de tomarle unas fotos. Aseguraba tener un estudio en Anaheim.

Glatman fue fichado en la Oficina del Sheriff del condado de Orange, acusado de intento de violación y abusos deshonestos. En su coche, los agentes encontraron cuerda de tender la ropa, una cámara, varios carretes de fotos y una caja de munición del 32. Repasaron antiguos teletipos y obtuvieron tres posibles casos similares.

1/8/57:

Desaparición de una modelo llamada Judy Ann Dull. Fue vista por última vez con un fotógrafo llamado Johnny Glynn. Los dos dejaron el apartamento de la señorita Dull en West Hollywood y nadie volvió a tener noticias de ellos. Harvey Glatman encajaba con la descripción de Johnny Glynn.

8/3/58:

Desaparición de una mujer llamada Shirley Ann Bridgeford. Salió de su casa en el valle de San Fernando, acompañada de un hombre llamado George William. Nunca se volvió a ver a ninguno de los dos. La señora Bridgeford pertenecía a un club de encuentros. William se puso en contacto con ella a través del listín telefónico. Harvey Glatman encajaba con la descripción de George William.

20/7/58:

Desaparición de una modelo llamada Angela Rojas, alias Ruth Rita Mercado. Hasta el momento no se sabía nada de ella.

Harvey Glatman accedió a someterse a una prueba con el detector de mentiras. El experto en el manejo del aparato le hizo preguntas relacionadas con las tres mujeres desaparecidas. Las respuestas indicaron un conocimiento culpable. El experto se lo hizo notar. Glatman dijo que él había matado a las tres mujeres.

Bridgeford y Rojas figuraban como desaparecidas en los archivos del Departamento de Policía de Los Ángeles. Judy Ann Dull era un caso de la Oficina del Sheriff de L.A. Los agentes del condado de Orange lo notificaron a ambos cuerpos.

Dos detectives del DPLA se desplazaron hasta Orange. Jack Lawton lo hizo en representación de la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff. Lo acompañó el capitán Jim Bruton.

Las indagaciones fueron largas; Glatman ofrecía los detalles poco a poco. Lawton lo interrogó acerca de la víctima Bridgeford. El sargento E.V. Jackson lo interrogó acerca de la víctima Rojas.

Glatman dijo que a finales de julio de 1957 había visto en un periódico un anuncio en que se ofrecían modelos fotográficas por horas. Llamó al número que aparecía en él y habló con una mujer llamada Betty Carver. La señorita Carver lo invitó a pasar por el local y echar un vistazo al catálogo.

El piso quedaba en North Sweetzer. Glatman llegó y preguntó a la señorita Carver si en ese momento estaba libre para una sesión. Ella respondió que estaba ocupada. Glatman vio una fotografía de Judy Dull, la compañera de piso de la señorita Carver, y preguntó si el trabajo podía interesarle a ella.

La señorita Carver contestó que quizá sí.

Glatman se marchó y regresó al día siguiente. Habló con Judy Ann Dull y se presentó como Johnny Glynn. La señorita Dull accedió a realizar una sesión de dos horas. Glatman pasó a recogerla en coche y la llevó a su piso, en Hollywood. Allí le contó que quería vender unas fotos de sumisión y amordazamiento para la revista
True Detective
. La señorita Dull se dejó atar y amordazar.

Glatman la fotografió. Luego le apuntó con una pistola. La manoseó, la violó y la obligó a posar desnuda con las piernas abiertas.

Pasaron seis horas en el piso. Judy Ann no se resistió a las agresiones. Según Glatman, las deseaba incluso. Le aseguró que era una ninfómana y que no sabía controlarse con los hombres.

Glatman le ató las muñecas y la condujo a su coche. Eran las diez y media de la noche. La llevó al este por la autopista de San Bernardino, a casi ciento cincuenta kilómetros al sur de Los Ángeles. Llegaron a la gran zona desértica que se extiende alrededor de Indio. Glatman se desvió hacia un paraje solitario, detuvo el coche y llevó a la muchacha lejos del camino. Luego, le ató los tobillos y la arrojó al suelo, con la cara en la arena.

Ató el extremo de la cuerda de los tobillos en torno al cuello de la señorita Dull y se subió sobre la espalda de ésta. Tiró del centro de la cuerda y la estranguló. Le quitó las medias y cubrió el cuerpo con arena.

El ansia volvió a apoderarse de él en marzo de 1958. En el periódico vio un anuncio de un club de encuentros, fue a las oficinas de éste, pagó una tarifa y se apuntó. Dijo que su nombre era George William.

El director le dio algunos números de teléfono. Concertó una cita con una chica y decidió ir a verla a su casa. No era su tipo. Llamó a Shirley Ann Bridgeford y concertó una cita el sábado 8 de marzo, por la noche.

La recogió ante la vista de toda la jodida familia de la muchacha. En lugar de llevarla al cine, Glatman propuso dar una vuelta en coche. Shirley Ann aceptó.

Glatman condujo hacia el sur, en dirección al condado de San Diego. Cenaron en un café y se besuquearon en el coche. Luego, Shirley Ann dijo que debía regresar a casa.

Glatman la llevó al este. Se detuvo en el arcén de la autovía y continuaron los manoseos. Glatman sacó la pistola y la obligó a pasar al asiento de atrás.

La violó. Le ató las manos y la arrojó al asiento delantero. Continuó hacia el este, tomó un camino que se internaba en el desierto y detuvo el coche. La obligó a caminar un par de millas, por lo menos, y allí la ató y amordazó. Era noche cerrada.

Cuando salió el sol, Glatman sacó la cámara y el flash.

Extendió una manta y fotografió a Shirley Ann atada y amordazada. Le rodeó con una cuerda el cuello y los tobillos, se subió encima de la muchacha, tiró del centro de la cuerda y la estranguló.

Regresó a Los Ángeles en el coche. Reveló las fotografías de Shirley y las guardó en una lata junto a las de Judy.

El ansia volvió a apoderarse de él en julio. En un periódico vio un anuncio en el que aparecía una modelo muy apetitosa, y llamó al número que figuraba en él. Angela Rojas lo invitó a su estudio-apartamento, situado en Pico.

Glatman se presentó. Angela dijo que no se sentía bien y le pidió que se pasara en otro momento. Glatman asintió. Regresó la noche siguiente, sin anunciarse.

Angela lo hizo pasar. Glatman sacó la pistola y la obligó a entrar en el dormitorio. La ató de pies y manos y la sobó. Le quitó las ligaduras y procedió a violarla. Luego le colocó la pistola en la nuca y la llevó hasta su coche.

Se dirigió directamente hacia el desierto y, poco antes de que amaneciera, encontró un lugar recogido. Pasaron todo el día allí. Volvió a violarla y la fotografió. Al anochecer, la condujo a un lugar aún más aislado.

Le dijo que quería sacar algunas fotos más. Preparó la cámara y el flash.

La ató y la amordazó y tomó algunas fotos. A continuación colocó a la mujer boca abajo sobre una manta y le pasó una cuerda en torno al cuello y los tobillos. La mujer pataleó, se resistió y tiró hasta estrangularse. Glatman cubrió el cuerpo con unos arbustos y regresó a Los Ángeles.

Lawton mencionó el asesinato de Jean Ellroy. Glatman aseguró que él no era el autor. No sabía dónde quedaba El Monte. Sólo había matado a las tres mujeres que acababa de mencionar. No había matado a ninguna enfermera pelirroja.

Glatman fue acusado de tres delitos de asesinato en primer grado. Los policías y el fiscal del distrito del condado de Orange se reunieron para hablar del modo de encarar la acusación.

Judy Ann Dull había sido asesinada en el condado de Riverside. Shirley Ann Bridgeford y Angela Rojas en el de San Diego. Glatman había agredido a Lorraine Vigil en Orange. Harvey la había jodido con tantos desplazamientos: ni siquiera tenía derecho a su juez natural.

Glatman ya había sido condenado un par de veces por agresiones sexuales. Había cumplido cinco años en Sing Sing y dos en la penitenciaría del estado de Colorado. Tenía treinta años y trabajaba de reparador de televisores. Era delgado y con todo el aspecto de un niño Jesús desnutrido.

Lawton, Brooks y Jackson visitaron los escenarios de los asesinatos de Harvey Glatman. Los acompañaban fotógrafos, fiscales de distrito y varios ayudantes de sheriff. Glatman los condujo directamente a los huesos de las víctimas Bridgeford y Rojas.

Los restos de Judy Dull se localizaron en diciembre de 1957. Estaban en la Oficina del Forense del condado de Riverside, donde habían sido calificados como pertenecientes a una mujer desconocida.

El recorrido terminó en el piso de Glatman. Los médicos examinaron su colección de fotografías. Tenía docenas de fotos de violencia real adquiridas por correo. En todas figuraban mujeres atadas y amordazadas. Había fotos de mujeres atadas y amordazadas tomadas de su propio televisor. Glatman dijo que siempre miraba televisión con la cámara fotográfica al lado, de ese modo conseguía algunas buenas imágenes adicionales.

Tenía fotos de chicas a las que había retratado en Denver. Estaban atadas y amordazadas, vestidas sólo con bragas y sostén. Glatman dijo que las muchachas seguían con vida y que no les había hecho ningún daño.

Guardaba sus fotos especiales en una lata. Los policías las revisaron una a una.

Judy Dull aparecía con el sujetador por debajo de los pechos. La mordaza le aplastaba las mejillas, desfigurándole el rostro. Sus posturas con las piernas abiertas eran fatuas y obscenas.

No se la veía temerosa. Tenía el aspecto de una adolescente hastiada. Quizá creyese que podía ser más lista que aquel tipo tímido. Quizá pensara que sumisión equivalía a aplomo. Tal vez tuviese la valentía y la jactancia de una modelo resabiada: todos los hombres eran débiles y fáciles de convencer con la adecuada combinación de halagos y seducción.

Angela Rojas tenía cara de desconcierto. El fondo desértico de sus fotografías estaba bellamente iluminado.

Shirley Ann Bridgeford era consciente de que había llegado al final de su vida. La cámara de Glatman recogía sus lágrimas y sus contorsiones, así como el grito que la mordaza le impedía emitir.

Las fotos afectaron a Jack Lawton. Glatman le daba asco. Pero sabía que no se encontraban ante el asesino de Jean Ellroy.

El 8 de noviembre, a Hallinen y a Lawton les asignaron un caso. Un hombre llamado Woodrow Harley había violado a su hija adoptiva de trece años y la había asfixiado con una almohada empapada en cloroformo.

Pasaron una semana investigando. Visitaron a Armand Ellroy y a su hijo justo antes del día de Acción de Gracias.

El chico había crecido; era muy alto para su edad.

Hallinen y Lawton llevaron a Ellroy y a su hijo al Tiny Taylor's Drive-In. El chico pidió un surtido de helados. Hallinen y Lawton volvieron a preguntarle por el amigo de mamá.

El chico repitió la historia que ya les había contado. No recordaba más hombres.

Regresaron al piso. Ellroy dijo a su hijo que saliese a jugar. Tenía que hablar con aquellos hombres a solas.

El chico salió y luego regresó por el pasillo de puntillas. Escuchó a su padre y a los policías charlar en la cocina.

Su padre llamaba a su madre borracha promiscua. Los policías decían que el caso estaba en un callejón sin salida. Jean era una mujer condenadamente reservada. Su vida carecía por completo de sentido, así de simple.

II. EL CHICO DE LA FOTO

Engañaste a la gente. Te entregaste en pequeñas dosis y te reinventaste a voluntad. Tus movimientos reservados anularon los medios para marcar tu muerte con la venganza.

Creí conocerte. Viví mi odio infantil como un conocimiento íntimo. Nunca te lloré. Agredí tu recuerdo.

Tú exhibiste una rectitud espartana. Los sábados por la noche, la olvidabas. Tus breves reconciliaciones te condujeron al caos.

No quiero definirte así. No quiero revelar tus secretos de una manera tan vulgar. Quiero saber dónde enterraste tu amor.

6

Mi padre me puso en un taxi en la parada de El Monte. Pagó al conductor y le dijo que me dejara en Bryant y Maple.

Yo no quería volver. No quería dejar a mi padre. Quería olvidar El Monte para siempre.

Hacía calor. Diez grados más, tal vez, que en Los Ángeles. El taxista condujo por Tyler hacia el norte, hasta Bryant, donde dobló en dirección este. Al llegar a Maple, giró y se detuvo. Vi coches patrulla y sedanes oficiales aparcados junto al bordillo. Vi hombres de uniforme y otros de paisano que esperaban frente al jardín de mi casa.

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