En el centro de la explanada estaba Corran, sentado con las piernas cruzadas, de espaldas a su Maestro. La paz y el bienestar fluían de él; sólo pequeños momentos de ansiedad se le escapaban de vez en cuando. Llevaba el atuendo Jedi, verde sobre negro. Sus manos vacías descansaban sobre las rodillas, y sus hombros estirados subían y bajaban al ritmo de su respiración.
Luke estaba tan concentrado en Corran que le pilló por sorpresa la aparición de Shedao Shai con su hombre de confianza. El comandante yuuzhan vong tenía una apariencia impresionante, y llevaba una túnica escarlata sin mangas y abierta por la mitad. Por debajo llevaba botas y un taparrabos dorado con flecos que le llegaban a la rodilla. Su piel, curtida y de color gris verdoso, brillaba como si la hubieran pulido, y una dura máscara de algo parecido al ébano le ocultaba el rostro.
Llevaba un anfibastón, que clavó en el suelo. Alzó una mano enguantada, y el ocaso se reflejó en su brazalete. Se llevó la mano al corazón.
—Soy Shedao del Dominio Shai. Éste es mi subordinado, Deign del Dominio Lian. Él será mi testigo para este combate.
Corran siguió sentado.
—Yo soy Corran Horn, ex miembro de las Fuerzas Armadas de la Nueva República, Caballero Jedi. Éste es mi Maestro, Luke Skywalker. Él será mi testigo para este combate.
El yuuzhan vong señaló al baúl que Luke tenía detrás.
—¿Son esos los huesos de Mongei del Dominio Shai?
—Sí, tal y como acordamos hace siete días.
—Muy bien —Shedao Shai se quitó la túnica. Aunque era cadavérica-mente delgado, Luke se dio cuenta de que no era débil en absoluto. El guerrero sacó el anfibastón del suelo, lo giró a una velocidad vertiginosa y lo detuvo con el antebrazo derecho, con la cabeza siseante en la muñeca y el extremo de la afilada cola apuntando al cielo azul—. Tú asesinaste a Neira Shai y Dranae Shai, mis parientes.
Corran se puso en pie, lenta y deliberadamente. Luke podía sentir la Fuerza surgiendo en su interior, arremolinándose a su alrededor.
—Y tú asesinaste a mi amigo, Elegos A'Kla. Pero no luchamos por el pasado, sino por el futuro.
—Habla por ti —el yuuzhan vong se enderezó cuan largo era y saludó a Corran con una inclinación de cabeza—. Yo lucho por el honor de los yuuzhan vong y del Dominio Shai.
El corelliano le devolvió el saludo.
—Cuánto riesgo para tan poca ganancia.
El anfibastón giró y el sable láser se puso en posición de combate. Un golpe arriba, un corte bajo que quemó la hierba pero no tocó carne. Los combatientes pasaban el uno al lado del otro, girando, atacando, bloqueando. El siseo del anfibastón contrastaba con el zumbido del sable láser. Las armas relucían al atacar, se retiraban, respondían.
Luke sintió la Fuerza impulsando a Corran. Le reforzaba y le aceleraba, pero no le permitía adivinar lo que iba a hacer su enemigo. El anfibastón iba de un lado a otro, fallando siempre por centímetros, o siendo bloqueado. El yuuzhan vong conseguía hacer girar el anfibastón a tiempo de rechazar los ataques de Corran o de soltar sus propios golpes. Ambos parecían estar perfectamente igualados.
La derrota procederá de un único error.
El sable láser plateado giró, describiendo un amplio arco, y cayó sobre Shedao Shai. El guerrero yuuzhan vong se movió para bloquear el ataque, pero Corran pasó la hoja por debajo del bastón. Lanzó el sable láser en una estocada que debería haber atravesado al yuuzhan vong de la ingle a la garganta, pero éste se echó hacia atrás, dejando que los flecos quemados de su taparrabos cayeran al suelo a su paso.
Corran se acercó y le atacó al pecho. Cogiendo el anfibastón a dos manos, el yuuzhan vong esquivó la hoja por arriba, agachó la cabeza y dio la vuelta. El anfibastón soltó un chasquido al dar contra el antebrazo de Shedao, y atacó.
El dolor fulminó al Jedi cuando la cola del anfibastón se le hundió en las entrañas. La punta salió por el otro lado, levantando la túnica a la altura de su cadera derecha, Entonces, el yuuzhan vong tiró del anfibastón para sacarlo, y el Jedi cayó al suelo. Corran se hizo una bola sobre el lado derecho. Su sable láser quedó en el suelo, humeante.
Luke quería actuar, ayudar a Corran en su dolor, pero se abstuvo. Le consolaba el hecho de que el anfibastón no le había atravesado la columna.
Le podría haber dado en las arterias. Tiene las tripas rotas, pero sobrevivirá si Shai le da una oportunidad.
Shedao Shai retrocedió varios pasos, se quitó la máscara y la tiró al suelo.
Alzó el anfibastón sangrante y se lo llevó a los labios, lamiendo el fluido sanguinolento. Cerró los labios, después los ojos y asintió.
—Juré que bebería tu sangre mientras morías, y ya lo he hecho. Corran tosió, su dolor resonaba en la Fuerza, y se puso de rodillas. —Muy bien, colega, me alegro por ti —apretó los dientes mientras se levantaba, y agarró su sable láser—. Pero yo, si hubiera sido tú, hubiera jurado alguna otra cosa.
—¿Ah, sí? —el yuuzhan vong abrió un poco los ojos—. ¿Qué hubiera sido?
—Hubiera jurado beber mi sangre después de haber muerto —toda sensación dolorosa se borró en el Jedi, mientras la Fuerza le envolvía de nuevo.
Corran, con la mano izquierda ensangrentada, indicó a su oponente que se acercara—. Dime una cosa, ¿esta incapacidad que tenéis para matar limpia-mente es cosa de los vong o sólo del Dominio Shai? Eres tan torpe que no creo que esos huesos quieran volver a casa contigo.
Shedao Shai abrió los ojos de par en par. Aunque Luke no podía percibirlo en la Fuerza, la furia y el odio que sentía el vong eran innegables. El guerrero se abalanzó, alzando el anfibastón en un golpeados manos. Lo hizo chocar contra el sable de Corran, obligando al Jedi a retroceder un paso.
Una y otra vez, dejó caer sus golpes con una fuerza descomunal. Corran retrocedió, cediendo uno o dos pasos cada vez. La furia de Shedao Shai crecía, y su fuerza también, obligando a Corran a utilizar la mano izquierda, con la que se tapaba las heridas, para empuñar el sable. Otro golpe resonó contra la hoja plateada, y otro más, debilitando las piernas de Corran, haciendo que cayera de rodillas.
Shedao Shai se colocó ante él y se puso de puntillas para asestar el golpe final. El anfibastón se elevó en el aire y se precipitó hacia abajo, con la intención de llevarse por delante el sable láser y que cayera sobre su portador, matando a un infiel con la blasfema arma que portaba.
De repente, Corran apagó el sable láser y se echó hacia delante.
Al no encontrar resistencia en la que apoyarse, Shedao Shai perdió el equilibrio, su anfibastón se hundió en el suelo, y él dio un traspié. La sorpresa en su rostro se manifestó en sus ojos abiertos de par en par, y sus labios se deformaron en una mueca feroz cuando Corran le clavó el sable láser en el estómago. El sable siseó. De la boca de Shedao Shai salió un resplandor plateado un segundo antes de que vomitara sangre negra y cayera al suelo, con la columna partida y las entrañas humeantes.
Luke corrió hacia Corran, que sacaba las piernas de debajo del cadáver del yuuzhan vong.
—No te muevas, yo te sacaré de aquí.
—Espera —Corran le cogió del hombro—. Ayúdame a levantarme un momento.
El Maestro aceptó.
El Jedi corelliano apuntó con su sable a Deign Lian.
—Tú has sido testigo de esta pelea. Ya conoces el trato. Coge el cadáver y vete.
El yuuzhan vong hizo un gesto con la mano, como para restar importancia al comentario de Corran.
—He sido testigo, pero no me llevaré el cadáver. Ha muerto a manos tuyas.
Ya no es de los yuuzhan vong —Deign Lian hizo un gesto de indiferencia—. Su cuerpo es tuyo.
Corran negó con la cabeza.
—Yo no lo quiero para nada.
—Entonces no tenemos nada más que hablar —el yuuzhan vong dio media vuelta y desapareció al bajar por la cuesta.
Luke comenzó a dirigir a Corran hacia el transbordador.
—Vámonos.
—Espera, un segundo —Corran señaló la máscara que Shedao Shai había tirado—. Quiero esa máscara.
—¿Por qué?
Corran cerró los ojos un momento al sentir una punzada de dolor.
—Los huesos de Elegos. Están contemplando algo. Esa máscara le demostrará que los vong no son invencibles, y que, al menos para Ithor, habrá paz.
En su solitario regreso al
Legado del Suplicio,
Deign Lian asumió el mando de la flota yuuzhan vong. Se apropió de los aposentos de Shedao Shai y emitió inmediatamente una orden que llevaba preparando un mes, desde el momento en que se dio cuenta de cuál era la forma más rápida de solucionar el tema de Ithor. Shedao Shai la había rechazado, pero el otro señor de Deign Lian la aprobaba.
Hizo lanzar doce cápsulas de coral yorik con forma de semilla desde una docena de alvéolos de coralitas modificados para la ocasión. Si bien esas naves sin piloto no eran ni mucho menos tan sofisticadas como los coralitas normales, sí poseían una inteligencia rudimentaria que les permitía utilizar los dovin basal para aferrarse a la masa planetaria de Ithor y acelerar su descenso hacia la gravedad. Las cubiertas exteriores comenzaron a calentarse y a arder cuando entraron en la atmósfera ithoriana. Las doce cápsulas se dispersaron y atravesaron el cielo en rutas que las repartían por toda la cara iluminada del planeta.
En la estación médica del
Ralroost,
el almirante Kre'fey se alejó del tanque de bacta donde flotaba Corran Horn y se llevó el intercomunicador a la boca.
—Aquí Kre'fey, adelante.
—Aquí sensores, almirante. El
Arco Iris
informa de una docena de anomalías gravitatorias de la flota yuuzhan vong —el oficial bothan gruñó—. Parecen coralitas, pero han entrado en la atmósfera. El
Arco Iris
ha informado de explosiones aéreas.
—¿Explosiones aéreas? Voy al puente. Envíe los datos al
Quimera
—el almirante apagó el intercomunicador y se dio la vuelta para preguntar a Luke Skywalker su opinión sobre aquel extraño suceso. Pero su pregunta quedó en el aire. El Jedi se retorcía de dolor y caía al suelo, golpeándose contra las paredes.
Las explosiones aéreas sobre la Madre Jungla vaporizaron las cápsulas yuuzhan vong, que se expandieron en una enorme nube tóxica. Las gotas resultantes rociaron la jungla formando una fina niebla. Los agentes bacte-riológicos alojados en ellas llegaron rápidamente al suelo. La jungla era para ellos lo que una manada de tauntaun para un criatura del hielo wampa ham-brienta. Las bacterias comenzaron a metabolizarlo todo y a reproducirse en progresión exponencial.
Un líquido negro repleto de bacterias se deslizó hacia abajo desde las hojas más altas, por las ramas. Las bacterias trabajaban a tal velocidad que el fétido fluido casi parecía ácido. Las ramas cayeron, derramando bacterias por las demás ramas y las criaturas arbóreas. Un shamarok alado revoloteó hacia el cielo, pero las gotas negras de sus alas las agujerearon, y el pobre animal cayó en una espiral de agonía hasta colisionar con el suelo.
Una serpiente arrak se acercó deslizándose y vio al shamarok. Abrió las fauces y comenzó a degustar aquel manjar tan poco frecuente, pero las bacterias comenzaron a afectarle a ella también. Al comerse el shamarok, las bacterias la devoraron a ella, abriéndole úlceras en la carne y consumiéndola de dentro a fuera. La serpiente se sacudió en su agónico frenesí de dolor y se deshizo en un apestoso charco de protoplasma que comenzó a actuar sobre la materia orgánica del suelo.
El charco aumentaba a medida que las hierbas se marchitaban a su paso y se derretían en el fluido. Las ramas caídas contribuyeron a generar más protoplasma, creando colonias alrededor del caldo de cultivo original. Como las ramas también se hacían líquidas, crearon suficiente protoplasma para desbordar la ligera depresión del terreno, arrasando las otras colonias alternativas. Al cabo de un momento, un fluido negro comenzó a desperdigarse por la Madre Jungla, acabando con las raíces, derribando árboles enormes y derritiéndolos antes de que se extinguiera el eco de su caída.
Ninguna criatura viva de Ithor podía resistir a las bacterias. El fluido penetró en el suelo, destruyendo insectos y otras formas de vida. Fluyó por túneles de gusanos y guaridas de roedores. Las criaturas, sorprendidas, se vieron arrastradas por una ola pútrida que disolvía su carne, dejaba el hueso y luego volvía a atacar destruyendo la masa ósea.
La ola se abrió camino entre las raíces, hacia arriba y hacia abajo. Algunas plantas de enraizado débil simplemente se venían abajo. Otras, más resistentes, provocaban que las bacterias ascendieran por su sistema circulatorio para devorarles directamente el núcleo. El fluido negro salía entonces a la superficie, manchando el tronco. Fluía de forma constante, por lo que las ramas caían, y el protoplasma encontraba más vías de escape.