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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (18 page)

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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Rade parpadeó con sus ojos azules, y asintió.

—Vale, ya sé quién eres. Horn, el que la ayudó a salir de Garqi.

—Ella salió sola, yo sólo la llevé.

Rade sonrió.

—Mi padre era su héroe y el amor de su vida, pero te recordaba con mucho cariño y se alegraba de tu éxito.

Una punzada de arrepentimiento recorrió a Corran.
Debería haber mantenido el contacto con ella, debería haber hecho algo cuando su marido murió.
Negó con la cabeza.

—Si tenemos tiempo, me gustaría que me contaras cosas de ella. Éste no es momento ni lugar, supongo. Llamaré a los míos para que vengan, tú haz lo mismo. ¿Tenéis algún sitio seguro en los alrededores?

—Sí, a poca distancia hacia el este. Los yuuzhan vong no se han acercado por allí.

Corran contactó enseguida con su equipo. Jacen y Ganner llegaron los primeros, seguidos por tres de los noghris. Corran no mencionó que había otros tres noghris por ahí, consciente de que querían actuar como retaguardia. Rade convocó a cuatro miembros de su equipo: dos mujeres, otro hombre y una tran-doshana. Juntos se dirigieron hacia el este y encontraron un búnker semien-terrado y rodeado de maleza que parecía ser más antiguo que el Imperio.

Una vez dentro, Rade les explicó.

—En los primeros tiempos, los colonos practicaban una agricultura definitiva. Talaban explanadas enteras, plantaban, agotaban la tierra, y luego se trasladaban y dejaban que el bosque se recuperara por completo. Este búnker alojó en su momento a los agriandroides que trabajaron estas tierras.

Jacen Solo se apoyó contra una viga oxidada que se curvaba para sujetar la estructura arqueada de ferrocemento.

—Hemos visto lo que hicieron los yuuzhan vong a los androides. No hemos visto indicios de que hayan plantado villip o las otras cosas que vi en Belkadan.

Ganner asintió.

—Este planeta es muy fértil, yo pensaba que lo utilizarían para cultivar cosas.

—Y así es —Rade se estremeció—. Mañana os lo enseñaremos. Están criando un ejército.

Antes del amanecer iniciaron una larga caminata hacia el oeste, y después hacia el sur, hacia las afueras de la capital. Allí, al oeste del Jardín Xenobotánico de Pesktda, fueron conducidos hasta la ladera de una colina desde la que podían contemplar un complejo de edificios que antaño formaron parte de la Universidad Agrícola de Garqi. Varios bloques de edificios estaban dispuestos en círculo alrededor de una explanada rectangular central de césped. De los barracones salían filas y filas de hombres y mujeres altos y esbeltos. Estaban alineados por rangos frente al sol naciente, y unas pequeñas criaturas reptiloides se afanaban a su alrededor, dando órdenes a diestro y siniestro.

Jacen se quitó los macrobinoculares.

—Los pequeños reptiloides son como las tropas que usaron contra nosotros en Dantooine.

Ganner se echó hacia delante, fijando la vista en la formación.

—Esa gente de ahí tiene las mismas malformaciones que los esclavos que vimos en Bimmiel.

—Y los de Belkadan, pero estas malformaciones son más similares entre sí.

Corran estudió a los humanos y estuvo de acuerdo con ambas afirmaciones.

Las malformaciones de coral, que eran más blancas y suaves que las que había visto con anterioridad, habían atravesado la carne de aquellos humanos. Las cuencas oculares y los pómulos estaban hiperdesarrollados, quizá para proteger los ojos, y tenían pequeños cuernos saliéndoles del cráneo. Tenían los nudillos protuberantes por las anomalías óseas, y unos pequeños espolones les crecían en codos, muñecas y rodillas. Las malformaciones variaban en tamaño y ubicación según el escuadrón, y un par de ellos hasta llevaban plateadas armaduras de hueso implantadas en pecho, espalda, brazos y piernas. Los humanos del cuarto escuadrón estaban completamente revestidos de ese material, por lo que parecían soldados de asalto tallados en marfil.

Rade suspiró.

—Éstos son los últimos. Los yuuzhan vong llevan aquí un mes. Produjeron otros dos escuadrones al principio. Los entrenan y los sueltan en distritos de Pesktda sin un solo resto de vida. Los pequeños reptiloides y algunos guerreros yuuzhan vong van a por ellos. Todavía no han destruido todas las máquinas, así que tenemos imágenes de las luchas gracias a las holocámaras de vigilancia.

Hemos visto algunas bajas entre los yuuzhan vong, y los escuadrones están mejorando, que es por lo que pensamos que están criando un ejército aquí.

Éstos son prototipos, y cuando encuentran uno que funciona bien, supongo que pueden transformar a cualquiera en un soldado.

Corran se pasó una mano por la barbilla y se quitó los macrobinoculares.

—Esto responde a la pregunta de por qué no les importa que haya granjas desatendidas. Han llevado a la gente a alguna granja, supongo, y la obligan a recolectar a mano, con lo que obtienen más que de sobra para que todo el mundo coma y esté sano. Cosechan a los mejores, los transforman y trabajan desde aquí.

—Así es. Nosotros estamos en contacto con otros grupos de resistencia.

Podemos organizar una incursión y liberar a los prisioneros, pero no podemos detener a los que han sido transformados, y, francamente, no podemos impedir que los yuuzhan vong retomen el control.

La frustración y pesadumbre que teñía el discurso de Rade hizo que a Corran se le encogiera el corazón en el pecho. Miró a los otros dos Jedi.

—¿Alguna sugerencia?

Jacen se rascó un ojo, distraído.

—Sé que deberíamos hacer algo, pero nuestra misión aquí es investigar las actividades de los yuuzhan vong. Podríamos atacar su estación experimental y destruirlo todo, pero no sabemos si eso será un golpe definitivo o un arañazo sin consecuencias. Además, las repercusiones podrían ser fatales para los nativos en caso de que los yuuzhan vong decidan castigarlos por lo que hagamos nosotros.

Ganner se puso en cuclillas. A pesar de llevar un uniforme de combate de color chillón, conseguía mantener un aire de dignidad.

—La clave es realizar un ataque al recinto experimental. Nos cargamos su trabajo y quizá podamos llevarnos alguna muestra para que los nuestros puedan desarrollar algo que contrarreste lo que los yuuzhan vong hacen aquí a los humanos. Hemos venido a recoger datos, las muestras serían los mejores datos posibles, y las necesitamos.

Corran asintió lentamente.

—Creo que ambos estáis en lo cierto, pero introducirnos en el recinto no es la solución. Si lo hiciéramos, ¿qué descubrirían los vong?

Jacen frunció el ceño.

—Que estamos aquí y que sabemos lo que han estado haciendo.

—Así es. A ver, en Bimmiel empleamos la manipulación genética para responder a la amenaza de sus insectos, así que hemos de suponer que saben que no sólo podemos manipular máquinas, sino también la vida —Corran señaló a los escuadrones—. Es casi seguro que las modificaciones realizadas en cada escuadrón se basan en las realizadas en las generaciones anteriores. Lo que significa que su línea experimental continuará, a menos que sepan que tenemos la información suficiente como para neutralizarla. Si conseguimos obtener muestras sin que lo sepan, quizá podamos crear algún tipo de vacuna contra lo que están haciendo. Es decir, si esos implantes funcionan como, digamos, verrugas, podríamos preparar anticuerpos para abortar esas malformaciones desde un principio.

Ganner se rascó la nuca.

—¿Quieres que hagamos una incursión de secuestro para sacar a un par de miembros del escuadrón de la cama?

—No, eso les daría pruebas de que hemos estado aquí. Tengo otra idea —

Corran sonrió—. La próxima vez que saquen a un escuadrón para un juego de guerra, nosotros estaremos allí también. Cogemos a algún miembro del escuadrón y nos vamos, mientras el barullo nos cubre la retirada y oculta el hecho de que nos llevamos a un par de individuos.

—¿Estás obviando conscientemente el hecho de que estaremos en un campo de batalla con un montón de yuuzhan vong y sus pequeños esbirros? —Jacen negó con la cabeza—. Eso aumenta ligeramente las posibilidades de que nos descubran, ¿no?

Ganner se enderezó y apoyó una mano sobre el hombro de Jacen.

—Lo sabe, Jacen, pero esas posibilidades siguen siendo muy abundantes, estemos donde estemos. Nosotros sabremos dónde están ellos, pero ellos no sabrán que nosotros hemos estado allí hasta que sea demasiado tarde.

¿Y si lo averiguan, Ganner? ¿Qué pasaría entonces?

El apuesto Jedi sonrió con frialdad.

Entonces sabrán que por muy letal que sea su tropa experimental, no es nada en comparación con un trío de Jedi.

Capítulo 15

Shedao Shai contempló al caamasiano de vello dorado desde un elevado ventanal. El enviado de la Nueva República, vestido con escasos harapos, se arrastraba bajo la pesada carga de tener que llevar bloques rotos de ferrocemento de un lado a otro del patio. La tarea no requería ninguna actividad mental, lo que le proporcionaba a Elegos la oportunidad perfecta para no pensar en nada más que en el dolor que le destrozaba hombros y espalda, agarrotándole los muslos y haciendo que le ardieran las plantas de los pies. El alienígena había comenzado el día erguido, pero ahora, a medida que se acercaba la puesta de sol, se encogía bajo la carga y la movía con paso vacilante.

El líder yuuzhan vong se giró para mirar a su subordinado.

—Sí, Deign Lian, te he oído. Las fuerzas de la Nueva República tuvieron acceso a nuestra matriz de naves de Sernpidal. Pero a mí no me parece tan relevante como a ti.

—Pero, señor, le ruego que reconsidere todo lo que he expuesto —Deign Lian se escondía tras una máscara, y Shedao Shai sabía que era lo mejor que podía hacer. Él también llevaba una, de apariencia todavía más temible que la de su asistente, pero ocultaba un rostro que podría hacer que Deign se estremeciera—. Señor, la nave que identificamos en Sernpidal era la misma que apareció en Garqi. Su incursión de exploración fue abortada cuando atacamos, pero no pasó lo mismo en Sernpidal.

Eso es porque ahí no atacamos —Shedao Shai alzó la mano izquierda y cerró el puño lentamente, clavándose las garras en la palma. Los ligamentos crujieron de forma deliciosa, y percibió un ligero escalofrío recorriendo los hombros de su asistente—. ¿Hemos averiguado ya cómo fue capaz su nave de penetrar en el sistema? Sus capacidades son limitadas, ¿no es así?

—Los investigadores han analizado los patrones y han determinado lo que creemos que son los parámetros de su trayectoria. En breve podremos definir esos puntos y defenderlos.

Shedao abrió la mano y se pasó el pulgar por las yemas sangrantes de sus dedos. Las heridas de su mano ya se habían cerrado, así que se limpió la sangre en el hombro derecho y en el pecho.

—¿Acaso no sería más efectivo que los investigadores analizaran las máquinas de los infieles en lugar de tener que adivinar las cosas o trabajar con información que podría estar incompleta?

Los ojos de Deign se abrieron, expandiéndose más allá de los límites de los agujeros de su máscara.

—Señor, eso les ensuciaría. Quedarían mancillados. Tendrían que expiar sus pecados.

—Pues que expíen —Shedao Shai esbozó una sonrisa macabra y se volvió hacia la ventana—. ¿O acaso quienes crearon el Abrazo del Dolor, modificándolo y reajustándolo, no hacen uso de él? ¿Acaso se apartan de todo aquello que nos purifica? Deberían regocijarse por tener la oportunidad de revolcarse en la inmundicia de los infieles, porque con la expiación adecuada llegarán a estrechar su unión con los dioses y nos proporcionarán un conocimiento que acelerará nuestra victoria en la batalla.

—Señor, si así lo ordena, ellos obedecerán.

—¿Me estás sugiriendo que no debería dar esa orden, Lian?

—Señor… —la voz de Lian fue bajando de volumen—. Creo que su estrecho contacto con el alienígena ha… alterado su percepción de los infieles. Shedao Shai miró por encima del hombro a su subordinado.

—¿Qué es lo que intentas decir exactamente, Deign Lian?

—Señor, la gente ha comenzado a hablar sobre la cantidad de tiempo que pasa con el caamasiano. Hablan del hecho de que le haya enseñado el Abrazo del Dolor, de que le haya dado a conocer la Caricia Hirviente. Pasa tiempo con él, mirándole, hablando con él, enseñándole cosas de nosotros, revelándole nuestros secretos.

—Entiendo. ¿Y eso se considera una amenaza?

—En caso de que escapara, señor.

—¿Y podría hacer eso, Lian? ¿Podría salir de aquí?

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