Lo que Dios ha unido, que no lo separe Mamá (22 page)

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Authors: Alfonso Ussia

Tags: #Humor

BOOK: Lo que Dios ha unido, que no lo separe Mamá
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El Cigala, sí, a pesar de ser readmitido como pinche de cocina, se alistó en el Tercio y fue destinado a Montejaque, en Ronda. Previamente había sido muy generosamente recompensado por la marquesa viuda. Lucas, informado por su hija Marisol de los últimos acontecimientos, tomó una decisión, seguramente influido por su hija, rebosante de sentido común e inteligencia. Abandonar su puesto en La Jaralera y solicitar la jubilación adelantada. Para Marisol habría sido muy complicado ser la señora de un territorio en el que su propio padre servía de guarda. El marqués aflojó el bolsillo, y le compró a su futuro suegro una casita en Arcos dé la Frontera. Lucas fue sustituido por Mariano, hijo de Manolo el chófer, para que todo se quedara en casa.

Y Tomás, a cambio de renunciar a Flora —a la que ya había renunciado-, fue objeto de una extraordinaria compensación económica, que invirtió en Terra y le convirtió, de la noche a la mañana, en persona más que respetada en el banco del pueblo. A pesar de todo, por su cariño al marqués y a La Jaralera, se mantuvo en su puesto con nuevas responsabilidades. Además de mayordomo y ayuda de cámara del marqués de Sotoancho, Tomás fue autorizado a imprimirse unas tarjetas de visita en las cuales, bajo su nombre, se podía leer: «Montero Mayor y Jefe de Personal». Además, a Tomás ya no le importaba Flora porque se cruzó por su mirada de hombre ardiente la joven y apetecible Virginia, muy tontita del culo pero esplendorosa hembra. A Flora no le gustó lo del Cigala, pero se olvidó pronto gracias a los requiebros y zalemas de Pepillo el jardinero, tan discreto, tan hombre y tan cómodo en el trato.

Manolo también disfrutó de un considerable aumento de sueldo, y Ramona, la excelsa cocinera de Zumárraga, de nuevo tentada por Ja duquesa de Alba, rechazó la oferta y restó en La Jaralera en espera de volver algún día, rica y jubilada, a su querida Bermeo, porque en Zumárraga le daba la depresión.

Y el marqués, feliz y triunfante, supo al fin lo que era mandar en lo suyo, disponer de sus bienes, vivir libre y soberano. Para ello, y dada la postración psicológica que padecía respecto a su madre, dispuso que las patas de la silla del comedor utilizada por la marquesa viuda fueran reducidas en diez centímetros. Así, al verla tan pequeñita en el comedor, con el tablero de la mesa a la altura misma de su barbilla, el marqués se sintió fuerte y en su sitio. Y Marisol feliz. Como futura marquesa de Sotoancho fue aceptada, sin excepcionales muestras de alegría, por su suegra, respetada por el servicio doméstico y reclamada por las revistas del corazón, a las que eludió elegantemente. La Jaralera no pertenece a este mundo, y por ello, nada de lo que sucede en su ámbito interesa a los de fuera.

* * *

De común acuerdo, decidimos que la boda se celebrara en la intimidad. Nada de alharacas y rimbombancias. Mamá prometió que sonreiría, y ese detalle da a entender de su estado de debilidad. Claro está que un mucho bastante he contribuido yo a ello con mi actitud. Así como le dije que a partir de ahora quien mandaba en casa era yo, a cambio le juré que jamás volveríamos a hablar del episodio de Arturas Markulonis. Si ella era libre a los diecisiete años, yo no tenía motivos para oscurecer su pasado entrometiéndome en su libertad. A partir de aquel momento, Marisol recibió alguna muestra de amabilidad por parte de mi madre.

Boda en privado. Sólo el tío Juan José y su mujer, Paquita
la Atunera,
quizá Moby, mi querido primo ladrón, y pocos más. El servicio en pleno. Oficiará la ceremonia don Ignacio, y el cocktail se hará en casa, a lo grande. Nada de uniformes ni chaqués. Marisol no quiere hacerse el traje de novia, porque dice, con muy buen criterio, que a una boda en privado no le hacen falta adornos ni excesos. Esta niña es una maravilla.

* * *

Están todos. Moby ha aprovechado para llevarse un cuadro. Lo he visto perfectamente, pero me gusta que me robe. Vive de eso. En la capilla cabíamos sin apreturas. Mamá de madrina y Lucas de padrino. Las miradas enrojecidas. Mis testigos, Moby, tío Juan José, Tomás y Manolo. Los de Marisol, Flora, Ramona, Pepillo y un tal Chechu, seguramente miembro de su familia. Bastante ordinario Chechu, pero no importa.

Música de Mozart y Haendel. Ha cantado Plácido Domingo, en disco, claro. La homilía brevísima, porque don Ignacio ha interpretado que nada nos importa menos que sus palabras. En plena ceremonia, Mamá se ha dejado llevar por un nuevo viento, y ha besado con ternura a Marisol. He estado a punto de soltar la mocarrilla. Cuando don Ignacio ha pronunciado la frase «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre», he mirado a mi madre, y por si acaso, quedamente, en lugar de responder «amén», he rubricado: «Lo que Dios ha unido que no lo separe Mamá». Seguro estoy de ello.

Esta tarde, vía Madrid, nos vamos a las islas Roques en Venezuela. Mis amigas Machado, las Machaditas, nos han prestado su paraíso. Diez días para empezar a cumplir con la obligación dinástica, y sobre todo, con el verdadero amor. Después, la vuelta a nuestro mundo, a nuestro prodigio.

Don Ignacio acaba de anunciarnos que la ceremonia ha terminado y podemos irnos en paz.

Marisol, la hija de Lucas, la hija del guarda, la maravillosa mujer que nació en mi vida, es ya la marquesa de Sotoancho.

La más guapa marquesa de Sotoancho desde que Dios es Dios y La Jaralera existe.

Eso sí, me quedo sin ver a Curro. Le he regalado la barrera a mi suegro.

F I N

ALFONSO USSÍA nació en Madrid en 1948, hijo de Luis Ussía Gavaldá y de Asunción Muñoz-Seca Ariza, Condes de los Gaitanes. Es nieto del dramaturgo Pedro Muñoz Seca. Comenzó escribiendo poesía satírica desde muy joven, al tiempo que leía y aprendía casi de forma autodidacta. Estudió en los famosos colegios Alameda de Osuna y colegio del Pilar. Cursó la carrera de Derecho hasta que se vio obligado a realizar el servicio militar. Dos años después, a su regreso, ingresó en Ciencias de la Información, aunque lo abandonaría al poco tiempo.

Su primer trabajo fue en el Servicio de Documentación de Informaciones, siendo director Jesús de la Serna y subdirector Juan Luis Cebrián. Pronto le publicarían su primer artículo en la revista Sábado Gráfico. Más tarde, y a raíz de otras publicaciones en la revista respaldadas por Eugenio Suárez, Torcuato Luca de Tena le propuso un trabajo en el diario ABC.

Aunque la mayor parte de su carrera como columnista la pasó en el diario ABC, trabajó para los periódicos Diario 16 y Ya, y las revistas Las Provincias, Litoral y El Cocodrilo, siendo director de ésta última.

A lo largo de su dilatada carrera como escritor y columnista, ha colaborado también en programas radiofónicos y de televisión como Protagonistas y La Brújula, ambos en Onda Cero, y Este país necesita un repaso de Telecinco, con Antonio Mingote, Antonio Ozores, Chumy Chúmez, Luis Sánchez Polack (Tip) y Miguel Durán de compañeros. Además ideó las series de televisión El marqués de Sotoancho (2000) y Puerta con puerta (1999).

Ha creado, además, numerosos personajes humorísticos, como Floro Recatado, el doctor Gorroño y Jeremías Aguirre, a los que pone voz en la radio. Pero sin duda alguna su personaje más relevante y conocido es el marqués de Sotoancho, un peculiar señorito de la Baja Andalucía al que da vida en sus obras junto a la marquesa viuda y el servicio de La Jaralera, una residencia ficticia ubicada entre las provincias de Cádiz y Sevilla.

En la actualidad, combina su trabajo de columnista en el diario La Razón y el semanario Tiempo con las tertulias del programa radiofónico La Mañana en la cadena COPE.

Fuente: es.wikipedia.org

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