Lisístrata (8 page)

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Authors: Aristófanes

Tags: #Clásico, Humor, Teatro

BOOK: Lisístrata
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C
INESIAS
.— Polla tengo yo otra. Pero tormento mío, túmbate de una vez y no me traigas nada.

M
IRRINA
.— Lo haré, por Ártemis. Ya me quito todo.
(Se escapa corriendo)
Pero, amorcito
[950]
, haz por que se decrete concertar la paz.

C
INESIAS
.— Lo pensaré.
(Se vuelve y ve que ella no esta)
¡Esa mujer me ha matado y me ha hecho polvo; dejando aparte otras cosas me ha pelado y se ha largado!

¿Qué será de mí, a quién se la meto yo,

privado de la más hermosa de todas?

¿Cómo voy a alimentar yo a esta polla mía?

¿Dónde está el perro-zorra
[73]
?

Alquílame una nodriza.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— En terrible dolor, desdichado, se consume tu alma tras el engaño
[960]
. Te compadezco, ay, ay. ¿Qué riñones podrían aguantar, qué corazón, qué cojones, qué culcusilla, qué rabo siempre tieso y sin poder joder de madrugada?

C
INESIAS
.— ¡Oh Zeus, qué terribles convulsiones!

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Eso es lo que te ha hecho esa mujer maldita y despreciable.

C
INESIAS
.— No, por Zeus; es mi amorcito, llena de dulzura
[970]
.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¿Qué dulzura? Maldita; maldita, sí, por Zeus. Ojalá como a los montones de paja la arrastraras entre remolinos y rayos y te fueras llevándotela por los aires y luego la soltaras y ella fuera a parar nuevamente al suelo y entonces viniera a encajarse en este cipote mío.
(Cinesias se marcha y el coro se retira a un segundo plano. En escena aparecen un heraldo espartano, en evidente estado de erección, y un prítanis ateniense que acude a recibirlo)

H
ERALDO ESPARTANO
.— ¿Dónde está el Consejo de Ancianos de Atenas
[74]
o los prítanes?
[980]
Quiero darles noticias.

P
RÍTANIS
.— ¿Quién eres, un hombre o un sátiro?

H
ERALDO
.— Por los dos dioses, muchacho, soy un hombre y vengo de Esparta para tratar de las treguas.

P
RÍTANIS
.— ¿Y vienes escondiendo una lanza bajo la capa?

H
ERALDO
.— Yo no, por Zeus.

P
RÍTANIS
.— ¿Adónde te vuelves? ¿Por qué se te levanta la túnica por delante? ¿Te ha salido un bubón por culpa del camino?

H
ERALDO
.— Este hombre es imbécil, por Cástor.

P
RÍTANIS
.— ¡Ah, truhán, es que estás empalmado!

H
ERALDO
.— No, por Zeus, no desbarres
[990]
.

P
RÍTANIS
.— ¿Y entonces qué es eso?

H
ERALDO
.— Una escítala laconia
[75]
.

P
RÍTANIS
.—
(Haciendo un gesto obsceno)
En ese caso, ésta es también una escítala laconia. Pero no temas, estoy al corriente, dime la verdad. ¿Cómo os van las cosas en Lacedemonia?

H
ERALDO
.— Tiesa está toda Lacedemonia y todos los aliados la tienen tiesa también. Tenemos que aliviarnos.

P
RÍTANIS
.— ¿De dónde os ha caído encima esa desgracia? ¿Procede de Pan?

H
ERALDO
.— Que va; empezó, creo, Lampito, y luego todas las mujeres de Esparta a la vez, como los corredores en la línea de salida
[1000]
, alejaron de su coño a sus maridos.

P
RÍTANIS
.— ¿Y cómo lo lleváis?

H
ERALDO
.— Fatal: recorremos la ciudad encorvados como si lleváramos lámparas, pues las mujeres no permiten siquiera que se les toque el mirto hasta que todos, con decisión unánime, concertemos un pacto de paz para la Hélade.

P
RÍTANIS
.— En ese asunto se han conjurado las mujeres de todas partes, acabo de comprenderlo. Vamos, ve enseguida a decir que envíen aquí embajadores plenipotenciarios a tratar la paz
[1010]
, que yo por mi parte propondré al Consejo la elección de otros embajadores, enseñándoles el bolo.

H
ERALDO
.— Voy volando, pues dices punto por punto lo que más conviene.

(Los dos coros inician un diálogo de acercamiento que culminará en la reconciliación y en la fusión en un solo coro)

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— No hay bicho más indomable que las mujeres, ni siquiera el fuego; ninguna pantera es tan desvergonzada.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— ¿Y tú pese a saberlo vas a pelear conmigo, cuando podías, bribón, tenerme como amiga segura?

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Sabe que jamás dejaré de odiar a las mujeres
[76]
.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Déjalo cuando te parezca, pero ahora yo no voy a permanecer indiferente viéndote así en cueros. Mira qué ridículo estás
[1020]
. Voy a acercarme a ti y te voy a poner la túnica
[77]
.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Eso que hicisteis no estuvo mal. Yo me la quité porque me dio un pronto violento.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Ahora por primera vez tienes pinta de hombre y ya no das risa; y si no me fastidiaras, incluso cogería ese bicho que tienes en el ojo y te lo sacaría de dentro.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¡Ah, eso era lo que me estaba jorobando! Toma, sácamelo con este anillo y luego, cuando lo tengas fuera, enséñamelo. Te digo que hace tiempo me estaba comiendo el ojo, por Zeus.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Lo haré aunque eres un cascarrabias
[1030]
. ¡Por Zeus, vaya cosa grande el mosquito que tienes dentro!
(La mujer saca del ojo del viejo un mosquito de pega, exageradamente grande)
¡Éste es un mosquito digno del pantano de Tricórito!

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Me has hecho un gran favor, por Zeus, porque hace rato que me estaba cavando un pozo. Como que en cuanto me lo has sacado me mana un río de lágrimas.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Ea, yo te lo secaré, aunque eres un completo granuja. Y además te daré un beso.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— No me beses.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Lo quieras o no.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¿No te irás con viento fresco? Mira que sois zalameras, y qué bien dicho está aquello de «ni con la peor de las pestes ni sin la peor de las pestes
[78]
». Ahora voy a hacer la paz contigo y en el futuro
[1040]
ya no te haré ninguna picia ni la sufriré de vosotras. Vamos, unamos nuestros coros e iniciemos un canto.

L
OS DOS COROS

Estrofa 1

No pretendemos, señores,

decir nada malo

de ningún ciudadano,

sino al contrario: decir y hacer sólo

cosas buenas, que malas ya tenemos bastantes.

Que se entere todo hombre y toda mujer:

si precisáis dinerito,
[1050]

un par de minas o tres,

dentro lo hay,

lo tenemos por sacos.

Y cuando luzca la paz,

quien ahora tomó un préstamo

de nosotros

no tendrá que devolver lo que cogió.

Estrofa 2

Vamos a dar un banquete

a unos huéspedes de Caristo,

gente buena y muy honrada
[1060]
.

Hay puré, y tenía un cochinillo

que maté: probaréis cosa tierna y sabrosa.

Conque venid hoy a casa, y que sea tempranito,

bien bañados vosotros

y vuestros niños.

Y luego hasta dentro,

sin preguntar a nadie,

entrad directamente,

como en vuestra propia casa,

confiados:
[1070]

la puerta estará cerrada
[79]
.

C
ORIFEO
.— Vaya, aquí llegan los embajadores de Esparta; vienen arrastrando los mostachos y llevan puesto una especie de cubrecoños
[80]
en torno a los muslos.

Hombres de Lacedemonia, en primer lugar os saludamos, y luego decidnos en qué estado venís.

E
SPARTANO
.— ¿Qué falta hace que os diga muchas palabras? Vosotros mismos podéis ver en qué estado llegamos.
(Se abre el manto)

C
ORIFEO
.— ¡Atiza! La cosa parece que aumenta enormemente, y lo que es peor, parece que da calentura.

E
SPARTANO
.— Es inenarrable. ¿Quién podría explicarlo?
[1080]
Vamos, que venga alguien a darnos la paz en las condiciones que quiera.

C
ORIFEO
.— Veo también por aquí a los hombres de esta tierra apartándose del vientre los mantos, como luchadores de palestra. Al parecer, la enfermedad tiene que ver con el ejercicio de cierto músculo.

P
RÍTANIS
[81]
.— ¿Quién puede decirnos dónde está Lisístrata?, porque aquí estamos nosotros ya veis en qué estado.
(Se abre también el manto)

C
ORIFEO
.— Esta enfermedad armoniza perfectamente con esa otra. ¿Se adueñan de vosotros las convulsiones de madrugada?

P
RÍTANIS
.— No, por Zeus, pero esta situación nos tiene hechos polvo
[1090]
. Conque si alguien no nos reconcilia enseguida, es inevitable que se la acabemos metiendo a Clístenes.

C
ORIFEO
.— Sed prudentes y poneos los mantos, no vaya a veros alguno de los que mutilaron los hermes
[82]
.

P
RÍTANIS
.— Sí, por Zeus, llevas razón.

E
SPARTANO
.— Toda la razón, por los Dioscuros. Vamos, cubrámonos con las ropas.

P
RÍTANIS
.— Se os saluda, espartanos.
(Para sí)
¡Qué vergüenza lo que nos pasa!

E
SPARTANO
.—
(A uno de los suyos)
Oh querido amigo, terrible desgracia la nuestra si esos individuos nos han visto empalmados.
(Atenienses y espartanos tratan de taparse lo más posible para disimular su estado)

P
RÍTANIS
.— Vamos ya, espartano, hay que hablarlo todo sin omitir detalle
[1100]
: ¿Para qué os habéis presentado aquí ?

E
SPARTANO
.— Somos embajadores para tratar de paz.

P
RÍTANIS
.— Bien dicho; nosotros también. ¿Por qué, entonces, no llamamos a Lisístrata, que es la única que puede hacer que nos reconciliemos?

E
SPARTANO
.— Sí, por los dioses. O a Lisístrato, si queréis
[83]
.

P
RÍTANIS
.— Pero parece que no vamos a tener que llamarla, porque ella nos ha oído y sale aquí en persona.

C
ORIFEO
.— Te saludo, la más machota de todas. Ahora tienes que ser terrible y delicada, buena y perversa, altanera y llana y tener mano izquierda, porque los primeros entre los helenos, prisioneros de tu encanto
[1110]
, están de acuerdo contigo y con común decisión someten a tu arbitrio todas sus diferencias.

L
ISÍSTRATA
.— No es difícil la tarea si uno se encuentra con dos bandos que están irritados entre sí y no quieren saber nada unos de otros. Voy a saberlo enseguida. ¿Dónde está la Concordia
[84]
? Coge primero a los lacedemonios y acércamelos, y no lo hagas con mano dura y violenta ni zafiamente, como los hombres de aquí, sino como cuadra a las mujeres: con delicadeza. Y si no te da la mano, tráemelo del bolo. Ahora haz lo mismo con estos atenienses: acércame a uno
[1120]
, agarrándole de donde te deje.

Hombres de Esparta, poneos derechos a mi lado. Y vosotros aquí; y escuchadme. «Soy mujer pero hay raciocinio en mí»
[85]
. Por mí misma no ando mal de inteligencia y además he oído hablar muchas veces a mi padre y a las personas de edad así que mi instrucción es buena. Aquí os tengo y quiero afearos la conducta tanto al uno como al otro, y es justo, porque vosotros que como miembros de una misma familia habéis regado con una sola agua lustral altares
[1130]
en Olimpia, en las Termópilas, en Delfos —¿cuántos podría mencionar si tuviera que extenderme?—… destruís ciudades y gente helénica cuando al acecho hay enemigos con un ejército de bárbaros. Aquí concluye el primer punto de mi discurso.

P
RÍTANIS
.—
(Que no pierde de vista a Concordia)
¡Me muero descapullado!

L
ISÍSTRATA
.— Ahora me dirijo a vosotros, laconios. ¿Ignoráis aquella vez que el laconio Periclidas se postró en actitud de suplicante ante los altares de Atenas, pálido en sus vestidos de púrpura
[1140]
, solicitando un ejército? Mesenia os amenazaba por entonces y el dios había hecho temblar la tierra
[86]
. Cimón llegó con cuatro mil hoplitas y salvó toda Lacedemonia. Y habiendo recibido ese trato de los atenienses asoláis su país, del que no habéis recibido más que bienes.

P
RÍTANIS
.— Son unos canallas, por Zeus, Lisístrata.

E
SPARTANO
.—
(Que no deja de mirar a Concordia)
Lo somos, pero no tengo palabras para describir un culo tan lindo.

L
ISÍSTRATA
.— Y no creas que voy a dejaros sin lo vuestro a los atenienses. ¿Acaso no sabéis de cuando junto a vosotros
[1150]
, que llevabais aún la capa de los esclavos, vinieron los espartanos con sus armas y mataron a muchos tesalios
[87]
y a muchos camaradas y aliados de Hipias, y que fueron los únicos que aquel día pelearon a vuestro lado y los que os dieron la libertad y los que volvieron a vestir al pueblo con el manto de lana, abandonando la capa de la esclavitud?

E
SPARTANO
.—
(Mirando a Lisístrata)
Nunca he visto una mujer más aparente que ésta.

P
RÍTANIS
.—
(Mirando a Concordia)
Y yo nunca un chumino más bonito.

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