Las cuatro vidas de Steve Jobs (28 page)

BOOK: Las cuatro vidas de Steve Jobs
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En 2004, aunque el iPod acaparaba el 16% de los ingresos de Apple, Jobs se dio cuenta de que el aparato acabaría vién-dose amenazado por otros artilugios que integrarían la reproducción de canciones con otros servicios. Algunos tenían claro que un ordenador de bolsillo, en la línea de la Palm, sería ese objeto de uso universal pero Jobs no compartía su opinión, como parecía dar a entender en unas declaraciones de aquella época al
Wall Street Journal.
«Nos han presionado mucho para que creemos un asistente personal y, al analizar la situación, hemos pensado que los usuarios de esos aparatos desean obtener información, no necesariamente introducirla de forma constante. Y eso es lo que podrán hacer los teléfonos móviles».

En 2002, poco después del lanzamiento del primer iPod, Jobs ya había empezado a pensar en el desarrollo de un teléfono móvil novedoso que integrara un lector MP3 con acceso a Internet pero su lado perfeccionista le había llevado a descartar el proyecto porque no veía que fuese a haber elementos suficientemente diferenciadores que justificaran que un aparato así fuera digno del iMac o el iPod. Si dos años después había cambiado de opinión fue gracias a un avance tecnológico de los laboratorios Apple: la interfaz multitáctil. «Os diré un secreto: todo empezó con las tabletas. Se me ocurrió que podríamos deshacernos del teclado y escribir en una pantalla táctil. Pregunté a mis compañeros si era posible concebir una pantalla multitáctil en la que se pudiese escribir con los dedos y, seis meses después, me llamaron para enseñarme un prototipo. Se lo enseñé a algunos de nuestros investigadores más brillantes en el campo de la interfaz de usuario y, al cabo de varias semanas, volvieron a llamarme para mostrarme la secuencia de los iconos y otras cosas. Entonces pensé, ¡Dios mío, con eso vamos a desbancar al teléfono! Y archivamos el proyecto de la tableta porque el del teléfono nos pareció más importante». Consciente de haber vuelto a meter la cabeza en una innovación digna del Walkman, Jobs lanzó el zafarrancho de combate y, desde ese momento, cualquier cosa relacionada con el iPhone estaría patentada.

Curiosamente, la filial de Apple en París, creada en 2000 por un antiguo directivo de NeXTSTEP, Jean-Marie Hullot, ambicionaba desde hacía tiempo desarrollar un móvil para la empresa. «En aquella época, EE.UU. iba muy rezagado respecto a Europa en cuanto a los móviles y Jean-Marie se había propuesto demostrarles las aplicaciones que podrían surgir de intentar llevar el concepto del Mac al mundo de los móviles», afirma Bertrand Guihéneuf, ingeniero entonces miembro del equipo de Hullot en Apple y uno de los responsables de la creación de la agenda iCal.

A principios de 2004, Guihéneuf montó en secreto un equipo francés de veinte personas con el propósito de crear el equivalente al iTunes para los móviles. «Tuvimos que firmar unos documentos de máxima confidencialidad por los que nos arriesgábamos a ir a la cárcel si divulgábamos que Apple estaba trabajando en un teléfono», recuerda Guihéneuf.

Sin embargo, el proyecto francés no daría frutos. Dos equipos americanos trabajaban en paralelo en un mismo proyecto y uno de ellos ganó el concurso, por lo que se pidió al equipo francés que interrumpiera sus investigaciones en el acto. Irónicamente, otro francés residente en Cupertino (Henri Lamiraux) fue el encargado de dirigir el desarrollo del programa del iPhone. El ingeniero supervisaría la realización de una pequeña hazaña: elaborar una versión reducida de Mac OS X para la telefonía móvil.

En febrero de 2005, Jobs se reunió en secreto con Stan Sigman, de la red de telefonía móvil Cingular, para exponerle el plan de Apple con el iPhone. Además de la tecnología de pantalla táctil desarrollada por sus ingenieros, le dio a entender que disponía de un sistema «a años de luz de lo actual» y Sigman y sus socios se adhirieron al proyecto.

El teléfono móvil se convirtió enseguida en el principal proyecto de la sociedad y, desde el otoño de 2005, englobaba a 200 ingenieros de la casa. Más que nunca, su realización estaba envuelta en el secreto absoluto. Las divisiones que trabajaban en el iPhone lo hacían de forma autónoma, sin saber qué estaban haciendo las demás. Algunas salas estaban provistas de pilotos luminosos que impedían el acceso a personas no autorizadas. «La paranoia alrededor del secreto del proyecto superaba todo lo anterior», confirma Bertrand Guihéneuf. «La gente trabajaba en locales separados, cerrados herméticamente y donde sólo se podía entrar con autorización». En octubre de 2005 los ingenieros recibieron el encargo de acelerar el ritmo sin saber que se enfrentarían a unos retos tecnológicos de pesadilla. Según una fuente citada por la revista
Wired,
el desarrollo costó 150 millones de dólares.

Una de las estrategias empresariales del iPhone tenía que ver con las negociaciones con operadoras de telecomunicaciones. En el territorio estadounidense, el acuerdo oficial con Cingular se firmó en la primavera de 2006, con unas condiciones nunca vistas por parte de Jobs. Hasta ese momento, las operadoras habían dictado su ley a los fabricantes exigiendo precios adaptados para así ofrecer las terminales a los consumidores a precios mínimos para que firmasen contratos de permanencia durante uno o dos años pero Jobs invirtió los papeles y exigió que la operadora le garantizase diez dólares al mes por cada uno de los clientes, una condición sin precedentes. A cambio, les ofreció el aliciente de cinco años de exclusividad del iPhone. El lanzamiento del iPhone estaba previsto para que coincidiera con la feria Macworld de enero de 2007.

En el verano de 2006, la imagen moderna y limpia de Apple se vio enturbiada por la acción de una organización muy respetada. En agosto, Greenpeace sacudió el sector de la electrónica con la publicación de una lista de empresas ecorresponsables en la que Apple salía muy mal parada en todo salvo el reciclaje. La ONG colgó una carta abierta en su página web. «Nos encanta Apple. La marca de la manzana crea objetos de diseño estilizado pero, en el interior, todo cambia. El Mac, el iPod, el iBook y todos los productos de Apple contienen sustancias químicas (ftalatos, plomo, mercurio) que otros fabricantes están abandonando porque son peligrosos. Una vez obsoletos, los ordenadores, lectores de MP3 y teléfonos móviles van a parar a los países en vías de desarrollo, donde los trabajadores pobres los reciclan, desensamblan y se intoxican. Apple está en la vanguardia del progreso tecnológico pero se niega a fabricar sus productos con sustancias alternativas menos peligrosas para la salud. La manzana está envenenada». También publicaron en la web una petición dirigida a Steve Jobs y Apple en la que empresa y ejecutivo siguieron siendo objeto de comentarios peyorativos por parte de los seguidores de Greenpeace hasta que hicieron público un cambio de sus políticas de responsabilidad social corporativa.

Una mañana de otoño de 2006, en una reunión con los doce directivos principales del proyecto iPhone, Jobs les hizo partícipes de su descontento con un iPhone, todavía prototipo, que no estaba a la altura de sus expectativas enumerando una retahíla de problemas que parecían no tener solución: las comunicaciones se interrumpían, la batería dejaba de cargarse antes de tiempo, las aplicaciones presentaban unos problemas que las hacían inutilizables… «Por el momento no tenemos nada que pueda llamar un producto», sentenció. A pesar de sus palabras tranquilas, un escalofrío recorrió el espinazo de los asistentes. Aquella llamada de atención tranquila había tenido un efecto más temible todavía que el de sus legendarios enfados. «Fue una de las pocas veces que he tenido escalofríos en Apple», cuenta uno de los asistentes a aquella reunión.

Aun así, el iPhone tenía que anunciarse el 9 de enero de 2007 y sólo les quedaban varios meses para enderezar la situación porque si Apple fracasaba les lloverían las críticas y los retrasos les acarrearían problemas sobre todo con los socios de telefonía que habían cedido a sus exigencias. Los meses siguientes fueron una pesadilla para los equipos del iPhone. Las noches en blanco, con broncas y peleas, se convirtieron en la norma. Como de costumbre, Jobs se implicaba en los mínimos detalles y opinaba hasta de la curvatura que debía tener la parte trasera del aparato.

A mediados de diciembre de 2006, los ingenieros de Apple ganaron la batalla a los plazos y en Las Vegas Steve Jobs disponía de un prototipo que enseñar al tejano Stan Sigman de Cingular (convertida en ATT Wireless). Lo tenía todo: pantalla táctil, navegador web e iconos, y Sigman reaccionó según lo previsto. «¡Es el mejor aparato que he visto nunca!», dijo.

El 9 de enero, en Macworld, Jobs midió sus palabras para aumentar la intriga del público. «Hoy vamos a hacer historia juntos. De vez en cuando aparece un producto que lo cambia todo. En 1984 presentamos el Macintosh. En 2001 lanzamos el iPod. Hoy anunciamos tres productos revolucionarios: un iPod de pantalla grande con control táctil, un teléfono móvil revolucionario y un aparato que redefine la comunicación por Internet». Después de repetir varias veces los tres temas («un iPod, un teléfono móvil, una herramienta de Internet»), soltó la gran noticia. «Y no son tres aparatos sino uno. Lo hemos llamado iPhone. Hoy, Apple reinventa el teléfono. Hemos utilizado el mejor puntero del mundo, uno con el que hemos nacido todos y del que tenemos diez diferentes: los dedos. Hemos inventado la tecnología multitáctil, que es estupenda y funciona a la perfección. Ya no hace falta un puntero. Es mucho más precisa que cualquier tecnología de pantalla descubierta hasta ahora. Ignora los gestos no intencionados y se pueden utilizar varios dedos a la vez. Y os diré una cosa: ¡la hemos patentado!».

Mientras retumbaban los aplausos, continuó hablando. «Hemos tenido la oportunidad de introducir en el mercado muchas formas revolucionarias de interactuar con los aparatos. Primero fue el ratón. Después, la rueda de clic. Hoy presentamos la tecnología multitáctil. Cada una de estas interfaces de usuario ha permitido la llegada de un producto revolucionario: el Mac, el iPod y hoy el iPhone».

A continuación, Jobs procedió a enseñar el aparato, desvelando de paso la pantalla de inicio del iPhone. Al pulsar un icono se activaba el servicio musical. Con un barrido del dedo hizo desfilar las canciones y reprodujo un extracto de
Sgt Pepper's,
de The Beatles. Como era de esperar, la acogida fue tremendamente entusiasta.

Jobs también presentó el paso automático de la visualización vertical a apaisada con la simple inclinación del aparato y en ese momento todos los presentes se preguntaron por qué a ningún otro fabricante de teléfonos se le había ocurrido antes la utilidad de aquella prestación.

Los asistentes no cabían en sí de orgullo porque, una vez más, Apple se había adelantado e impresionaba con pequeños detalles en apariencia anodinos pero que marcaban la diferencia. La posibilidad de ampliar o reducir una foto separando o acercando los dedos parecía lógica pero alguien había tenido que pensar en ella. La opción de escuchar un mensaje sin tener que pasar por los anteriores también era obvia. El ajuste automático del contraste según la iluminación ambiente era otro detalle que subrayaba la perspicacia de los creadores del iPhone. El maestro de ceremonias reveló que el iPhone nacía con un registro de más de 200 patentes exclusivamente relacionadas con el terminal.

Una vez más, el golpe había sido magistral. De un día para otro, los móviles se habían quedado anticuados, incluidos los teléfonos inteligentes y la célebre Blackberry con su teclado integrado.

Para variar, en la presentación del iPhone Jobs rindió homenaje a los que habían trabajado día y noche para que el anuncio de enero pudiera ser realidad. Un centenar de personas se levantaron de sus asientos al unísono, algunos con signos evidentes en sus rostros de la carga de trabajo de las últimas semanas. Jobs les expresó su agradecimiento en público, consciente de que pocas empresas podían beneficiarse de tanta abnegación y aprovechó para llamar con el iPhone a Starbucks y encargar 4000 cafés para todos los asistentes.

En una entrevista posterior para ABC News, Jobs mantuvo sus comentarios sobre el iPhone.

ABC News:
Todo hace pensar que este aparato desbanca a todos los actuales. Usted mismo ha dicho que el iPhone ha nacido de la frustración provocada por los productos que utilizamos todos.

Steve Jobs: Estamos convencidos. Este aparato es increíblemente más potente que cualquier otro móvil o teléfono jamás creado. Hemos dedicado los últimos dos años y medio a inventar el iPhone. Salta literal-mente por encima de todo lo existente, con cinco años de ventaja.

ABC News:
¿Cómo definiría a Apple hoy? ¿Es un fabricante de ordenadores, una sociedad de entretenimiento o de medios?

Steve Jobs: Hasta ahora, Apple ha sido una empresa de ordenadores pero siempre con un lado creativo. Desde sus inicios ha sido la empresa más creativa del sector. Hemos ampliado nuestro catálogo de productos para convertirnos en una empresa que fabrica aparatos bonitos pero que también ayuda a la gente a obtener contenidos de calidad para sus aparatos.

ABC News:
¿Cómo cree que va a afectar el iPhone a la industria de los móviles?

Steve Jobs: La llevará a un nivel superior.

Ese mismo día, Jobs anunció una noticia nada irrelevante: el cambio de nombre de la empresa de Apple Computers a Apple Inc., como forma de recalcar la nueva identidad de la compañía. Atrás quedaba su etapa como fabricante de ordenadores; ahora la empresa era un creador de aparatos electrónicos y contenidos digitales de estilo de vida.

El iPhone se puso a la venta el 29 de junio de 2007. En la Apple Store de San Francisco, una interminable fila de
apple-maníacos
esperaban la apertura de la tienda a las seis de la tarde. Algunos llevaban más de 24 horas haciendo cola. A la hora señalada, tras una cuenta atrás marcada por el entusiasmo, los guardas intentaron contener a la marea humana para que entraran de uno en uno.

Muy pronto, las ventas del iPhone batieron récords en el campo de la telefonía móvil. Había nacido otro aparato mítico que reforzaba todavía más el aura de su fundador. Durante el verano de 2007, Apple declaró unos beneficios históricos de 818 millones de dólares. Dell, con el 30% del mercado americano y cinco veces más ventas de ordenadores que Apple, apenas llegaba a los 2,8 millones de beneficios. Muy lejos quedaban los días en los que Michael Dell se burlaba de que a Apple más le valía devolver el dinero a los accionistas.

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