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Authors: Lian Hearn

Tags: #Avéntura, Fantastico

La Red del Cielo es Amplia (59 page)

BOOK: La Red del Cielo es Amplia
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Fumio soltó un gruñido.

—¡Odio leer!

Su padre le propinó un cachete.

—Leerás el libro del señor Otori y te gustará —aseguró.

* * *

Entraron en el puerto de Hagi a la mañana siguiente. Shigeru permaneció despierto la mayor parte de la noche, observando las estrellas y la luna menguante. Vio el primer atisbo del amanecer y luego, la enérgica salida del sol, cuando la esfera naranja se fue elevando por encima de las cordilleras orientales al tiempo que arrojaba su abundante luz sobre la superficie del agua. Una vez en el muelle dio las gracias a Terada, y de nuevo le pareció apreciar una mezcla de desdén y decepción en la expresión del hombre de mar.

Se dirigió a su casa con paso tranquilo, deteniéndose por el camino a hablar con varios tenderos y comerciantes con los que conversó sobre la plantación de primavera, y examinó varios artículos procedentes del continente. Con uno de ellos tomó té; con otro, vino de arroz.

Cuando llegó a la cancela de la vivienda saludó animadamente a los guardias y entró en el jardín. Vio a su madre sentada en la habitación que daba a la veranda del lado este del edificio y se acercó a darle los buenos días.

—¡Señor Shigeru! —exclamó ella—. Bienvenido a casa, —recorrió con la mirada el atuendo de su hijo y añadió:— ¿No te habrán visto en la ciudad así vestido?

—He estado navegando varios días —respondió él—. Ha sido muy interesante, madre. ¿Sabías que entre Hagi y Oshima se pesca besugo, calamar, sardina y caballa?

—No me interesan en lo más mínimo el besugo o el calamar —replicó la señora Otori—. Apestas a pescado. ¡Y mira qué ropa! ¿Acaso ya no te acuerdas de quién eres?

—Si apesto como dices, mejor será que me dé un baño —respondió él, decidido a no inmutarse por la indignación de su madre.

—Desde luego que sí, y vístete como es debido. Vas a ir al castillo. Tus tíos quieren hablar contigo.

—Les hablaré de los fantasmas que he visto —repuso Shigeru, esbozando una sonrisa beatífica—. Estoy pensando en reunir una colección de antiguas leyendas de apariciones. Sería un título magnífico:
Antiguas leyendas de apariciones.

La expresión del rostro de la señora Otori no se diferenciaba mucho de la de Terada: denotaba el mismo desdén, la misma decepción. En su fuero interno Shigeru se indignaba por el hecho de que resultara tan fácil engañarla, porque tuviera a su hijo en tan baja estima...

Contempló la posibilidad de hacer esperar a sus tíos y enviar un mensaje alegando que se encontraba cansado tras el viaje; pero no deseaba contrariarlos ni proporcionarles motivos para restringir las actividades de su sobrino. Después de darse un baño y de que Chiyo le afeitara la frente y le recortara la barba, Shigeru se enfundó ropas de ceremonia, si bien eligió las más antiguas y menos ostentosas. Antes de salir se colocó en el fajín a
Jato -
-la empuñadura del sable seguía cubierta con la piel de tiburón— e introdujo en la pechera de la túnica superior el pedazo de cordón que Fumio le había entregado. Mientras tanto, se preguntaba cuál sería la mejor manera de recorrer el breve trayecto hasta el castillo. Decidió dejar en casa a
Kyu,
su corcel negro; los caballos aún escaseaban y temía verse obligado a regalar el suyo a uno de sus tíos. Había decidido acudir a pie —la idea parecía convenientemente excéntrica—, pero su madre se alteró hasta tal punto que no tuvo más remedio que ceder y permitir que la señora Otori enviara a buscar el palanquín.

Después de la noche en vela, el agua caliente había hecho aumentar la fatiga de Shigeru. Los ojos le escocían y la cabeza le dolía de una manera poco menos que insoportable. Los días en Katte Jinja le parecían ya una especie de espejismo y su estado físico actual, el resultado de una posesión diabólica. Cuando llegó al castillo y se bajó del palanquín le vinieron a la mente las advertencias que su padre le hiciera cinco años atrás en contra del enamoramiento, y la observación formulada por Matsuda de que la pasión amorosa era uno de los inconvenientes de la forma de ser de los Otori. Ahora, él mismo había sucumbido de la misma manera, e ignoraba adonde le conduciría. Sólo sabía que era demasiado tarde para volver atrás.

Fue recibido por Miyoshi Satoru, el padre de Kahei, y conversaron un rato sobre Takeshi, que residía con la familia de aquél desde el verano anterior. El señor Miyoshi habló favorablemente del joven, quien bajo sus órdenes prestaba servicio como guardia del castillo. Takeshi había celebrado su mayoría de edad; daba la impresión de que empezaba a sentar la cabeza.

Caminaron juntos hasta la residencia y Shigeru se fijó en la nueva decoración, que tan cara había resultado y tanto resentimiento había provocado en Hagi. Las lujosas reformas le trajeron a la memoria los impuestos en alza que afectaban a toda la población, incluso a Terada y su flota pesquera. Tenía que hablar con sus tíos sobre el asunto; debía salir en defensa de su pueblo, sin dejar al descubierto su auténtica personalidad... Y, sobre todo, tenía que volver a ver a Naomi.

Sus tíos le hicieron esperar. Shigeru había contado con ello y no se molestó; al contrario, agradeció disponer de tiempo para sentarse con tranquilidad y controlar la respiración con el fin de recopilar sus pensamientos y fortalecer su determinación. Miyoshi también se mantuvo en silencio. De vez en cuando, levantaba la vista cuando escuchaba el sonido de pisadas en el interior o afuera, en la veranda, y lanzaba una mirada a Shigeru como si deseara disculparse por la descortesía de Shoichi y Masahiro.

Por fin apareció el mayordomo de la residencia y, tras profusas disculpas, acompañó a Shigeru hasta el salón principal. El mayordomo era un antiguo lacayo que había servido al señor Shigemori y al que Shigeru conocía bien. A este último le pareció apreciar un cierto embarazo en la conducta del anciano, y lamentó una vez más la decepción y la vergüenza en que había sumido a tantos miembros de su clan. Le hubiera gustado expresarle a aquel hombre y a tantos otros su sarcástica gratitud por servir a sus tíos con tanta lealtad y por el hecho de que preservarían a los Otori hasta que Iida estuviera muerto, cuando Shigeru se convertiría en el cabeza del clan.

Su tío mayor, Shoichi, estaba sentado en la posición que antes ocupara Shigemori. Masahiro, el más joven de los hermanos, se encontraba en el lugar donde solía sentarse Shigeru, a la izquierda del señor Otori. A Shigeru no le agradaba Shoichi, y no sentía por él la más mínima admiración; pero tales sentimientos resultaban fríos e indiferentes comparados con el odio que Masahiro provocaba en él por haber seducido a Akane. Aun así, no dio señal alguna de sus emociones y saludó a sus tíos con expresiones corteses, hizo una profunda reverencia hasta el suelo y sólo cambió de postura cuando Shoichi le devolvió el saludo y le ordenó que se incorporase.

Intercambiaron preguntas corteses sobre el estado de salud y las familias de uno y otro e hicieron comentarios sobre el buen estado del tiempo, el comienzo del verano y otros asuntos intrascendentes. Shigeru disertó sobre sus experimentos agrícolas, permitiéndose explayarse con entusiasmo sobre las posibilidades de la cosecha de sésamo y la necesidad de una fertilización eficaz. Estaba explicando sus teorías acerca de la mejor manera de tratar el estiércol de caballo, cuando el señor Shoichi le interrumpió.

—Estoy seguro de que los granjeros del clan se beneficiarán de la sabiduría del señor Shigeru en tales cuestiones, pero tenemos asuntos más importantes que tratar contigo hoy.

—Te ruego que me los comuniques, tío mío. Perdóname que me haya extendido tanto; cuando empiezo a hablar de mis aficiones, aburro a cuantos me escuchan.

—Imagino que esta reciente travesía con los Terada tenía que ver con alguna otra afición —intervino Masahiro, esbozando una desagradable sonrisa.

La expresión que su odiado pariente mostraba en el rostro inquietó a Shigeru un tanto. El carácter lascivo de Masahiro le otorgaba un sexto sentido para intuir las aventuras amorosas ilícitas. "Si menciona a Naomi, le mataré aquí mismo y luego me quitaré la vida." A continuación, forzó una sonrisa.

—Pues sí, en efecto —respondió—. Estoy interesado en las técnicas pesqueras. Terada me mostró las mejores zonas de pesca, las redes que utilizan, la manera en la que conservan la captura, tanto la que se guarda en salazón como la fresca. Y su hijo me enseñó a hacer nudos de gran utilidad. —Sacó el cordón de la pechera de su túnica y les hizo una demostración de los trucos de Fumio—. Una maravilla, ¿verdad? Deberíais permitirme que te los enseñara, tío mío; a tus hijos les encantarían. —Con suma destreza, giró el cordón hasta formar el nudo al que Fumio llamaba "el Yelmo", y lo levantó para exhibirlo—. Desde luego, ésta no fue la única afición que practiqué. Pasé algún tiempo en un santuario encantado y recogí una espléndida historia para mi antología.

—¿Tu antología? —repitió el señor Shoichi, desconcertado.


Antiguas leyendas de apariciones.
Así he decidido llamarla. Será una compilación de historias de fantasmas, procedentes de los Tres Países. Estas narraciones se van pasando verbalmente de generación en generación; algunas de ellas son antiquísimas. Tengo entendido que nadie las ha puesto nunca por escrito.

—Has salido a tu padre —comentó Masahiro, esbozando una amplia sonrisa—. También creía en lo sobrenatural, en las señales y las apariciones.

—Es que soy el hijo de mi padre —declaró Shigeru con voz serena.

—Por lo que se ve, Terada va adquiriendo más influencia con el paso de los días —comentó Shoichi; luego se inclinó hacia delante y clavó las pupilas en Shigeru—: ¿Notaste algún signo de deslealtad hacia nosotros?

—Ninguno en absoluto. Guarda tanta fidelidad al clan como cualquier otro ciudadano de Hagi; pero el aumento de impuestos le indigna. Desea obtener ganancias; si el castillo le exige demasiado dinero, su tendencia será a resistirse —Shigeru hablaba con calma y de manera razonada, albergando la esperanza de que sus tíos entendieran lo sensato de su argumento—. No hay necesidad de pedir más de treinta partes de un centenar a nadie, ya sea mercader, granjero o pescador. Si dedicamos nuestras energías a mejorar las cosechas, nuestras pequeñas industrias y nuestra captura del mar, todo el mundo sacará beneficio y será posible reducir los impuestos.

Creía con sinceridad en lo que estaba diciendo, pero también aprovechó el momento para disertar un poco más sobre las diversas clases de abono y la irrigación de las tierras al tiempo que en los rostros de sus tíos percibía el desprecio y el aburrimiento. Por fin, Masahiro le interrumpió:

—Señor Shigeru, te estás volviendo demasiado solitario.

—Poco menos que un recluso —añadió Shoichi.

Shigeru hizo una reverencia y se mantuvo en silencio.

—No habría objeción para que te volvieras a casar —dijo Shoichi—. Deja que te busquemos una esposa.

Shigeru sintió que la proposición representaba un cambio decisivo y, en su fuero interno, se regocijó. Sus tíos estaban dispuestos a otorgarle permiso para contraer matrimonio y tener hijos, lo que significaba que ahora le consideraban inofensivo, que les había engañado con la máscara que tiempo atrás había adoptado.

—Eres muy amable —respondió—, aunque aún no me he recuperado de la muerte de mi esposa, y no deseo contraer las responsabilidades de un matrimonio.

—Bueno, pero no te olvides de la oferta. Los hombres no pueden vivir sin las mujeres —afirmó Masahiro mientras se pasaba la lengua por los labios; lanzó a su sobrino una mirada de complicidad, lo que volvió a prender el odio que Shigeru le profesaba.

"Le mataré —se juró para sí—. Le esperaré a la puerta de uno de los tugurios que frecuenta y le atravesaré con el sable".

—El siguiente asunto que tenemos que discutir tiene que ver con tu hermano —indicó Shoichi.

—Tengo entendido que el señor Miyoshi está satisfecho con su conducta —respondió Shigeru.

—En efecto, parece que por fin se está tranquilizando —confirmó Shoichi—. Por el momento no tengo queja de él, aunque tal vez el señor Masahiro juzgue de manera diferente.

—En mi opinión, Takeshi ha sido siempre un problema —masculló Masahiro—, antes y ahora. En cualquier caso, será un placer librarse de él durante un tiempo.

—¿Va a salir de Hagi? —preguntó Shigeru.

—El señor Iida ha sugerido que se instale en Inuyama unos cuantos años.

—¿Iida quiere a Takeshi como rehén?

—No hace falta expresarlo de una manera tan descortés, señor Shigeru. Supone un gran honor para el señor Takeshi.

—¿Habéis respondido a Iida? ¿Se ha tomado la decisión?

—No, pensábamos comentarla contigo en primer lugar.

—No podéis hacerlo —dijo Shigeru con urgencia—. Pondrá al clan Otori en una desventaja insuperable con respecto a los Tohan. Iida no tiene derecho a exigirlo, no formaba parte de los términos de la rendición. Está tratando de amedrentaros; no debéis ceder ante él.

—Ésa fue también la opinión del señor Miyoshi —observó Shoichi.

—Antes o después tendremos que establecer una alianza más estrecha con los Tohan —objetó Masahiro.

—Yo no lo aconsejaría —replicó Shigeru, esforzándose por ocultar su furia.

—Pero, señor Shigeru, tú entiendes más de agricultura que de asuntos políticos. Y no cabe duda de que obtienes más éxitos con tus cosechas de los que conseguiste en el campo de batalla —Shoichi esbozó una fugaz sonrisa—. Hagamos un trato: sigue encerrado con tus fantasmas y tu sésamo, y Takeshi se queda en Hagi. Si tu comportamiento nos causa alguna inquietud, tu hermano se instalará en Inuyama.

Shigeru se forzó a esbozar una sonrisa en respuesta a su tío.

—Son los únicos asuntos que me interesan, de modo que no quedaré privado de la compañía de mi hermano. Gracias, tío mío, por tu sabiduría y bondad.

Cuando Shigeru regresó a la casa del río su madre le interrogó minuciosamente sobre el encuentro. Shigeru le habló de Terada y de la sugerencia de un nuevo matrimonio, pero le ocultó el asunto referente a Takeshi. Sin embargo más tarde, esa misma noche, aunque se encontraba exhausto, le confió a Ichiro todo cuanto se había hablado, y éste redactó un informe y colocó el pergamino en el interior de uno de los numerosos arcones que llenaban la estancia.

—Cuando entras en esta habitación pareces un hombre diferente —comentó, lanzando una mirada a Shigeru.

—¿A qué te refieres?

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