La mujer que arañaba las paredes (49 page)

Read La mujer que arañaba las paredes Online

Authors: Jussi Adler-Olsen

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: La mujer que arañaba las paredes
9.55Mb size Format: txt, pdf, ePub

Carl se dirigió lentamente hacia donde las dos figuras sentadas bebían agua de sendos vasos de plástico. Uffe con ambas manos.

Carl saludó con la cabeza a la enfermera jefe de Egely sin esperar que ella correspondiera, pero la enfermera se levantó y le dio la mano. Parecía conmovida, pero no le dijo nada. Volvió a sentarse y se quedó mirando fijamente la puerta de la habitación con la mano en el antebrazo de Uffe.

Era evidente que había una gran actividad en la habitación. Varios médicos los saludaron con la cabeza al pasar, y al cabo de una hora una enfermera les preguntó si querían un café.

Carl no tenía prisa. Al fin y al cabo, las barbacoas de Morten Holland eran todas parecidas.

Tomó un sorbo de café y observó el perfil de Uffe, que estaba sentado en silencio, mirando la puerta. Cuando las enfermeras pasaban por delante, él seguía con la mirada clavada en la puerta. No la perdía de vista ni un instante.

Carl captó la mirada de la enfermera jefe y, señalando a Uffe, preguntó por gestos qué tal estaba. Ella sonrió y meneó la cabeza. Aquello solía significar que ni muy mal ni muy bien.

Pasaron un par de minutos hasta que el café empezó a hacer efecto, y cuando volvió del servicio las sillas del pasillo estaban vacías.

Entonces avanzó hacia la puerta y la entreabrió.

En la estancia reinaba un silencio absoluto. Uffe estaba a los pies de la cama, con la mano de su acompañante sobre el hombro, mientras una enfermera anotaba las cifras digitales que leía en los instrumentos de medida.

Apenas se veía a Merete Lynggaard, con la sábana hasta la barbilla y la cabeza cubierta de vendajes.

Tenía un aspecto apacible, con los labios entreabiertos y un leve temblor en los párpados. Los cardenales de su rostro parecían estar desapareciendo, pero la situación general seguía siendo preocupante. Si en otra época parecía sana y llena de vida, en la misma medida parecía ahora frágil y amenazada. Blanca como la nieve, piel finísima y ojos como cuévanos.

—Podéis acercaros —dijo la enfermera, metiendo el bolígrafo en el bolsillo superior—. Voy a volver a despertarla. No es seguro que vaya a reaccionar. No es sólo por los daños cerebrales y el período en coma, hay muchas otras razones. Sigue viendo muy mal con ambos ojos, y sigue teniendo parálisis debido a los trombos, y sin duda también lesiones cerebrales generalizadas. Pero por lo que vemos tiene probabilidades de salir adelante. Creemos que algún día podrá caminar, pero la cuestión es en qué medida va a ser capaz de comunicarse. Ya no hay más trombos, pero sigue en silencio. La afasia debe de haberse llevado para siempre su don del habla, creo que debemos estar preparados para eso.

Después asintió en silencio para sí misma.

—No sabemos qué piensa ella, pero no hay que perder la esperanza.

Luego avanzó hacia su paciente y ajustó alguno de los numerosos goteros que colgaban sobre la cama.

—¡Bueno! Creo que dentro de poco estará con nosotros. Apretad ese interruptor si os hace falta algo —añadió, y se marchó con chacoloteo de zuecos y un montón de trabajo por delante.

Los tres observaron a Merete en silencio. Uffe completamente inexpresivo, y su acompañante con una mueca triste en la boca. Tal vez hubiera sido mejor que Carl nunca se hubiera mezclado en aquel caso.

Al cabo de un minuto Merete abrió los ojos poco a poco, visiblemente molesta por la luz del exterior. El blanco de sus ojos era una red marrón-rojiza, y aun así verla despierta dejó a Carl sin aliento. La paciente parpadeó varias veces, como si tratara de enfocar la mirada, pero en apariencia no lo consiguió. Después volvió a cerrar los ojos.

—Ven, Uffe —dijo la enfermera jefe de Egely—. Siéntate un poco junto a tu hermana.

Uffe pareció entenderlo, porque avanzó hacia la silla y se sentó junto a la cama con el rostro tan cerca del de su hermana que la respiración de aquélla hacía vibrar su flequillo rubio.

Después de estar observándola un rato, levantó una punta de la sábana y dejó al descubierto uno de los brazos de su hermana. Después la tomó de la mano y se quedó así, con la mirada vagando lentamente por su rostro.

Carl avanzó un par de pasos y se colocó junto a la enfermera jefe a los pies de la cama.

La imagen del taciturno Uffe con la mano de su hermana en la suya y su rostro apoyado en la mejilla de ella era de lo más conmovedora. En aquel momento Uffe parecía un cachorro de perro extraviado que tras buscar sin descanso acaba de encontrar el camino de vuelta al calor y la seguridad de la guarida.

Entonces Uffe se retiró un poco, volvió a observarla con atención, posó los labios en su mejilla y la besó.

Carl vio que el cuerpo de Merete se estremecía ligeramente bajo la sábana y que el ritmo cardíaco subía un poco en la pantalla del electrocardiograma. Dirigió la mirada hacia el siguiente monitor. Sí, el pulso también había subido algo. Después Merete emitió un profundo suspiro y abrió los ojos. Esta vez la cabeza de Uffe le daba sombra, y lo primero con que topó su mirada fue la sonrisa de su hermano.

Carl se dio cuenta de que hasta él abría los ojos desmesuradamente mientras la mirada de Merete se hacía cada vez más consciente. Sus labios se separaron. Después se estremecieron. Pero entre los dos hermanos había un campo de tensión que no permitía el contacto. Se notaba directamente en Uffe, cuyo rostro iba oscureciéndose, como si contuviera la respiración. Después empezó a balancearse un poco atrás y adelante mientras de su garganta salían quejidos. Abrió la boca y pareció presionado y confuso. Entornó los ojos y soltó la mano de su hermana mientras se llevaba las manos a la garganta. Los sonidos no querían salir, pero los pensaba, era algo evidente.

Entonces soltó todo el aire del sistema y pareció que tampoco esa vez iba a conseguirlo. Pero entonces volvió a oírse el ruido gutural, y esta vez más arriba en la garganta.

—Mmmmmmmm —dijo, respirando con dificultad por el agotamiento—. Mmmmmmmee.

Merete miraba con intensidad a su hermano ahora. No había la menor duda de que sabía a quién tenía enfrente. Sus ojos estaban húmedos.

Carl jadeó en busca de aire. La enfermera jefe se llevó las manos a la boca.

—Mmnimmeerete —soltó Uffe por fin, tras un enorme esfuerzo.

Uffe se asustó por el flujo de sonidos. Jadeaba y por un momento dejó caer la mandíbula, mientras junto a Carl la mujer rompía a sollozar y su mano buscaba el hombro de Carl.

Entonces el brazo de Uffe volvió a levantarse y topó con la mano de Merete.

La apretó y la besó, temblando de cintura para arriba, como si lo acabaran de sacar de un agujero en el hielo.

Entonces de repente Merete echó la cabeza hacia atrás con los ojos como platos y el cuerpo en tensión, con los dedos de la mano libre contraídos en la palma de la mano como si tuviera un calambre. Hasta Uffe percibió algo funesto en el cambio, y finalmente la enfermera jefe dio un paso y apretó el interruptor.

Entonces Merete emitió un sonido profundo, oscuro, y todo su cuerpo se relajó. Seguía teniendo los ojos abiertos y captó la mirada de su hermano. Después emitió otro sonido sordo, como cuando se echa aliento sobre un cristal frío. Ahora sonreía. Parecía que el sonido de su interior la estimulaba.

Se abrió la puerta, y una enfermera seguida de un médico joven con mirada inquisitiva se precipitaron dentro. Se detuvieron frente a la cama y vieron a una Merete Lynggaard relajada, agarrada a la mano de su hermano.

Escrutaron con detenimiento los diversos aparatos y no pareció que encontraran nada alarmante, tras lo cual dirigieron la mirada hacia Carl y la acompañante de Uffe. Estaban a punto de preguntar algo cuando volvió a oírse el sonido de la boca de Merete Lynggaard.

Uffe pegó el oído a los labios de su hermana, pero todos los presentes pudieron oírlo.

—Gracias, Uffe —dijo Merete, dirigiendo la mirada hacia Carl.

Y Carl sintió que la presión del pecho remitía gradualmente.

Agradecimientos

Muchísimas gracias a Hanne Adler-Olsen, Henning Kure, Elsebeth Waehrens, Soren Schou, Freddy Milton, Eddie Kiran, Hanne Petersen, Micha Schmalstieg y Karsten D. D. por sus indispensables y minuciosos comentarios. Gracias a Gitte & Peter Q. Rannes y al Centro para Escritores y Traductores de Hald por el necesario ambiente de sosiego que me ofrecieron en momentos decisivos de la redacción. Gracias a Peter Madsen por las ilustraciones de la edición especial y a Peter H. Olesen y Jorn Pedersen por la inspiración. Gracias a Jorgen N. Larsen por su trabajo de investigación, a Michael Needergaard por su conocimiento de los efectos de una cámara de descompresión, y gracias a K. Olsen y al comisario de policía Leif Christensen por sus correcciones relacionadas con la policía. Y, finalmente, muchas gracias también a mi editora Anne Christine Andersen por su especial colaboración.

JUSSI ADLER-OLSEN, es conocido por su versatilidad en el mundo de la cultura -siendo periodista, sociólogo y director de cine. Además, Adler-Olsen ha publicado varias novelas de intriga y suspense. Era el más joven de cuatro hermanos y el único varón. Hijo de la exitosa sexóloga Henry Olsen, que pasó su infancia con su familia en varios hospitales psiquiátricos a través de Dinamarca. En su adolescencia, tocó en varios grupos de pop como guitarra solista. Después de graduarse de la escuela pública en Rødovre , estudió medicina, la sociología y la realización de películas . A finales de 1970, trabajó en diversas áreas de la publicación, incluyendo los dibujos animados de secuencias de comandos, la prueba de lectura y el periodismo.

Su hobby es restaurar casas antiguas. Gracias a las novelas protagonizadas por Carl Mørck, se ha convertido en el autor de novela negra más vendido de Dinamarca. No es de extrañar, porque esta primera entrega del Departamento Q es una novela absolutamente irresistible para cualquier aficionado al thriller. Se trata de una historia terrible y muy cercana a la actualidad reciente, con unos personajes creíbles y complejos, y un sentido del ritmo y de la tensión que mantienen el suspense hasta el final. La trilogía del Departamento Q se ha convertido en un imparable best seller en Dinamarca y Alemania, antes de iniciar la conquista del resto del mundo. Jussi Adler-Olsen ha recibido el prestigioso premio Glass Key a la mejor novela policíaca del 2010.

Notas

[1]
En el sistema electoral danés cada partido viene identificado por una letra a efectos de propaganda y papeletas de voto.(N. del T.)
<<

[2]
En Dinamarca suele decirse que, si el día de tu cumpleaños hace buen tiempo, es señal de que te has portado bien el año anterior. (N.del T.)
<<

Other books

Sheikh's Hired Mistress by Sophia Lynn, Ella Brooke
The Scent of Sake by Joyce Lebra
Still Fine at Forty by Madison, Dakota
La dama azul by Javier Sierra