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Authors: Fabio Fusaro & Bobby Ventura

Tags: #Autoayuda

La mujer de tus sueños (15 page)

BOOK: La mujer de tus sueños
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El fin de semana

Estamos en los primeros escarceos con la cuchi cuchi.

Uno tiene tendencia normal a tratar de sacarla el fin de semana. Es que el fin de semana tiene tradición, magia, noche, alter hours, mañana siguiente a torrar.

Y compromiso. Aceptémoslo. El fin de semana tiene compromiso. No es lo mismo salir un sábado que un jueves. ¿Cuántas minas con novio salen solas el jueves? Miles. ¿Cuántas con novio salen solas el sábado? Es decir, si estás saliendo con la mina, el fin de semana es de ella. O sea, que inconscientemente, al fin de semana se le otorga status de pareja. Por lo tanto, el fin de semana posee una carga emocional propia. En cierta forma, si sale con vos un fin de semana sin ser tu chica, significa que tenés posibilidades de que lo sea. Al darte el fin de semana, se exponen mucho; te dicen mucho: que no tienen a nadie fijo, que están disponibles, o que están al pedo. Y en la previa, a nadie le gusta exponerse demasiado, ¿no?

Encima, el fin de semana están todas en estrella. No se qué pasa, ¿viste? Pero todas se creen que están tres puntos más de lo que están. ¿Será que se ponen pilas unas a otras? No sé. ¿Será que como tienen más tiempo para boludear, lo utilizan en intentar mejorar su estética? El tema es que se creen todas Dolores Barreiro.

Sí, ya se: miles de presentaciones y citas se llevan a cabo y con éxito en fin de semana. Y miles realizadas durante la semana fracasan. Estarás pensando que si la mina está con vos, cualquier día es bueno. Pero eso es como no bañarse porque te vas a ensuciar de nuevo. ¿Por qué no buscar el entorno ideal para las primeras escaramuzas, al menos?

Además, permitime recordarte que no sería extraño que la dama no estuviera totalmente segura de salir contigo, o esté de novia y no esté segura de querer cambiar de modelo…

Entonces, de la misma forma que te recomendamos no ir de levante al boliche por no ser el mejor clima, te recomendamos al principio no salir los fines de semana.

Salí de la carga emocional de esos días e invitala durante la semana, con menos presiones, menos testigos del posible fracaso (indudablemente latente en las primeras citas), menos gente que te corte el clima, lugares más amables con el público.

Esquivale los fines de semana, por lo menos hasta besarla por primera vez.

Primero: la vas a desorientar. Eso es bueno. «Si tiene onda conmigo, ¿por qué no me invitó el viernes? ¿Estará curtiendo con alguien? ¿Será casado? ¿No le gusto tanto como para perder un viernes? ¿Estoy gorda?» Se ponen vulnerables.

Segundo: le podés hacer el numerito del misterioso (Ver «El misterioso»). Corrijo: le tenés que hacer el numerito del misterioso. Que no sepa qué hiciste el fin de semana. «Sábado, cuatro de la tarde… No me llamó… Y sí, éste me dio puerta… ¡No te digo que estoy gorda!» Se ponen vulnerables.

Tercero: están más relajadas. Si el fin de semana están en estrella, en la semana se tienen que relajar. No se puede estar todo el tiempo en postura. Va a ser más ella misma y la vas a conocer mejor. Vas a obtener más datos sobre cuáles sucios trucos de levante te pueden dar resultado y cuáles no. «¡Uy! Este vinito me dio sueño… ¿Vamos, mi amor? (¿Mi amor?… ¿Le dije mi amor?… ¡Ay, me mandé al frente solita! ¡Qué pelotuda, mi Dios!… ¿Me habrá escuchado? ¡Dios, decime que no!… Ay, ¿qué hago?… Y bueno, ¡yo le parto la boca de un beso!…)». Se ponen vulnerables.

La primera salida

La invitaste a salir y ella aceptó.

Tal vez, durante meses soñaste con ese momento. Ella y vos mirándose románticamente a la luz de una vela y aproximando sus rostros para besarse de la manera más dulce. Pero en ese sueño en lo único en que te concentrabas era en sus ojos, su boca y el beso. Nunca te detuviste a pensar en dónde estaba apoyada la vela, ni qué ropa tenías puesta, ni de qué venían hablando antes de besarse, ni cómo la fuiste induciendo a llegar a ese beso.

Por eso, transcurridos los cinco primeros minutos de felicidad inicial, comenzarán a asaltarte complicados pensamientos:

¿A dónde la llevo?

¿Al cine? ¿A cenar? ¿Al cine y a cenar?

¿Qué ropa me pongo?

¿Tengo el auto disponible para esa noche?

¿Le regalo una flor como para deslumbrarla de entrada?

¡Qué responsabilidad!

Esa noche debe ser perfecta. Nada puede fallar, pensás.

Deducís que si ella aceptó salir es porque algún interés en vos tiene. Sentís que tenés un penal a favor que define un campeonato y errarlo sería terrible.

En resumen, estás en una situación muy similar a la que vivió una vez mi primo Ezequiel.

Hacía meses que estaba loco con una chiquilla de facultad con la que compartieron algunos trabajos en grupo, varios cafés con otros compañeros durante recreos, y un par de fiestas de cumpleaños.

Un día mi primo juntó valor y se decidió.

Y ella aceptó.

—El sábado salgo con Mariana —me dijo una noche mientras cenábamos juntos.

—Grande, Master —respondí —¿Y a dónde van a ir?

—No sé… Después veo… Como no sé si voy a tener auto…

No tener auto bajo ningún punto de vista es un impedimento para realizar una linda salida, pero no se puede negar que disponer de un vehículo brinda cierta comodidad, amplía el abanico de lugares posibles para llevarla y permite crear cierto clima; tal vez por medio de la música que pueden ir escuchando mientras pasean, lo cual dista bastante del speech de los vendedores ambulantes del bondi o las pelotudeces que hable el tachero o el remisero.

—Uy, qué macana ¿Y no tenés posibilidades de conseguir uno? Yo te prestaría el mío pero ya le dije a María que la iba a llevar al cine…

—Puede ser. Se lo voy a pedir a mi amigo Charly o a mi viejo.

Charly tenía, como era de esperarse, otros planes para su auto ese sábado a la noche que no eran precisamente prestárselo a Ezequiel.

—Sorry Eze, pero es que arreglé para in con Sole a comer un asado a la quinta de Fede y nos vamos a quedar a dormir allá —le dijo Charly.

Quedaba la última carta por jugarse con respecto al móvil.

—Yo el auto no lo presto.

La frase de su padre fue tan terminante, que no dio lugar a discusión alguna.

Algo que nunca pude entender, es qué extraño placer sienten los padres al negarle el auto a un hijo varón cuando tiene que salir con una chica.

Mi tío dejó pasar en ese momento una buena oportunidad de acercarse afectivamente a su hijo, con el cual, desde que se divorció de su madre y vive con su nueva esposa, no tiene una relación tan fluida.

Y eso que mi tío Ernesto es un fenómeno y a mi primo lo adora.

Será que cuando ellos eran jóvenes sus padres no tenían auto, o que sienten envidia por la hermosa etapa que está viviendo su hijo, o que… Qué se yo… Creo que no lo voy a comprender jamás.

Si supieran lo que un hijo siente por un padre que lo deja salir con la chica de sus sueños a gamba mientras su auto duerme en el garage al reverendo pedo, no esperarían a que éste se lo pida… Se lo ofrecerían directamente.

—Llevate mi auto, primo —le dije por teléfono el sábado a la noche, diez minutos antes de que llamara a un remise —la convencí a María de quedarnos en casa viendo un video.

¡Vieran la felicidad de Ezequiel!

—Ahora que salís con auto la podés llevar a…

Le intenté hacer unas cuantas sugerencias de lugares interesantes donde llevarla para generar un impacto más positivo en su primera salida, pero me dio amables demostraciones de no tener ganas de escuchar mis sugerencias. Aparentemente ya tenía todo planeado.

A los quince minutos estaba en la puerta de mi casa vestido de cumpleaños, con una rosa en la mano, dispuesto a dar comienzo a la gran noche.

Y si bien las rosas huelen bien, algo a mí me olió mal. Pero no le dije nada. Ezequiel no es muy abierto a recibir consejos. Menos sobre cómo actuar con una mujer, y menos aún a cinco minutos de comenzar su gran noche.

Al otro día me viene a devolver el auto con una tremenda cara de culo.

—¿Qué pasó, Eze?

—No me hablés… No me hablés…

—¿A dónde fueron?

El tipo la había llevado al cine en el shopping y a cenar al patio de comidas del mismo.

Clásico lugar a donde van los que hace diez años que están de novios, los matrimonios y los que no tienen auto y les es más cómodo disponer del cine, la cena y algunas vidrieras para distraerse, todo en un solo lugar. Creatividad cero.

—¿Y por qué era cara? —pregunté.

—Fue un fracaso… Cuando la estaba llevando de vuelta a su casa, me empezó a decir que no me quería lastimar, que veía que yo estaba muy enganchado y a ella no le pasaba lo mismo conmigo, que badabim que badabam…

—¿Pero vos le habías insinuado algo?

—Y sí… Obviamente… Sino, para qué la invité a salir.

Si hiciéramos una lista completa de los errores que cometió mi primo esa noche, creo que tendríamos que agregar un volumen a este libro.

Pero hay algo que es básico y fundamentalmente a eso quiero apuntar: en la primera salida no tenés que ir al ataque. La primera salida es exclusivamente para divertirse, para que te conozca, para romper el hielo, para darle confianza, para que a su regreso diga «qué bien que la pasé con este tipo».

Generalmente cometemos el error de pensar que dado que aceptó salir con nosotros tenemos que, o bien llegar a algún aproximamiento físico esa misma noche, o dejarle bien claras nuestras amorosas intenciones para con ella.

Y es ahí donde las películas que tenemos en nuestro archivo mental atacan de nuevo, y buscamos poner en práctica las miradas y las frases de los astros de la pantalla.

Ya lo dijimos antes. En las películas está todo guionado. En la vida real es otra cosa. El repentino «ya no puedo vivir un segundo más sin ti», con inmediato abrazo y beso apasionado de ambas partes, nunca o casi nunca funciona. Además, como nos resulta imposible decirlo, generalmente nos quedamos en un penoso mitad de camino.

Las mujeres en la primera salida suelen estar a la defensiva, lo cual no significa que no les gustemos.

Tienen miedo de asumir compromisos. No están seguras de nada. No quieren demostrar que son presa fácil. Tienen pánico a que nos tiremos arriba de ellas como un padrillo en celo.

En fin, la lista de cosas que se le cruza por la mente a una mujer en una primera cita es tan interminable como incoherente.

Y lo más probable es que al llegar de regreso a su casa piense: «Qué boluda… Por qué le dije eso… Ahora no me va a invitar a salir más… Y con lo que me gusta…»

El cerebro femenino va por caminos que ni por casualidad imaginamos.

Si en la primera cita te comportás como un caballero, la hacés distenderse y disfrutar la velada, te sacás de encima la presión de tener que definir y de esa manera le quitás también presión a ella. Si mostrás un excelente humor y la liberás del temor de sentirse acosada por un posible maniático sexual o un potencial novio obsesivo, sin ninguna duda te habrás acercado mucho más a tu objetivo.

No monopolices la conversación, escuchala, mostrate interesado por las pelotudeces que te cuenta en lugar de estar pensando «y ahora cómo llevo esta conversación hacia donde yo quiero llegar». Podrás pensar tal vez que si no la encarás quedás como un lento. Ella no lo va a ver de esa manera.

Y si su plan era matarte a besos esa misma noche, no te preocupes; te lo va a hacer saber apurándote ella a vos.

Ezequiel sentía que había rematado al arco y la pelota fue a parar a la tercer bandeja. Los abucheos y silbidos del público aún resonaban en sus oídos.

No te apures para patear al arco. Pisá la pelota, levantá la cabeza, tocá atrás, abrí a los costados. El gol va a llegar solito. Un partido dura noventa minutos ¿Por qué rematar desde cualquier lado en la primera jugada?

«Hay… Qué divino… La pasé bárbaro… ¿Me invitará de nuevo?… Ma sí, si no me invita él, lo invito yo; pero ni por casualidad se me escapa».

La falsa novia

Pedro era un dandy. Un bon vivant. Tenía un pasar más que holgado, un paladar exquisito, sabía un vagón de vinos, conocía los mejores lugares de Buenos Aires, se daba todos los gustos, jamás dejaba que una mujer abonara siquiera la propina, era cultísimo y sobre todo, muy agradable. Auto importado no ensamblado en Argentina, lujoso departamento en Belgrano, vestía siempre elegante. Siempre sonreía. Siempre un caballero. Podías mantener una conversación sobre el tema más banal del mundo o sobre el más profundo, durante horas con él.

Pero era más feo que una patada en las bolas. A los 26 años, ya se parecía a Hitchcock.

Las minas lo tomaban invariablemente de amigo. Hasta que un día comenzó a aplicar la técnica de la falsa novia. Y ganó. Vaya que ganó. Se casó y todo.

La técnica que tantas satisfacciones le dio es extremadamente sencilla. Hasta me da vergüenza contarla.

Consiste en autoconvencerse de que uno está de novio.

Vos te imaginás a una señorita. Cuanto más real, mejor. Nombre, cara, ojos, culo, gomas, carácter, domicilio, sexo, ocupación. Si es de carne y hueso, digamos Pamela Anderson, olvidate del apellido. Para vos es Pamera y estás de novio con Pamela.

Si antes de encarar a la mujer que te gusta, vos te convencés de que estás de novio con otra, ¿qué sucede? Te predisponés de otra manera. Actuás de otra manera. «Tengo que estar loco para arriesgar mi romance con Pamela por esta niña, que a su lado es un pescadito». Emanás una mezcla de seguridad en vos mismo y falsa leve falta de interés por la pretendida. Eso hace que no te babees, que hables de otras cosas, que tengas otro tono de voz. Eso hace que en lugar de invitarla a salir el viernes, la invitás el miércoles a la tardecita a la inauguración de una muestra de pintura. Y le hablas de pintura (si no sabés de pintura se puede aplicar igual, dado que es seguro que ella sabe menos que vos; o podés llevarla a otro lado inusual). Finalmente, la dejás en la casa con un «Te llamo» como toda despedida. Todo lo contrario a lo que haría cualquier mortal en plan de levante, ¿verdad?

Mientras tanto, le contaste que sabés de pintura, que la podés llevar a lugares que nunca se imaginó que iba a ir, que sos un tipo agradable y divertido… No es poco.

Si vos antes de salir te convencés de que estás de novio: primero, la vas a llevar a un lugar medio trampa. «No sea cosa que pase Pamela o alguien del elenco por acá y nos vea; ¡me caga la vida!». Perfecto. «La otra» se va a acordar para siempre de esa cita.

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