Iluminada por la luz de las antorchas, la escalera parecía descender sin fin a las profundidades del castillo. Terminaba en una gruesa puerta de acero dispuesta en un sólido marco de piedra.
Delacroix pulsó un interruptor y, con un zumbido inquietante, la puerta de acero se elevó. A continuación el atildado banquero suizo se hizo a un lado para dejar que Brandeis y los prisioneros entraran primero.
Cruzaron la entrada…
… Y salieron a un enorme foso circular, una mazmorra con plataformas de piedra elevadas contra las que chapaleaban las olas del mar. Entre aquellas aguas Schofield distinguió dos tiburones.
Y en la plataforma elevada más cercana vio…
… Una guillotina.
Se detuvo y contuvo la respiración.
Esa era la mazmorra de la que Knight le había hablado antes. La terrible mazmorra en la que Libby Gant había muerto.
El foso de los Tiburones.
Una vez hubieron salido todos al foso de los Tiburones, la puerta de acero volvió a descender, encerrándolos dentro.
Monsieur
Delacroix, sabiamente, había permanecido al otro lado de la puerta.
Sin embargo, había alguien más esperándolos en el foso. Un hombre pelirrojo y con una siniestra cara de roedor.
—Eh, Noonan —dijo Brandeis mientras daba un paso al frente y le estrechaba la mano.
Schofield recordaba la horripilante descripción de Knight de la muerte de Gant y cómo un hombre pelirrojo con cara de roedor había activado el resorte que había acabado con su vida.
Schofield miró al asesino.
Por su parte, Cara Rata se volvió y lo miró con insolencia.
—Así que este es el Espantapájaros —dijo Cara Rata—. Es usted un cabrón duro de roer. Me costó mucho planear la misión de Siberia. Disponerlo todo. Enviar a ExSol. Asegurarme de que fueran a McCabe y Farrell y a usted a quienes enviaran a la trampa. Y cortar las comunicaciones con Alaska. McCabe y Farrell no eran lo suficientemente buenos. Pero usted sí. Usted sobrevivió.
»Pero no ahora. Ahora no hay escapatoria. Es más, va a acabar de la misma manera que su novia. —Cara Rata se volvió hacia los hombres que sostenían a Schofield—. Pónganlo en la guillotina.
Schofield fue conducido a empellones hasta la guillotina por dos de los hombres de Delta. Le metieron la cabeza en la ranura. Sus manos seguían esposadas a la espalda.
—¡No! —gritó una voz desde el otro lado del foso.
Todos se volvieron.
Jonathan Killian apareció en un balcón desde el que se podía divisar el foso, flanqueado por Cedric Wexley y los diez hombres de Executive Solutions, además del recién llegado
monsieur
Delacroix.
—Pónganlo bocarriba —le ordenó Killian—. Quiero que el capitán Schofield vea la hoja acercándosele.
Los hombres de Delta hicieron lo que se les ordenó y giraron a Schofield. Su rostro en esos momentos miraba hacia arriba. Los rieles de tres metros y medio de la guillotina de madera se elevaban hacia el techo de piedra. En la parte más alta vio la brillante hoja, suspendida justo encima de él.
—Capitán —dijo Killian—. Gracias a su coraje y audacia, ha salvado el orden mundial existente. Ha salvado las vidas de millones de personas que jamás sabrán su nombre. Usted es, en el más amplio sentido de la palabra, un héroe. Pero su victoria es, en el mejor de los casos, temporal. Porque yo seguiré con vida, seguiré dirigiendo y gobernando, y finalmente mi momento llegará. Usted, por otro lado, está a punto de descubrir qué es lo que les ocurre a los héroes. Señor Noonan, suelte la guillotina y dispare a los protectores de Schofield en la cabeza…
—¡Killian! —gritó Schofield.
Todos se quedaron inmóviles.
La voz de Schofield fue fría, desprovista de toda emoción.
—Voy a ir a por usted.
Killian sonrió.
—No en esta vida, capitán. Suelte la hoja.
Cara Rata se colocó a un lado de la guillotina y, mientras miraba a Schofield, agarró el resorte.
En ese mismo tiempo, Wade Brandeis levantó su Colt y apuntó a la cabeza de Knight.
—Nos veremos en el infierno, Espantapájaros —dijo Cara Rata.
Entonces tiró de la palanca y la hoja cayó.
La hoja de la guillotina se precipitó por sus guías.
Y Schofield no pudo hacer nada salvo observar cómo se acercaba a su rostro.
Cerró los ojos y esperó a que llegara el final.
¡Clunc!
Pero el final no llegó.
Schofield no sintió nada.
Abrió los ojos…
… Y vio que la hoja diagonal de la guillotina se había detenido a treinta centímetros de su cabeza, que su descenso se había visto abruptamente frenado por un
shuriken
que se había alojado en el riel de madera vertical de la guillotina.
Lo habían lanzado hacía tan poco que el
shuriken
seguía vibrando.
Aloysius Knight también se salvó cuando, una fracción de segundo después de que el
shuriken
impactara en la guillotina, una bala atravesara la mano de Wade Brandeis que blandía el arma. Brandeis la había soltado y esta había caído al agua. En esos momentos la mano sangraba copiosamente.
Schofield se giró… y presenció una inesperada, pero más que bienvenida, aparición emerger de las aguas del foso de los Tiburones.
Una persona con uniforme de combate gris, equipo de buceo y numerosos
shuriken
y otras armas. Montones y montones de armas.
Si la muerte existe, solo debe temer a una persona.
Madre.
Madre surgió de entre las aguas con un MP-7 en cada mano, disparando sin cesar. Dos de los cinco hombres de la unidad Delta cayeron al instante, alcanzados en el pecho.
Entonces todo se precipitó.
Para Knight y Rufus, la entrada de Madre había sido distracción suficiente para soltar sendos golpes a sus captores y voltearse para colocar sus manos esposadas por delante. Levantaron los brazos y los separaron todo lo que pudieron.
Madre no necesitó instrucciones.
Dos disparos y las esposas de plástico fueron historia. Rufus y Knight eran libres.
Desde el balcón, Cedric Wexley envió a su equipo de diez hombres a la acción: ordenó a cuatro que saltaran al foso mientras que los seis restantes salieron por la puerta trasera del balcón que conducía a un pasillo.
A continuación él mismo cogió su M-16 y siguió a Jonathan Killian.
En el foso, Knight cogió un fusil Colt Commando de uno de los Delta abatidos y comenzó a disparar a los cuatro hombres de ExSol que estaban descendiendo al foso por el balcón.
A su lado, Rufus (desarmado) mató a un tercer Delta con un golpetazo con la mano plana en la nariz.
—¡Rufus! —gritó Knight—. ¡Saque a Schofield de allí!
Rufus corrió a la guillotina.
Junto a la guillotina, el tipo con cara de roedor llamado Noonan estaba agachado, intentando esquivar las balas que llegaban de rebote a esa plataforma, a poca distancia del todavía inmovilizado Schofield.
Cuando se produjo un breve receso en los disparos, fue a sacar el
shuriken
que sostenía el filo por encima de la cabeza de Schofield. Si pudiera quitarlo, la hoja caería y decapitaría a Schofield.
La mano de Noonan agarró el
shuriken
…
… Justo cuando un puñetazo de revés de Rufus lo mandó por los aires.
Noonan aterrizó sobre su estómago cerca del borde de la plataforma de piedra y vio a uno de los tiburones tigre en el agua. Retrocedió al instante e intentó ponerse de pie.
Rufus, sin embargo, aterrizó justo junto a Schofield y, protegido por los disparos del fusil de Knight, lo liberó.
Un disparo de Knight cortó las esposas de plástico de Schofield, pero entonces, inesperada e inexplicablemente, Rufus se abalanzó sobre Schofield y lo cubrió con su cuerpo.
Un segundo después, Rufus fue alcanzado en la espalda por varias balas.
—¡Ah! —gritó mientras su cuerpo se convulsionaba al recibir tres disparos.
Los disparos provenían de Wade Brandeis, situado en una de las plataformas de piedra. Tenía la mano derecha pegada al pecho mientras disparaba su Colt Commando con la izquierda.
—¡No! —gritó Aloysius Knight.
Apuntó con su fusil a Brandeis, pero su arma se había quedado sin munición, así que se arrojó a la resbaladiza plataforma, deslizándose bocabajo, y se dio de bruces contra las piernas de Brandeis, tirándolo y enviando a los dos al agua infestada de tiburones.
Schofield, ya libre, se volvió y vio a Noonan dirigiéndose hacia la puerta de acero desde la que se salía del foso.
Mientras corría, Noonan sacó una unidad portátil a distancia de su chaqueta y pulsó un botón.
La puerta de grueso acero se elevó. Noonan corrió hacia ella.
—¡Maldita sea, mierda! —maldijo Schofield mientras corría tras él—. ¡Madre!
Madre se encontraba en una plataforma cercana, cubriéndose tras una de las piedras dispuestas de manera aleatoria en el foso y disparando a los dos hombres de Delta restantes con una pistola cuando oyó el grito de Schofield.
Se volvió con rapidez y descerrajó una ráfaga de disparos a Noonan. No le dio, pero sí logró que se detuviera y se pusiera a cubierto tras un bloque de piedra.
Sin embargo, no llegó a ver si eso le había servido de algo a Schofield porque su momentánea distracción le había dado a sus dos oponentes la apertura que necesitaban.
Uno de ellos le descerrajó en el pecho una docena de disparos de su Colt. Su chaleco era antibalas, por supuesto, así que los disparos solo hicieron que se tambaleara hacia atrás, disparo tras disparo.
Madre siguió deslizándose hacia atrás y, justo cuando el tipo de Delta que estaba disparándole apuntó a su cabeza… Madre cayó al agua, y el soldado erró el disparo.
Madre se hundió bajo las aguas.
Silencio.
Entonces emergió de nuevo con la pistola en ristre, consciente de lo que le aguardaba, y disparó a los dos hombres de Delta en el mismo momento en que ellos le dispararon a ella.
Los dos hombres de Delta cayeron abatidos, sus rostros convertidos en una masa sanguinolenta.
Madre suspiró aliviada.
Fue entonces cuando notó un movimiento extraño en las aguas.
Se giró…
… Y vio cómo una ola surgía de entre las aguas en su dirección y la aleta dorsal de un tiburón tigre se abría paso entre las olas hacia ella.
—¡Oh, no! ¡De ninguna manera! ¡Ni de coña! ¡He sobrevivido a mucho hoy para terminar siendo comida para los peces!
Disparó al tiburón.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
El tiburón no aminoró su velocidad.
Los disparos de Madre lo alcanzaron, pero aun así el animal siguió avanzando por entre las aguas.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
El tiburón continuó hacia su objetivo.
Se elevó por encima de las aguas agitadas, con sus fauces abiertas…
… Justo cuando Madre, que seguía disparando, levantó una pierna por acto reflejo y…
… El tiburón le apresó la pierna izquierda.
Madre no se inmutó.
Su pierna izquierda era, en realidad, una prótesis de titanio, producto de un accidente que había sufrido en una aventura previa.
Al tiburón se le hicieron añicos dos dientes.
—Prueba a comer esto, hijo de puta —dijo Madre mientras apuntaba con su pistola al cerebro del tiburón.
¡Bang!
El animal se convulsionó violentamente en el agua pero, incluso moribundo, seguía aferrándose a la pierna izquierda de Madre, como si hasta en sus últimos instantes de vida se negara a soltar su botín.
Madre le soltó una patada y salió del agua para volver a entrar en acción.
Mientras Madre había estado disparando al tiburón, al otro lado del foso, Schofield había corrido tras Noonan y lo había cogido, justo cuando este había llegado a la puerta abierta de la mazmorra.
El hombre del ISS intentó darle una patada a Schofield, pero este lo agarró y comenzó a golpearlo con furia.
Un puñetazo y Noonan se tambaleó hacia atrás.
—Sé que tú accionaste la palanca… —dijo Schofield con voz seria.
Segundo puñetazo y la nariz de Noonan se rompió y comenzó a sangrar copiosamente.
—Sé que murió con dolor…
Tercer puñetazo y la mandíbula de Noonan se partió. Perdió el equilibrio y se cayó.
—Mataste a una persona hermosa…
Schofield agarró con las dos manos a Noonan y lo lanzó de cabeza a la guillotina. La cabeza de Noonan se deslizó hasta colocarse en la ranura bajo la hoja diagonal afilada que seguía sujeta por el
shuriken
.
—Así que ahora tú también morirás con dolor… —sentenció Schofield.
Y entonces Schofield retiró el
shuriken
y la hoja descendió los sesenta centímetros finales.
—¡No! —gritó Noonan—. ¡Noooooo!
Clunc.
La cabeza de Noonan cayó al suelo de piedra como si de una pelota se tratara y sus párpados pestañearon rápidamente durante los primeros instantes posteriores a la decapitación, antes de que su mirada se tornara vacía, petrificada para la eternidad en una expresión de absoluto horror.
A menos de diez metros de la guillotina, flotando en las aguas infestadas de tiburones, Aloysius Knight luchaba con Wade Brandeis.
Puesto que ambos habían recibido el mismo adiestramiento, su pelea estaba igualada y por ello intercambiaron idénticos golpes y tácticas, chapaleando y sumergiéndose bajo la superficie de las aguas en una lucha que solo podía ser a muerte.