Cliqueó en la lista de lanzamientos abreviada. La lista entera se desplegó:
Contempló la ya familiar lista. Era la misma que Libro II había desencriptado antes. Observó las localizaciones GPS de los tres primeros barcos: Talbot, Ambrose y Jewel.
El Ambrose era el siguiente: iba a lanzar los misiles a las doce del mediodía desde las coordenadas GPS: 28743.05, 4104.55.
Cierto
, recordó.
Nueva York
.
Espera un segundo
.
Esta lista es diferente a la de Libro
.
La miró con más detenimiento.
Algunos de los misiles de la mitad inferior de la lista habían sido modificados.
La lista de Libro solo incluía dos variedades de misiles: el Shahab y el Taep’o-Dong.
Sin embargo, esta incluía otros en su lugar: el Sky Horse (de Taiwán), el Ghauri-II (Pakistán), el Agni-II (India) y el Jericho-2B (Israel).
Schofield también se percató de que había un barco más (la última entrada, el Arbella), que dispararía dos horas después del primer grupo de misiles.
Eso por no mencionar otro detalle preocupante: los misiles taiwaneses e israelíes de la lista estaban provistos de cabezas nucleares estadounidenses, las potentes W-88…
Una ráfaga de disparos impactó en el agua junto a Schofield. Pero este apenas se percató.
Cuando alzó la vista, vio que Knight había acercado el bote a una escalera que conducía a una pasarela del techo. En una situación normal, la pasarela estaba situada a unos veinticinco metros del suelo de la bodega. En esos momentos se hallaba a apenas cinco metros y medio por encima del nivel del agua.
En ella, sin embargo, a unos cincuenta y cinco metros en ambas direcciones y acercándose con rapidez, se hallaban dos equipos de cuatro hombres del IG-88. Habían accedido por las escotillas del techo y en esos momentos recorrían la pasarela desde ambos extremos disparando sin piedad, impactando en las vigas situadas alrededor del bote salvavidas de Schofield.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
—¡Cabrón! —gritó Knight—. No está esperando a que subamos. ¡Nos está obligando a subir!
Madre levantó a Schofield por el cuello del uniforme.
—Vamos, guapetón. Tu ordenador puede esperar. —Ayudó a que subiera a la escalera, cubriéndolo con su cuerpo.
Subieron por la escalera con rapidez y sin dejar de disparar en ningún momento. Llegaron a la pasarela, donde fueron recibidos por un millón de chispas e impactos de bala.
Madre los cubrió mientras Knight llevaba a Schofield hacia la popa.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Las balas parecían provenir de todas partes.
Knight y Schofield dispararon a los hombres del IG-88 que se acercaban desde la parte posterior de la pasarela. Schofield se quedó sin munición.
—¿Vamos a algún sitio en particular? —gritó.
—¡Sí! ¡A un sitio seguro! —respondió Knight mientras seguía disparando—. A un lugar donde pueda desactivar los misiles y donde, al mismo tiempo, podamos todos salir de esta trampa mortal. ¡Por aquí!
Knight dobló a la derecha y pasó junto a un pequeño almacén de mantenimiento situado en una intersección entre esa pasarela y otra que comenzaba tras el almacén, donde se encontraban…
… Los dos minisubmarinos amarillos suspendidos del techo de la bodega con cadenas.
Al igual que las pasarelas, los submarinos ya no se encontraban a mucha altura. A cinco metros por encima de la línea de flotación. Una especie de toldo cubría los dos submarinos y la pasarela situada entre ellos. También ocultaba parcialmente a Schofield y Knight de los equipos del IG-88.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Siguiéndolos a unos diez metros por detrás, Madre llegó a la intersección sin dejar de disparar a los soldados del IG-88, que en esos momentos estaban a tan solo dieciocho metros de ella desde ambos flancos.
Schofield observó cómo Madre intentaba llegar a los minisubmarinos, pero los hombres del IG-88 le bloqueaban el paso con sus ráfagas de disparos.
Madre se guareció en el almacén.
Estaba atrapada.
—¡Madre! —gritó Schofield.
—¡Sal de aquí, Espantapájaros! —dijo por la radio.
Los hombres del IG-88 atacaron el almacén con la mayor descarga de disparos que Schofield jamás había visto.
El almacén quedó agujereado por el impacto de las balas.
Madre seguía guarecida allí, fuera del campo de visión de Schofield, y este temió que la hubieran alcanzado, pero entonces se asomó de nuevo, disparando y gritando. Abatió a dos del IG-88.
—¡Espantapájaros! ¡Salid de aquí!
—¡No voy a irme sin ti!
—¡Vete! —Disparó dos veces más.
—¡No pienso perderos a Gant y a ti en un solo día!
La voz de Madre se tornó seria.
—Espantapájaros. Vete. Eres más valioso que una vieja gruñona como yo. —Madre lo miró desde su posición—. Siempre lo has sido. Mi valor proviene de mantenerte con vida. Al menos déjame hacer eso. Ahora, preciosidad, ¡vete! ¡Vete! ¡Vete! ¡Vete!
Y, tras eso, Schofield vio que Madre hacía algo valiente y suicida a partes iguales.
Se irguió tras las ventanas del almacén y, tras emitir un aullido, comenzó a disparar a los equipos del IG-88.
Su repentino movimiento hizo que los dos equipos enemigos se detuvieran (y perdieran al primero de sus hombres) y proporcionó a Schofield y Knight la oportunidad que necesitaban para escapar.
—¡Entre! —gritó Knight mientras pulsaba el botón de la escotilla de uno de los submarinos amarillos. Con un rápido movimiento, la escotilla circular situada en la parte superior del submarino se abrió—. ¡No permita que su sacrificio sea en vano!
Schofield dio un paso hacia la escotilla y se volvió hacia Madre, justo cuando las dos fuerzas del IG-88 la arrollaban con sus disparos.
—Maldición, no… —murmuró.
Una ráfaga de disparos alcanzó a Madre, impactando en su chaleco antibalas.
Madre se tambaleó y dejó de disparar. Su boca quedó entreabierta y su mirada se tornó vacía… Entonces cayó y, con el humo y los trozos de cristal saltando por los aires, Schofield la perdió de vista mientras se desplomaba tras las ventanas del almacén.
Un instante después, las fuerzas del IG-88 le despejaron cualquier duda. Dispararon con dos lanzacohetes al almacén.
Y dos columnas de humo se dirigieron hacia el cobertizo desde ambos lados.
Impactaron a la vez y las paredes estallaron hacia fuera y toda la estructura se vino abajo en un instante. El suelo voló por los aires hasta caer al agua, una caída de cuatro metros y medio.
Schofield intentó alejarse del submarino, pero Knight lo retuvo con un empujón.
—¡No! ¡Nos vamos! ¡Ahora! —gritó por encima del estruendo.
Metió a Schofield en el minisubmarino. Schofield aterrizó en su interior y…
… Descubrió que ya había alguien dentro.
Los pies de Schofield tocaron el suelo del minisubmarino y, cuando alzó la vista, vio la hoja de una espada acercándose a toda velocidad a su cara.
Movimiento reflejo.
Levantó su pistola H&K sin munición y la hoja que se acercaba a su garganta chocó con el guardamonte de la pistola y se detuvo a tres centímetros del cuello de Schofield. Era Dmitri Zamanov.
Llevaba una espada cosaca de hoja corta en sus manos y sus ojos brillaban con odio.
—Ha escogido el lugar equivocado para esconderse —gritó el cazarrecompensas ruso.
Entonces, antes de que Schofield pudiera moverse, Zamanov pulsó dos botones.
Primero el botón interno de la escotilla.
La escotilla se selló.
Y, en segundo lugar, el botón de puesta en marcha del submarino. De repente, Schofield sintió cómo el estómago le daba un vuelco cuando el submarino se soltó de sus cadenas y se precipitó a una caída de casi cinco metros hasta amerizar con un descomunal golpe sordo en el agua.
—¡Joder! —Aloysius Knight no podía creérselo—. ¡Pero qué coño es esto!
Un segundo antes había metido a Schofield a empellones en el minisubmarino y estaba a punto de meterse con él cuando, al siguiente instante, la escotilla del submarino se había cerrado en sus narices y había caído al agua.
Las balas impactaron a su alrededor cuando los equipos del IG-88 dejaron atrás lo que quedaba del almacén y se dirigieron hacia la pasarela del submarino.
Así que Knight hizo lo único que podía hacer. Se metió en el segundo minisubmarino mientras los disparos del enemigo silbaban a su alrededor.
Schofield y Zamanov lucharon.
Una lucha carente de estilo y técnica.
Una lucha callejera pura y dura.
En el reducido espacio del minisubmarino, rodaron y se golpearon una y otra vez.
La pistola de Schofield, sin munición, de poco le servía, pero la espada de Zamanov era la clave. Razón por la que lo primero que había hecho Schofield cuando el submarino había caído al agua había sido golpear la muñeca de Zamanov, haciendo que este la soltara.
Y entonces se enzarzaron en una feroz pelea. Schofield avivado por el sacrificio de Madre y Zamanov porque era un psicópata.
Se golpearon contra las paredes del submarino, forcejeando con furia, haciéndole sangrar al otro con cada puñetazo.
Schofield le rompió el hueso de la mejilla a su contrincante.
Zamanov le rompió la nariz a Schofield mientras que otro de sus puñetazos le sacó el auricular.
Entonces el ruso se abalanzó sobre Schofield, lanzándolo contra el panel de control del submarino, y de repente… el minisubmarino comenzó a… sumergirse.
Schofield se apartó del panel de control y vio que había activado el interruptor del lastre. El ASDS se estaba hundiendo.
En menos de lo que se hubiera imaginado estaban bajo el agua. A través de los dos cristales semiesféricos del submarino, Schofield contempló el mundo sumergido de la bodega.
Todo estaba en silencio, teñido de azul (el suelo, los silos, los cuerpos…); una increíble imagen submarina creada por el hombre.
El Talbot se estaba inclinando ligeramente sobre su costado derecho, por lo que el suelo de la bodega se inclinó al menos veinte grados hacia ese lado.
Zamanov recogió su espada.
El minisubmarino prosiguió con su caída a cámara lenta por la bodega anegada.
Y Zamanov y Schofield volvieron a enzarzarse (Zamanov atacándolo fuera de sí con su espada, Schofield agarrándole la mano cada vez que lo atacaba).
Pero entonces, con un crujido sordo, el submarino alcanzó el suelo de la bodega…
… Y comenzó a deslizarse hacia la puerta abierta del compartimento de carga.
El mundo en el interior del submarino se inclinó bruscamente.
Los dos hombres salieron disparados al otro lado.
El submarino se deslizó por el suelo inclinado antes de que, para horror de Schofield, se asomara por el borde de la entrada y cayera por ella, a mar abierto.
El pequeño submarino amarillo cayó con rapidez por las oscuras aguas del canal de la Mancha, bajo el gigantesco casco del Talbot.
El enorme tamaño del superpetrolero empequeñecía al submarino, que parecía un insecto bajo una ballena azul.
Pero, mientras que el superpetrolero estaba hundiéndose lenta y gradualmente, el minisubmarino estaba descendiendo a gran velocidad.
Más que eso.
Salió disparado en descenso vertical, poco menos que en caída libre, como un ascensor.
La profundidad media del canal de la Mancha es de unos ciento veinte metros. Allí, cerca de Cherburgo, la profundidad era de cien metros y el ASDS estaba cubriéndola en poco tiempo.
En su interior, Schofield y Zamanov luchaban en una oscuridad casi total, forcejeando bajo las espectrales luces azules del panel de control.
—Después de que lo mate, ¡pienso sacarle su puto corazón de yanqui! —gritó Zamanov mientras intentaba liberar su mano de Schofield.
Hasta ese momento, la pelea había consistido en movimientos más o menos estándar. Pero entonces Zamanov hizo lo que los marines llaman el «movimiento Lecter»: una táctica muy poco civilizada. Le enseñó los dientes e intentó morderle el rostro.
Schofield retrocedió al instante y echó hacia atrás la cara, y así Zamanov consiguió lo que realmente buscaba: liberar la mano que blandía la espada.
Fue a atacarlo cuando el submarino alcanzó el lecho del canal y los dos cayeron al suelo.
Se levantaron a la vez, veloces cual rayo.