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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

La espada leal (11 page)

BOOK: La espada leal
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—Egg —dijo—, ¿nunca has pensado que yo podría ser un bastardo?

—¿Vos, Ser? —Aquello desconcertó al muchacho—. No lo sois.

—Podría serlo. Nunca conocí a mi madre, ni lo que fue de ella. Quizá nací demasiado grande y la maté. Lo más probable es que fuese una prostituta o una chica de taberna. No se encuentran damas refinadas en Lecho de Pulgas. Y si se hubiera casado alguna vez con mi padre… bueno, ¿qué fue de él, entonces? A Dunk no le gustaba recordar su vida antes de que Ser Arlan lo acogiera—. Había una tienda de cerámica en Desembarco del Rey a la que solía venderle ratas, gatos y palomas para la sopa. El cocinero siempre decía que mi padre fue algún ladrón o robabolsos. «Lo más probable es que lo colgaran», solía decirme, «aunque puede que simplemente le enviaran al Muro». Cuando servía como escudero de Ser Arlan, estuve a punto de preguntarle si no podríamos ir en aquella dirección alguna vez, para servir en Invernalia o en algún otro castillo norteño. Tenía el convencimiento de que si pudiera llegar al Muro, quizá encontrara algún hombre mayor, un hombre realmente alto que se pareciera a mí. Sin embargo, nunca fuimos. Ser Arlan decía que no había caballeros errantes en el norte, y que todos los bosques estaban infestados de lobos. —Sacudió la cabeza—. Sea como fuere, lo más probable es que seas el escudero de un bastardo.

Por una vez, Egg no tuvo nada que decir. La oscuridad estaba cayendo sobre ellos. Las luciérnagas se movían lentamente entre los árboles, con sus pequeñas luces semejantes a estrellas fugaces. También había estrellas en el cielo, más de las que cualquier hombre pudiera contar, aunque viviera más tiempo que el rey Jaehaerys. Dunk solo necesitaba alzar la vista para encontrar compañeros familiares: el Corcel y la Puerca, la Corona del Rey y el Farol y la Vieja, la Galera, el Fantasma y la doncella Luna. Pero había nubes en el norte, y el ojo azul del Dragón de Hielo estaba oculto, el ojo azul que apuntaba al norte.

La luna ya había salido para cuando llegaron a Tiesa, oscura y alta sobre su colina. Una pálida luz amarilla salía de las ventanas superiores de la torre, según vio. La mayoría de las noches Ser Eustace se iba a la cama tan pronto como cenaba, pero no esa noche, al parecer.

Nos está esperando, supo Dunk.

Bennis del Escudo Pardo también les esperaba levantado. Le encontraron sentado en las escaleras de la torre, masticando hojamarga y afilando su espada larga a la luz de la luna. Las lentas pasadas de la piedra de afilar eran largas. A pesar de la negligencia de Ser Bennis con respecto a sus ropas y a su persona, cuidaba bien de sus armas.

—El retorno del tocho —dijo Bennis—. Ya estaba afilando mi acero para ir y rescataros de la Viuda Escarlata.

—¿Dónde están los hombres?

—Cata y Mojado Wat están vigilando en el tejado, por si acaso viniera la Viuda. El resto se revuelven en sus camas. Doloridos como una úlcera, así están. Les hice trabajar duro.

Derramé un poco de sangre de ese enorme retrasado, solo para enfurecerle. Lucha mejor cuando se cabrea. —Mostró su sonrisa marrón y roja—. Bonito labio traéis. La próxima vez, no le andes dando vuelta a las rocas. ¿Qué dijo la mujer?

—Que se va a quedar con el agua. Y también os quiere a vos, por rajar al excavador aquel junto a la presa.

—Ya me lo imaginé. —Bennis escupió—. Muchas molestias por un campesino cualquiera.

Debería darme las gracias. A las mujeres les gustan los hombres con cicatrices.

—Entonces, no os importará que ella os corte la nariz.

—Y una mierda. Si quisiera quedarme sin nariz me la cortaría yo mismo. —Señaló hacia arriba con su pulgar—. Encontrareis a Ser Inútil en sus aposentos, poniéndose melancólico acerca de lo grande que solía ser.

Egg salió de su mutismo.

—Combatió junto al dragón negro.

Dunk pensó en propinarle un bofetón al muchacho, pero el caballero pardo tan solo se rió.

—Por supuesto que sí. Solo hay que mirarle. ¿Te parece del tipo de personas que escogen el bando ganador?

—No más que vos. Si no, no estarías aquí con nosotros. —Dunk se giró hacia Egg—. Atiende a Trueno y a Maestra y luego sube y reúnete con nosotros.

Cuando Dunk subió, el viejo caballero estaba sentado junto a la chimenea de su dormitorio, aunque el fuego no estaba encendido. La copa de su padre estaba en su mano, un pesado cáliz de plata que había sido fabricado para algún lord Osgrey antes de la Conquista. Un león jaquelado adornaba la copa, hecho de escamas de jade y oro, aunque alguno de los fragmentos se había desprendido. Ante el sonido de los pasos de Dunk, el anciano caballero levantó la mirada y parpadeó como un hombre que sale de un sueño.

—Ser Duncan. Estáis de vuelta. ¿Impresionó vuestra visión a Lucas Inchfield, Ser?

—Por lo que pude ver, no, mi señor. Más bien, le hizo enfurecer. —Dunk le contó todo lo mejor que pudo, aunque omitió la parte sobre lady Helicent, lo que le habría hecho parecer un idiota. También habría dejado aparte el tema de la bofetada, pero su labio roto se había hinchado dos veces su tamaño normal, y Ser Eustace no pudo sino darse cuenta.

Cuando lo hizo, frunció el ceño.

—Vuestro labio…

Dunk lo tocó con delicadeza.

—Su señoría me dio una bofetada.

—¿Os pegó? —Su boca se abrió y se cerró— ¿Pegó a mi enviado, quien llegó a ella bajo el emblema del león jaquelado? ¿Osó poner sus manos sobre vuestra persona?

—Solo una mano, Ser. Dejó de sangrar antes incluso de abandonar el castillo. —Cerró el puño—. Quiere a Ser Bennis, no vuestra plata, y no derribará el dique. Me mostró un pergamino con algo escrito en él, y el sello real del Rey. Dice que el arroyo es suyo. Y… —Dudó—. Dice que vos erais… que os habíais…

—¿…alzado junto al dragón negro? —Ser Eustace pareció desplomarse—. Temí que lo haría. Si deseáis abandonar mi servicio, no os detendré. —El viejo caballero miró dentro de su copa, pero Dunk no podía decir lo que veía dentro.

—Me dijisteis que vuestros hijos murieron luchando por el Rey.

—Y así fue. El verdadero rey, Daemon Fuegoscuro. El Rey Que Portó La Espada. —Los bigotes del anciano temblaron—. Los hombres del dragón rojo se llaman a sí mismos leales, pero los que escogimos al negro fuimos igual de leales, una vez. Sin embargo, ahora… todos los hombres que marcharon junto a mí para sentar al príncipe Daemon en el Trono de Hierro se han desvanecido como el rocío del amanecer. Quizá fueran producto de mi imaginación. O más probable aún, lord Cuervo de Sangre y sus Picos de Cuervos les han metido el miedo dentro. No pueden estar todos muertos.

Dunk no podía negar la verdad de aquello. Hasta aquel momento, nunca se había encontrado con ningún hombre que combatiera junto al Pretendiente. No obstante, he tenido que conocer alguno. Había miles. Medio reino apoyaba al dragón rojo y el otro medio al negro.

—Ambos bandos lucharon con valor, me decía siempre Ser Arlan. —Pensó que el anciano querría oír eso. Ser Eustace sostenía su copa de vino con ambas manos.

—Si Daemon hubiera cabalgado por encima de Gwayne Corbray… si Fireball no hubiera resultado muerto en los albores de la batalla… si Hightower, Tarbeck, Oakheart y Butterwell nos hubieran apoyado con todas sus fuerzas en lugar de mantener un pie en cada facción… si Manfred Lothston hubiera sido leal en lugar de traicionero… si las tormentas no hubieran retrasado la flota de lord Bracken con los ballesteros myrianos… si Quickfinger no hubiese sido capturado con los huevos de dragón robados… si no fuese por tantos “si”, Ser… si alguno hubiera tenido un resultado diferente, las tornas habrían cambiado. Entonces nosotros seríamos los leales, y los del dragón negro serían recordados como hombres que combatieron para mantener al usurpador Daeron el Desleal sobre su trono robado, y fallaron.

—Así pudo ser, mi señor —dijo Dunk—, pero las cosas salieron como salieron. Fue hace muchos años, y vos fuisteis perdonado.

—Sí, fuimos perdonados. Mientras nos arrodilláramos y le entregáramos un rehén para asegurar nuestra futura lealtad, Daeron perdonaría a los traidores y a los rebeldes. —Su voz se hizo más amarga—. Compré mi cabeza con la vida de mi hija. Alysanne tenía siete años cuando se la llevaron a Desembarco del Rey, y veinte cuando murió, convertida ya en una hermana con voto de silencio. Fui a verla a Desembarco del Rey una vez, y ni siquiera me habló a mí, su propio padre. La clemencia de un Rey es un regalo envenenado. Daeron Targaryen me respetó la vida, pero se llevó mi orgullo, mis sueños y mi honor. —Sus manos temblequeaban, y el vino caía sobre su regazo, pero el anciano no se daba cuenta—. Debí haberme ido al exilio con Bittersteel, o muerto junto a mis hijos y mi querido rey. Esa hubiera sido una muerte adecuada para un león jaquelado, descendiente de tantos lores orgullosos y guerreros poderosos. La clemencia de Daeron me empequeñeció.

En su corazón, el dragón negro nunca murió, se dio cuenta Dunk.

—¿Mi señor?

Era la voz de Egg. El chico había entrado mientras Ser Eustace hablaba de su muerte. El anciano caballero parpadeó como si le estuviera viendo por primera vez.

—¿Sí, muchacho? ¿Qué ocurre?

—Con vuestro permiso… La Viuda Escarlata dice que vos os rebelasteis para quedaros con su castillo. Eso no es cierto, ¿verdad?

—¿El castillo? —Parecía confuso—. Fosafría… Daemon me prometió Fosafría, sí, pero… no era como recompensa, no…

—¿Entonces, por qué? —preguntó Egg.

—¿Por qué? —Ser Eustace arrugó el entrecejo.

—¿Por qué os convertisteis en traidor? Si no se trataba del castillo.

Ser Eustace miró a Egg durante un buen rato antes de replicar.

—Sólo eres un muchacho joven. No lo entenderías.

—Bueno —dijo Egg—, puedo intentarlo.

—Traición… es solo una palabra. Cuando dos príncipes luchan por un trono en el que solo puede sentarse uno, tanto los grandes lores como los hombres corrientes deben elegir. Y cuando la batalla ha terminado, los victoriosos son jaleados como hombres honestos y leales, mientras que los derrotados son conocidos para el resto de sus vidas como rebeldes y traidores. Ese fue mi destino.

Egg pensó en ello durante un momento.

—Sí, mi señor. Solo que… El rey Daeron era un buen hombre. ¿Por qué escogisteis a Daemon?

—Daeron… —Ser Eustace casi se atragantó con la palabra, y Dunk se percató de que estaba medio borracho—. Daeron era larguirucho y caído de hombros, con una pequeña barriga que se bamboleaba cuando caminaba. Daemon se erguía derecho y orgulloso, y su torso vientre era plano y duro como un escudo de roble. Y podía combatir. Con el hacha, con la lanza, con el mayal… era tan bueno como cualquier caballero que yo haya visto, pero con la espada era el mismísimo Guerrero. Cuando el príncipe Daemon tenía a Fuegoscuro en la mano, no había hombre que le igualara… ni Ulrick Dayne con Albor, no, ni siquiera el Caballero Dragón con Hermana Oscura.

»Puedes conocer a un hombre por sus aliados, Egg. Daeron se rodeó de maestres, septones y bardos. Siempre tenía mujeres susurrándole al oído, y su corte estaba llena de dornianos.

»¿Cómo no, si aceptó en su cama a una dorniana, y vendió a su propia y dulce hermana al príncipe de Dorne, a pesar de que ésta amaba a Daemon? Daeron llevaba el mismo nombre que el Joven Dragón, pero cuando su esposa dorniana le dio un hijo, le llamó Baelor, el rey más débil que jamás se sentó en el Trono de Hierro.

»Daemon, no obstante… Daemon no era más piadoso de lo que necesita ser un rey, y todos los grandes caballeros del reino estaban con él. A lord Cuervo de Sangre le vendría bien si todos sus nombres fuesen olvidados, y por eso ha prohibido que se cante acerca de ellos, pero yo los recuerdo. Robb Reyne, Gareth el Gris, Ser Aubrey Ambrose, lord Gormon Peake, Byren Flores el Negro, Fireball… ¡Bittersteel! Os pregunto, ¿ha habido jamás compañía más noble, semejante lista de héroes?

»¿Por qué, muchacho? ¿Me preguntas por qué? Porque Daemon era el mejor —. El viejo rey así lo vio también. Le dio la espada a Daemon. Fuegoscuro, la espada de Aegon el Conquistador, la hoja que todo rey Targaryen ha blandido desde la Conquista… Puso esa espada en la mano de Daemon el día que le armó caballero, siendo un chico de doce años.»

—Mi padre dice que fue porque Daemon era espadachín, y Daeron no —dijo Egg—. ¿Para qué entregarle un caballo a un hombre que no sabe cabalgar? La espada no era el reino, dice.

La mano del viejo caballero se cerró tan fuerte que el vino de su plateada copa se derramó.

—Tu padre es un imbécil.

—No lo es —dijo el chico.

La cara de Osgrey se retorcía de ira.

—Hiciste una pregunta y te la contesté, pero no sufriré más insolencias. Ser Duncan, deberíais castigar a este muchacho más a menudo. Su cortesía deja mucho que desear. Si tengo que hacerlo yo mismo, lo haré…

—No— le interrumpió Dunk—. No lo haréis. Ser. —Había tomado una decisión—. Está oscuro. Nos marcharemos con el alba.

Ser Eustace se le quedó mirando, sorprendido.

—¿Os marchareis?

—De Tiesa. De vuestro servicio. —Nos mentisteis. Llamadlo como queráis, no había honor en ello. —Se desató la capa, la dobló y la puso en el regazo del anciano.

Los ojos de Osgrey se estrecharon.

—¿Os ofreció esa mujer tomaros a su servicio? ¿Me abandonáis por la cama de esa puta?

—No sé si es una puta —dijo Dunk—, o una bruja, o una envenenadora o lo que sea. Lo que sea no importa. Nos marchamos como errantes, no a Fosafría.

—A vagabundear, queréis decir. Me abandonáis para merodear en los bosques como lobos, para asaltar a hombres honestos por los caminos. —Su mano estaba temblando. La copa cayó de sus dedos, salpicando vino mientras rodaba por el suelo—. Marchaos, pues. Marchaos. No quiero a nadie como vos. Nunca debí tomaros a mi servicio. ¡Marchaos!

—Como digáis, Ser. —Dunk salió, y Egg le siguió.

Aquella última noche, Dunk quiso estar tan lejos de Ser Eustace Osgrey como pudiese, así que durmió en la bodega, con el resto de las magras fuerzas de Tiesa. Fue una noche sin descanso. Lim y Pate Ojos Rojos roncaban, uno alto y el otro constante. Un vapor húmedo anegaba la estancia, salido de la trampilla que conducía a las cámaras subterráneas. Dunk se revolvía por el picor de su jergón, sumiéndose en un duermevela solo para despertar de súbito en la oscuridad. Las picaduras que había recibido en los bosques le irritaban mucho, y también había pulgas en la paja. Estaré mejor lejos de este lugar, lejos del viejo, de Ser Bennis y del resto. Quizá fuese hora de llevar a Egg de vuelta a Refugio Estival para ver a su padre. Le preguntaría al chico por la mañana, cuando estuvieran bien lejos.

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