Inquisición (15 page)

Read Inquisición Online

Authors: Anselm Audley

Tags: #Fantástico

BOOK: Inquisición
10.48Mb size Format: txt, pdf, ePub

Nadie respondió cuando golpeé en la puerta de Ravenna y Palatina, pero encontré una nota que habían deslizado bajo la puerta de mi habitación.

Aún no hay señales de Palatina, Búscame en la taberna que señalaste ayer. También a ella le he dejado una nota.

R.

Hacía poco me habría preguntado si no era demasiada precaución omitir el nombre de la taberna. Pero ahora ya no me lo parecía Sabía a qué taberna se refería, de manera que dejé la bolsa y la nota sobre la cama y fui a su encuentro.

La Casa al— Malik era una terraza con vistas al parque principal de la ciudad, cuyas mesas miraban hacia un oasis de verdor. La desventaja de su posición, en opinión de sus propietarios, era que entre el edificio y las mesas se extendía la avenida, por lo que cualquiera que la recorriese debía esquivar a los meseros. Una desventaja menor, debe admitirse, en relación con el maravilloso paisaje y la circunstancia de que se servían platos con carne de algunas aves salvajes que vivían en los confines del Archipiélago conocido.

Habíamos pasado frente a dicha taberna la tarde anterior, durante una caminata por los alrededores. Entonces me llamaron la atención la carta y la cantidad de habitantes del sur del Archipiélago, con sus pieles color de cobre, que comían allí. Sin duda era lo bastante bueno para ellos, así como para los mercaderes de Mons Ferranis que también ocupaban sus sillas. Los habitantes de Mons Ferranis solían ser notorios gourmets, aunque no demasiado aficionados al pescado, debido a alguna peculiaridad en el agua que rodeaba Mons Ferranis y que impregnaba todo de un sabor especial. Un sabor al que estaban desacostumbrados, según me había explicado un sujeto de Mons Ferranis durante un almuerzo hacía más de un año.

No fue difícil encontrar a Ravenna, que me esperaba con una botella de vino y copas listas sobre una mesa en uno de los extremos de la terraza. Me dio la bienvenida con una ligera sonrisa, un modo de decirme que había olvidado cualquier desacuerdo que hubiésemos tenido con anterioridad.

— ¿Has tenido buena suerte? —me preguntó sirviéndome una escasa cantidad de tinto lionano. No era egoísmo de su parte: sabía que yo tenía poca tolerancia al alcohol.

— La verdad es que no —dije pidiendo perdón para mis adentros por mi monstruosa mentira. Aunque quizá no lo fuese tanto, considerando que ella había dicho buena suerte. Pero eso era una burda e indigna excusa— No tienen mucho más material que en Lepidor Lo que sí pude averiguar es que están construyendo una nueva Revelación.

Le conté entonces lo que sabía sobre el proyecto de la Misionera.

— Es extraño que se propongan algo semejante en un momento como éste, con el primado necesitando todos los fondos que pueda rapiñar para sus nuevos planes —advirtió en voz muy baja.

Hablar de Lachazzar en esos momentos no era algo aconsejable, y mucho menos en el Archipiélago.

— Y más considerando que no han demostrado el más mínimo interés en las profundidades oceánicas desde que la Revelación dejó en claro que no hay nada allí abajo.

Se habían sucedido interminables murmuraciones tras la desaparición de la Revelación. Se insinuaba que el buque había violado algún tipo de ley divina al sumergirse demasiado. Sólo los habitantes del continente se habían sentido incómodos, por cierto, pues para ellos el mar era una ruta y no la cuna de la vida.

— Quizá busquen un nuevo prototipo de nave de guerra que consiga sorprender totalmente a sus enemigos —sugirió Ravenna pero sin parecer muy convencida.

— No necesitan sorprender a nadie, pero con un buque como la Misionera podrían aventajarnos. Quizá incluso hallen el...

Deliberadamente omití el nombre. Algunas cosas nos tenían muy sensibles.

— No puedo creer que de repente se muestren interesados a la vez que nosotros.

— Podría ser que, de algún modo, haya atraído la atención de los thetianos —sostuve escogiendo con cuidado mis palabras. Sin duda habían estado interesados, aunque era probable que no hasta aquel momento.

— No puede ser una mera coincidencia, aunque no se me ocurre un motivo por el que puedan estar interesados en las profundidades del océano. No tiene nada que ver con nosotros, pues un mes no es tiempo suficiente para emprender un plan semejante.

— Lo que nos abre más interrogantes que respuestas.

— Aun así, sabemos al menos que están tramando algo —subrayó soltando un suspiro— Una nueva complicación. Algo más a lo que debemos temer.

No mencioné que Ravenna era la primera en exponer esos miedos. Palatina podía temer la visita a Mare Alastre, pero pese a eso aún pensábamos ir allí. Había una cosa en la que no tenía pensado ceder. Quería ver Thetia con mis propios ojos, incluso si no era seguro dirigirse a Selerian Alastre.

— Con todo, hay cosas en las que no nos aventajan —dije tras una pausa mientras ambos paseábamos la mirada por el jardín y las cúpulas de Ral´Tumar— Si de verdad están buscando lo mismo que nosotros, no veo cómo podría durar el acuerdo. Si lo hallasen, no habría forma de que el emperador se lo diese a nadie más, ni de que el Dominio le permitiese a él controlarlo.

— De cualquier modo no lo tenemos —afirmó Ravenna acentuando el fallo más grande de mi razonamiento. Quizá los thetianos y el Dominio acabasen enfrentados, pero eso no sucedería hasta que tuviesen la nave en sus manos.

Y en realidad nadie tenía todavía la menor idea de lo que podía hacerse con el Aeón si se tenía la fortuna de encontrarlo. Aunque cualquiera de nosotros tres tenía cierta experiencia con mantas, el titánico buque insignia imperial era una cuestión completamente diferente. Carausius había sido muy claro al escribir que el buque no era de fabricación thetiana. De hecho, era mucho más viejo que el imperio que lo había utilizado. No se sabía con exactitud quién lo había construido y no existía ninguna mención si Aeón en los tiempos anteriores al imperio. Sólo conocíamos la historia sobre cómo había sido hallado, a la deriva en un océano estéril y deshabitado más allá de los límites conocidos del Archipiélago.

Seguía siendo una realidad que, careciendo de experiencia naval e incluso de una nave propia, ninguno de nosotros tres podría hacer nada en caso de dar con el Aeón. Hasta cierto punto, no era realmente importante si conseguíamos moverlo, ya que lo que me interesaba no era el buque en sí, sino el sistema de los ojos del Cielo.

No era algo para discutir en aquel momento, en una populosa taberna tumariana y en el preciso día en que Midian había desembarcado con un edicto general del primado, destinado a erradicar la herejía del Archipiélago.

Un cuarto de hora más tarde se nos unió Palatina, con aspecto preocupado y expresión seria.

— ¿Habéis oído? —dijo no bien se sentó y cogió con alivio la copa llena de vino que le habíamos ofrecido.

— Estábamos allí.

— ¿Cómo...?

— Accidentalmente —informó Ravenna rápidamente— Tuvimos la mala suerte de estar cerca del muelle cuando llegaron.

— Lo llaman el Tormento —añadió Palatina acabándose la copa de vino con mayor rapidez de lo que recomendaba la etiqueta. Ravenna le sirvió más sin hacer ningún comentario— ¿Podríais contarme qué dijeron exactamente cuando esté en condiciones de escucharlo?

Mientras esperábamos a que eso sucediese, me percaté de que teníamos poco que temer por hablar del Dominio. En realidad, casi no había otro tema de conversación en toda la taberna, y en general todos estaban más sobrios de lo que parecían en un principio. Probablemente llamase más la atención no hablar del Dominio que hacerlo.

— ¿Dónde has estado? —le pregunté. A juzgar por su apariencia, en algún sitio poco placentero.

— ¿Recuerdas a Phocas, el boxeador?

Ése era el nombre que había intentado recordar, el contacto de la Ciudadela en Ral´Tumar. No era un hombre que pareciese un boxeador, como me había engañado la memoria. Alto y delgado, aficionado a propagar sorprendentes rumores; nunca malicioso, sólo un bromista. Eso era todo lo que sabía de Phocas.

— ¿Qué pasa con él?

— Al fin recordé su nombre y fui a verlo. Se mostró bastante simpático, teniendo en cuenta que apenas me conocía. Resulta que su padre está a cargo este año de las obras públicas, y fue convocado por el virrey para que lo ayude con las nuevas llegadas. ¿Sabes que Midian es incluso peor de lo que fue en Lepidor? Ahora ni siquiera finge ser amable.

— ¿Cómo es que llegaste a verlo? —preguntó Ravenna con expresión de asombro.

— Hice que Phocas me vistiese de sirviente y lo acompañé cuando su padre necesitó ayuda.

¿Acaso había entrado en el mismísimo templo, que rebosaba de inquisidores y de sacri?

— Antes de que digas nada, no fue en absoluto tan peligroso —se apresuró a explicar Palatina— El sitio estaba lleno de gente, incluso es posible que estuviese el emperador y que nadie lo notase. —En eso tenía razón, aunque no del modo que ella suponía— La mayoría no se quedará aquí mucho tiempo. Sarhaddon y Midian permanecerán lo suficiente para oficiar la ceremonia del Gran Ritual en el templo y recibir a la primera ronda de penitentes. A continuación zarparán con destino a Qalathar.

El Gran Ritual era una celebración que hasta entonces sólo habían dirigido los sacerdotes más veteranos del Dominio. En una ocasión había presenciado uno en Pharassa cuando era pequeño. Sobre todo recordaba el incienso proveniente de los numerosos braseros que rodeaban el zigurat. Su potente aroma impregnaba incluso el pabellón elevado que se reservaba a los condes y sus familias. Sin duda sería aún peor en el interior del templo de Ral´Tumar. No es que fuera un aroma desagradable, sino que tan concentrado resultaba asfixiante.

— La otra novedad es que planea anunciar un nuevo índice, incluyendo la prohibición de muchos libros que no figuraban en el anterior. Pronto organizarán quemas de libros en todos los puntos del Archipiélago.

— Para salir del apuro hasta que encuentren herejes para quemar —lanzó Ravenna con violencia.

Eran malas noticias para los oceanógrafos, ya que muchos de sus libros serían incluidos en la prohibición. Me pregunté qué títulos quemarían esta vez y deseé que las autoridades del instituto tuviesen tiempo de ocultar sus ejemplares. Incluso con eso se perderían muchas obras, igual que había sucedido cuando se incendió Vararu durante la cruzada, sólo para satisfacer el aparentemente insaciable apetito de destrucción del Dominio.

— ¿Ya se han reunido Midian y el virrey? —preguntó Ravenna con los dedos tan aferrados a la copa que temí que en algún momento la rompiese.

— Se presentó mientras yo estaba allí. Fue muy cordial con Midian, por cierto, y dijo que el emperador le había ordenado que lo ayudara todo lo que pudiese. En todo caso, él no es relevante, apenas un cero a la izquierda. El verdadero poder en Ral´Tumar lo tiene el almirante Charidemus, pero no lo vi en el templo. A Charidemus la religión no le interesa lo más mínimo, de manera que en relación con el Dominio seguirá las órdenes que le dé el emperador.

— ¿Es eso habitual?

— Lo es en la armada. La mayor parte de los oficiales no sienten gran apego por Orosius, ya que bajo el mando del antiguo emperador tenían a su cargo algunas cosas que ahora dependen directamente de Orosius. Por el momento son leales al trono y a la Asamblea. Si Orosius venciese en algunas campañas, las cosas serían diferentes.

— ¿Tendremos dificultades para salir? —le pregunté.

— No es fácil saberlo. —Su expresión se volvió todavía más tenebrosa, algo que no hubiese creído posible— Sé que poseen un listado de gente que buscan, y por eso mantienen una guardia permanente en el puerto. No impedirán que salgan...

— ¡Ése no es el modo de actuar de los sacerdotes! —interrumpió Ravenna— Permitirán que la gente disperse los temores y los rumores para que todo esté bien tenso cuando ellos lleguen finalmente.

— Exacto. Lo que ignoro es si nosotros figuramos o no en la lista. Quizá no de forma oficial, pero para Midian formamos parte del juego y es posible que haya incluido al menos a Cathan. Me temo que aquí seas una presa legítima, Cathan. Debemos dar por sentado que intentarán capturarnos si se enteran de que estamos aquí.

Miré aquí y allá con preocupación, pero todos parecían demasiado inmersos en sus propias conversaciones. A pesar de eso, era imposible estar seguro.

Nadie pudo agregar nada más en aquel momento, pues entonces un camarero (evidentemente contratado por su aspecto sureño y no por otros talentos) se presentó a tomarnos nota. Después de lo que había dicho Palatina, mi apetito había disminuido bastante, pero pedí de todos modos uno de mis platos favoritos de la Ciudadela. Era probable que no volviese a encontrar ese tipo de comidas en bastante tiempo.

No conversamos mucho mientras comimos. Yo estaba demasiado ansioso para disfrutar de la comida por más que estuviese deliciosa. Sólo después de pagar la cuenta nos atrevimos a mencionar nuevamente el Dominio. Caminábamos de regreso a lo largo de una avenida surcada por filas de árboles. Algunos de los globos de luz habían sido parcialmente oscurecidos por las ramas y producían sobre la calle motas sombreadas.

— Entonces, ¿tenemos alguna idea de cómo saldremos de Ral´Tumar? —preguntó Ravenna con suavidad. Las colinas detrás de la ciudad ocultaban el crepúsculo. No había luna ni estrellas en el cielo, casi por completo negro. Las luces de la ciudad se extendían a nuestro alrededor como constelaciones en miniatura, un panorama que sin duda hubiese sido todavía más impresionante desde mar abierto.

— No nos consta que tenga que haber problemas —protesté sin convicción— No somos tan llamativos y no tienen una descripción nuestra.

— Eres demasiado parecido al emperador para no llamar la atención. Supongo que no deberíamos tener problemas, porque aquí nadie nos conoce.

— Con excepción, quizá, de aquel agente thetiano que viste esta mañana, pero no podemos estar seguros —advirtió Palatina, y sentí una aguda punzada de ansiedad. Pero ella no miraba en mi dirección, no tenía idea de lo que había sucedido esa tarde, y yo me permití un fugaz y silencioso gesto de alivio.

— ¿De qué otro modo podríamos salir? —pregunté— Si partimos a bordo de un buque, nos llevará meses y nos arriesgaremos a ser capturados en cualquier puerto en que nos detengamos. Cuando lleguemos a Ilthys o a Qalathar ya no habrá ningún disidente con el que contactar.

— Tiene razón, Palatina —advirtió Ravenna— Ignoran que estamos aquí. No hay modo de que pudiesen enterarse antes de su partida de Taneth. Midian no nos buscará aquí, sino en Qalathar. Aquél es el punto central, y hacia allí se espera que vayamos. Ni siquiera sabe con certeza si estamos en el Archipiélago.

Other books

Benjamín by Federico Axat
The Struggle by L. J. Smith
Bark: Stories by Lorrie Moore
State of Grace by Sandra Moran
Karma's a Killer by Tracy Weber
Entwined (Iron Bulls MC #3) by Phoenyx Slaughter
Different Class by Joanne Harris