Incansable (15 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Incansable
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—De acuerdo. Tenemos que rescatar a los prisioneros de guerra de la Alianza que hay en el campo de ese planeta. Intentaremos encontrar a alguien que negocie su liberación, pero es muy posible que sus marines tengan un arduo trabajo por delante.

—Para algo forman parte de la flota, señor, para encargarse de las tareas más duras. —Carabali saludó—. Trazaré un plan suponiendo que habrá fuerzas hostiles fuera del campo y que los guardias opondrán resistencia en el interior.

—Gracias. La flota despejará el camino, aunque tengamos que abrir cráteres por todo el planeta para llegar al campo.

Desjani suspiró.

—Acciones de tierra. ¡Uf! Lo cierto es que prefiero las batallas espaciales.

—Yo también, pero esta acción de tierra es algo que debemos hacer. —Miró el visualizador con gesto huraño—. Dividiremos la flota. Dejaremos aquí las fuerzas necesarias para defender las naves que estén en reparación y el resto viajará al tercer planeta. Señora copresidenta, le agradecería que inicie las negociaciones en cuanto Inteligencia identifique a alguien que pueda hablar con usted sobre el campo de prisioneros. Asegúrese de dejarles claro que intentar chantajearnos amenazando con torturar a nuestros hombres sería una muy mala idea.

—Haré cuanto esté en mi mano —contestó Rione—, suponiendo que encontremos a algún responsable. ¿Y si no apareciera ninguno?

—Los marines de la coronel Carabali llamarán a la puerta del campo, y, llegado ese momento, no me gustaría cruzarme en su camino.

Unas veinticuatro horas más tarde, mientras Geary revisaba los últimos informes de estado enviados por la flota, Rione fue a verlo a su camarote.

—Hemos conseguido establecer contacto directo con el campo de prisioneros del tercer planeta. Los guardias tienen miedo de nosotros y de los rebeldes apostados fuera del campo —informó la copresidenta—. Consideran que los prisioneros son su único recurso, por lo que quieren asegurarse de aprovecharlo al máximo. También temen a las autoridades síndicas.

—¿Aun con lo catastrófica que es la situación y con la flota síndica casi aniquilada? —preguntó Geary.

—Ellos no saben que la flota síndica ha sufrido tantas bajas, así que no tienen en cuenta ese factor. Capitán Geary, para ellos se trata de una ecuación muy simple: si se oponen a nosotros, pueden morir. Si no se resisten y los síndicos restablecen el control en este sistema estelar, podrían morir ellos y sus familias.

—De modo que lucharán.

—Eso es lo que dicen.

Geary miró el visualizador de su mesa.

—¿Cree que existe la posibilidad de que cambien de opinión? ¿Tal vez amenazándolos? ¿O prometiéndoles algo?

—He intentado ya las dos cosas. —Rione hizo una mueca de cansancio—. Por lo general, dedico mucho tiempo a leer entre líneas lo que dicen los síndicos, para intentar averiguar de qué hablan en realidad o qué trampas pueden esconderse detrás de su discurso. El lado positivo de esta situación es que tengo el convencimiento de que los guardias no pretenden engañarnos. Están siendo francos.

—Pero ¿hasta qué punto piensan enfrentarse a nosotros? —se preguntó Geary—. ¿Se conformarán con oponer una resistencia simbólica? ¿Lucharán a muerte hasta que todo el planeta quede arrasado? ¿O tal vez su límite sea un punto intermedio?

Rione arrugó la frente, pensativa.

—El instinto me dice que la resistencia que ofrezcan no será simplemente simbólica. A los guardias les preocupa mucho lo que las autoridades síndicas piensen de sus acciones. Sin embargo, aunque formen un buen frente, no creo que tengan muchas ganas de morir.

—Un punto intermedio, entonces. Gracias. Dentro de una hora, la coronel Carabali me informará sobre el plan de asalto de los marines. Le agradecería que, antes, usted le comunicara su valoración, para que pueda considerarla y ajustar el plan si fuera necesario.

—Lamento no poder presentarle un panorama más favorable. —Señaló el visualizador—. ¿Alguna buena noticia?

—Sí. El comandante Lommand llamó desde la
Titánica
para avisar de que está seguro de que podrán realizar las reparaciones necesarias en la
Increíble
para acompañar a la flota. Por otro lado, los ingenieros que inspeccionaron la Intagliata encontraron muchos más daños estructurales de los que habíamos observado, de modo que también tendremos que barrenar ese crucero ligero.

—¿Los niveles de combustible siguen siendo críticos?

—Sí. Una vez que distribuyamos todas las células de combustible que transportan las naves auxiliares, y todas las que recogimos de las naves destruidas, la media de reservas de la flota será de un treinta y siete por ciento. Quemaremos una parte al decelerar para situarnos en la órbita del tercer planeta y otra para acelerar después de recoger a los prisioneros, de forma que la media podría bajar a poco más del treinta por ciento cuando nos marchemos de Heradao. Por suerte, en Padronis el consumo de células de combustible debería ser mínimo.

—¿Podemos viajar con las células de combustible a ese nivel? —preguntó Rione en voz baja.

Geary se encogió de hombros.

—Por la distancia no habría ningún inconveniente. Siempre y cuando no tengamos que librar más combates antes de llegar a Varandal.

—¿Y si fuera preciso que iniciásemos un combate?

—Entonces las cosas se pondrían muy feas.

Rione miró el visualizador.

—De nuevo, me veo en la obligación de exponerle las opciones que tendríamos si se diera el caso.

—Lo sé. —Se obligó a no enfurecerse—. Podríamos cargar unas naves y abandonar otras. Pero no pienso hacerlo. Necesitamos hasta la última nave. La Alianza necesita la ayuda de todas sus naves y de todos sus tripulantes.

—Capitán Geary, la Alianza necesita esta nave. Necesita la llave síndica hipernética que transporta el
Intrépido
.

—Lo tengo muy presente, señora copresidenta. ¿Sabe? También podríamos ahorrar células de combustible si no auxiliáramos a los prisioneros de la Alianza retenidos en el tercer planeta.

Rione lo fulminó con una mirada tensa y severa.

—Supongo que me lo he buscado, pero usted sabe que ni siquiera yo sugeriría abandonar a esos hombres. Está bien, capitán Geary, haga lo que crea conveniente y recemos por que las estrellas del firmamento sigan velando por nosotros. Me pondré en contacto con la coronel de marines para transmitirle mis impresiones sobre la fuerza de guardias síndicos del campo de prisioneros, y le haré saber que estoy a su disposición si desea que intente seguir negociando con los guardias síndicos.

—Gracias, señora copresidenta.

Una hora más tarde, la presencia virtual de la coronel Carabali se proyectó en el camarote de Geary y señaló dos imágenes del campo de prisioneros del tercer planeta. Cada una de ellas incluía diversos símbolos que sugerían distintos modos de liberar a los presos. Vista desde arriba, la instalación síndica formaba un octógono casi perfecto, y todas las esquinas de sus ocho lados albergaban una gran torre de vigilancia, entre las cuales había varios puestos de guardia, más pequeños, que estaban unidos por una muralla alta y robusta de hormigón armado. El interior y el exterior de la muralla estaban bordeados por unas barreras triples de cable cortante, cuyas zonas intermedias tenían toda la pinta de estar sembradas de minas y, sin duda, vigiladas por multitud de sensores remotos. En el interior de la muralla, las hileras de edificios ocupaban la mayor parte del campo; muchas de ellas tenían etiquetas superpuestas en las imágenes, tal vez con el propósito de identificarlas, por ejemplo, como barracones de prisioneros, de guardias, hospital, oficinas y demás. El centro del campo estaba despejado; conformaba una amplia pista que servía tanto de zona de aterrizaje para los transbordadores síndicos como de plaza de armas.

Geary se imaginó cómo sería estar encerrado en ese lugar, sin la menor esperanza de liberación… hasta ese momento.

—Tenemos que realizar dos operaciones básicas —comenzó a explicar Carabali con su voz mecánica—, y las dos basadas en el hecho de que solo dispongo de algo menos de mil doscientos marines en toda la flota capacitados para combatir. No son suficientes para ocupar unas instalaciones de este tamaño y defender el perímetro al mismo tiempo, aunque al final los guardias del interior del campo no opusieran ninguna resistencia. Según la información proporcionada por la copresidenta Rione, entiendo que debemos suponer que los guardias presentarán batalla.

Carabali deslizó la mano y posó el dedo con precisión sobre una zona de la primera imagen del campo de prisioneros.

—Una opción es que concentremos a los marines y avancemos por el campo ocupando un sector tras otro, evacuando a los prisioneros de guerra que encontremos en cada uno y avanzando al siguiente. Esto tiene la ventaja de mantener a los marines a una distancia a la que pueden apoyarse unos a otros, limitando su exposición a los ataques. El inconveniente reside en que será necesario pasar más tiempo en la superficie y, una vez que el enemigo se dé cuenta de lo que estamos haciendo, será muy posible que intenten o bien trasladar a los prisioneros a los sectores que todavía no hayamos ocupado o bien mezclarse entre ellos para tomarlos como rehenes. Yo no recomiendo elegir esta opción.

Se volvió hacia el siguiente mapa.

—La otra posibilidad consiste en desplegar a los marines a lo largo del perímetro del campo, junto con una tropa en el centro del mismo para asegurar la zona de aterrizaje principal. No contamos con marines suficientes para asegurar todo el perímetro del campo y todo el interior, pero podemos bloquear los mejores ángulos de aproximación del perímetro. Luego, los marines del perímetro podrían penetrar, barriendo los grupos de Resistentes que encontraran a su paso o rodeando los puntos críticos, y recoger a los prisioneros a medida que los fueran encontrando para concentrarlos en el centro del campo. Nosotros nos encargaríamos de subirlos desde allí lo antes posible. Esto tiene la ventaja de que al enemigo no le daría tiempo a concentrarse ni a capturar a un grupo de prisioneros; además, según pasase el tiempo, nuestras tropas se concentrarían y podrían responder mejor a los ataques. La desventaja es que las tropas, sobre todo al principio, se encontrarían muy dispersas y no podrían apoyarse unas a otras. Muchos de los lanzamientos iniciales serán también más arriesgados para los transbordadores, puesto que se hallarán disgregados por el perímetro.

Geary miró los mapas y a la coronel. Un siglo atrás, recibió instrucción sobre los métodos de los marines, pero su experiencia real en acciones de tierra se limitaba a lo que había visto desde que asumiera el mando de la flota. Aquella formación no incluía las operaciones de esta escala, aunque como comandante de la flota debía supervisar a los marines y tomar las decisiones finales sobre su actuación. Por suerte, conocía lo bastante bien a Carabali para confiar plenamente en su competencia.

—A pesar de ser más arriesgada, ¿usted recomienda la segunda opción?

—Sí, señor.

—¿Cuáles cree que serían las probabilidades de éxito si nos decantáramos por la primera?

Carabali miró el mapa con gesto grave.

—Si definimos el éxito como el rescate de todos los prisioneros, mi estimación es que la primera alternativa ofrece un máximo del cincuenta por ciento de éxito, porcentaje que podría reducirse drásticamente según la reacción de los síndicos. Se trata de un plan que nos situaría en una posición muy vulnerable frente a cualquier respuesta que decidieran dar los síndicos.

—¿Y la segunda opción?

Carabali endureció el rostro de nuevo.

—Noventa por ciento de posibilidades de éxito.

—Pero esta alternativa aumenta el riesgo de que los marines sufran bajas y de que los transbordadores resulten dañados.

—Sí, señor. —Carabali lo miró inexpresiva—. La misión es rescatar a los prisioneros de guerra, señor.

No se podía resumir de una forma más clara. Geary volvió a observar los mapas. Para poder rescatar a los prisioneros, para llevar a cabo la misión, debía exponer a los marines a un riesgo mayor. Carabali lo sabía y Geary sospechaba que todos los marines también eran conscientes, en mayor o menor medida. Y todos ellos lo aceptaban, pues eso era lo que significaba ser marine.

—De acuerdo, coronel. Acepto su recomendación. Procederemos con el segundo plan. La flota aportará todo el apoyo armamentístico que pueda.

Carabali miró a Geary con una ligera sonrisa.

—Dentro del campo hay multitud de edificios permanentes. En un entorno urbano de este tipo, lo más habitual es que el enemigo y las fuerzas aliadas se encuentren a escasa distancia.

—¿Qué amplitud desea que tenga la zona de seguridad?

—Cien metros, señor, pero no hace falta escribirlo en piedra. Es posible que debamos solicitar apoyo armamentístico a las tropas aliadas a una distancia mucho menor.

—Muy bien, coronel. —Geary se puso en pie—. Puede proceder con la planificación detallada y la ejecución de la misión. Avíseme si no dispone al instante de cualquier cosa que necesite.

—Sí, señor. —Carabali se despidió con un saludo antes de que su imagen desapareciera.

Las imágenes de los mapas permanecieron proyectadas. Geary las miró, consciente de que su decisión podría significar la muerte para muchos de los marines que iba a enviar a ese planeta; y, al igual que Carabali, también sabía que, en realidad, no tenía otra alternativa posible.

—Los enfrentamientos parecen haberse extendido de forma considerable en el tercer y el cuarto planeta —informó el teniente Íger mientras la flota de la Alianza tomaba posiciones sobre el tercer planeta. Una fortaleza orbital que intentó atacar las naves de la Alianza que se iban aproximando fue triturada por una ráfaga de proyectiles de energía cinética y, desde entonces, nadie había vuelto a oponerse a su presencia.

Todos los cruceros pesados síndicos que quedaban en el sistema estelar habían saltado ya, mientras que los cruceros ligeros y las naves de caza asesinas que aún permanecían allí se iban acercando a los puntos de salto que llevaban a otras estrellas. Ninguna se había acercado en ningún momento hasta la región del combate donde Geary había dejado las naves más dañadas, para que fuesen reparadas, junto con las naves auxiliares y una fuerte escolta.

—¿Sigue sin haber una facción que se haya hecho con el control en la superficie?

—No, señor —contestó Íger—. Se están realizando muchas peticiones, pero no observamos ninguna prueba en toda la superficie planetaria que las respalde.

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