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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Final (37 page)

BOOK: Hermoso Final
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La multitud empezó a susurrar de nuevo. Los tres Guardianes del Consejo me miraron fijamente. O eso creí. Era imposible ver sus ojos detrás de sus extrañas gafas con cristales prismáticos, entre los parpadeantes destellos dorados, plateados y cobrizos de los cordones que las mantenían en su lugar.

Lo intenté de nuevo.

—Hablando de botín, yo estaba pensando más bien en volver a Gatlin. ¿No era ése el trato? ¿Uno de nosotros va a la Oscuridad Eterna y el otro puede marcharse?

La multitud estalló en un alboroto.

Angelus dio un paso al frente.

—¡Ya basta! —La habitación se quedó de nuevo en silencio. Esta vez habló él solo. Los otros Guardianes me miraron sin decir nada—. El trato era sólo para la Cataclyst. No hemos hecho pacto alguno con un Mortal. Nunca devolveremos la existencia a un Mortal.

Recordé el pasado de Amma, revelado a través de la piedra negra que aún llevaba en mi bolsillo. Sulla la había advertido que Angelus odiaba a los Mortales. Él nunca dejaría que me marchara.

—¿Y qué pasa si el Mortal nunca debió estar aquí? —Los ojos de Angelus se agrandaron—. Quiero que me devuelvan mi página.

Esta vez la multitud soltó un grito ahogado.

—Lo que está escrito en
Las
Crónicas
es ley. Las páginas no se pueden mover —susurró Angelus.

—¿Pero tú puedes reescribirlas siempre que quieras? —No podía ocultar la rabia en mi voz. Él me lo había arrebatado todo. ¿Cuántas vidas más habría destruido?

¿Y todo por qué? ¿Porque no podía ser un Caster?

—Tú eras el Uno Que Son Dos. Tu destino era ser castigado. No deberías haber metido a la Lilum en cuestiones que no le competía resolver.

—Espera. ¿Qué tiene que ver Lilian English, quiero decir la Lilum, en todo esto? —Mi profesora de inglés, cuyo cuerpo había sido ocupado por la más poderosa criatura del mundo Diabólico, había sido la que me mostró lo que tenía que hacer para arreglar el Orden de las Cosas.

¿Era ésa la causa por la que me castigaba? ¿Acaso me había entrometido en lo que estaba planeando con Abraham fuese lo que fuese? ¿Tratando de destruir la raza Mortal? ¿Utilizando a los Caster como ratas de laboratorio?

Siempre creí que cuando Lena y Amma me trajeron de vuelta del mundo de los muertos con el
Libro de las Lunas
, habían puesto algo en marcha que no podía ser deshecho. Algo que comenzó al desenmarañar el agujero en el universo, y que fue la razón por la que tuve que saltar del depósito de agua para repararlo.

¿Qué pasaba si lo había entendido al revés?

¿Qué pasaba si lo que se suponía que debía suceder era ese desenmarañar?

¿Qué pasaba si el crimen había sido repararlo?

Ahora lo veía muy claro. Como si todo estuviera sumido en la oscuridad y de pronto hubiera salido el sol. Algunos momentos son así. Pero ahora sabía la verdad.

Se suponía que yo debía fallar.

El mundo tal y como lo conocíamos debía terminar.

Los Mortales no eran el propósito. Eran el problema.

La Lilum no debería haberme ayudado, y yo no debería haber saltado.

Se suponía que ella debía condenarme, y yo tenía que haber renunciado. Angelus había apostado por el equipo equivocado.

Un sonido retumbó a través de la sala cuando las enormes puertas, en uno de los extremos más alejados se abrieron, revelando a una pequeña figura de pie ante ellas. Hablando de apostar por el equipo equivocado, nunca hubiera hecho esta apuesta, ni siquiera en millones de vidas.

Era más inesperada que Angelus o cualquiera de los Guardianes.

Él sonrió ampliamente; al menos pensé que era una sonrisa. Era difícil saberlo con Xavier.

—Ho—hola. —Xavier recorrió con la mirada la intimidante habitación, carraspeando, y lo intentó de nuevo—. Hola, amigo.

Había tanto silencio que se podía haber oído alguno de sus preciosos botones caer.

El único que no permaneció en silencio fue Angelus.

—¿Cómo te atreves a volver a mostrar tu cara desfigurada por aquí, Xavier? ¿Acaso queda algún resto de Xavier, bestia?

Las alas de cuero de Xavier se encogieron.

Angelus pareció enfurecerse aún más.

—¿Por qué te has implicado en esto? Tu destino no está entrelazado con el del Wayward. Estás cumpliendo tu sentencia. No necesitas hacer tuyas las batallas de un Mortal muerto.

—Ya es demasiado tarde para eso, Angelus —contestó.

—¿Por qué?

—Porque él pagó su camino, y yo acepté el precio. Porque… —Xavier empezó a hablar más lentamente, como si intentara que las palabras se ordenaran en su mente—, es mi amigo, y no tengo otro.

—Él no es tu amigo —afirmó Angelus en tono sibilante—. Eres demasiado estúpido como para tener un amigo. Estúpido y despiadado. Todo lo que te importan son tus inútiles cachivaches, tus chucherías perdidas. —Angelus parecía frustrado. Me pregunté por qué le importaba tanto lo que Xavier pensaba o hacía.

¿Qué era Xavier para él?

Tenía que haber una historia entre ellos. Pero preferí no saber nada que tuviera que ver con Angelus y sus secuaces, o con los crímenes que debían de haber cometido. El Custodio Lejano era lo más cercano al infierno que nunca había encontrado en la vida real, o en mi vida después de la vida.

—Lo que crees saber de mí —respondió Xavier lentamente— no es nada. —Su rostro retorcido era más inexpresivo que de costumbre—. Menos de lo que yo sé de mí mismo.

—Eres un estúpido —contestó Angelus—. Eso lo sé.

—Soy un amigo. Poseo dos mil botones de todas clases, ochocientas llaves, y un único amigo. Tal vez es algo que no puedes entender. Sé que hasta ahora no ha habido muchas ocasiones en las que me haya comportado como tal. —Parecía orgulloso de sí mismo—. Pero ahora lo seré.

También yo estaba orgulloso de él.

—¿Sacrificarías tu alma por un amigo? —preguntó Angelus burlonamente.

—¿Acaso es distinto un amigo de un alma, Angelus? —Los Guardianes del Consejo guardaron silencio. Xavier ladeó su cabeza de nuevo—. ¿Lo distinguirías si fuera así?

Angelus no respondió, pero no hacía falta. Todos sabíamos la respuesta.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
Mortali Comes
. —Angelus dio un paso hacia Xavier, y éste retrocedió—. Amigo de Mortal —gruñó Angelus.

Resistí las ganas de interponerme entre ellos, confiando en que Xavier, por el bien de los dos, no intentara salir corriendo.

—Pretendes destruir al Mortal, ¿no es así? — Xavier tragó saliva.

—Así es —respondió Angelus.

—Pretendes destruir la raza Mortal. —No era una pregunta.

—Por supuesto. Al igual que con una plaga, el objetivo final es la aniquilación.

A pesar de que estaba esperando algo así, la respuesta de Angelus me cogió desprevenido.

—¿Que tú qué…?

Xavier me miró como si quisiera cerrarme la boca.

—No es ningún secreto. Los Mortales son un incordio para las razas sobrenaturales. No es nada nuevo.

—Ojalá lo fuera. —Sabía que Abraham quería aniquilar la raza Mortal. Si Angelus estaba trabajando con él, sus objetivos sin duda coincidirían.

—¿Buscas diversión? —Xavier observó a Angelus.

Angelus miró las curtidas alas de Xavier con repugnancia.

—Busco soluciones.

—¿A la condición Mortal?

Angelus sonrió, oscuro y sin alegría.

—Como he dicho, a la plaga Mortal.

Me sentí enfermo, pero Xavier se limitó a suspirar.

—Llámalo cómo quieras. Te propongo un desafío.

—¿Un qué? —No me gustó cómo sonaba aquello.

—Un desafío.

Angelus le miró suspicaz.

—El Mortal derrotó a la Reina Oscura y ganó. Ése es el único desafío al que se enfrentará hoy.

Empezaba a sentirme furioso.

—Ya te lo he dicho. No maté a Sarafine. Ella se derrotó a sí misma.

—Cuestión de semántica —puntualizó Angelus.

Xavier nos silenció a ambos.

—¿Así que no quieres enfrentarte al Mortal en un desafío?

Hubo un rugido en la multitud, y Angelus miró a Xavier como si deseara arrancarle las alas.

—¡Silencio!

El murmullo cesó inmediatamente.

—¡No temo a ningún Mortal!

—Entonces, ésta es mi propuesta. —Xavier intentaba mantener la voz firme, pero resultaba evidente que estaba aterrorizado—. El Mortal se enfrentará contigo en el Gran Custodio e intentará recuperar su página. Tú intentarás detenerle. Si tiene éxito, le permitirás hacer con ella lo que desee. Pero si logras detenerlo y que no obtenga su página, él te permitirá hacer con ella lo que tú quieras.

—¿Cómo? —Estaba sugiriendo que me enfrentara con Angelus. En un escenario así, mis posibilidades serían nulas.

Angelus era consciente de que todos los ojos estaban pendientes de él, mientras la multitud y los otros Guardianes del Consejo esperaban su respuesta.

—Interesante.

Sentí ganas de largarme a la velocidad del rayo de la habitación.

—No es interesante. Ni siquiera sé de qué estáis hablando.

Angelus se inclinó sobre mí, con sus ojos centelleando.

—Déjame que te lo explique. Una vida de servidumbre o la simple destrucción de tu alma. En realidad, me es indiferente. Lo decidiré a mi capricho, como me plazca. Y cuando me plazca.

—No estoy muy seguro de eso. —Sonaba como una proposición perdida de antemano.

Xavier dejó caer una mano sobre mi hombro.

—No tienes elección. Es la única oportunidad de que dispones de volver a casa con la chica de los rizos. —Se volvió hacia Angelus, tendiendo su mano—. ¿Trato hecho?

Angelus miró la mano de Xavier como si estuviera infectada.

—Acepto.

34
Las crónicas Caster

A
ngelus salió precipitadamente de la habitación, con los otros Guardianes pisándole los talones.

Dejé escapar el aire que había estado conteniendo.

—¿Adónde van?

—Tienen que darte una oportunidad, o serán tachados de injustos.

—¿Tachados de injustos? —¿Lo decía en serio?—. ¿Estás diciendo que nunca nadie se ha dado cuenta de cómo son?

—Temen al Consejo. Nadie se atreve a cuestionarlo —declaró Xavier—. Pero por encima de todo son orgullosos. Especialmente Angelus. Desea que sus seguidores piensen que te está dando una oportunidad.

—¿Pero no es así?

—Ahora eso depende de ti. —Xavier se volvió con algo parecido a una expresión de tristeza en lo que quedaba de su rostro humano—. No puedo ayudarte. No más allá de esto, amigo mío.

—¿De qué estás hablando?

—No voy a entrar ahí. No puedo —repuso—. No en la Cámara de las Crónicas.

Por supuesto. La habitación que albergaba el libro. Tenía que estar cerca.

Miré la hilera de puertas más allá de donde estábamos que jalonaban uno de los laterales de la habitación. Me pregunté cuál de ellas desembocaría en el final de mi viaje, o en la muerte de mi alma.

—¿Tú no puedes entrar ahí dentro? ¿Y yo sí? No vayas a dejarme tirado ahora —bajé la voz—. Acabas de enfrentarte a Angelus. Has hecho un trato con el diablo. Eres mi héroe.

—No soy ningún héroe. Como he dicho, soy tu amigo.

Xavier no podía hacerlo. ¿Quién podría culparle? La Cámara de las Crónicas debía de ser una especie de casa de los horrores para él. Y ya había corrido demasiado peligro.

—Gracias, Xavier. Eres un gran amigo. Uno de los mejores. —Le sonreí. La mirada que me devolvió encerraba toda una lección.

—Éste es tu viaje, hombre muerto. Sólo tuyo. Yo no puedo llegar más lejos. —Posó su brazo sobre mi hombro, presionando pesadamente.

—¿Por qué tengo que hacerlo todo solo? —Tan pronto como lo dije supe que no era cierto.

Los Antepasados me habían puesto en el camino.

La tía Prue se había asegurado de que tuviera una segunda oportunidad.

Obidias me había contado todo cuanto necesitaba saber.

Mi madre me había dado la fuerza para hacerlo.

Amma velaba por mí, y cuando me encontró, creyó.

Lena me había enviado el
Libro de las Lunas
, contra todo pronóstico, directamente desde el otro lado del universo. La tía Marian y Macon, Link y John y Liv estaban allí con Lena cuando yo no podía estar.

Incluso el Maestro del Río y Xavier me habían ayudado a seguir adelante, cuando en todo momento hubiera sido mucho más sencillo renunciar y darme la vuelta.

Nunca había estado solo. Ni siquiera un minuto.

Tal vez fuera un Wayward, pero mi camino estaba plagado de gente que me quería. Ellos eran el único camino que conocía.

Podía hacerlo.

Tenía que hacerlo.

—Lo entiendo —respondí—. Gracias, Xavier. Por todo.

Él asintió.

—Volveremos a encontrarnos, Ethan. Te veré la próxima vez que cruces el río.

—Espero que no pase mucho tiempo.

—Yo también lo espero, amigo mío. Por ti más que por mí. —Por un instante creí que me estaba guiñando un ojo—. Pero me mantendré ocupado coleccionando y contando hasta tu regreso.

No dije nada más y él se deslizó a través de las sombras de vuelta al mundo en el que nada sucedía y los días se confundían con las noches.

Confié en que me recordara.

Estaba casi seguro de que no lo haría.

* * *

Una a una fui tocando la hilera de puertas delante de mí con la mano. Algunas tenían un tacto tan frío como el hielo. En otras no sentí nada, únicamente la madera. Pero hubo una que latió bajo las yemas de mis dedos.

Sólo una me quemó al tacto.

Supe que era la puerta correcta antes de ver los reconocibles círculos Caster tallados en la madera de serbal, igual que en la
Temporis Porta
.

Ésta era la puerta que daba al corazón del Gran Custodio. El único lugar en el que el hijo de Lila Jane Evers Wate encontraría instintivamente su camino, ya fuera o no un Wayward.

La biblioteca.

Mientras me abría paso a través de las macizas puertas justo enfrente de la
Temporis Porta
, supe que era hora de acometer la parte más peligrosa de mi viaje.

Angelus estaría esperando.

Las puertas no eran más que el principio. En el momento en que penetré en el interior de la cámara, me encontré en medio de una habitación casi totalmente reflectante. Si se suponía que debía ser una biblioteca, era la más extraña que había visto nunca.

Las desintegradas piedras bajo mis pies, las ásperas paredes de roca, el techo y el suelo del que brotaban estalactitas y estalagmitas mientras la habitación se curvaba sobre sí misma, todo parecía construido con algún tipo de gema transparente, tallada en miles de facetas imposibles que reflejaban la luz en todas las direcciones. Era como si estuviera dentro uno de los once joyeros de la colección de Xavier.

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