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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

Hacia la Fundación (37 page)

BOOK: Hacia la Fundación
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–Lo es, lo es -se apresuró a decir Monay-. Colaborar con él es un auténtico placer. En estos momentos estoy trabajando en una nueva versión del aparato que tendrá más potencia y que, a decir verdad, no entiendo del todo… Bueno, no sé muy bien para qué lo van a utilizar, pero sigo atentamente sus instrucciones.

–¿Y está progresando?

–Desde luego. De hecho, ya he entregado un prototipo al doctor Elar, y piensa someterlo a varias pruebas muy pronto. Si el resultado es positivo podremos seguir adelante.

–Me alegro -dijo Dors-. ¿Qué cree que ocurriría si el profesor Seldon dimitiera como director del Proyecto…, si se retirase?

Monay puso cara de sorpresa.

–¿Es que el profesor Seldon planea retirarse?

–No que yo sepa. Le estoy exponiendo un caso hipotético. Suponga que abandona el Proyecto. ¿Quién cree que sería el sucesor más adecuado? Por lo que ha dicho hasta ahora me parece que votaría por el profesor Elar como nuevo director, ¿no?

–Sí, votaría por él -dijo Monay después de una vacilación casi imperceptible-. Es el más brillante, con diferencia, de todos los nuevos, y creo que, a pesar de su juventud, sería el mejor director del Proyecto. Hay un número considerable de viejos fósiles…, bueno, ya sabe lo que quiero decir…, a los que les molestaría bastante ver a un joven recién llegado por encima de ellos.

–¿Está pensando en algún viejo fósil en particular? Recuerde que esta conversación es confidencial.

–Hay unos cuantos, pero pensaba especialmente en el Doctor Amaryl. Parece que ha sido designado como heredero de Seldon, ¿no?

–Sí, comprendo lo que quiere decir. – Dors se puso en pie-. Bien, muchísimas gracias por su ayuda. Y ahora, dejaré que vuelva a su trabajo.

Salió del laboratorio pensando en el electroclarificador…, y en Amaryl.

22

–Vaya, Dors, otra vez aquí -dijo Yugo Amaryl.

–Lo siento, Yugo. Ya es la segunda vez que te molesto en lo que va de semana… No recibes muchas visitas, ¿verdad?

–No, procuro no animar demasiado a la gente a que me visite -dijo Amaryl-. Tienden a interrumpirme e interferir el curso de mis pensamientos…, tú no, Dors. Tú y Hari sois muy especiales. No pasa un día sin que recuerde lo que los dos habéis hecho por mí.

Dors movió una mano como dando a entender que no tenía importancia.

–Olvídalo, Yugo. Has ayudado muchísimo a Hari, y cualquier pequeño favor que pudiéramos haberte hecho lo has devuelto con creces hace mucho tiempo. ¿Qué tal va el Proyecto? Hari nunca habla de él…, al menos a mí.

El rostro de Amaryl se tensó y todo su cuerpo pareció recibir una inyección de vitalidad.

–Va muy, muy bien. Hablar de él sin recurrir a las matemáticas resulta bastante difícil, pero los avances que hemos hecho en los dos últimos años son realmente asombrosos…, hemos progresado más que en todo el tiempo anterior. Es como si después de haber golpeado una pared durante casi una eternidad empezáramos a ver cómo se desmorona.

–Me han dicho que las nuevas ecuaciones concebidas por el doctor Elar os han ayudado mucho.

–¿Las ecuaciones acaóticas? Sí, enormemente.

–Y el electroclarificador también os ha ayudado, ¿no? Hablé con la mujer que lo diseñó.

–¿Hablaste con Cinda Monay?

–Sí, hablé con ella.

–Es una mujer muy inteligente. Somos muy afortunados al tenerla con nosotros.

–Dime, Yugo… Tú te pasas prácticamente todo el tiempo trabajando con el Primer Radiante, ¿no?

–Sí, puede decirse que casi siempre lo estoy estudiando.

–Y lo estudias mediante el electroclarificador.

–Desde luego.

–Yugo, ¿nunca has pensado hacer vacaciones?

Amaryl la contempló con los ojos muy abiertos y parpadeó lentamente.

–¿Unas vacaciones?

–Sí. Supongo que habrás oído esa palabra antes, ¿no? ¿Sabes qué son unas vacaciones?

–¿Por qué iba a tomarme unas vacaciones?

–Porque cada vez que te veo me parece que estás terriblemente cansado.

–Bueno, de vez en cuando me siento cansado, sí… Pero no quiero abandonar el trabajo.

–¿Te sientes más cansado ahora de lo que solías sentirte en el pasado?

–Un poco. Me hago viejo, Dors.

–Sólo tienes cuarenta y nueve años.

–Aun así soy más viejo de lo que he sido en toda mi vida.

–Bueno, olvidémoslo. Dime, Yugo, sólo para cambiar de tema… ¿Qué tal le van las cosas a Hari? Llevas tanto tiempo colaborando con él que nadie puede conocerle mejor que tú…, ni siquiera yo, por lo menos en lo que concierne a su trabajo.

–Muy bien, Dors. No he percibido ningún cambio en él. Sigue teniendo el cerebro más brillante y rápido de todo el Proyecto. La edad no está teniendo ningún efecto sobre él…, al menos por ahora.

–Me alegra oírlo. Me temo que su concepto de sí mismo no es tan bueno como el que tienes tú. No se está tomando demasiado bien el envejecer. Nos costó mucho convencerle de que celebrara su último cumpleaños… Por cierto, ¿asististe a la celebración? No te vi.

–Estuve allí durante un rato, pero… Ya sabes, esa clase de fiestas no son el tipo de situaciones en las que me sienta demasiado cómodo.

–¿Crees que Hari está perdiendo facultades? No me refiero a su brillantez mental, sino a sus capacidades físicas… En tu opinión, ¿está cansado…, quizá incluso demasiado cansado para soportar el peso de las responsabilidades?

Amaryl puso cara de perplejidad.

–Nunca se me había pasado por la cabeza. No puedo imaginarme a Hari cansado.

–Puede llegar a estarlo. Creo que de vez en cuando siente el impulso de abandonar su puesto y confiar el trabajo a un hombre más joven que él.

Amaryl se reclinó en su asiento y soltó el punzón gráfico con el que no había parado de juguetear desde que Dors entró en su despacho.

–¿Qué? ¡Eso es ridículo! ¡Es imposible!

–¿Estás Seguro?

–Totalmente. Jamás consideraría la posibilidad de algo semejante sin comentarlo antes conmigo, y no lo ha hecho.

–Yugo, sé razonable… Hari está exhausto. Intenta evitar que se le note, pero lo está. ¿Qué ocurriría si decidiese retirarse? ¿Qué sería del Proyecto? ¿Qué sería de la psicohistoria?

Amaryl entrecerró los ojos.

–Dors, ¿estás bromeando?

–No. Intento imaginar el futuro, nada más.

–Bueno, si Hari se retira yo ocuparé su puesto. Él y yo nos encargamos del Proyecto durante años antes de que hubiera nadie más. Él y yo, nadie más… Nadie conoce el Proyecto tan bien como nosotros. Dors, me asombra que no des por sentado que yo le sucederé.

–Ni yo ni nadie duda de que eres el sucesor lógico pero ¿quieres serlo? – preguntó Dors-. Puede que lo sepas todo sobre la psicohistoria, pero… ¿Quieres verte involucrado en el aspecto político y en todas las complejidades cotidianas de un proyecto de tales dimensiones y abandonar gran parte de tu trabajo actual? De hecho, lo que está agotando a Hari es precisamente el intentar que todo siga funcionando como es debido, sin problemas. ¿Podrías enfrentarte a esa parte del trabajo?

–Sí, puedo hacerlo y no es algo que tenga intención de discutir. Dors… ¿Has venido aquí para darme la noticia de que Hari piensa echarme del Proyecto?

–¡Desde luego que no! – exclamó Dors-. ¿Cómo puedes pensar eso de Hari? ¿Acaso le has visto alguna vez traicionar a un amigo?

–Bien, entonces… Olvidemos el tema. En serio, Dors si no te importa hay muchas cosas de las que debo ocuparme.

Amaryl inclinó la cabeza y volvió a concentrarse en su trabajo.

–Por supuesto. Disculpa, no tenía intención de robarte tanto tiempo.

Dors salía del despacho con el ceño fruncido.

23

–Adelante, mamá -dijo Raych-. No hay peligro. Me las he arreglado para que Manella y Wanda salieran a dar un paseo.

Dors entró en el apartamento, miró a derecha e izquierda como solía hacer, y se instaló en el asiento más cercano.

–Gracias -dijo Dors.

Después permaneció inmóvil y en silencio durante unos momentos, y por su aspecto parecía soportar todo el peso del Imperio sobre sus hombros.

–Nunca he tenido ocasión de preguntarte qué ocurrió durante tu incursión en el recinto imperial -dijo Raych pasados unos instantes-. No todo el mundo tiene una madre capaz de hacer ese tipo de cosas…

–No vamos a hablar de eso, Raych.

–Bien, entonces… No eres la clase de persona cuya expresión revele lo que está pasando por su cabeza, pero pareces un poco abatida. ¿Por qué?

–Porque, como dices tú, me siento abatida. De hecho, estoy de mal humor porque tengo cosas terriblemente importantes en que pensar y hablar de ellas con tu padre no sirve de nada. Es el hombre más maravilloso del mundo, pero resulta muy difícil de manejar, ya lo sabes. No existe la más mínima posibilidad de que se interese por lo que se sale de lo corriente. Descarta todos mis temores por su vida calificándolos de irracionales…, y hace lo mismo con mis intentos subsiguientes de protegerle.

–Vamos, mamá, me parece que en lo que concierne a papá tus temores son realmente irracionales. Si hay algo terrible dando vueltas por tu cabeza probablemente no tiene ningún fundamento real.

–Muchas gracias. Hablas exactamente igual que él y oírte hace que me sienta totalmente frustrada.

–Bueno, entonces, desahógate, mamá. Cuéntame lo que merodea por tu cabeza…, desde el principio.

–Empieza con el sueño de Wanda.

–¡El sueño de Wanda! Mamá… Quizá sería mejor que lo dejaras estar. Sé que si empiezas así papá no querrá escuchar ni una palabra más. Quiero decir que… Oh, vamos. Una niña tiene un sueño y tú lo exageras desproporcionadamente. Es ridículo.

–No creo que fuese un sueño, Raych. Creo que lo que ella pensó que era un sueño fue una conversación entre dos personas de carne y hueso que hablaban de algo que ella relacionó con la muerte de su abuelo.

–Eso es una conjetura sin fundamento. ¿Qué posibilidades hay de que todo sea verdad?

–Supongamos que lo es. Las únicas palabras que se le quedaron grabadas en la memoria fueron «muerte» y «limonada». ¿Por qué iba a soñar algo así? Es mucho más probable que oyera algo y distorsionara las palabras que había oído, en cuyo caso… ¿Cuáles eran las palabras originales?

–No puedo responder a esa pregunta -dijo Raych, y su voz estaba impregnada de incredulidad.

Dors no la pasó por alto.

–Crees que todo esto son fantasías mías. Aun así, si por casualidad estoy en lo cierto puede que esté a punto de descubrir una conspiración contra Hari tramada en el mismísimo seno del Proyecto.

–¿Hay conspiraciones en el Proyecto? Eso me parece tan imposible como encontrar algo que tenga significado en un sueño.

–Todo proyecto de grandes dimensiones está lleno de iras, fricciones y envidias de todas clases.

–Claro, claro. Estamos hablando de palabras desagradables, muecas, risitas disimuladas y cotilleos; pero eso no tiene nada que ver con una conspiración…, y no tiene nada que ver con el hecho de que alguien quiera matar a papá.

–No es más que una diferencia de grado. Una diferencia pequeña…, quizá.

–Nunca conseguirás que papá lo crea y, si a eso vamos, nunca conseguirás que yo lo crea. – Raych cruzó la habitación caminando a toda prisa y volvió sobre sus pasos-. Así que has estado intentando descubrir lo que tú calificas de conspiración, ¿eh?

Dors asintió.

–Y has fracasado.

Dors asintió.

–Mamá, ¿no se te ha ocurrido pensar que quizá has fracasado porque no existe ninguna conspiración?

Dors meneó la cabeza.

–Hasta el momento no he conseguido nada, pero eso no afecta mi creencia de que existe una conspiración. Lo presiento.

Raych se rió.

–Mamá, todo eso parece muy corriente. Esperaba algo más de ti. Creía que iba a oír algo más impresionante que un «lo presiento».

–Hay una frase que podría ser distorsionada hasta convertirse en «limonada», y es «la ayuda de un profano»
2
.

–¿Ayuda de un profano? ¿Qué es eso?

–Los matemáticos del Proyecto llaman así a los que no son matemáticos.

–¿Y bien?

–Supongamos que alguien habló de «muerte mediante la ayuda de un profano» -dijo Dors con voz firme y tranquila-, refiriéndose a una forma de matar a Hari en la que una o más personas no expertas en matemáticas jugarían un papel esencial. Para Wanda la frase «la ayuda de un profano» era tan nueva como para ti, y dado lo mucho que le gusta la limonada, la distorsión no resulta tan extraña.

–¿Estás sugiriendo que había gente en el despacho particular de papá, nada menos que en su despacho de entre todos los sitios posibles que…? Por cierto, ¿de cuántas personas se trataba?

–Al describir su sueño Wanda dice que dos. Tengo la impresión de que una de esas dos personas era el Coronel Hender Linn, un miembro de la Junta, al que le estarían mostrando el Primer Radiante. Debió de haber una conversación en la que se discutió la eliminación de Hari.

–Mamá, tus conjeturas se van haciendo más descabelladas a cada momento. ¿El Coronel Linn y otro hombre estaban en el despacho de papá planeando un asesinato sin saber que había una niña escondida en un sillón que les estaba oyendo? ¿Es eso lo que quieres hacerme creer?

–Más o menos.

–En ese caso, y si se habla de la ayuda de alguien que no es matemático, una de esas dos personas, y es de suponer que no se trate de Linn, ha de ser experta en matemáticas.

–Sí, eso parece.

–Me parece totalmente imposible. Pero aunque fuese cierto, ¿de qué matemático crees que podría tratarse? En el Proyecto hay unos cincuenta como mínimo.

–No los he interrogado a todos, tan sólo a unos cuantos y también a unos cuantos «profanos», si quieres saberlo, pero no he dado con ninguna pista. Naturalmente, no puedo hacerles preguntas demasiado directas.

–En resumen, que ninguna de las personas con las que has hablado te ha proporcionado ninguna pista de que exista una conspiración peligrosa.

–No.

–No me sorprende. No lo han hecho porque…

–Ya sé qué vas a decir después del «porque», Raych. ¿Acaso crees que hay muchas probabilidades de que alguien se derrumbe y revele una conspiración sólo porque se le han hecho unas cuantas preguntas? No puedo sacarles información con métodos más contundentes. ¿Puedes imaginarte lo que diría tu padre si pusiera nervioso a uno de sus valiosísimos matemáticos? Raych… -murmuró Dors, y su tono de voz había cambiado bruscamente-. ¿Has hablado con Yugo Amaryl últimamente?

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