El faraón quedó favorablemente impresionado por la interpretación y la sugerencia, y puso a José al frente de todo. En seguida se convirtió en el todopoderoso primer ministro de Egipto.
La cuestión que se presenta es la siguiente: ¿quién era ese faraón, tan favorable al esclavo hebreo y que más adelante sería benevolente con la familia de Jacob en general? No podía ser un faraón corriente, pues Egipto había vivido en aislamiento durante tanto tiempo que era bastante xenófobo; en el peor de los casos, sería hostil a los extranjeros y, en el mejor, condescendiente. Los egipcios consideraban al faraón como a un dios, y no era probable que éste delegara el poder en extranjeros asiáticos; a menos que él mismo lo fuese.
Si consideramos la historia egipcia, veremos que el Reino Medio de la época de Abraham (v. este mismo cap.) duró doscientos años, desde el 1991 al 1786 aC, a lo largo de la mayor parte del período patriarcal.
Cuando el Reino Medio decayó, siguió en Egipto una nueva etapa de anarquía, con diferentes dinastías gobernando diversas partes del reino.
Hacia el 1730 aC, la debilidad de Egipto hizo posible que invasores asiáticos empezaran a entrar en el país. Los conquistadores semitas que durante un siglo y medio dominarían el delta del Nilo y, en ocasiones, partes de los brazos altos del río, recibieron el nombre de «hicsos», que parece derivarse de palabras egipcias que significan «reyes extranjeros».
Los hicsos, que formaron las dinastías quince y dieciséis en las antiguas listas (más o menos mutiladas) de reyes egipcios, establecieron su capital en el extremo noreste del delta, en la punta más cercana a Asia.
Hay poca documentación sobre los hicsos y su dominio, porque al parecer los egipcios posteriores consideraron la derrota y sometimiento de Egipto como un tema demasiado desagradable. El único relato que nos queda se encuentra en un libro de Josefo, historiador judío que vivió en el siglo primero dC y que cita la obra de Maneto, historiador egipcio que vivió tres siglos antes de la época de Josefo.
Según ese libro, podría considerarse que los hicsos no sólo dominaron en el delta del Nilo, sino también en la mitad occidental del Semicírculo Fértil. Si es así, el tema tiene importancia.
Hasta la historia de José, el Génesis ignora a Egipto, salvo por los diez versículos de la descripción de la visita de Abraham a aquel país. Es lógico. Al menos desde la época de Sargón de Acade y tal vez incluso desde los tiempos de Lugal Zagissi de Erec, Canán había estado bajo la influencia de la región Tigris-Éufrates. En realidad, durante casi todo ese período, el Semicírculo Fértil había sido un solo reino político. Ello significa que existía libertad de movimientos entre todas las partes del Semicírculo Fértil. Abraham vino de Ur; su sirviente, y después Jacob, volvieron temporalmente a Jarán; Sodoma y sus aliadas combatieron contra ejércitos invasores procedentes del Tigris-Éufrates.
Sin embargo, Egipto era otra civilización, otro mundo, y estaba separado del Semicírculo Fértil por una frontera política más o menos permanente. Pero a partir del 1730 aC tal frontera política quedó borrada, y la misma potencia, los hicsos, dominaban Canán y Egipto. Los viajeros podían desplazarse libremente por las dos regiones, y cuando los madianitas compraron a José en Canán fue fácil venderlo en Egipto como esclavo.
Por consiguiente, el amable y generoso faraón de la época de José puede ser uno de los soberanos hicsos. Hallaría en José a un congénere semita y consideraría perfectamente lógico colocar a los egipcios bajo un virrey semita.
Por razonable que sea, esto no es más que una conjetura, ya que la Biblia no menciona a los hicsos, ni ninguna otra fuente aparte de los Textos Sagrados (o derivada de ellos) hace alusión alguna a José ni a los dramáticos acontecimientos descritos en el Génesis respecto a su estancia en Egipto; y aunque el faraón de José fuese efectivamente un soberano hicso, sobre la base de los conocimientos actuales parece absolutamente imposible determinar a qué rama concreta podría pertenecer.
Según Josefo, la historia de los hicsos es la versión egipcia de la llegada de José y de su familia a Egipto. Josefo afirma que los hicsos eran israelitas, pero en la actualidad nadie toma en serio sus puntos de vista.
En el Génesis 41.1, cuando comienza la descripción del sueño del faraón, se dice que «estaba a la orilla del río».
En Egipto nunca era necesario especificar qué quería decirse con «el río». Sólo hay uno, que prácticamente es Egipto. Egipto es un país desértico donde casi no llueve nunca. El agua que hay procede del único río, que se extiende de sur a norte. En tiempos bíblicos, las comunicaciones y el comercio se difundían por medio de barcas que recorrían el Nilo en uno y otro sentido; la población sobrevivía gracias a los alimentos que podían cultivarse en la tierra que cada verano regaba la crecida de las vivificantes aguas del Nilo. En una frase famosa, el historiador griego Herodoto llamó a Egipto «el don del Nilo», y así era.
(El Egipto de nuestros días continúa siendo el don del Nilo. Veintisiete millones de personas se apiñan en las estrechas orillas del río, mientras la tierra que se extiende al este y al oeste está prácticamente deshabitada.)
No es sorprendente que en su sueño el faraón imaginase que:
Génesis 41.2.
...veía subir de él (el río) siete vacas hermosas y muy gordas...
El ganado no emerge literalmente de un río, pero si tales vacas representan siete años de buenas cosechas, resulta muy adecuado que salgan del Nilo, porque todas las cosechas dependen de sus aguas. Y del río surgirían siete vacas flacas si el Nilo se desbordase a menos de su volumen normal, como desgraciadamente ocurría de tarde en tarde.
La palabra «Nilo» no es ni egipcia ni hebrea, sino un término griego cuyo origen se desconoce. En la versión King James no aparece «Nilo» en parte alguna, aunque sí se utiliza en la Revised Standard Version, que en el Génesis 41.1, por ejemplo, dice que el faraón «estaba a orillas del Nilo».
La palabra egipcia que designa al Nilo es «Hapi», nombre sagrado que se utilizaba para representar al dios del río. En el uso ordinario, el Nilo es simplemente «el río», una frase que en egipcio es «Yor» y en hebreo «Yeor».
El Nilo tiene unos 6.400 kilómetros de longitud, y tal vez sea un poco más largo que el Missouri-Mississippi y el Amazonas. Eso le convertiría en el río más largo del mundo.
Sus fuentes más remotas se encuentran en Tanganica, donde nace el río Kagera, para recorrer 686 kilómetros (formando parte de la frontera occidental de Tanganica) y desembocar en el lago Victoria, que en términos de área de superficie es el segundo lago de agua dulce más grande del mundo. (Nuestro Lago Superior es el mayor.) Al extremo noreste del Lago Victoria nace el Nilo Blanco, que fluye hacia el norte a través de Kenia, Sudán y Egipto para al fin desembocar en el Mediterráneo.
Su afluente principal es el Nilo Azul. Nace en el Lago Tina, al norte de Etiopía. Al comienzo fluye hacia el este, pero describe un círculo enorme y al fin confluye con el Nilo Blanco en Jartum, la capital del Sudán. El brazo de río que parte de la confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul es el Nilo propiamente dicho, que escapa a todo adjetivo.
A trescientos veinte kilómetros al norte de Jartum, desemboca en el Nilo un afluente más pequeño procedente del este, y a continuación el río corre hacia el mar a lo largo de mil seiscientos kilómetros sin un solo afluyente más y cruzando buena parte del desierto.
La crecida del Nilo se origina con las lluvias anuales que caen no en Egipto, sino en el África centro-oriental, muy al Norte. Las aguas de la crecida arrastran un mantillo muy rico desde las tierras altas de Etiopía y de Kenia. Aunque más corto que el Nilo Blanco, el Nilo Azul es el más importante en este sentido, y es el que más contribuye al volumen de la crecida.
La gran longitud del Nilo, que se extiende hacia el sur hasta donde alcanzaba la vista de egipcios, griegos y romanos, presentaba un misterio al mundo antiguo. ¿Dónde estaba la lejana fuente del Nilo? Los griegos y, después, ciertos mercaderes árabes dieron algunos informes de que el Nilo tenía su origen en grandes lagos, y ese hecho quedó reflejado en expediciones exploratorias con éxito.
Sin embargo, no fue hasta 1870, a raíz de que las expediciones africanas del explorador anglo-norteamericano Henry Morton Stanley permitieran situar en el mapa al África oriental y sus lagos, cuando el curso del Nilo quedó completamente trazado desde su nacimiento hasta el mar.
Una vez convertido José en alto funcionario, el faraón le otorgó una esposa de ilustre cuna
Génesis 41.45.
... y le dio por mujer a Asenet, hija de Putifar, sacerdote de On.
El suegro de José se llamaba igual que su antiguo amo, pero no debe ser necesariamente el mismo. Hay muchas personas que llevan el mismo nombre.
On, o Anu, era una ciudad de gran importancia religiosa para los egipcios. Estaba situada en la base sur del delta, a unos nueve kilómetros al noreste del actual Cairo. Era un centro importante de veneración al dios solar egipcio Ra, de modo que los egipcios la llamaban «Pa ra» («casa de Ra»). En el libro de Jeremías se utiliza una versión hebrea directa de Pa ra respecto a esa ciudad. Jeremías advierte de la destrucción fulminante de Egipto a consecuencia de una invasión babilónica, y dice:
Jeremías 43.13.
Además, quebrará las estatuas de Beth-semes...
[26]
Beth-semes significa «casa del Sol».
Los griegos también utilizaron una traducción de Pa ra como nombre de la ciudad, llamándola Heliópolis («ciudad del Sol»), y por ese nombre la conoció mejor la posteridad. Siguió siendo un centro de la religión y de la ciencia egipcias durante la época del Antiguo Testamento. Era famosa por sus obeliscos; la Revised Standard Version modifica este pasaje de Jeremías 43.13 convirtiendo las «estatuas de Bet Semes» en «los obeliscos de Heliópolis». Las Agujas de Cleopatra, dos grandes obeliscos sacados de Egipto y erigidos uno en Londres y otro en el Parque Central de Nueva York, proceden de Heliópolis.
Después del 300 aC, cuando la dinastía macedonia, los tolomeos, ocuparon Egipto convirtiendo a Alejandría (a unos 352 kilómetros al noroeste de Heliópolis) en su capital, Heliópolis decayó, Sólo quedan de ella algunas ruinas.
El gobierno de José en Egipto tuvo éxito. El producto de los siete años buenos fue cuidadosamente almacenado en previsión del hambre futura, y le nacieron dos hijos, Manasés y Efraím. Cuando llegó el hambre, Egipto estaba preparado.
Pero Canán no lo estaba. Jacob y sus hijos sufrían de falta de alimentos y sus hijos fueron enviados a Egipto en busca de trigo. José aprovechó la ocasión para ponerlos a prueba. Los trató con dureza y ordenó que llevaran a Benjamín (a quien Jacob, solícito, tenía en casa) con ellos si alguna vez volvían por alimentos.
Así lo hicieron y José se las arregló para tener un motivo legítimo que le permitiera mantener cautivo a Benjamín y condenarlo a muerte. Una vez más, los hermanos estuvieron dispuestos a sacrificar a uno de entre ellos sin tener en cuenta el dolor que podrían causar a su padre. ¿Habían cambiado? Al parecer, sí. Se negaron a abandonar a Benjamín, y Judá, en uno de los discursos literarios más conmovedores, se ofrece como esclavo en lugar de Benjamín, ya que de otro modo «tus siervos habrán hecho bajar en dolor al sepulcro las canas de tu siervo, nuestro padre».
[27]
Finalmente, José descubre su identidad y se produce una gran reconciliación.
Como José era entonces el todopoderoso virrey de Egipto, famoso en todo el país por su excelente solución al problema del hambre, no dudó en invitar a Egipto a toda la familia; y el faraón tampoco vaciló en darles la bienvenida.
El mensaje que José envió a su padre fue:
Génesis 45.10.
Y habitarás en la tierra de Gosen y estarás cerca de mí...
Suele situarse Gosen en la orilla oriental del delta del Nilo. Esta sería la primera parte de Egipto a donde llegaron colonos de Canán. Además, si todo esto tuvo lugar durante el período de la soberanía de los hicsos, Tanis, la capital egipcia, donde José desempeñaba su cargo, estaría justamente en el confín occidental del distrito. De ese modo, Jacob y sus hijos estarían realmente «cerca de» José.
Lleno de alegría, Jacob se dispone a obedecer. El Génesis enumera a los varones que lo acompañan a Egipto: sus hijos, nietos y bisnietos, incluyendo a José y a sus hijos, y en números redondos los cifra en setenta.
Llegan, son presentados al faraón y luego:
Génesis 47.11.
José estableció a su padre y a sus hermanos, asignándoles una propiedad en la tierra, en el distrito de Rameses...
Por «distrito de Rameses» se entiende Gosen. Es un nombre anacrónico, porque se refiere a una ciudad de una región que no se construyó en el período hicso, sino varios siglos después.
Jacob tenía 130 años de edad cuando entró en Egipto y vivió allí diecisiete años. Entonces sintió que le había llegado el momento de morir. En sus últimos días pidió a José que llevara sus hijos ante él. José llevó a sus hijos para que recibieran la bendición del abuelo y Jacob los adoptó como suyos:
Génesis 48.5.
Efraím y Manasés serán hijos míos, como lo son Rubén y Simeón.
De ese modo, José llegó a ser el antepasado de dos de las tribus de Israel, las de Efraím y Manasés, que a veces se agrupan con el nombre de «tribus de José».
Como Jacob tuvo doce hijos y uno de ellos, José, era el antepasado de dos tribus, resultaron trece tribus en total. Sin embargo, la tribu de Leví no recibió en siglos posteriores ningún territorio concreto de Canán, sino que formó una casta sacerdotal que vivía dispersa por el país. Las doce tribus de Israel, representadas en épocas posteriores por partes concretas del territorio cananeo, fueron: Rubén, Simeón, Judá, Dan, Gad, Isacar, Zabulón, Aser, Neftalí, Benjamín, Efraím y Manasés.
El hecho de que José engendrara dos tribus mientras que los demás sólo engendrasen una cada uno, indica que recibió el derecho de primogenitura (doble parte de la herencia) en lugar de Rubén, que en circunstancias normales lo habría recibido por ser el mayor. La herencia de la primogenitura por parte de José se hace evidente, al menos en la versión King James, cuando Jacob le dice: