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Authors: Ed Greenwood

Fuego mágico (38 page)

BOOK: Fuego mágico
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—E... sí. Perdón, lady Jhessail.

Fue Jhessail quien sacudió las manos con desesperación esta vez.

—Dioses del cielo —suspiró—. ¡Y pensar que yo una vez me porté como él lo hace ahora! ¡Me sorprende que Elminster, después de todo, no juzgase más apropiada la forma de una babosa o un sapo para terminar mis días! ¡Paciencia; sobre todo, paciencia! ¡Compadeceos, dioses, del pobre estudiante de magia; todavía tiene por delante esta lección!

Narm levantó los ojos alarmado. Jhessail parpadeó, y luego gritó:

—¡Sigue dejando que el más insignificante ruido te distraiga! ¿Y tú pretendes llamarte mago?

»¿Has visto alguna vez una rata? Oh, se apartan encogiéndose para evitar el bastón..., pero, si te pones a correr por ahí lanzando gritos y ellas están comiendo en el saco de grano, continuarán comiendo hasta que puedan. ¡Si tienen que correr, correrán con la boca llena! ¿Acaso no tienes tú más sesos que una rata? ¡Estudia, jovencito, estudia! Los reyes nacen para su condición, las ratas nacen para la suya, también. ¡Todos los demás debemos trabajar para ganarnos la nuestra! ¡Estudia, te digo!

La puerta se abrió e Illistyl asomó la cabeza.

—Una brillante representación —observó con tono suave—. Ahora, sólo te queda imitar la voz de Elminster... —y cerró la puerta a toda prisa mientras Jhessail lanzaba una pluma en aquella dirección.

Tras el impacto, la puerta se abrió otra vez y de nuevo apareció la cabeza de Illistyl.

—¿No tienes ninguna más de ésas a mano? —preguntó mirando el objeto de metal que yacía ileso a sus pies.

Jhessail le lanzó una sonrisa de oreja a oreja.

—Por desgracia, no —dijo—. él la está usando.

—¿Usando? ¿Para qué? No ha escrito una sola línea en todo este rato. Parece que ha estado ocupado en alguna otra cosa —comentó Illistyl con un tono de exagerada inocencia. Sus ojos se encontraron con los de Narm, que las miraba a ambas completamente atónito, y al instante ella creció una cabeza más alta. El pelo le creció también en torno a la cabeza y sus ojos aumentaron hasta el tamaño de dos dedos pulgares—. ¿Qué es esto? ¿Se intercambian unas pocas palabras y este estudiante interrumpe su estudio? ¿Es que es de voluntad frágil? ¿Es un travieso? ¿O es que le gusta hacer perder el tiempo a su maestra?

Durante todo este rato, mientras voceaba, Illistyl no había dejado de avanzar hacia un asustado y confundido Narm, hasta que se encontró a sólo unos centímetros de él. Entonces, le sonrió con dulzura y añadió con una voz normal:

—Narm, ¿cómo crees que vas a conseguir progresar en tu arte si no puedes concentrarte más que un niño de tres años que juega en el barro?

Narm la miró como si estuviese a punto de llorar y, entonces, estalló en una incontrolada risa.

—¡Jamás había aprendido magia de esta manera! —dijo cuando al fin fue capaz de hablar.

—Debes de estar acostumbrado a un montón de abultada dignidad y de refunfuños místicos —dijo Illistyl—. Ahora, vuelve a mirar tu libro..., no puedes leer inscripciones mientras me estás mirando a mí.

Narm lanzó un sonoro y sentido suspiro, y se inclinó sobre sus libros una vez más.

—Mystra, ayúdame —murmuró.

—Tendrá que hacerlo. Pero ayúdala un poquito en la tarea, ¿eh? —insistió Illistyl. Y luego se volvió hacia Jhessail—. Bien; consuela saber que yo no era la única en subirme por las paredes de frustración en esta fase de mi aprendizaje contigo.

—¿Y crees que yo no lo hacía también? Elminster me amenazaba continuamente con zurrarme con un conjuro auxiliar invisible mientras estudiaba. Después amenazaba con obligarme a combatir con él valiéndome de cuantos sortilegios lograra memorizar sobre la marcha —contestó Jhessail levantando una ceja.

Illistyl se echó a reír:

—¡Nunca me habías dicho
eso
! ¿Hizo alguna vez que pasara de ser una amenaza?

—No. Aprendí a estudiar en medio de cualquier circunstancia, y con sorprendente rapidez.

—¿Crees que él también lo hará? —preguntó Illistyl en voz baja señalando al aplicado Narm con la cabeza.

Jhessail se encogió de hombros.

—Para sí mismo, sí. Pero, como protector y compañero de alguien que será atacada día tras día porque puede manejar fuego mágico..., eso ya no es tan seguro. ¿Estás escuchando de nuevo, Narm?

Narm levantó la mirada:

—Perdón, ¿me preguntabas algo?

—Ajá, mucho mejor —respondió Jhessail—. Procura aplicarte bien en esto, Narm. Tu vida, y la de tu mujer, van a depender de ello.

Shandril miró a su alrededor con ojos atemorizados. Era una inmensa y oscura caverna salpicada toda de escombros. Elminster vio que movía los ojos de un lado a otro y dijo:

—Un accidente, hace mucho tiempo. ¿Estás preparada, pequeña?

—Sí —contestó Shandril—. Ahora ¿qué?

Elminster puso una cara grave:

—Unas cuantas pruebas más. Cosas que se aprenden mejor cuando tu vida depende de ellas —y se alejó algunos pasos de ella—. Mi arte protege esta cámara contra cualquier magia entrometida —añadió—. Primero... mantén tu mano alta, así... y ahora la otra.

Shandril lo miró un poco asustada:

—¿Quieres que vuelva mi fuego mágico contra mí misma?

—Debemos saber tu resistencia —dijo Elminster—, pero procura hacerlo con mucha suavidad. Detente de inmediato en cuanto notes que te afecta.

Shandril asintió y volcó su empeño sobre la tarea. La idea de quemarse a sí misma la ponía enferma. Apretó los dientes, levantó su mirada hacia el mago y, después, se quedó mirando la mano que recibiría las llamas. El fuego mágico brotó de su otra mano y se retorció como una lengua para lamer a su desprotegida compañera.

Ningún dolor, pero sí un hormigueo en sus miembros que aumentaba en intensidad a medida que continuaba envolviendo su mano en llamas. Retiró ésta del abrasante calor y la miró, y vio que estaba intacta. La volvió a sumergir en el fuego. Las llamas rugieron; su incontrolable temblor crecía.

De pronto sintió que algo agarraba su mano y la retiraba de las llamas. Otra mano tomó su lugar y, casi al instante, oyó el quejido de Elminster:

—Urrrgh —y se apartó. Luego él tocó su hombro y después, muy despacio, su desnuda mejilla. Ninguna llama hizo erupción de este contacto. Entonces, le dio unas palmaditas en el hombro y dijo—: Ya basta.

Las llamas se extinguieron. Elminster se colocó delante de ella y examinó los dedos de su propia mano ennegrecida frunciendo el entrecejo con una mezcla de interés y dolor.

—Bien —dijo—. No te quema a ti", pero la fuerza puede dañar tus entrañas al circular de nuevo hacia adentro. Quema a cualquier otro, a pesar de las defensas mágicas. Cuando no estás tan llena de energía que se ve arder en tus ojos, sólo hace daño a aquello que tienes intención de dañar, y no al tacto de cualquiera. Narm durará más de lo que yo temía.

Shandril dejó escapar una risilla al oír su tono:

—¿Querrás tal vez observarnos a los dos juntos, para completar tus investigaciones?

Sin levantar la cabeza, Elminster la miró con aire desaprobador desde debajo de sus cejas y meneó su dedo hacia ella.

—Puede que no te sorprenda saber —le dijo con gravedad— que, a lo largo de más de quinientos inviernos, he visto ocurrir tal cosa una o dos veces. —Y, con una sonrisa burlona, añadió—: Y habría visto mucho más, también, si hubiese tenido el valor de mantener más abiertos mis ojos en años más jóvenes.

Luego se volvió de golpe, haciendo volar sus hábitos en remolino, y dijo:

—Pero ya basta de temas tan improcedentes para que un anciano los discuta con una joven dama cuando están a solas en la oscuridad. Vuelve tu fuego mágico contra este muro; sólo contra el muro, fíjate bien. Esta caverna puede que no sea completamente estable. Veamos qué sucede.

De nuevo Shandril proyectó su voluntad y el fuego mágico surgió de su mano. Embistió contra el muro con un fragor hueco y estalló en todas direcciones, produciendo una lluvia de chispas y fragmentos de llama sobre las rocas. La pared de la caverna se sostuvo a pesar de los feroces esfuerzos de Shandril por lanzar su fuego con la mayor intensidad posible. Cuando Elminster le dio unas palmaditas en el hombro para que desistiera, la pared de la caverna aparecía por algunos sitios al rojo vivo y, por otros, negra de hollín.

—¿Cómo se siente uno al tener semejante poder en las manos? —le preguntó con dulzura Elminster.

—Aterrada, desde luego —contestó con sinceridad Shandril—. Al mismo tiempo excitada y asustada. Es... como
si
ya no fuese capaz de volver a relajarme.

—¿Y en la posada podías?

—Pues... sí. Por breves momentos en que estaba sola de vez en cuando. Pero, no es sólo la aventura... ni tampoco el fuego mágico...

—Es Narm —dijo Elminster secamente—. ¿Querrías intentar algo más por mí?

—Sí... ¿De qué se trata?

—Mira a ver si puedes arrojar fuego mágico desde tu rodilla, frente, pie, o desde atrás... o desde tus ojos, otra vez. Prueba a ver si puedes arrojarlo en aspersión, o formando cerradas curvas, o si puedes lanzar pequeñas bolas o zarcillos de fuego. Sería muy útil también conocer la exactitud de mira con que puedes lanzarlo.

—¿Cuánto tiempo quieres...? No importa. ¿Cómo lo vamos a hacer? —preguntó Shandril secándose la sudorosa frente con una mano; su fuego había caldeado la caverna.

Elminster sostenía su pipa sin decir nada. Ella apuntó con un dedo y lo impulsó, tan sólo un poco, con su voluntad; y salió disparado un chorro de llama. El mago giró con habilidad el cuenco de su pipa y sorbió al mismo tiempo para capturar la llama. Después, humeando satisfecho, asintió con la cabeza.

—Sí..., comenzaremos así...

Había silencio en la sala aquella noche, a pesar del reunido grupo de caballeros. éstos estaban sentados en torno a una mesa de caballetes que se extendía a lo largo de unos treinta pasos en el centro de la estancia. El ambiente era cálido y humeante, y los restos de un buen banquete se hallaban todavía sobre la mesa. Los guardias que habitualmente se alineaban a lo largo de las paredes y los sirvientes que siempre andaban haciendo viajes entre la mesa y la cocina estaban ausentes del salón por orden de Mourngrym.

Mourngrym y Shaerl se sentaban a la cabeza de la mesa. En el otro extremo se sentaba Elminster. A un lado de la larga tabla, se sentaban Storm Mano de Plata, Shandril y Narm. Los caballeros se alineaban al otro lado. Todos los demás asientos estaban vacíos.

Jhessail estaba de pie, dirigiéndose al resto de la asamblea:

—Damas y caballeros —concluía—, Narm Tamaraith ha realizado un considerable avance en su arte desde que vino por primera vez a nosotros. No le faltaban aptitudes ni dedicación; tan sólo adolecía de un pobre e insuficiente adiestramiento previo. —Jhessail sonrió y, para gran sorpresa de Narm, continuó—: Instruirlo fue un verdadero placer. Ni Illistyl ni yo hemos vacilado en presentar a Narm ante esta asamblea como un consumado artífice de conjuros. Entiendo que Elminster desea examinar y adiestrar a Narm todavía, con el fin de prepararlo para la tarea mágica especial requerida como apoyo y protección del poder único de su prometida. Cedo la palabra a mi maestro.

Elminster se levantó con la misma calma con que antes se sentara y dijo:

—Sí. Hablaré con Narm de eso dentro de poco. Pero, si estoy aquí esta noche es en respuesta a la solicitud de Mourngrym —su sutil énfasis en la palabra «solicitud» hizo aflorar una sonrisa en la comisura de los labios del señor del Valle de las Sombras—. Quiero informaros de mis descubrimientos acerca de los poderes de Shandril Shessair, en especial de esa facultad única que nosotros llamamos «fuego mágico». El poder de manejar fuego mágico ya se conoció en los reinos en el pasado...

—Es mi deber esta vez, me temo —interrumpió Florin levantándose con una cortés reverencia a Mourngrym y al anciano sabio—. Elminster... la versión abreviada, por favor. Sin el menor ánimo de faltarte al respeto, nosotros no tenemos ni tu interés ni tu paciencia.

Elminster lo miró malhumorado:

—La paciencia parece andar escasa estos días. Resulta lamentable que las cosas sucedan con tanta rapidez que la gente apenas puede hablar de ellas y refunfuñar antes de que la faz de la tierra haya cambiado otra vez. Tristes días, sin duda... —y aquí hizo un gesto preventivo a varios caballeros que habían abierto sus bocas para hablar—. Pero estoy divagando. Iré directamente al asunto: lady Shandril, la prometida de lord Narm Tamaraith, ambos presentes entre nosotros.

»Shandril puede ahora, sin la presencia de la balhiir que según parece dio origen a su posterior uso de fuego mágico, absorber energía mágica sin demasiado daño personal, aunque siempre algún daño parezca estar involucrado en cierta magia, y almacenarla por un espacio de tiempo desconocido y sin que se aprecien efectos nocivos. Puede, además, lanzarla a voluntad y con un control preciso bajo la forma de un fuego que arde contra casi todo tipo de defensa mágica y afecta a todas las cosas y seres que he tenido ocasión de observar hasta el momento.

»Shandril posee una capacidad definida para dicha energía mágica absorbida, pero por el momento no la conocemos por completo. No sabemos con precisión ni los efectos del fuego mágico en Shandril ni las limitaciones del fuego mágico que es capaz de manejar.

»Puedo deciros qué es el fuego mágico: la energía bruta de que se componen en realidad todas las acciones mágicas, desintegrada por el cuerpo de Shandril de una manera desconocida, a partir de un efecto mágico dado: un conjuro o artículo de magia, en la fuerza necesaria para crear y llevar a cabo dicho efecto.

»Tal como Simbul, distinguida gobernante de Aglarond, señaló en la prueba de la colina, este poder es peligroso..., peligroso para Shandril personalmente y para quienes se hallan próximos a ella. Cuando el cuerpo de Shandril contiene tanta energía que el fuego mágico refulge en sus ojos, su simple tacto puede dañar a quienes tenga a su alrededor con una descarga inintencionada. Ella es también una amenaza para aquellos que practican la magia en cualquier parte de este mundo. Quienes sean conscientes de esta última amenaza intentarán destruir a Shandril o apoderarse de ella para utilizar su poder contra otros.

»Ciertos poderes malignos se han enterado ya sin duda de sus facultades y pronto actuarán, si es que no han comenzado a hacerlo ya. Hay mucho más que decir, pero... ejem... me habéis pedido la versión abreviada —y el viejo archimago se sentó otra vez y volvió a coger su pipa.

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