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Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

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BOOK: Feed
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—Si te la llevas, mi parte de la página se queda durante un año con un seis por ciento de los ingresos que generen sus reportajes. —La joven infectada clavaba los dientes en el antebrazo izquierdo de Tyrone. Él chillaba quedamente y disparaba su arma contra la sien de la zombie. Pero era demasiado tarde; el daño ya estaba hecho.

—El tres por ciento —ofreció Shaun.

—Trato hecho —respondí, sin apartar los ojos de la pantalla—. Redacta el borrador del contrato. Si ella está de acuerdo, es tuya. —Tyrone caminaba pesadamente en círculo, con el brazo apretado contra el torso. Distinguí la figura de Steve gritando órdenes. Carlos dio media vuelta y salió corriendo hacia el convoy, presumiblemente en busca de refuerzos. Por eso sobrevivió, porque salió corriendo. ¿Cómo debe de sentar una cosa así a un hombre como él? Imagino que no demasiado bien.

—George, ¿qué pasa contigo? Esperaba una lucha más encarnizada por la chica.

En vez de responderle, desenchufé los auriculares de mi dispositivo para que el sonido envolviera toda la habitación.

—¡Oh, Dios mío, Tracy! ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —farfullaba Tyrone. Los gemidos que se oían fuera de cuadro eran graves y continuos; los infectados estaban acercándose y la verja de entrada al convoy estaba abierta.

—¡Cierra el pico y ayúdame a cerrar! —gruñía Tracy, agarrando la puerta con las dos manos. Tras un momento de vacilación, Tyrone reaccionó y se puso a ayudarla con las manos bien lejos de las de su colega. Era una buena manera de intentar solucionar el problema. Mientras se mantuviera alejada del virus activo Tracy no experimentaría la amplificación, y para alguien de la corpulencia de Tyrone, la conversión completa tardaría más tiempo del que se necesitaba para cerrar una puerta, aun tan pesada como era la de la entrada. Cuando hubieran acabado, ella podría indicarle con un gesto que se alejara hasta una distancia de seguridad y volarle la tapa de los sesos de un tiro. No sería bonito, pero la eliminación de un contagiado rara vez lo es.

Hubo un salto en el vídeo y a continuación apareció Tyrone tirado en el suelo sobre un charco de su propia sangre, mientras que Tracy forcejeaba con un zombie que le mordisqueaba el cuello. La puerta estaba cerrada, sin embargo en la pantalla aparecían seis zombies: uno mordiendo a Tracy, tres más acercándose a ellos y otros dos dando bandazos en dirección al convoy.

—Pon pausa —dijo Shaun, arrugando la frente.

Pulsé el botón de pausa. La imagen quedó congelada.

—Rebobina hasta el momento en el que salta la imagen.

Tecleé de nuevo el comando y las imágenes fueron reproduciéndose hacia atrás hasta el momento del salto. Lo pausé y la imagen se congeló. Me volví a Shaun a la espera de nuevas instrucciones.

Él no me miró en ningún momento.

—Dale a reproducir otra vez, pero a la mitad de la velocidad normal.

—¿Qué…?

—Dale a reproducir y calla, George. —Le di a la tecla de reproducir. La imagen empezó a avanzar, esta vez con lentitud. Shaun frunció el ceño y gritó—: ¡Pausa!

La imagen congelada mostraba a Tracy gritando, a los zombies dirigiéndose hacia ella con sus andares desgarbados y a Tyrone muerto en el suelo. Shaun estiró un dedo acusador señalando el traje de Tracy.

—Tracy no salió corriendo simplemente porque no podía —apuntó Shaun—. Alguien le había disparado en la rodilla.

—¿Cómo? —Entorné los ojos y clavé la mirada en la pantalla—. No veo nada.

—Quítate las malditas lentillas y vuelve a probar.

Eché la cabeza atrás, me estiré el párpado y me saqué la lentilla del ojo derecho con la yema del dedo índice. Esperé un momento para que el ojo se habituara a su nueva situación; luego cerré el otro ojo y volví a mirar detenidamente la pantalla. Al recuperar mi visión normal bajo poca luz no me resultó difícil distinguir la mancha húmeda en la rodilla de Tracy, como tampoco la sangre que le brotaba del cuerpo y rociaba la nieve alrededor de ella en vez de caer en un reguero como cabría esperar.

Me incorporé en la silla.

—Le habían disparado.

—En algún momento que coincide en el tiempo con las imágenes que nos faltan —dijo Shaun en un tono contenido. Lo miré, y él me dio la espalda. Estaba enjugándose los ojos—. Por Dios, George. Sólo se había metido en esto porque podía quedar bien en su currículum.

—Lo sé, Shaun. Lo sé. —Apoyé una mano en su hombro, con la mirada fija en la imagen congelada de Tracy luchando por una vida que ya no le pertenecía—. Averiguaremos lo que está pasando aquí. Te lo prometo.

… se acercan a nosotros, estos muertos inquietos,

Con mortajas tejidas con las palabras de los hombres,

Con trompetas retumbando en lo alto

(Las paredes de la esperanza son tan delgadas

Y toda la inocencia de la que nos jactamos

Se ha derretido en esta escarcha eterna)

Esa promesa no es recompensa

De todos los peligros, todas las pérdidas…

Extracto de
Eakly, Oklahoma
,

publicado originalmente en
Junto al proceloso mar
, blog de Buffy Meissonier,

11 de febrero de 2040

Diez

S

e acercaban las votaciones del supermartes, y el desaliento reinaba en el equipo del senador. La gente debería de haber rebosado inquietud y euforia, tener los nervios a flor de piel, después de todo sólo faltaban unas pocas horas para averiguar si ese tren que sólo pasa una vez en la vida despegaba como un cohete o se detenía chirriando en la siguiente estación; y sin embargo, entre los hombres del senador reinaba una atmósfera fúnebre. Los responsables de la seguridad controlaban por triplicado todos los protocolos y pasos, y nadie estaba dispuesto a salir al exterior sin el compañero que le había sido asignado. Incluso los becarios intercambiables empezaban a sufrir de ansiedad y no se enteraban de nada que no tuviera que ver estrictamente con su función. Era horrible.

La expedición se instaló a tres manzanas del centro de convenciones, en lo que había sido el campo de fútbol de un instituto, antes de que el Levantamiento convirtiera los deportes al aire libre en actividades de alto riesgo. El sitio era el idóneo para nosotros, pues nos ofrecía suministro eléctrico, agua corriente y un área abierta lo suficientemente amplia para instalar la valla de seguridad que rodeaba el convoy sin que nada entorpeciera la labor de las cámaras, ya fuera de un modo físico o visual. La cantidad de personas que llenaban Oklahoma City para las celebraciones hacía imprescindible que un autobús seguro cubriera el trayecto hasta el centro de convenciones cada treinta minutos. Cada vehículo contaba con lo último en unidades de análisis de sangre y vigilantes armados.

Recibimos la confirmación definitiva de que Tracy McNally había recibido un disparo en la rótula de la pierna derecha durante el ataque de los zombies dos días después de que Shaun y yo lo descubriéramos en las imágenes que habíamos grabado e informáramos al cuerpo de seguridad del senador. Este hecho, sumado a los cables cortados de los chivatos de la valla de seguridad, confirmó de manera taxativa que el ataque había sido un chapucero intento de asesinato. Para entonces, el convoy estaba inmerso en los preparativos para abandonar Eakly, y todos tuvimos la sensación de que estábamos dejando atrás nuestros últimos restos de buen humor.

Shaun fue quien primero calificó el intento de asesinato de chapucero. Cuando el senador le pidió que argumentara su opinión, él simplemente se encogió de hombros y respondió: «Usted está vivo, ¿no?» La explicación no resultaba reconfortante, pero era válida. Una manada de zombies inicial más numerosa o unos cuantos guardias más abatidos como Tracy, habrían bastado para que la expedición entera hubiera sido arrasada en vez de sufrir un puñado de bajas. Una de dos, o sólo habían pretendido darles un susto, o había sido una chapuza total. Y lo primero parecía improbable, pues se había utilizado a humanos infectados.

La tentación de tratar de utilizar a los infectados como «armas» se ha reducido exponencialmente desde el juicio Raskin-Watts, en 2026, cuando se declaró oficialmente que cualquier individuo que utilizara el virus Kellis-Amberlee en su estado activo como arma sería procesado por terrorismo.

¿Qué sentido tiene utilizar un arma viscosa y tan difícil de controlar si incluso un fracaso significa que vas a formar parte del reducido grupo de afortunados que todavía cumple los requisitos para la pena de muerte?

Los chivatos parecían ser el único elemento del equipamiento del convoy que había sido saboteado. Revisando las imágenes de las cámaras que grababan la puerta, se pudo confirmar que los saltos en las grabaciones se debían a un pulso electromagnético estratégicamente ubicado para que afectara únicamente a las cámaras en un radio concreto y no fuera detectado por los sensores de Buffy. Se puede conseguir esa clase de tecnología en un RadioShack. Es un artefacto fácil de llevar, económico y que no deja rastro, a menos que se consiga el nombre del fabricante y el modelo de la unidad, lo que no había ocurrido en nuestro caso. Los hombres del senador habían examinado cada milímetro de las pruebas recuperadas del incidente y todavía andaban lejos de encontrar respuestas a los interrogantes. Más bien al contrario, cada vez parecía más remoto que llegara a averiguarse algo, pues el rastro había tenido tiempo para desvanecerse.

¿Quién querría matar al senador Ryman? «Prácticamente todo el mundo» sería un buen punto de partida. El senador Peter Ryman había empezado como un candidato improbable y, de algún modo, se había situado a la cabeza de la carrera presidencial. Todo podía cambiar antes de la convención oficial del partido, pero era innegable que le había ido bien en las encuestas, aparecía como un candidato sólido para un espectro muy amplio de votantes y sus opiniones atraían a las mayorías. Haber sido el primer candidato en abrir las puertas de su campaña al mundo de los blog no le había hecho ningún daño; al contrario, le había proporcionado un importante aumento de popularidad entre los votantes menores de treinta y cinco años. El resto de los candidatos tardaron demasiado tiempo en darse cuenta de que quizá se habían precipitado despreciando esa baza, y rápidamente intentaron enmendar el error. Durante la semana siguiente al suceso de Eakly, dos de nuestros betas recibieron sendas invitaciones para cubrir la campaña de los contrincantes políticos del senador Ryman. Ambos adujeron un conflicto de intereses para rechazar la oferta. Cuando tienes algo bueno entre manos no lo sueltas antes de tiempo.

Más allá de su madera de líder, el senador Ryman tenía a su favor que era fotogénico, muy querido, estaba bien situado en el Partido Republicano y que no tenía un pasado sembrado de escándalos importantes. Nadie llega tan lejos en política con un pasado inmaculado, pero en su caso estaba lo más cerca posible a ese ideal. El suceso más escandaloso que yo he podido averiguar estaba relacionado con su hija mayor, Rebecca, que, o bien fue un bebé tres meses prematuro, o bien fue engendrada fuera del matrimonio. Eso es todo. Ryman es como un Boy Scout grandullón y afable, que una mañana se hubiera despertado decidido a convertirse en el presidente de los Estados Unidos de América.

Ni siquiera parece pertenecer a ninguno de los grandes grupos de presión. A pesar del rancho de caballos de su esposa, defiende el cumplimiento de la Ley Mason, lo que significa que no está en el bolsillo de las organizaciones para la defensa de los derechos de los animales; aun así se opone a la caza indiscriminada y a la deforestación, por lo tanto no es un títere de los grupos que piden la destrucción de la naturaleza. El senador tampoco predica la teoría de la condena divina ni mantiene que el humanismo secular sea la única respuesta tras el Levantamiento. No he sido capaz de encontrar pruebas de que su candidatura reciba fondos de las compañías tabaqueras, cuando absolutamente todo el mundo recibe sus donaciones para las campañas. Una vez que el cáncer de pulmón dejó de matar a los fumadores, las compañías tabaqueras se apresuraron a contribuir económicamente en la mayoría de las campañas políticas. Se saca mucho dinero con cigarrillos que no provocan cáncer.

Mucha gente saldría beneficiada con la muerte de Peter Ryman. De modo que no era extraño que el ambiente de la expedición fuera cada vez más deprimente a medida que se acercaban las primarias. El ambiente de buen humor que había imperado durante las seis primeras semanas de campaña había desaparecido, y en su lugar había rostros serios, estrictos guardias de seguridad que a veces parecían pensar que debían someterte a un análisis de sangre sólo por haber usado un aseo público. Buffy lo llevaba bastante bien, en buena medida porque pasaba todo el tiempo metida en la furgoneta, o con Chuck y su equipo revisando las torres de seguridad del vallado que rodeaba el convoy. Sin embargo, Shaun y yo estábamos volviéndonos locos.

Ambos tenemos nuestros propios métodos para sobrellevar los momentos de desquiciamiento. Por eso cuando llegó el supermartes, Shaun había salido, con todos los irwins que habían llegado para cubrir el evento, en busca de muertos vivientes a los que irritar, mientras que yo me hallaba encajonada en un autobús con seis docenas de periodistas más, todos ellos con una expresión de profunda incomodidad grabada en el rostro, de camino al centro de convenciones. Desconocía el motivo de su inquietud; yo había tenido que pasar tres veces mi pase por un escáner y someterme a dos análisis de sangre para poder subir al vehículo. De la única manera que alguien podía convertirse antes de que llegáramos al centro de convenciones, era sufriendo una parada cardiorrespiratoria causada por el agobio de estar rodeado por otros seres humanos.

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