A muchos autores les sorprende la actitud que, en las postrimerías del reinado de Nebmaatra, llegó a mostrar la pareja real. Personajes que les habían servido con lealtad durante toda su vida cayeron en desgracia, e incluso su memoria resultó perseguida. En sus últimos años, Amenhotep III era un hombre entregado a los placeres que además se hallaba muy enfermo. Sufría de abscesos en la boca que debían de causarle fuertes dolores, y estaba muy gordo. En aquellas circunstancias Tiyi debió de manejar la situación a su antojo, y hay quien opina que la reina pudo estar detrás de la muerte del gran Amenhotep, hijo de Hapu, el hombre más sabio de Egipto. En cualquier caso, ella preparó con astucia el camino de su hijo para que este llevara a cabo su revolución.
La corregencia
La cuestión de la corregencia entre Amenhotep III y Akhenatón ha sido, y continúa siendo, fuente de los más encendidos debates entre los egiptólogos. Ya en el año 1935, John D. S. Pendlebury la calificó como un problema de una «complejidad asombrosa», y no le faltaba razón.
Muchos de los grandes especialistas han sido incapaces de ponerse de acuerdo, y si para Aldred o Pendlebury la corregencia fue de once y nueve años respectivamente, para Hornung o Redford no existió tal corregencia. Un gran estudioso como fue Murnane estimó la corregencia en dos años, y sin embargo Johnson, director del servicio epigráfico del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago, propone que dicha corregencia resultó larga. La tesis de Johnson se apoya en que el reinado conjunto entre padre e hijo empezó durante la preparación del primer
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por parte de Amenhotep III, en el año treinta del reinado de este último. De este modo, con la celebración de su primer jubileo, Amenhotep III se transformó en dios, y su hijo tomó su lugar como faraón, Amenhotep IV, para después cambiar su nombre por el de Akhenatón, durante el segundo jubileo de su padre cuatro años más tarde.
El estudio de las imágenes de las tumbas de varios altos dignatarios como Kheruef, Surero o Ramose no ha hecho más que crear nuevas controversias entre los especialistas, por lo que el autor ha tomado en cuenta tres pruebas que le invitan a pensar que entre padre e hijo existió una corregencia corta, de unos dos años, tal y como aseguraba W. Murnane, una voz autorizada.
La primera de estas pruebas es una de las
Cartas de Amarna
, la EA 27; una tablilla redactada en cuneiforme por Tushratta, rey de Mitanni, y dirigida a Akhenatón en la que se habla de Amenhotep III como si ya hubiera muerto. En un lateral de dicha tablilla se encuentra la fecha de recepción de dicha carta en Egipto en escritura hierática, y hasta el nombre de los mensajeros que la llevaron: Pirissi y Tulubri. Es esa fecha la que durante mucho tiempo ha dado lugar a equívocos, pues lo que en un principio había sido mal interpretado como un 12, ahora ha pasado a convertirse en un 2. Ello quiere decir que en el año dos del reinado de Akhenatón, su padre ya había fallecido, por lo que resulta imposible que existiera una corregencia larga.
La segunda prueba a favor de una corregencia corta se encontraría en una de las estelas fronterizas, erigidas en la ciudad de Akhetatón durante el quinto año de reinado de Amenhotep IV. En una de las inscripciones de dicha estela se habla de Amenhotep III utilizando la fraseología habitual para los antepasados fallecidos, como señala el egiptólogo británico J. R. Harris.
La tercera razón para descartar una corregencia larga se encuentra en la propia tumba de Amenhotep III, la WV 22, West Valley 22, ya que en su interior figuran los nombres completos de este rey dentro de sus correspondientes cartuchos, Nebmaatra-Amenhotep, prueba de que la persecución contra el dios Amón no había comenzado aún, ya que en caso contrario, como ocurriría tras una larga corregencia, hubiera sido imposible que permitieran inscribir el nombre de nacimiento del difunto Amenhotep, que significa: «Amón está satisfecho.»
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El jubileo de Amenhotep IV
Desde el mismo momento de subir al poder, Akhenatón dejó bien claro que tenía sus propias ideas acerca de cómo sería el futuro Estado y también la religión en Egipto. Su padre, Amenhotep III, había potenciado la creencia en la divinidad del faraón a través de sus jubileos con el firme propósito de recuperar el poder que un día llegaran a detentar los reyes de Kemet. Durante los treinta y ocho años de su gobierno, el monarca dio pasos en este sentido, siempre apoyado por su inseparable Tiyi, pero no obstante se mantuvo fiel a las tradiciones y buenos juicios de los grandes consejeros de los que se hizo rodear. Pero su hijo poco se parecía a él. Akhenatón se creía con fuerzas para desarrollar definitivamente sus revolucionarias ideas, y no existía nadie en Egipto de quien le interesara su opinión, a excepción, claro está, de su madre y la hermosa Nefertiti. Por ello, nada más subir al trono, ordenó la construcción de varios templos en el corazón de Karnak, sin duda ya con la idea en la cabeza de celebrar en breve su primer jubileo.
Desgraciadamente, muchos de los sucesores de Amenhotep IV destruyeron sus monumentos y utilizaron las piedras para erigir sus propias construcciones, o como simple relleno de las obras.
Gracias al trabajo del Akhenaten Temple Project —ATP—, al mando de R. W. Smith y del eminente egiptólogo canadiense D. B. Redford, miles de estos bloques pudieron ser estudiados en un enorme trabajo de reconstrucción que ha arrojado nueva luz sobre la erección de los templos a Atón en Karnak por parte del llamado faraón hereje.
El equipo de Redford ha demostrado que los pequeños bloques conocidos como
talatat
procedían de los cuatro templos levantados por Akhenatón inmediatamente antes y después de su primer
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.
El Gemetpaatón fue el primero que erigió, y también el de mayor tamaño. El hecho de que solo se viera representada en los bajorrelieves la princesa Meritatón, la primogénita de la familia real, hace suponer que debió de ser construido en torno al segundo año de reinado de Akhenatón. Este templo estaba proyectado con arreglo a la nueva forma artística que innovaría el faraón, y contenía veinticinco colosos extraordinarios que ya mostraban el estilo amarniense de la época.
En torno al tercer año de reinado fueron levantados dos templos más: el Rudmenu y el Tenimenu, y posteriormente se construiría el Hutbenben, la Mansión de la Piedra Benben, en el que Akhenatón no dejaría dudas respecto a sus tendencias solares, tanto por su diseño como por su significado, puesto que la piedra Benben era centro de culto para el clero heliopolitano que adoraba al sol.
Todos estos templos empezaron a ser desmantelados en tiempos de Tutankhamón, y Horemheb continuaría con su reutilización.
Dichos monumentos se encuentran íntimamente ligados al primer festival
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que celebraría Akhenatón a principios de su reinado, y que tantos interrogantes ha levantado entre los estudiosos. Resultaba imposible que un rey pudiera festejar su jubileo en el primer o segundo año de gobierno, por lo que tales hechos invitan a pensar que, o bien lo hizo coincidir con el tercer
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celebrado por su padre, o se correspondería con el cuarto que hubiera conmemorado Amenhotep III si se hubiera encontrado con vida. Una corta corregencia haría esta última teoría como probable, y así Akhenatón festejaría su jubileo en nombre del difunto Amenhotep III, su padre, como si se tratara de un verdadero dios.
En mi opinión, esta es la teoría más plausible, sobre todo porque en el
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celebrado por Akhenatón no se hace la más mínima referencia a ningún dios que no sea el Atón, algo impensable en los tiempos en los que vivió su padre, pues Amenhotep III honró públicamente a los grandes dioses como Osiris, Amón o Ptah.
Por todo ello, aquel jubileo significó la consumación del proceso de divinización solar de Amenhotep III y la preparación para los cambios revolucionarios que se avecinaban.
Las enfermedades y la sexualidad de Akhenatón
Con toda seguridad las supuestas enfermedades o la sexualidad de Akhenatón serían capaces por sí mismas de protagonizar capítulos enteros y encender las más variopintas pasiones.
Durante muchísimos años hemos asistido a la exposición de las más diversas teorías acerca de las enfermedades que muchos aseguraban que sufría el faraón hereje. Hoy sabemos que tales hipótesis son absolutamente falsas, y gracias a los últimos estudios{N@ realizados a la momia del rey conocemos prácticamente todo acerca de su salud que, parece ser, era magnífica.
Desde que el doctor Grafton Elliot Smith asegurara que el faraón había padecido el síndrome de Froehlich, al basarse en la forma de las estatuas que representaban a Akhenatón, muchos egiptólogos han dado pábulo a las hipótesis de este doctor australiano en un intento de dar una explicación a las grotescas imágenes que Bek, el escultor real, levantó para su señor. El mismo Cyril Aldred, prestigioso egiptólogo, adoptó esta teoría que traería aparejada una serie de desórdenes endocrinos que hoy se caen por su propio peso. Fundamentalmente porque dicha enfermedad provoca en la mayoría de los que la sufren una serie de trastornos mentales y, sobre todo, impotencia sexual.
De que Akhenatón era una persona inteligente no cabe ninguna duda, pero es que además tuvo seis hijas con la hermosa Nefertiti, aparte de numerosos hijos con otras reinas menores e incluso con alguna de sus hijas.
Sin embargo, estas absurdas conjeturas dieron pie a nuevas hipótesis, y así un estudioso canadiense llamado Alwyn L. Burridge propuso que en realidad la enfermedad que aquejaba a Akhenatón era el síndrome de Marfan, un infrecuente desorden genético que afecta a una persona de cada diez mil y que era el causante de la singular forma que exhibían las figuras que representaban al faraón, a saber: alta estatura, huesos delgados, mayor envergadura que altura, angulación exagerada del cuello y columna, escoliosis,
pectus excavatum
, omóplatos prominentes, pelvis exagerada, pies planos, cráneo excesivamente alargado (dolicocefalia), prognatismo, hipogenitalismo...
Burridge apreciaba todas estas disfunciones en los colosos que personificaban al faraón y aseguraba que «solo se precisaban de dos de los síntomas que se han expuesto para diagnosticar la enfermedad».
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Sin embargo, este tipo de trastorno causa importantes secuelas entre los que lo padecen, entre las cuales una de las más relevantes es la ceguera al alcanzar la edad adulta, y no existe ninguna información que invite a pensar que Akhenatón perdiera la vista.
En septiembre de 2007, el Egypt’s Supreme Council of Antiquities (SCA) inició un proyecto, «The Discovery of the Family Secrets of King Tutankhamun» (FKTP), que durante dos años analizaría las momias de la supuesta familia de Tutankhamón en un intento de arrojar nueva luz sobre los múltiples misterios que rodeaban al joven faraón. Para dichos estudios se utilizaron los últimos avances tecnológicos y el concurso de algunos de los más reputados especialistas mundiales. En octubre de 2009 se hicieron públicas las primeras conclusiones de la investigación por parte del SCA, y en febrero de 2010 se publicó un artículo en el prestigioso
Journal of the American Medical Association
(
JAMA
, vol. 303, n.º 7, 638-647), que ofrecía resultados espectaculares y que ayudaba a levantar en parte los velos que envolvían en el misterio una de las épocas más apasionantes de la historia del Antiguo Egipto.
Uno de los descubrimientos de este proyecto fue el de los restos del faraón hereje, que no son otros que los encontrados en la enigmática tumba KV 55, King Valley 55, en el Valle de los Reyes, que durante más de un siglo tantas conjeturas había levantado. Las pruebas de ADN realizadas a la momia no dejan dudas respecto de que se trata de Akhenatón, como más adelante explicaremos, y el estudio de los restos en busca de enfermedades como la de Marfan u otro tipo de desórdenes concluye con la absoluta falta de evidencia de que el difunto Akhenatón los padeciese.
Este autor, antes de emprender la aventura de la realización de la presente obra, se entrevistó con el doctor W. Raymond Johnson de la Universidad de Chicago, una autoridad en el estudio del período de Amarna, para recabar su opinión al respecto. El doctor Johnson no albergaba ninguna duda de que la singular representación de las imágenes de Akhenatón se debía a un estilo artístico con complejas connotaciones religiosas, nada más, que han sido las encargadas de dar pábulo al enigma del faraón asexuado.
El descubrimiento —en las excavaciones llevadas a cabo por Henri Chevrier en Karnak en 1925— de las veinticinco enormes estatuas de Akhenatón supuso un verdadero acontecimiento para la egiptología. No solo se trataba de un hallazgo de suma importancia, sino que los colosos con facciones grotescas que salían a la luz daban pie a todo tipo de conjeturas científicas, como ya se ha apuntado al referirse a las supuestas enfermedades atribuidas al faraón hereje. Entre dichas imágenes había una en particular que levantó encendidas controversias, ya que la estatua en sí se mostraba totalmente asexuada, sin ningún rasgo masculino, y con la tradicional representación de formas andróginas. Este aspecto trajo consigo todo tipo de teorías, y hubo hasta quien aseguró que debía de tratarse de un eunuco. Obviamente la masculinidad del faraón quedó con el tiempo fuera de toda duda, pues como sabemos tuvo muchos hijos. Sin embargo, se buscó una explicación a semejantes formas y algunos propusieron que en realidad aquel coloso simbolizaba a Akhenatón como una especie de padre y madre del género humano. Hoy no existen dudas respecto a que dicha imagen representa a la reina Nefertiti, un personaje fascinante que ocupó un lugar determinante en todo el período de Amarna, y también en su final.
La bella Nefertiti y el final de Akhenatón
La figura de Nefertiti está envuelta en un halo misterioso que ha terminado por formar parte de su propia leyenda. Desde sus orígenes, la famosa reina parece haber estado dispuesta a mostrarse de forma enigmática, como actriz destacada de un período salpicado de dudas y entelequias. Durante más de un siglo, la época de Amarna, en la que vivió, se ha visto envuelta por las sombras, y solo el infatigable tesón de los investigadores y el estudio de los hallazgos arqueológicos por parte de los especialistas nos han permitido conocer un poco más sobre aquel tiempo. Pero ¿quién fue en realidad Nefertiti? ¿Era egipcia? ¿O, como algunos han sostenido, se trataba de una princesa extranjera?