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Authors: Larry Niven

El protector (7 page)

BOOK: El protector
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E
l robot era un cilindro de un metro veinte de altura, y flotaba plácidamente en una esquina del salón de lectura del Club Struldbrugs. Su apagado marrón en dos tonos se mezclaba con las paredes, haciéndolo casi invisible. Externamente el robot estaba inmóvil; pero en su base iluminada giraban silenciosamente unos ventiladores, manteniéndolo a cinco centímetros del piso, y dentro de la cúpula sin rasgos que era su cabeza los sensores se movían interminablemente, mirando cada esquina del cuarto.

Sin quitar sus ojos de la pantalla de lectura, Lucas Garner alcanzó su vaso. Lo halló tanteando, lo elevó y trató de beber. Estaba vacío. Lo levantó, lo agitó, y todavía sin mirar dijo:

—Café irlandés.

El robot estaba ya junto a su codo, pero no hizo ningún movimiento para tomar el vaso de doble pared. En lugar de ello, repicó suavemente. Garner finalmente lo miró, ceñudo. Una línea de texto iluminada fluyó a través del pecho del robot.

«Lo lamento mucho, Sr. Garner. Usted ha excedido su límite de consumo diario de alcohol».

—Cancélalo, entonces —dijo Luke—. Ve, piérdete.

El robot se deslizó hacia el rincón. Luke suspiró (era en parte su propia falta) y volvió a la lectura. La cinta era un nuevo tomo médico acerca de «El Proceso de Envejecimiento en el Hombre». El año pasado había votado con el resto para permitir que el autodoctor del Club monitoreara a los robots de servicio; ahora no podía lamentarse. Ni un solo Struldbrug tenía menos de ciento cincuenta y cuatro años de edad —era la ley del club—, y los requerimientos crecían un año cada dos que pasaban. Necesitaban de la mejor y más rígida protección médica.

Luke era un excelente ejemplo de un miembro del Club. Se aproximaba, con poco entusiasmo, a su centésimo octogésimo quinto aniversario. Había usado una silla de viaje por los últimos veinte años. Luke era parapléjico, no por causa de ningún accidente en su espina, sino porque sus nervios estaban muriendo de vejez. El tejido nervioso central nunca se reemplaza. La desproporción entre sus delgadas piernas inútiles y sus hombros y brazos masivos y sus enormes manos lo hacía parecerse a un mono. Luke sabía eso, y un poco lo disfrutaba.

Su atención había vuelto a la cinta —que leía a gran velocidad— cuando fue distraído de nuevo. Un apenas audible ruido de voces llenó el salón de lectura con un informe y creciente murmullo.

Alguien estaba caminando en su dirección, con unas zancadas que no podría haber igualado ningún Struldbrug. El hombre tenía el largo y estrecho aspecto del que ha pasado algunos años en un potro de tortura. Sus brazos y la piel bajo su laringe eran de color oscuro, pero sus manos y su marcadamente arrugado rostro eran del color de una noche sin estrella, un verdadero negro Espacial. Su cabello era una cresta de cacatúa, una alfombra blanco nieve de tres centímetros de ancho que iba desde su frente hasta su nuca.

¡Un Espacial había invadido el Club Struldbrugs! No era asombroso que murmuraran…

Se detuvo ante la silla de Luke.

—¿Lucas Garner? —su voz y sus modales eran graves y formales.

—Correcto —dijo Luke.

El hombre bajó la voz.

—Soy Nicholas Sohl, Primer Orador de la Sección Política del Cinturón. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar?

—Sígame —dijo Luke.

Tocó un control en el brazo de su silla y ésta se elevó en un colchón de aire y se movió cruzando el salón. Se acomodaron en una cámara fuera del vestíbulo principal.

—Realmente causó una conmoción allí dentro.

—¿De veras? ¿Por qué?

El primer Orador yacía como sin huesos en una silla masajeadora, dejando que los pequeños motores lo amasaran a una nueva forma. Su voz todavía era rápida y dura. Luke no pudo decidir si estaba bromeando.

—¿Por qué, dice? Por una parte, usted ni siquiera se acerca a la edad de admisión.

—El guardia no dijo nada. Sólo se quedó mirándome.

—Puedo imaginarlo.

—¿Sabe usted lo que me ha traído a la Tierra?

—Lo oí. Hay un extraño en el sistema.

—Se suponía que fuera secreto.

—Yo pertenecía a la M. R. A., la policía de las Naciones Unidas. Ellos no me retiraron hasta hace dos años. Aún tengo contactos.

—Eso fue lo que Lit Shaeffer me dijo —Nick abrió los ojos—. Perdóneme si parezco maleducado. Puedo soportar su gravedad si permanezco yaciendo en una cucheta de nave, pero no me gusta caminar en ella.

—Relájese, entonces.

—Gracias. Garner, nadie en la ONU parece darse cuenta de qué tan urgente es esto. Hay un extraño en el sistema. Ha cometido un acto hostil, secuestrando a un Espacial. Ha abandonado su motor interestelar, y ambos podemos adivinar lo que significa.

—Planea quedarse. Hábleme de eso, por favor.

—Muy simple. Supongo que usted sabe que el navío Exterior estaba formado por tres partes separables.

—Sí. Algo supe de eso.

—La sección remolcada debe haber sido una cápsula de reentrada. Debimos deducir que habría una. Dos horas y media después de que Brennan y el Exterior hicieran contacto, esa sección desapareció.

—¿Teleportación?

—No, gracias a Finagle. Logramos verlo en un cuadro de película como una raya borrosa. La aceleración era enorme.

—Ya veo. ¿Por qué vino a la Tierra?

—¿Eh? ¡Garner, esto es asunto de la humanidad entera!

—No me gusta ese juego, Nick. El Exterior era asunto de la humanidad desde el momento en que lo vieron, pero no vinieron a llamarnos hasta que ejecutó ese acto de desaparición. ¿Por qué? ¿Pensaron quizá que los extraños tendrían una mejor idea de la humanidad si encontraban a los Espaciales primero?

—Sin comentarios.

—Y ¿por qué decírnoslo ahora? Si los telescopios del Cinturón no pueden encontrarlo, nadie puede.

Nick giró en su silla de masaje y se sentó para estudiar al viejo. La cara de Garner era la cara del Tiempo, una floja máscara cubriendo males ancianos. Sólo los ojos y los dientes parecían jóvenes; y los dientes eran nuevos, blancos, afilados e incongruentes.

Pero hablaba como un Espacial: directo al grano. No desperdiciaba palabras y no jugaba.

—Lit dijo ya que era usted brillante. Bueno, pues ése es el problema, Garner: lo hemos encontrado.

—Aún no veo el problema.

—Pasó a través de una trampa para contrabandistas cerca del final de su vuelo. Estábamos buscando a un pájaro que tiene el hábito de derivar a través de regiones pobladas con su impulsor apagado. Un sensor de calor halló al Exterior, y una cámara atrapó un tramo de su curso, y lo siguió lo suficiente como para darnos posición, velocidad, aceleración. La aceleración era enorme, decenas de ges.

»Es casi seguro que iba hacia Marte. Al planeta, o a una órbita sobre Marte, o a una de las lunas. Si hubiera sido una órbita, lo habríamos encontrado para ahora. Lo mismo para las lunas; ambas tienen estaciones de observación. Excepto que pertenecen a la ONU.

Entonces, Luke comenzó a reír. Nick cerró sus ojos con expresión dolorida.

Marte era el basural del sistema. En verdad, había pocos planetas útiles en el Sistema Solar: la Tierra, Mercurio y la atmósfera de Júpiter llenaban la lista. Y los asteroides, los más importantes. Pero Marte había probado ser el más amargo de los desengaños. Un desierto casi sin aire, cubierto con cráteres y mares de polvo ultrafino, y una atmósfera demasiado delgada para ser considerada venenosa. En alguna parte de Lacis Solis había una base abandonada; los remanentes del tercer y último intento en el planeta oxidado. Nadie deseaba ya a Marte.

Cuando el Estatuto del Cinturón Libre fue firmado —luego de que el Cinturón probó con embargo y propaganda que la Tierra necesitaba al Cinturón más de lo que el Cinturón necesitaba a la Tierra—, a la ONU se le había permitido mantener la Tierra, la Luna, Titán, derechos en los anillos de Saturno, derechos mineros y exploratorios en Mercurio, y a Marte y sus lunas. Marte era sólo una ficha; no había contado hasta ahora.

—Usted ve el problema, creo —dijo Nick.

Había conectado nuevamente la unidad de masajes. Pequeños músculos por todo su cuerpo estaban rindiéndose bajo el desacostumbrado tirón de la Tierra, proclamando estridentemente su existencia por primera vez en la vida de Nick. El masaje ayudaba.

Luke asintió.

—Considerando el modo en que el Cinturón está constantemente diciéndonos que salgamos de su propiedad, no puede culpar a la ONU por tratar de obtener un poco de lo suyo de vuelta. En la fila debemos tener un par de cientos de quejas.

—Usted exagera. Desde que el Estatuto del Cinturón Libre se firmó hemos registrado unas sesenta violaciones, la mayor parte de las cuales fueron reconocidas y pagadas por la ONU.

—¿Qué desea usted que haga la ONU que ya no esté haciendo?

—Deseamos acceso a los registros de la Tierra sobre el estudio de Marte. ¡Diablos, Garner! Las cámaras de Phobos pueden en realidad mostrar donde descendió el Exterior. Deseamos permiso para buscar en Marte desde órbita baja. Deseamos permiso para aterrizar.

—¿Qué ha conseguido usted hasta ahora?

Nick resopló.

—Hay sólo dos cosas en las que están de acuerdo. Podemos buscar todo lo que deseemos… desde el espacio. Pero por dejarnos examinar sus tontos archivos, ¡desean que les paguemos un millón de marcos!

—Pues págueles.

—¡Es un robo!

—¿Un Espacial dice eso? ¿Por qué ustedes no tienen registros de Marte?

—Nunca estuvimos interesados. ¿Para qué?

—¿Y qué hay del conocimiento abstracto?

—Eso es sólo otro nombre para lo inútil.

—Entonces… ¿qué los hace buscar tanto conocimiento inútil para pagar un millón de marcos por él?

Lentamente Nick igualó su sonrisa.

—Sigue siendo un robo. Por el nombre de Finagle, ¿cómo sabía la Tierra que necesitaríamos algo acerca de Marte?

—Ese es el secreto del conocimiento abstracto. Uno cae en el hábito de aprender todo lo que pueda acerca de todo. La mayor parte resulta útil, tarde o temprano. Hemos gastado miles de millones explorando Marte.

Nick apagó la silla.

—Está bien, autorizaré el pago de un millón de marcos a la Biblioteca Universal de la ONU. Ahora, ¿qué debo hacer para aterrizar?

—Yo… tengo una idea acerca de eso.

Una idea ridícula, debería haber dicho. Luke no la habría considerado ni por un momento… excepto por el lugar en donde estaba. El Club Struldbrugs era lujoso y tranquilo, a prueba de sonido en todas partes, rico en colgaduras. Su propia risa —bastante desagradable— había sido amortiguada en el instante en que dejó su boca. La gente raramente reía o gritaba allí. El Club era un lugar para descansar después de una vida de… ¿de no descansar?

—¿Puede usted volar una nave de dos plazas, marca Starfire? —continuó Luke.

—Seguro. No hay diferencia en los paneles de control. Las naves del cinturón usan impulsores comprados a Rolls-Royce de Inglaterra.

—Entonces, queda contratado como mi piloto, por un dólar al año. Puedo tener la nave lista en seis horas.

—¡Usted está loco!

—No, yo no. Mire, Nick… Todo diplomático en la ONU sabe lo importante que es encontrar al Exterior. Pero no pueden ponerse en marcha. Y no es porque estén resarciéndose del Cinturón; eso es sólo una parte del problema. Es por inercia.

»La ONU es un gobierno mundial. Es lento y pesado por propia naturaleza, debiendo regir las vidas de dieciocho mil millones de personas. Peor aún, la ONU está hechas de naciones individuales. Las naciones hoy no son tan poderosas como otrora, por supuesto. Algún día (aunque no demasiado pronto) hasta sus nombres serán olvidados; y no estoy seguro de que sea una buena idea…, pero aun hoy el prestigio nacional suele ponerse en el camino. Usted necesitará semanas para conseguir que se pongan de acuerdo en cualquier cosa.

»Sin embargo, no hay ninguna ley en contra de que un ciudadano de la ONU vaya donde sea en el espacio terrestre, o que contrate a cualquiera que desee. Varios de nuestros pilotos de naves lunares son Espaciales.

Nick agitó su cabeza como si necesitara aclararla.

—Garner, no lo entiendo. No puede esperar que encontremos al Exterior en una nave de dos hombres. Hasta yo sé acerca del polvo marciano. Debe estar escondido en uno de los mares de polvo, disecando a Jack Brennan, y no hay manera de encontrarlo sin hacer una búsqueda centímetro a centímetro de los desiertos con un radar de profundidad.

—Correcto, pero cuando los políticos se den cuenta de que ha comenzado a buscar en Marte… ¿qué piensa usted que harán? El que usted haya sido contratado como piloto es un tecnicismo, y será obvio para cualquiera. Suponga que encontramos nosotros al Exterior… Bien; en ese caso, el Cinturón se llevaría todo el crédito.

Nick cerró sus ojos y trató de pensar. No estaba acostumbrado a esa clase de lógica circular, pero parecía que Garner tenía razón. Si la Tierra veía que él estaba yendo a Marte, con o sin un Llanero por compañía… Nada menos que Nick Sohl, Primer Orador del Cinturón, con poder de firmar tratados. Mmm… ominoso. Mandarían a toda una flota para intentar encontrar al Exterior antes que él.

—Así que necesito un Llanero que me contrate como piloto.

—Puedo conseguir una nave ahora. Tengo los contactos.

—Ok. Consiga la nave, luego consiga a un Llanero tipo explorador recio y véndale la nave. Entonces él me contratará como piloto. ¿Correcto?

—Correcto. Pero yo no lo haré así.

—¿Por qué? —Nick lo miró—. No estará pensando en serio en venir conmigo…

Luke asintió. Nick se rió.

—¿Qué edad tiene usted?

—Soy demasiado viejo para desperdiciar los años que me restan sentado en el Club Struldbrugs esperando a morir. Deme la mano, Nick.

—¿Eh? Seguro, pero… ¡Ay! Está bien, maldición. Así que tiene manos fuertes. Todos los Llaneros tienen demasiados músculos, de todos modos.

— Perdón, no quise lastimarle los nudillos. Buscaba demostrarle que no me he vuelto débil.

—Estipulado. No en las manos, por lo menos.

—Y nosotros no usaremos las piernas: iremos montados a todas partes.

—Está realmente loco. ¿Y si su corazón se rinde?

—Es probable que me sobreviva por un largo tiempo. Es una prótesis.

—Está loco. Todos ustedes lo están. Es el resultado de vivir en el fondo de un pozo de gravedad. La gravedad retira la sangre de sus cerebros.

—Le mostraré dónde hay un teléfono. Deberá pagar el millón de marcos antes de que la ONU descubra a dónde nos dirigimos.

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