El poder del mito (29 page)

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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

BOOK: El poder del mito
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M
OYERS
: Me gusta lo que dices sobre el viejo mito de Teseo y Ariadna. Teseo le dice a Ariadna: «Te amaré siempre si me muestras una salida del laberinto». Entonces ella le da un ovillo de hilo, que él desenrolla a medida que entra al laberinto, y después lo sigue para encontrar la salida. Tú dices: «No tenía más que el hilo. No se necesita más».

C
AMPBELL
: Es todo lo que necesitas: un hilo de Ariadna.

M
OYERS
: A veces buscamos la salvación en una gran riqueza, en un gran poder, y en realidad todo lo que necesitamos es un poco de hilo.

C
AMPBELL
: No siempre es fácil de encontrar. Pero es bueno tener a alguien que te dé una pista. Es la función del maestro, ayudarte a hallar tu hilo de Ariadna.

M
OYERS
: Como todos los héroes, Buda no te muestra la verdad misma, te muestra el camino a la verdad.

C
AMPBELL
: Pero debe ser tu camino, no el de él. Buda no puede decirte exactamente cómo librarte de tus miedos particulares, por ejemplo. Diferentes maestros pueden sugerir ejercicios, pero pueden no ser los que a ti más te convengan. Todo lo que puede hacer un maestro es sugerir. Es como un faro que dice: «Aquí hay rocas, dé un rodeo. Aquí hay un canal, puede pasar».

El gran problema en la vida de cualquier joven es encontrar modelos que le sugieran posibilidades. Nietzsche dice: «El hombre es el animal enfermo». El hombre es el animal que no sabe qué hacer consigo mismo. La mente tiene muchísimas posibilidades, pero no podemos vivir más que una vida. ¿Qué haremos con nosotros mismos? Un mito viviente presenta modelos contemporáneos.

M
OYERS
: Hoy existe una interminable variedad de modelos. Mucha gente termina eligiendo muchos al mismo tiempo, y nunca llega a saber quién es.

C
AMPBELL
: Cuando eliges tu vocación, has elegido en realidad un modelo, y no tardarás en sentirte cómodo en ese papel. En la madurez, por ejemplo, puedes decir a simple vista cuál es la profesión de alguien. Dondequiera que voy, la gente sabe de inmediato que soy un profesor. No sé qué es lo que hago o qué aspecto tengo, pero yo también puedo distinguir a los profesores de los ingenieros o los comerciantes. Tu vida te da una forma determinada.

M
OYERS
: Hay una imagen maravillosa en
El rey Arturo
en que los caballeros de la Tabla Redonda están a punto de entrar en la Selva Oscura a buscar el Grial, y el narrador dice: «Pensaron que sería infamante entrar en grupo. Así que cada uno entró a la selva por un punto separado de su elección». Tú has interpretado que esto expresa el énfasis occidental en el carácter único del fenómeno de una vida humana individual: el individuo enfrentándose con las sombras.

C
AMPBELL
: Lo que me llamó poderosamente la atención, cuando leí ese comentario en la
Queste del Saint Graal
del siglo XIII, fue que resume un ideal espiritual muy característico de Occidente, esto es, vivir la vida que está en potencia
en ti
y nunca estuvo en nadie más ni siquiera como posibilidad.

Creo que ésta es la gran verdad occidental: que cada uno de nosotros es una criatura completamente única y que, si hemos de darle algo al mundo, tendrá que venir de nuestra propia experiencia y de la realización de nuestras propias potencialidades, no de las ajenas. En el Oriente tradicional, en cambio, y en general en todas las sociedades tradicionalistas, el individuo sale de un molde común. Sus deberes le son planteados en términos exactos y precisos, y no es cuestión de salirse de ellos. Cuando vas a un gurú para que te guíe en tu camino espiritual, él sabe dónde estás exactamente en el camino tradicional, adonde debes dirigirte, y qué debes hacer para llegar. Te dará su retrato para que lo lleves encima, así puedes ser como él. En Occidente ése no sería un buen método de enseñanza. A nuestros estudiantes debemos ayudarlos a desarrollar su propia imagen de sí mismos. Lo que debe buscar cada cual en su vida nunca existió antes, ni en tierra ni en mar. Debe ser algo que surja de su potencialidad personal, algo que nunca haya sido ni pueda ser experimentado por nadie más.

M
OYERS
: Veamos la pregunta que hizo Hamlet: «¿Estás a la altura de tu destino?».

C
AMPBELL
: El problema de Hamlet fue que él no estuvo a esa altura. Recibió un destino demasiado grande para él, y lo destrozó. Eso también puede suceder.

M
OYERS
: ¿Qué historias de la mitología nos ayudan a comprender la muerte?

C
AMPBELL
: A la muerte no se la comprende; se aprende a aceptarla. Yo diría que la historia de Cristo asumiendo la forma de un servidor del hombre, hasta morir en la cruz, es la lección principal para nosotros de la aceptación de la muerte. La historia de Edipo y la Esfinge tiene algo que decir al respecto también. La Esfinge en la historia de Edipo no es la Esfinge egipcia, sino una forma femenina con las alas de un pájaro, el cuerpo de un animal, y los pechos, cuello y rostro de una mujer. Lo que representa es el destino de toda vida. Ha enviado una plaga sobre la tierra, y para terminar con ella el héroe tiene que responder al enigma que la esfinge le plantea: «¿Qué es lo que camina a cuatro patas, después a dos, y luego a tres?». La respuesta es: «El hombre». El niño gatea a cuatro patas, el adulto camina con dos, y el anciano se ayuda con un bastón.

El enigma de la Esfinge es la imagen de la vida misma a través del tiempo: infancia, madurez, vejez y muerte. Cuando has mirado de frente y aceptado sin miedos el enigma de la Esfinge, la muerte ya no tiene poder sobre ti, y la maldición de la Esfinge se desvanece. Dominar el miedo a la muerte equivale a recuperar el goce de la vida. Sólo se experimenta una afirmación incondicional de la vida cuando uno ha aceptado la muerte, no como algo contrario a la vida sino como un aspecto más de la vida. La vida en su devenir siempre está produciendo muerte. Dominar el miedo es adquirir el valor de la vida. Es la iniciación suprema de toda aventura heroica: la superación del miedo.

Recuerdo haber leído, de niño, sobre el grito de los guerreros indios cuando entraban en batalla contra las balas del general Custer: «¡Qué hermoso día para morir!». Ahí no había un aferrarse a la vida. Ese es uno de los grandes mensajes de la mitología. Yo, tal como ahora me conozco, no soy la forma final de mi ser. Debemos morir constantemente de un modo u otro a la persona ya formada.

M
OYERS
: ¿Hay alguna historia que ilustre esto?

C
AMPBELL
: Bueno, una famosa es el viejo cuento inglés de sir Gawain y el Caballero Verde. Un día apareció en el comedor del palacio del rey Arturo un gigante verde montado en un gran caballo verde. «Desafío a cualquiera de los presentes», dijo, «a tomar esta gran hacha de combate que traigo y cortarme la cabeza, y después, dentro de un año justo, esperarme en la Capilla Verde, donde yo le cortaré la cabeza a él.»

El único caballero en la sala que tuvo el valor de aceptar esta extraña invitación fue Gawain. Se levantó de la mesa, el Caballero Verde bajó de su caballo, le tendió el hacha a Gawain, puso el cuello, y Gawain de un solo tajo le cortó la cabeza. El Caballero Verde se irguió, recogió su cabeza, tomó el hacha, montó al caballo, y cuando se alejaba le dijo al atónito Gawain: «Nos veremos dentro de un año».

Durante ese año todos fueron sumamente amables con Gawain. Unos quince días antes de cumplirse el plazo, él salió en busca de la Capilla Verde para no faltar a su palabra ante el Caballero Verde. Cuando se acercaba la fecha, y faltaban unos tres días, Gawain se encontró frente a la choza de un cazador, a quien le preguntó el camino de la Capilla Verde. El cazador, que era un sujeto agradable y simpático, salió a la puerta y le dijo: «Bueno, la Capilla está aquí cerca, a unos cientos de metros. ¿Por qué no pasas estos tres días con nosotros? Nos encantaría. Y cuando llegue la hora, podrás encontrarte a tiempo con tu amigo verde».

Así que Gawain acepta. Y el cazador esa noche le dice: «Mañana saldré de caza temprano, pero volveré a la noche, y haremos intercambio de ganancias. Yo te daré todo lo que haya obtenido en la cacería, y tú me darás todo lo que hayas conseguido durante el día». Se rieron, y Gawain dijo que por su parte no había problemas. Se retiraron a la cama.

A la mañana temprano el cazador parte mientras Gawain duerme. Al momento aparece la esposa del cazador, extraordinariamente bella, que le hace cosquillas a Gawain bajo el mentón, lo despierta, y lo invita apasionadamente a una mañana de amor. Bueno, él es un caballero del rey Arturo, y traicionar a su anfitrión es lo último que se le ocurriría hacer a un caballero, así que Gawain se resiste con firmeza. Pero ella es insistente, y hace todo un problema del asunto, hasta que al fin le dice: «Bueno, al menos déjame darte un beso». Y le da un gran beso. Y eso fue todo.

Por la noche, llega el cazador con un gran morral lleno de toda clase de caza menor, lo arroja todo al suelo, y Gawain le da un gran beso. Se rieron, y eso fue todo también.

A la segunda mañana, la esposa vuelve al cuarto, más apasionada que nunca, y el fruto de este encuentro son dos besos. El cazador vuelve por la noche con la mitad de presas que la noche anterior, y recibe dos besos, y vuelven a reírse.

La tercera mañana, la esposa está espléndida, y Gawain, un joven a punto de morir, hace todo lo que puede por contenerse y no perder su honor de caballero, con esta última ofrenda de los placeres de la vida ante él. Esta vez, acepta tres besos. Y después de dárselos, ella le ruega que, como un recuerdo de amor, acepte su liga. «Está encantada», le dice, «y te protegerá de todo peligro.» Gawain acepta la liga. Y cuando el cazador regresa con nada más que un pequeño y maloliente zorro, que arroja al suelo, recibe tres besos de Gawain… pero no la liga.

¿Ves cuáles son las pruebas que afronta este joven caballero Gawain? Son iguales que las dos primeras de Buda. Una es el deseo, la lascivia. La otra es el miedo a la muerte. Gawain había mostrado valor suficiente al aceptar esta aventura. Pero la liga fue una tentación demasiado fuerte.

Así que cuando Gawain se aproxima a la Capilla Verde, oye al Caballero Verde allí, afilando su gran hacha: flis, fias, flis, fias. Gawain llega, y el gigante le dice simplemente: «Pon el cuello aquí sobre la piedra». Gawain lo hace, y el Caballero Verde levanta el hacha, pero se detiene. «No, estíralo un poco más», le dice. Gawain lo hace, y el gigante vuelve a blandir su gran hacha. «Un poquito más», dice otra vez. Gawain lo hace lo mejor que puede, y entonces sí, chas… y sólo produce en el cuello de Gawain un pequeño rasguño. Entonces el Caballero Verde, que en realidad es el cazador transfigurado, le explica: «Eso es por la liga».

Esta es la leyenda del origen de la orden de los Caballeros de la Jarretera.

M
OYERS
: ¿Y la moraleja del cuento?

C
AMPBELL
: La moraleja, supongo, sería que los primeros requisitos para una carrera de héroe son las virtudes caballerescas de la lealtad, la templanza y el valor. La lealtad en este caso tiene dos grados de compromiso: primero, a la aventura elegida, pero también a los ideales de la orden de caballería. Ahora bien, este segundo compromiso parece oponer el camino de Gawain al camino de Buda, quien, cuando el Señor del Deber le ordenó realizar los imperativos sociales propios de su casta, simplemente pasó por alto la orden, y esa noche logró la iluminación así como la liberación del ciclo de nacimientos. Gawain es un europeo y como Ulises, que se mantuvo leal a la tierra y volvió de la Isla del Sol a su matrimonio con Penélope, ha aceptado, como compromiso de su vida, no la liberación sino la lealtad a los valores de la vida de este mundo. Pero, como acabamos de ver, ya sea siguiendo el camino medio de Buda o el camino medio de Gawain, el paso a la realización personal está entre los peligros del deseo y el temor.

Una tercera posición, más cercana a la de Gawain que a la de Buda, pero leal a los valores de la vida en esta tierra, es la de Nietzsche en
Así habló Zaratustra
. En una especie de parábola, Nietzsche describe lo que llama las tres transformaciones del espíritu. La primera es en camello, que sería la infancia y la juventud. El camello se pone de rodillas y dice: «Ponme una carga encima». Es el tiempo de la obediencia, de recibir la instrucción y la información que tu medio social te exige para vivir una vida responsable.

Pero cuando el camello está bien cargado, se pone de pie y corre al desierto, donde se transforma en un león; y cuanto más pesada sea la carga que haya transportado, más fuerte será el león. Ahora bien, la tarea del león es matar al dragón, y el nombre del dragón es «Deber». En cada escama de la piel de esta bestia está impreso un «deber»: algunos datan de cuatro mil años, otros, de las noticias de la mañana.

Mientras el camello, el niño, debe someterse al «deber», el león, el joven, debe combatirlos y llegar a su propia realización.

Y así, cuando el dragón está bien muerto, y todos sus «deberes» superados, el león se transforma en un niño movido por su propia naturaleza, como una rueda impulsada por su propio eje. Ya no hay más reglas que obedecer. No más reglas derivadas de las necesidades históricas y las imposiciones de la sociedad local, sino sólo el puro impulso de vivir una vida en flor.

M
OYERS
: ¿Entonces volvemos al Edén?

C
AMPBELL
: Al Edén antes de la Caída.

M
OYERS
: ¿Cuáles son los «deberes» de los que tiene que desprenderse un niño ?

C
AMPBELL
: Todos los que inhiben su autorrealización. Para el camello, el «deber» es un imperativo, una fuerza civilizadora. Convierte al animal humano en un ser humano civilizado. Pero la juventud es el periodo del autodescubrimiento y transformación en león. Las reglas ahora deben emplearse a voluntad, al servicio de la vida, en vez de someterse a ellas como obligaciones compulsivas.

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