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Authors: Albert Espinosa

El Mundo Amarillo

BOOK: El Mundo Amarillo
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La vida de Albert Espinosa cambió cuando tenía 13 años de edad: le diagnosticaron un cáncer; con 14 años le amputaron la pierna izquierda, a los 16 le quitaron el pulmón izquierdo y a los 18 le extrajeron parte del hígado. Su enfermedad le enseñó que morir no es triste, que lo triste es no vivir.

«Siempre me pareció interesante escribir un libro sobre lo que me enseñó el cáncer y cómo eso se puede aplicar a la vida diaria. Me pareció que ahí había un buen libro. Y eso es lo que os intentaré contar en El mundo amarillo. Este no es un libro de autoayuda, no creo mucho en la autoayuda. Es tan solo un libro donde recojo experiencias que me han servido.»

La película de Albert ha batido récords de público: Planta 4ª ha sido vista por más de un millón de espectadores.

En abril de 2007 Albert estrenará su primera película como director: No me pidas que te bese porque te besaré.

Albert Espinosa

El Mundo Amarillo

Si crees en los sueños, ellos se crearán.

ePUB v1.0

JerGeoKos
04.01.12

Prólogo:

«¡Atención, este libro es Albert!

Si entras, no querrás salir»

Albert tiene el espíritu curioso de Sherlock Holmes y la apariencia de Watson. Su perfecto desaliño al vestir te hace sospechar de si se lo ha preparado antes de salir de casa. Es raro hasta para ser coqueto.

Una de sus aficiones preferidas es mirar. Entra sin permiso por las ventanas de tus ojos y obtiene toda la información que necesita. Su sensor emocional es casi infalible y cala al ser humano, con la facilidad de esas cajas de supermercado que saben el precio del producto con sólo leer el código de barras. Cuando acierta sabe de ti mucho más que tú.

Albert le ha ganado varias batallas a la muerte, por eso sus historias rebosan tanta vida. Es hiperactivo, prefiere perder sueño a perder experiencias. Su velocidad mental es de vértigo. Si quieres contarle algo tiene que ser muy bueno o muy rápido.

Si deseas captar su interés, no le cuentes tu vida, deja que la descubra él. Es otra de sus aficiones preferidas.

Le encanta provocar pero lo hace con la intención de normalizar. Me hizo una prueba para su última película: No me pidas que te bese porque te besaré, en la que teníamos una secuencia en una piscina ficticia. Acababa de conocerlo. De repente se quitó la pierna ortopédica. Lo hizo con tanta normalidad que eché mano de la mía a ver si podía hacer lo mismo. Fue un acto histérico, intentaba aparentar normalidad pero la escena me descolocó. Él se dio cuenta y con la misma normalidad con que se había quitado la pierna izquierda, empezó a hablarme de uno de los temas más recurrentes en su peli/vida: el universo de las pajas. Conectamos de inmediato. Olvidé la prueba, olvidé la pierna, olvidé que él era el director y me encontré con un colega que hablaba de sensaciones que yo compartía.

Aparenta treinta años pero lleva más de quince repitiendo adolescencia. De ahí su frescura. De ahí su limpieza. De ahí que siga pensando que si puede imaginarse, puede hacerse.

Albert es poderoso porque no se rinde nunca. Y como último recurso negocia: cambia pierna y pulmón por vida. Ha aprendido a perder con el único objetivo de ganar. Y se hace más fuerte. Y sale a saciarse de vida. Y escribe obras de teatro, largometrajes, series de televisión, novela… Y usa con maestría el humor para contarnos un drama. Y junta la realidad más cercana con nuestros sueños más lejanos. Y viene a decirnos que la única minusvalía es la emocional y que vivimos en una sociedad que no comparte sentimientos.

Albert habla de un mundo al alcance de todos y que tiene el color del sol: el mundo amarillo. Un sitio cálido donde los besos pueden durar diez minutos, donde los desconocidos pueden ser tus mejores aliados, donde el contacto físico pierde su connotación sexual, donde el cariño es algo tan cotidiano como comprar el pan, donde el miedo pierde su significado, donde la muerte no es eso que les pasa a los demás, donde la vida es lo más valioso, donde todo está donde tú quieres que esté.

Este libro habla de todo esto, de todo lo que sentimos y no decimos, del miedo a que nos quiten lo que tenemos, de reconocernos enteramente y apreciar quiénes somos cada segundo del día. ¡Larga vida a Albert!

ELOY AZORÍN,

Actor

Mi inspiración

Gabriel Celaya era ingeniero industrial y poeta. Yo soy ingeniero industrial y guionista. Ambos somos también zurdos. Hay algo en su poema «Autobiografía» que me engancha hasta la médula y me toca el esófago. Y creo que es porque en ese poema creó su mundo. Su mundo, el «mundo Celaya». No hay nada que me atraiga más que la gente que crea mundos.

Y es que ese poema está compuesto por prohibiciones, prohibiciones que crean una vida. Prohibiciones que marcaron su vida. De alguna manera, si quitásemos esas prohibiciones encontraríamos su mundo. Lo que él piensa que debería ser su mundo. Son un montón de «noes» que excluyen lo que no desea para encontrarnos con un montón de «síes». Me gusta esa manera de ver la vida.

Como hizo él en «Autobiografía», yo intentaré dividir este inicio del libro en: «Para empezar», «Para seguir», «Para vivir» y «Morir». Serán cuatro bloques que, como él predijo, forman lo que es la vida de cualquiera de nosotros.

Por si no conocéis el poema, a continuación podéis gozar de él:

AUTOBIOGRAFÍA

No cojas la cuchara con la mano izquierda.

No pongas los codos en la mesa.

Dobla bien la servilleta.

Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.

¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?

Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.

Eso, para seguir.

¿Le parece a Ud. correcto que un ingeniero haga versos?

La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.

Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.

Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.

No bebas. No fumes. No tosas. No respires.

¡Ay sí, no respires! Dar el no a todos los «no»

y descansar: Morir.

GABRIEL CELAYA

¿El porque de este libro?

Siempre deseé hablar del mundo amarillo, de lo que yo llamo mi mundo, el mundo en el que habito. Si algún día ves alguna película mía, lees algún guión mío, te fijas en algún personaje creado por mí, encontrarás parte de ese mundo amarillo. Y ése es el mundo que me hace feliz. El mundo en el que me gusta vivir.

Siempre había querido escribir un libro pero sólo me ofrecían libros sobre: «Cómo superar el cáncer» o «Cómo sobrevivir al cáncer». Libros que no me interesaba escribir. El cáncer no necesita un libro para vencerlo, creo que haberlo escrito sería una total falta de respeto a los que luchan contra el cáncer y a toda la gente que he conocido durante mis años en el hospital. No hay claves para vencer al cáncer, no hay una estrategia secreta. Tan sólo debes escuchar tu fuerza, crear tu lucha y dejarte guiar.

Por ello, me parece más interesante hacer un libro sobre lo que me enseñó el cáncer y cómo eso se puede aplicar a la vida diaria. Y eso es lo que intentaré contar en El mundo amarillo. Creo, sin duda, que el cáncer está vivo y luchar contra él hace que le des muchas vueltas a la cabeza y aprendas grandes lecciones. Después te curas y te encuentras de nuevo con la vida, donde puedes aplicar esas lecciones.

No es éste un libro de autoayuda, no creo demasiado en la autoayuda. Es tan sólo un libro donde recojo experiencias que a mí me han servido.

sobre todo es un libro para hablar de los «amarillos», del concepto amarillo. Espero y deseo que a partir de la lectura de este libro, te pongas a buscar tus amarillos. Ése sería para mí el mejor premio.

Es verano, un verano no muy caluroso. Es de noche, una noche no muy cerrada. Llevo mi pierna ortopédica puesta (la de ir por casa). Estoy bebiendo un vaso bien frío de Coca-Cola y sé que es hora de comenzar a plasmar sobre el papel este mundo amarillo.

Y justo después, añado que es finales de septiembre (que es cuando estoy realizando la revisión del texto). Hace frío, llueve y estoy en mitad del rodaje del corto Destination Ireland del maestro Carlos Alfayate. Siento que el tiempo corre y cada día está más cerca el nacimiento del libro.

Espero que este libro nos una como amarillos. Para cualquier sugerencia, deseo o búsqueda me encontrarás en [email protected]

ALBERT ESPINOSA

Julio-septiembre de 2007

PARA EMPEZAR...

El mundo amarillo

No cojas la cuchara con la mano izquierda.

No pongas los codos en la mesa.

Dobla bien la servilleta.

Eso, para empezar.

GABRIEL CELAYA

¿Donde nace?

Pues nace del cáncer. Me gusta la palabra
cáncer
. Hasta me gusta la palabra
tumor
. Puede sonar macabro, pero es que mi vida ha estado unida a estas dos palabras. Y nunca he sentido nada horrible al decir cáncer, tumor u osteosarcoma. Me he criado junto a ellas y me gusta pronunciarlas en voz alta, proclamarlas a los cuatro vientos. Creo que hasta que no las dices, que no las haces parte de tu vida, difícilmente puedes aceptar lo que tienes.

Es por ello por lo que es necesario que en este primer capítulo hable del cáncer, porque en los siguientes utilizaremos las enseñanzas del cáncer para sobrevivir a la vida. Así que me centraré primero en él y en cómo me afectó.

Yo tenía catorce años cuando ingresé en el hospital por primera vez. Tenía un osteosarcoma en la pierna izquierda. Dejé el colegio, dejé mi entorno y comencé mi vida en el hospital.

Tuve cáncer durante diez años, de los catorce a los veinticuatro. Eso no significa que pasara diez años ingresado, sino que estuve diez años visitando diversos hospitales para curarme de cuatro cánceres: pierna, pierna (la misma que en el primer cáncer), pulmón e hígado.

En el camino dejé una pierna, un pulmón y un trozo de hígado. Pero debo decir, justo en este momento, que fui feliz con cáncer. Lo recuerdo como una de las mejores épocas de mi vida.

Puede chocar ver esas dos palabras juntas: feliz y cáncer. Pero fue así. El cáncer me quitó cosas materiales: una pierna, un pulmón, un trozo de hígado, pero me dio a conocer muchas otras cosas que jamás podría haber averiguado solo.

¿Qué puede darte el cáncer? Creo que la lista es interminable: saber quién eres, saber cómo es la gente que te rodea, conocer tus límites y sobre todo perder el miedo a la muerte. Quizá esto último sea lo más valioso.

Un día me curé. Tenía veinticuatro años y me dijeron que no tenía que volver al hospital. Me quedé helado. Fue extraño. Lo que mejor sabía hacer en mi vida era luchar contra el cáncer y ahora me decían que estaba curado. La extrañeza (o atontamiento) me duró seis horas, luego me volví loco de alegría; no volver a un hospital, no volver a hacerme radiografías (creo que me he hecho más de doscientos cincuenta), no más análisis de sangre, fin de los controles. Era como un sueño hecho realidad. Era absolutamente increíble.

Pensé que en pocos meses me olvidaría del cáncer. Tendría una «vida normal». El cáncer sería tan sólo una época de mi vida. Pero en lugar de eso (nunca lo he olvidado) pasó algo inesperado, y es que jamás imaginé cuánto me ayudarían las enseñanzas del cáncer en la vida diaria.

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