De la dictadura a la democracia

BOOK: De la dictadura a la democracia
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El politólogo Gene Sharp escribió este poderoso ensayo en 1993 para apoyar al movimiento de resistencia en Myanmar, donde el gobierno sentenció a siete años de prisión a quien tuviera este cuadernillo. Desde entonces, los opositores a la opresión – notablemente durante los levantamientos árabes del 2011 – han distribuido ampliamente este texto entre activistas políticos y sociales que quieren aplicar los 40 años de investigación, experiencia y escritos de Sharp sobre las luchas no violentas, las dictaduras y los movimientos de resistencia. Sharp resume su trabajo sobre teoría política y sociología en un volumen accesible, estricto y práctico. Su apéndice menciona docenas de tácticas específicas para aquellos organizadores que quieren montar campañas pacíficas en contra de fuerzas opresoras establecidas. Se recomienda este influyente libro a cualquier persona interesada en comprender cómo funcionan las revoluciones pacíficas. En este libro usted aprenderá: Qué métodos de resistencia funcionan contra los dictadores, qué hace a los dictadores vulnerables, por qué la estrategia es crucial para convertir dictaduras en democracias.

Gene Sharp

De la dictadura a la democracia

Un sistema conceptual para la liberación

ePUB v1.0

giovanni1905
22.09.12

Título original:
From Dictatorship to Democracy

Gene Sharp, 1994.

Traducción: Caridad Inda

Editor original: giovanni1905 (v1.0)

ePub base v2.0

PREFACIO

Una de mis grandes preocupaciones durante muchos años ha sido cómo los pueblos pueden prevenir y destruir dictaduras. Esto ha sido fomentado en parte por una creencia que los seres humanos no deben ser dominados y destruidos por esos regímenes. Esta creencia ha sido fortalecida leyendo sobre la importancia de la libertad humana, la naturaleza de las dictaduras (desde Aristóteles a analistas de totalitarismo), y la historia de las dictaduras (especialmente los sistemas nazistas y estalinistas).

En el transcurso de los años he tenido la ocasión de conocer a personas que vivieron y sufrieron bajo el poder nazi, incluyendo algunos que sobrevivieron los campos de concentración. En Noruega conocí a personas que resistieron el poder fascista y sobrevivieron, y he sabido de aquéllos que murieron. He hablado con judíos que escaparon de las garras del nazismo y con personas que ayudaron a salvarlos.

El conocimiento sobre el terror de los regímenes comunistas en varios países lo he adquirido más de libros que de contactos personales. El terror de estos sistemas me parece especialmente conmovedor ya que fueron impuestos en nombre de la liberación de la opresión y la explotación.

En décadas más recientes, durante visitas de personas de países regidos por dictaduras, como Panamá, Polonia, Chile, Tíbet, y Birmania, las realidades de las dictaduras de hoy en día se convirtieron más reales. De los tibetanos que lucharon contra la agresión de la China comunista, los rusos que derrotaron en agosto de 1991 el golpe de estado extremista y los tailandeses que bloquearon noviolentamente un retorno al gobierno militar, he ganado perspectivas, a menudo penosas, de la insidiosa naturaleza de las dictaduras.

El sentido de patetismo e ira contra las brutalidades, junto con la admiración al heroísmo tranquilo de hombres y mujeres increíblemente valientes, era algunas veces fortalecido por visitas a sitios donde los peligros eran todavía considerables; y sin embargo, el desafío de los valientes continuaba. Estos incluían a Panamá bajo Noriega; Vilnius, Lituania, bajo la represión soviética; la Plaza de Tiananmen, Beijing, durante la festiva demostración de libertad y cuando los primeros camiones de personal armado entraron en ella esa fatídica noche; y el cuartel general en la selva de la oposición democrática en Manerplaw en la “Birmania liberada”.

A veces he visitado los sitios donde murieron los caídos, como la torre de televisión y el cementerio en Vilnius, el parque público en Riga donde personas fueron ametralladas, el centro de Ferrara al norte de Italia donde los fascistas alinearon y fusilaron a los miembros de la resistencia, y un simple cementerio en Manerplaw lleno de cadáveres de hombres que murieron demasiado jóvenes. Es una triste realidad que cada dictadura deja muerte y destrucción a su paso.

De estas preocupaciones y experiencias creció una esperanza y determinación que la prevención de las tiranías podría ser posible, que las luchas contra dictaduras podrían ser libradas sin mutuas matanzas en masa, que las dictaduras podrían ser destruidas y que era posible prevenir que nuevas dictaduras surgieran de las cenizas de las dictaduras derrocadas.

He tratado de pensar con cuidado sobre los medios más efectivos para desintegrar dictaduras con éxito con el menor costo en sufrimiento y vidas. Para hacer esto he usado mis estudios de muchos años sobre dictaduras, movimientos de resistencia, revoluciones, pensamiento político, sistemas de gobierno, y especialmente la realista lucha noviolenta.

Esta publicación es el resultado. Estoy seguro que dista de ser perfecta. Sin embargo, quizás, ofrece alguna guía para asistir en el pensamiento y planeación para producir movimientos de liberación que son más poderosos y efectivos que lo que podrían ser bajo otras circunstancias.

Por necesidad, y por decisión deliberada, el foco de este ensayo es el problema genérico de como destruir una dictadura y prevenir la formación de una nueva. No tengo la capacidad para producir un análisis detallado y una fórmula para un país específico.

Sin embargo, es mi esperanza de que este análisis genérico pueda ser útil a personas que, desafortunadamente en muchos países, se enfrentan ahora a las realidades de vivir bajo una dictadura. Estas tendrán que determinar la validez de este análisis para sus situaciones particulares y hasta qué punto las recomendaciones principales son, o pueden hacerse aplicables a sus luchas por la liberación.

Tengo varias deudas de gratitud. Bruce Jenkins, mi asistente especial, ha hecho una contribución inestimable al identificar problemas de contenido y presentación, y a través de sus incisivas recomendaciones para una presentación más clara de ideas difíciles (especialmente las concernientes a estrategia), reorganización de la estructura y cambios editoriales. También estoy agradecido a la asistencia editorial de Stephen Coady. El Dr. Chistopher Kruegler y Robert Helvey han ofrecido críticas y consejos muy importantes. La Dra. Hazel McFerson y Dra. Patricia Parkman me han suministrado información de luchas en Africa y América Latina, respectivamente. A pesar de que esta obra se ha beneficiado grandemente de ese generoso apoyo, el análisis y las conclusiones son mi responsabilidad.

En ningún momento en este análisis presumo que desafiar dictadores será fácil o sin costo. Todas las formas de lucha tienen complicaciones y costos. La lucha contra dictadores va a causar bajas. Es mi esperanza, sin embargo, que este análisis aliente a los líderes de la resistencia a considerar estrategias que puedan aumentar su poder efectivo mientras que reduzcan el nivel relativo de bajas sufridas.

Este análisis tampoco debe ser interpretado como indicación que una vez que una dictadura específica termine, todos los otros problemas desaparecerán. La caída de un régimen no trae una utopía. Lo que hace es abrir el camino para un arduo trabajo y largos esfuerzos para construir unas relaciones sociales, económicas y políticas más justas y erradicar otras formas de injusticia y opresión. Es mi esperanza que este breve examen de cómo una dictadura puede ser desintegrada pueda ser útil a aquellos pueblos que viven bajo una dominación y que desean ser libres.

Gene Sharp

6 de Octubre de 1993

UNO
ENFRENTANDO LA REALIDAD DE LAS DICTADURAS

En años recientes, diversas dictaduras—de origen tanto interno como externo—han caído o se han tambaleado cuando se les ha enfrentado una población desafiante y movilizada. Aunque a menudo se las ve como firmemente afianzadas e inexpugnables, algunas de estas dictaduras demostraron ser incapaces de soportar el desafío concertado del pueblo en lo político, lo económico y lo social.

A partir de 1980, las dictaduras han caído ante un desafío predominantemente0 no violento del pueblo en Estonia, Latvia y Lituania, Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia y Eslovenia, Madagascar, Mali, Bolivia y las Filipinas. La resistencia noviolenta ha hecho avanzar el movimiento por la democratización en Nepal, Zambia, Corea del Sur, Chile, Argentina, Haití, Brasil, Uruguay, Malawi, Tailandia, Bulgaria, Hungría, Zaire, Nigeria y en varias partes de la antigua Unión Soviética (llegando a jugar un papel significativo en la derrota del intento de golpe de estado de línea dura de agosto de 1991).

Mas aún, el desafío político masivo
[1]
se ha hecho presente en China, Birmania y el Tíbet en años recientes. Aún cuando estas luchas no han destruido a las dictaduras ni le han puesto fin a la ocupación territorial impuesta, sí han puesto al descubierto ante la comunidad mundial la naturaleza brutal de esos regímenes represivos, y han aportado a la población una valiosa experiencia en cuanto a esta forma de lucha.

El derrumbamiento de las dictaduras en los países antes mencionados ciertamente no erradicó todos los problemas de esas sociedades—pobreza, criminalidad, ineficiencia burocrática, destrucción del medio ambiente—que han sido frecuentemente la herencia de aquellos regímenes brutales. No obstante, la caída de esas dictaduras ha reducido, aunque poquísimo, mucho del sufrimiento de las víctimas de la opresión, y ha abierto el camino para la reconstrucción de esas sociedades con una mayor democracia política, más libertades personales y justicia social.

Un problema que continúa

Ha habido, en verdad, una tendencia hacia una mayor democratización y libertad en el mundo durante las últimas décadas. Según "Freedom House", que compila un expediente anual sobre el estatus de los derechos políticos y las libertades civiles, el número de países en todo el mundo clasificados "libres" ha crecido de manera significativa en los últimos diez años.
[2]

Sin embargo, esta tendencia positiva se halla atenuada porque hay un gran número de pueblos que aún viven bajo condiciones de tiranía. Hasta enero de 1993, el 31% de la población del mundo, de 5.45 billones, vivía en países y territorios calificados como "no libres"
[3]
; esto es, en lugares donde los derechos políticos y las libertades civiles están en extremo restringidos. Los 38 países y 12 territorios incluidos en la categoría de "no libres" están gobernados por una serie de dictaduras militares (como en Birmania y el Sudán), monarquías tradicionales represivas (como Arabia Saudita y Bhután), por regímenes de partido único dominante (como China, Iraq y Corea del Norte), bajo una ocupación extranjera (como Tíbet o Timor Oriental), o en un estado de transición.

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